viernes, 19 diciembre 2025

Misioneros capuchinos ubriqueños en el s. XVIII: más sombras que luces

Fray Vicente de Ubrique protagonizó dos conatos de enfrentamiento armado con un misionero jesuita, lo que produjo un conflicto entre ambas órdenes

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Desde su fundación en 1528, la congregación de los Capuchinos sintió afición a dar lecciones a gente que no lo había pedido sobre el sentido de la vida y cómo hay que vivirla. Parece ser que las Constituciones Capuchinas contenían la obligación de evangelizar a pueblos no cristianos. Francisco de Asís, fundador de la orden madre (los franciscanos), ya había predicado el ideal de llevar su verdad hasta los confines del mundo.

En 1650 hizo esta congregación religiosa su primer intento de crear en América del Sur lo que se llamaban «reducciones», mezquina palabra que lo dice todo sobre lo que esta y otras órdenes pretendían hacer con los indígenas: «reducirlos a la santa fe», «reducirlos a vida política y cristiana», confinarlos en reducidas nuevas poblaciones abandonando sus paraísos, sus costumbres y su régimen de vida. Dirán que querían «civilizarlos», pero lo que aquel sistema buscaba en la práctica era disponer de personal sumiso que trabajara para sostener la base de la pirámide de los poderosos.

Los frailes querían hacer de los nativos de aquellas tierras buenos practicantes de los principios cristianos a pesar de ellos a menudo no predicaban con el ejemplo. Aparte de la falta de verdadero amor al prójimo que manifestaban, las distintas órdenes se dedicaban a contender entre sí por extender al máximo su dominio sobre aquellos territorios y sus habitantes. Júzguese de este texto de Anel Hernández («Los capuchinos hispanos y sus misiones americanas durante la primera mitad del siglo XVII«, Fronteras de la Historia, 27(1), 124–145) referido a la rivalidad de capuchinos y dominicos por establecerse en la región del Darién (entre las actuales Panamá y Colombia):

La correspondencia de fray Antonio de Oviedo [un misionero capuchino] revela la tensión que hubo entre capuchinos y dominicos en la Misión del Darién. Los dominicos conocían la zona desde el siglo XVI, pues acompañaron a soldados y expedicionarios en sus campañas por la región. Según se desprende del epistolario de Oviedo, en 1648 los dominicos cumplían doce años de misión en el Darién, razón por la que a uno de ellos «no le hizo buen estómago [la presencia de los capuchinos] y habló algo más, diciendo que veníamos con nuestras manos atadas a llevar la gloria de lo que ellos tenían trabajado, y que el Darién estaba convertido». Y es que «los padres dominicos sintieron mucho nuestra misión. Hicieron sus diligencias para estorbarla, porque tienen tres religiosos en el Darién y véseles interés», ya que acostumbraban «a tratar, comprar y vender» con los naturales. En suma, el capuchino escribió que «gasta el Rey su dinero y sin provecho, porque no parece que hay noticia de Dios; aunque hay muchos bautizados piden los pobres quien los doctrine y no hay quien lo haga».

Como los capuchinos no lograron establecerse en el Darién, pleitearon por su «derecho» a catequizar a los indios en alguna otra región:

Vueltos a España [los capuchinos Lorenzo de Magallón y Antonio de Monegrillo] enfrentaron sendos pleitos en el Consejo de Indias: primero, por obtener los permisos de los consejeros para regresar a Cumaná y, después, para litigar contra los franciscanos su derecho a misionar en aquellas tierras. Finalmente, en 1654 el Consejo de Indias determinó que la «conversión de los indios cumanagotos» se encargara a los franciscanos y no a los capuchinos. Sin embargo, el capuchino Lorenzo de Magallón continuó el litigio en el Consejo de Indias y, gracias al apoyo de la nobleza madrileña, logró que en 1657 Felipe IV expidiera una cédula real en la que se le autorizaba, junto con cinco compañeros, a regresar a Cumaná. Dicha cédula se acompañaba de otra para el gobernador de Cumaná, Pedro de Brizuela, «ordenándole señalase a los Capuchinos sitio conveniente para misionar».

