jueves, 25 abril 2024

Virus: máquinas vivas

Al azar

Evelyn Cardoso Prado »

Siempre imaginé las nanomáquinas como sofisticados artilugios robóticos que reparan células u otras máquinas mediante pequeños bracitos y múltiples patitas. Ahora miro a los virus y veo eso, nanotecnología natural, con la capacidad de modificar, reparar o duplicar cualquier tejido vivo.

No imagino ese mundo limpio y estéril, casi de quirófano, que nos refleja la imaginativa ficción televisiva; veo ese mundo cuasi caótico de variedad infinita de modificaciones genéticas sin límites, una explosión cámbrica de posibilidades, un salto dimensional de las bacterias a los virus. Como bajar un peldaño en la escala evolutiva, es como reescribir la historia natural y fijar la mirada en las nanomáquinas, que ya existen, virus, entre el límite de lo vivo y lo inerte, y que han tenido una función primordial en la evolución de la vida, tan o más grande que las bacterias.

Cuando veo los experimentos con retrovirus, cómo se empaca ADN en un virus que a través de una infección lo lleva a las células humanas, me da la impresión de disponer de un superordenador y solo utilizarlo para reproducir música. El hecho de la capacidad de estas nanomáquinas para transmitir y modificar información a todo un organismo complejo en cuestión de horas o incluso a una especie entera en cuestión de meses es abrumadora.

El reto está ahí; ¿se puede hacer?, ¿se debe hacer? ¿podemos saltarnos los problemas asociados, delimitar la función a la orden requerida, abortar o limitar a un solo organismo o incluso a un tejido?

Hoy modificamos especies a voluntad, para resistir plagas, para aumentar su proliferación, tamaño y color. Ahora podemos imaginar a un virus modificado al cual le insertamos nuevos alelos, este llega a la célula humana, la infecta insertando y combinando su ADN en el cromosoma de la célula huésped, activando o desactivando genes, provocando el cambio en la célula, y reproduciendo el propio virus para infectar a otras células, hasta cumplir el cometido especifico, y una vez finalizado la propia célula destruye el ADN vírico sobrante quedando solo la modificación insertada.

Desde luego parece la herramienta ideal, pero ¿cómo sorteamos la posibilidad de crear nuevas enfermedades, cómo anulamos la capacidad recombinadora con otros virus presentes, la formación de cáncer u otras respuestas inmunitarias del propio organismo? La terapia génica está ahí y se nos abre un fascinante mundo de posibilidades, una formidable arma contra enfermedades y tumores.

Esta posibilidad se mostró efectiva en pacientes que experimentaron una regresión espontanea por estar infectados por algún virus que atacó el cáncer. Y ha sido puesto en estudio en el hospital de Otawa de Canadá, donde se ha visto que, introduciendo un virus modificado en el torrente sanguíneo, este busca las células tumorales infectándolas y destruyéndolas. Fue un ensayo clínico en el cual el 75% mostraron una reducción significativa del cáncer en pacientes con un tumor avanzado y sin respuesta a otras terapias, observándose solo efectos secundarios parecidos a un resfriado común.

El virus modificado era el JX‐954, un derivado de la vacuna contra la viruela, ya lo sé, ese nombre despierta de por sí temores más allá de lo normal, pero son los primeros pasos que nos abren las puertas de la “naneza”.

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