Poseo un ejemplar de las octavillas que el lunes 27 de julio dejó caer un avión sobre Ubrique que se puede ver en el encabezamiento de esta página. (Esperanza Cabello ha reproducido otro en su blog y nos transmite noticias vivas de la experiencia de algunas personas que vivieron el acontecimiento). Fray Sebastián, en su Historia de la Villa de Ubrique, fiel a su poca fidelidad a las fuentes, incluye la fecha 27 de julio de 1936 (poco después del amanecer, según este autor) y la expresión vocativa “Ubrique” como si los papelillos hubieran sido impresos expresamente para Ubrique y para su uso un día concreto.
La misma octavilla, en La Puebla de Cazalla
Como se ve en el documento que aporto, estos elementos no existen en la octavilla de Ubrique (aunque los plasmó a mano la persona que lo guardó), lo que hace pensar que estos papelillos intimidatorios fueron impresos para usarlos en diferentes lugares. Y efectivamente es así. Según explica José María García Márquez en su libro La represión militar en la Puebla de Cazalla (1936-1943) (Fundación Centro de Estudios Andaluces, 2007) esa misma octavilla fue arrojada por una avioneta en la localidad sevillana de La Puebla de Cazalla el jueves 30 por la mañana “causando una alarma generalizada”. García Márquez cuenta esta da esta escalofriante historia al respecto:
La octavilla es reproducida por el Diario “El Popular”, de Málaga, el 2 de agosto de 1936, de un ejemplar que lleva consigo el paradeño José María Almagro Herrera, que había llegado a La Puebla el mismo día 30 [La Puebla y Paradas están separadas unos 20 km], huyendo de su pueblo y salvando su vida cuando, junto a siete vecinos de Paradas, uno de ellos su hermano Joaquín, fueron sacados de la cárcel y llevados al cementerio de Marchena para fusilarlos esa madrugada. José María se salvó de la descarga y quedó ensangrentado junto al cadáver de su hermano y sus compañeros. Consiguió desatarse con la boca las cuerdas que lo amarraban por los codos a su hermano y, una vez que se marcharon los ejecutores, llegar andando a La Puebla. Después de ser atendido por el dueño de la venta “Los Perdigones”, en Los Abrigosos, Antonio Parrilla Ramírez, llegó a casa de Manuel Sánchez Vega, paisano de José María, que vivía en La Puebla y que le prestó toda clase de ayuda.
Volviendo al lanzamiento de las octavillas, “ocasionó un gran nerviosismo en el pueblo y en algunas casas se apresuraron a colocar sábanas en los tejados”. Pero hubo que personas que, movidos por la rabia, dispararon sus escopetas contra el aparato en un intento inútil de hacerle la menor mella.
Por lo que ha investigado García Márquez, varios hombres recorrieron las calles pidiendo a la población que no colocara las sábanas e incluso retirando algunas. Posteriormente, en algunos juicios se cargó a varios procesados con el agravante de haber disparado a la avioneta. A uno de ellos “por ser buen tirador le encomendó (el Comité) servicios de vigilancia, y al pasar una avioneta nacional en aquellos días y tirar pasquines para que depusieran las armas, este individuo con un rifle le hizo varios disparos”. Otra persona fue acusada de obligar a quitar las sábanas blancas.
El historiador explica las consecuencias de la intimidación:
Pese a los intentos del Comité, la amenaza de bombardeo consiguió generar un clima de pánico y recelo entre muchos vecinos, conocedores ya de los efectos de las bombas en otros pueblos y son muchos los que marcharon al campo.
En cuanto a la octavillas de Ubrique, Fray Sebastián dice que el dejarlas el avión «simultáneamente rompieron fuego las piezas de artillería y se entabló un tiroteo horroroso».


