El alemán Friedrich Wöhler (1800-1882) empezó estudiando medicina pero pronto descubrió que el cuidado de los enfermos no era lo suyo y que lo que le interesaba realmente era la química subyacente a las enfermedades. La química, en general. Este gran científico dio un paso importantísimo al sintetizar por primera vez la urea y demostrar con ello que los compuestos contenidos en los organismos vivos no solamente puede fabricarlos la naturaleza, sino que también pueden obtenerse en un laboratorio.
Pero Wöhler no solo hizo eso por el mundo. También sintetizó otros compuestos como el tiocianato de mercurio (I), HgSCN, también llamado sulfocianuro de mercurio (I). Solo tenía 21 años cuando lo obtuvo, y su curiosidad lo llevó a explorarlo en todos los sentidos para estudiar sus propiedades. Lo que más le sorprendió es que cuando aplicaba una llama a un montoncito de tiocianato de mercurio, este “forma una especie de gusano que se enrolla sobre sí mismo, de un material muy ligero, del color del grafito, hasta alcanzar un volumen muchas veces mayor que el inicial“.
Este fenómeno es aún más patente en el tiocianato de mercurio (II), un compuesto blanco (o gris si es impuro) que obtuvo por primera vez Jöns Jacob Berzelius también en 1821. En el vídeo podemos ver lo que pasa, que realmente es espectacular.
A este experimento lo han llamado los químicos la “serpiente del faraón”. Antes era muy popular. En muchos países incluso vendían el material necesario para realizarlo (a veces dentro de un huevo), pero posteriormente fue prohibida su venta porque la reacción genera productos químicos muy tóxicos y llegó a producir alguna muerte accidental en Estados Unidos. (Por ello, este experimento debería realizarse solo en un laboratorio, y bajo una campana extractora de gases).
La razón de que se formen estas estructuras tan peculiares y aumente tanto el volumen del producto de la reacción se puede encontrar en el hecho de que en realidad se producen varias reacciones, una tras otra, y de que se generan gases. Algunos de los productos tienden a formar una “costra” y, por tanto, a dar una forma concreta, un límite, a la masa que está surgiendo, pero al mismo tiempo, en su interior, otros productos de diferente consistencia se van esponjando debido a los gases que van desprendiéndose.
Según se ha propuesto, la reacción principal genera nitruro de carbono (C3N4), sulfuro de mercurio(II) y sulfuro de carbono:
2Hg(SCN)2 → 2HgS + CS2 + C3N4
Pero el disulfuro de carbono entra en combustión y da dióxido de carbono y dióxido de azufre, ambos gaseosos.
CS2 + 3O2 → CO2 + 2SO2
Por su lado, parte del C3N4 se rompe en nitrógeno y cianógeno, también gaseosos:
2C3N4 → 3(CN)2 + N2
Cuando el cianógeno (un pseudohalógeno muy tóxico) se calienta a 300-500 grados en presencia de impurezas tiende a polimerizarse formando el sólido paracianógeno (fórmula a la derecha), el cual, para más complicación, a partir de 800 ºC vuelve a dar cianógeno.
Por último, el sulfuro de mercurio reacciona con oxígeno y produce vapor de mercurio (metal que, si el experimento se hace dentro de un recipiente, se deposita en sus paredes) y más dióxido de azufre:
HgS + O2 → Hg + SO2
Esta reacción está considerada un arte pirotécnico, aunque no produzca chispas o explosiones. Pero, como hemos dicho, emite gases tóxicos. Por eso, en química recreativa se prefiere recurrir mejor a las “serpientes negras”, en las que se usan productos menos tóxicos como el bicarbonato sódico, el aceite de linaza y varios tipos de naftalenos.