Región natural de Los Llanos, entre Colombia y Venezuela. En línea azul, el río Orinoco, que discurre íntegramente por territorio venezolano (desde el sur), aunque en un largo trecho hace de frontera con Colombia (imagen adaptada de Ivanchomg, CC BY-SA 4.0, Wikimedia Commons).

Tras larga porfía, se autorizó a los capuchinos (de Andalucía) a misionar en la región natural que entonces se denominaba Los Llanos de Caracas, en la que se halla el tramo principal del venezolano río Orinoco (actualmente se conoce como Los Llanos a una región más amplia que incluye también la parte colombiana de la cuenca del Orinoco).

Siete ubriqueños

Allí arribaron en el siglo XVIII, en distintas expediciones, siete frailes capuchinos de Ubrique empeñados, como todos los de su congregación y los de otras, en persuadir (por no decir obligar) a los habitantes y legítimos dueños de aquellas tierras a pensar como ellos y, si era necesario, a impedir que los cristianizaran los religiosos de otras órdenes (dominicos, franciscanos, jesuitas…), quienes a su vez hicieron más o menos lo mismo con los capuchinos y con las otras congregaciones. Jesús de Nazaret estaría muy contento.

Por cierto, también fue misionero capuchino en aquellas latitudes el simpar Fray Francisco de Pamplona, llamado en el siglo Tiburcio de Redín y Cruzat, un militar calavera que, tras pasarse buena parte de su vida atravesando a prójimos con su espada, vio al final las orejas al lobo Satanás y quiso ganar su derecho a sentarse a la diestra del Padre enseñando a los indios algo tan elemental como que no se debía matar al prójimo. Este Francisco de Pamplona es el héroe protagonista de la novela Redín escrita por su hermano en religión Fray Sebastián de Ubrique (Antonio Carrasco Cides en el siglo).

En 1755, en los Llanos de Caracas los misioneros habían creado 17 pueblos de reducción en los que «el número de almas de diferentes naciones [clanes, etnias] son 5520», según una memoria presentada al Rey por el Prefecto provincial (el Prefecto era la máxima autoridad de la Provincia; los capuchinos llaman «provincia» a sus demarcaciones organizativas; por ejemplo, existía la Provincia de Andalucía, a la que pertenecía el Convento de Ubrique). En otro informe se lee que hasta mayo de 1786 habían llegado desde España 146 capuchinos. Entre ellos se contaban los siete de Ubrique de los que voy a hablar. (También hubo varios de Benaocaz, Grazalema y Cortes).

Peligros

El oficio de misionero no estaba exento de peligros. No podía serlo de otro modo cuando los religiosos que llegaban a regiones inexploradas lo hacían acompañando a militares armados, quienes consolidaban la apropiación de unos territorios que no les pertenecían gracias, en parte, a las frailunas amenazas con los castigos en el infierno a los indios insumisos o inobservantes de la ley y el orden que se les imponía. Los religiosos, a su vez, tenían más fácil su trabajo evangelizador cuando lo llevaban a cabo coercitivamente, bajo la protección de un brazo armado. Una sinergia perfecta. Pero violenta. Y, claro, la violencia engendra violencia. En otra memoria elevada al Rey (en 1752) se reportaban truculentas muertes de misioneros:

[…] han fallecido en estas partes cincuenta y tres y algunos de estos han muerto violentamente a manos de los indios, como fueron el Padre Fray Miguel de Madrid, envenenado por los indios gayones, en ocasión de estarlos pacificando y catequizando en la jurisdicción de Barquisimeto. El Padre Fray Juan de Trigueros, que fue encontrado muerto en las orillas del río de la Portuguesa, en ocasión que andaba en conquista de indios. El Padre Fray Salvador de Casabermeja fue muerto por los indios en el mismo río de la Portuguesa. El Padre Fray Antonio de Castilleja fue muerto en el pueblo de Cojede a diligencias diabólicas de un indio brujo. El Padre Fray Bartolomé de San Miguel fue flechado y muerto por los indios en el caño de Guarichico, en ocasión de haber ido de jornada [expedición de aprehensión de grado o por fuerza de indios]. El Padre Fray Plácido de Belicena fue muerto por los indios en la misión de Paraima.

