Aunque Manuel López Gil nació en Cádiz (el 29 de abril de 1906), después de morir (en Madrid, el 12 de abril de 1990, atropellado por un coche) sus cenizas fueron esparcidas en Ubrique por su propio deseo, porque tenía los mejores recuerdos de su infancia, pasada en esta localidad. Ello fue porque su padre, capataz de carretera, estuvo durante un tiempo en Ubrique. Allí y en Medina “descubrió su clara vocación hacia el dibujo y la pintura”, según nos explica Ignacio Casas de Ciria en un artículo en La Voz Digital. En 1933 se casa con Rosalía García Mateos, con la que tiene cuatro hijos: Ezequiel, Benjamín, Víctor y Germán.
Fue discípulo de Felipe Abarzuza. Enseñó en Cádiz Sevilla y Madrid y restauró obras de Murillo, Zurbarán, El Greco y Goya. También pintó, sobre todo paisajes y retratos, con influencias costumbristas, que se encuentran repartidos por distintos museos. Perteneció al Ateneo de Cádiz, al Instituto de Estudios Gaditanos y a la comisión técnica del instituto central de restauraciones y conservación de la obras de arte de Madrid.
Fue nombrado hijo predilecto de Cádiz a título póstumo en 1990.


