viernes, 19 abril 2024

El elemento 80, mercurio

Al azar


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En abril de 2009 la Unión Europea prohibía la comercialización de termómetros de mercurio. A partir de esa fecha los niños enfermos ya no podrían jugar con las mágicas bolitas de mercurio que plagaban el suelo cuando un termómetro se rompía. Esas esferas, al empujarlas con un palito, se engullían unas a otras formando una sola bola metálica y plateada. La razón de este comportamiento hipnótico es que el mercurio es un elemento y no un compuesto y tiene verdadera obsesión por estar agrupado, minimizando el contacto con el exterior.

El nombre original del mercurio era hidrargirio que significa agua plateada en latín, en referencia a su aspecto metálico y su estado líquido. Es el único elemento metálico que está en ese estado a temperatura ambiente, pero no solo esta propiedad es rara en el elemento 80; su gran densidad, del orden de 13,53 g/cm3, le permite medir la presión de 1 atmósfera con una columna de 76 cm de alto mientras que si usáramos agua necesitaríamos una columna de 10 m.

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Aunque al mercurio le gusta agruparse no es tan selectivo como para no querer aliarse con ningún otro elemento. En la naturaleza se encuentra en menas de sulfuro de mercurio, conocido como cinabrio, HgS. Se lleva bien con el cloro dando un compuesto blanquecino y muy poco soluble llamado cloruro de mercurio I o calomelanos, Hg2Cl2, en el que el mercurio tiene estado de oxidación +1: Este compuesto se hizo famoso por ser el primer remedio usado contra la sífilis. No obstante, el estado de oxidación más habitual es +2: Hg2+. También es capaz de formar  complejos con moléculas orgánicas como la piridina y compuestos de coordinación.

Veneno

Y dicho lo cual podemos añadir una notable cualidad: el mercurio es venenoso. Tiene nocivos efectos sobre el cuerpo humano; sin embargo hasta conocer todo su historial tóxico tuvo múltiples aplicaciones. Entre 1804 y 1806 dos exploradores norteamericanos, Lewis y Clark, cruzaron Estados Unidos desde la frontera del Mississippi hasta el océano Pacífico. En su incursión se acompañaban de 600 laxantes mercuriales del tamaño de grandes canicas; se trataba de las píldoras biliosas del Dr. Rush.

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Eran una mezcla viscosa de cloruro de mercurio cuya administración estaba indicada para todo tipo de enfermedades, desde la fiebre amarilla hasta el estreñimiento pasando por cualquier afección que no tuviera remedio reconocido. Después de un tratamiento continuado con esas píldoras los pacientes perdían los dientes y el cabello y acababan babeando envenenados. O bien la fiebre amarilla los mataba o bien el cloruro de mercurio hacía lo propio.

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Evidentemente un cuerpo envenenado quiere deshacerse del agente que lo está intoxicando y de ahí sus propiedades laxantes. En realidad es un mecanismo de supervivencia. La parte positiva de este efecto secundario es que en los residuos orgánicos que aquellos intrépidos aventureros dejaban en las letrinas, quedó un notable rastro de mercurio que ha permitido seguir los pasos de aquellos primeros norteamericanos.

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Un inconfundible mapa marcado con puntos plateados para mayor gloria de los historiadores que encontraron en el mercurio un extraordinario instrumento de reconocimiento de una de las primeras rutas americanas.

La ingesta es nociva, queda claro, pero la inhalación es todavía peor. El mercurio se empieza a evaporar a partir de los 40º C lo cual hace que sea particularmente peligroso. Los vapores de mercurio son una neurotoxina: atacan el sistema nervioso central y van mellando el cerebro como si la enfermedad del Alzheimer estuviera en un estado avanzado convirtiendo al envenenado en un zombi prematuro. De eso fueron víctimas los trabajadores de las minas de cinabrio que vieron sus capacidades cognitivas mermadas amén de otros síntomas como temblores y disneas. Por todas esas razones existen diversos protocolos de manipulación de mercurio y la prohibición de la comercialización de termómetros de este líquido.

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Pero el asunto del mercurio alcanza otros sistemas biológicos. Las vísceras y el tejido muscular de ciertos pescados tienen una tendencia pertinaz a acumular el mercurio fruto de la contaminación marina en forma de metilmercurio, un compuesto altamente tóxico. Una vez alojado en el pescado entra a formar parte de la cadena trófica para llegar hasta el ser humano en forma de aromático manjar.

Por todo ello les recomiendo que usen cualquier otro laxante antes que las píldoras biliosas del Dr. Rush a menos, claro está, que deseen no solo deshacerse de ciertas acumulaciones intestinales sino también de todas sus piezas dentales y del cabello entre espasmos y salivaciones.

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Bibliografía

La cuchara menguante y otros relatos veraces de locura, amor y la historia del mundo a partir de la tabla periódica de los elementos. Sam Kean. 3ª edición. Ed. Planeta. 2012.


Los venenos del «sudeste» de la Tabla Periódica:

  1. Elemento 48, cadmio
  2. Elemento 81, talio
  3. Elemento 80, mercurio
  4. Elemento 84, polonio

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1 COMENTARIO

  1. Buen y curioso artículo. Añadir que el mercurio fue indispensable en la metalurgia extractiva del oro y sobre todo de la plata, que fue obtenida por amalgamación durante más de 300 años en la América española.

    Saludos

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