Conservo este poema escrito por el ubriqueño José Carrillo Olmedo, combatiente de la Guerra Civil en el bando republicano y exiliado en Francia. Está firmado en París en 1976, cuando ya estaba muy cerca el ansiado momento de poder volver a España (me he permito arreglar un poco la puntuación). Carrillo mira con tristeza aquellos terribles episodios y finalmente llama a mantener un temple de serenidad, nobleza y bonda, .
Ubrique: con qué pena te dejamos, pero no sin defenderte, cuando por tu libertad desafiamos la muerte. De las faldas de la sierra vimos los que te invadieron, moros incivilizados que al saqueo bien se dieron mandados por unos hombres que escrúpulos no tuvieron de servirse de esas hordas para masacrar al pueblo obrero. Lo más triste de este caso es que hijos de este pueblo de esas hordas se sirvieran para imponer el terror a este pueblo noble y bueno. Ubrique, no mereciste lo que contigo hicieron aquellos que por insignia llevaban la cruz al cuello. Noches negras desfilaron por este pueblo noble y bueno, ¡cuántas lágrimas caídas que humedecieron tu suelo!, estas sierras se enlutaron, las estrellas entristecieron. Las flores de tus jardines hasta la aroma perdieron al ver lo que se hacía en este pueblo noble y bueno. Más de mil, me dicen todos, preferían no saberlo. Sin olvidar a ninguno que en esos días cayeron mencionaré a unos cuantos queridos por este pueblo. Marcos León, Marquitos, dinámico, inteligente, amable, honesto y bueno. Pepe Castro, hombre de toda bondad, noble, sincero y sin ninguna maldad. Paco Jaén: simpático, generoso, alegre de naturaleza, el verdadero tipo andaluz en todas sus manifestaciones. Mártires de una causa, nunca os olvidaremos. Venganza nunca pedimos, venganza no la queremos, solo que los ubriqueños guarden su temple serenos para seguir siendo siempre un pueblo noble y bueno José Carrillo Olmedo, París, enero 76