Otros morían de enfermedades propias de aquellas regiones y también debido a desastres naturales (terremotos, inundaciones…). «El Padre Fray Bernardo de Villafranca se ahogó pasando el río del Orinoco», dice el informe.


La idílica visión de Fray Sebastián sobre la labor de aquellos misioneros

Fray Sebastian de Ubrique, en su Historia de la Villa de Ubrique, elogia el gobierno «patriarcal y teocrático» (así lo llama) de los capuchinos en sus reducciones americanas, ponderando que los curas fueran también «la primera autoridad militar». Copio estas y otras perlas del libro de Fray Sebastián.

Entre los muchos y grandes misioneros que produjo esta región, merece lugar preferente el M. R. P. Pedro de Ubrique.

Nació en 1701, hizo su noviciado en el convento de Sevilla, donde fue con el tiempo maestro de novicios y guardián.

Como hombre capacitado y de gobierno pasó a las célebres misiones de los Llanos de Caracas (Venezuela), donde los capuchinos fundaron más de 200 pueblos, gobernados con un régimen patriarcal y teocrático que fue la admiración del famoso viajero alemán Humboldt.

El prefecto era la primera autoridad espiritual, militar y civil de la prefectura encomendada a su Cuidado, con jurisdicción casi episcopal. Para este cargo fue nombrado el M. R. P. Pedro de Ubrique, desempeñando laudablemente su cargo.

La historia nos ha conservado la Exposición dirigida al ilustrísimo prelado de Venezuela (…), «Es la memoria del P. Ubrique [dice el capuchino Baltasar de Lodares.] como un faro luminoso que viene a esparcir su luz sobre el dilatado campo de la misión de los Llanos de Venezuela».

La relación del P. Pedro de Ubrique ocupa en la citada obra 17 grandes páginas. Es interesantísima, como documento histórico sobre el estado de la misión, y revela un hombre de dotes excepcionales y una de las más grandes figuras del movimiento misional del siglo XVIII.

Yo he leído esa memoria de Fray Pedro de Ubrique y ni veo en él a un hombre de especiales cualidades ni percibo por ninguna parte la luz del faro de la que habla Fray Sebastián. Es una memoria más de las que hicieron los prefectos de aquellas misiones como parte de sus obligaciones reglamentarias. Lo que he visto en ella son muchas acciones miserables y hasta malicia y maldad por parte de los frailes. No percibo amor hacia los nativos a los que se quería evangelizar. Más bien parece que esta tarea resultaba fastidiosa a los frailes dada la actitud refractaria de muchos indios. Más abajo presentaré párrafos para que se juzgue si el informe de Fray Pedro es sublime o mediocre.

Por otro lado, Fray Pedro de Ubrique fue Prefecto de la misión de Los Llanos, sí, pero fue uno más, y no mucho más destacado por sus realizaciones que otros prefectos. Según una estadística realizada por Alberto González Caballero («Misión de los Capuchinos Andaluces en Venezuela (1658-1820)«, Estudios Franciscanos 103 (2002) 437-472), entre 1668 y 1814 llegaron a las misiones de Los Llanos de Caracas 187 capuchinos en 21 expediciones, y de ellos fueron prefectos en algún momento de su vida misional 38 (varios repitieron mandato dos y hasta tres veces).

Fray Pedro fue el único ubriqueño al que se le confió la prefectura. También la ocuparon los frailes benaocaceños Fray Buenaventura (2 veces), Fray Gabriel y Fray Gregorio, el grazalemeño Fray Andrés y el cortesano Fray Félix. De los 92 «pueblos» fundados por los capuchinos, tres fueron creados por Fray Gregorio de Benaocaz, uno por Fray Andrés de Grazalema y otro por Fray Cristóbal de Grazalema. Fray Pedro de Ubrique no fundó ninguno, según los datos de González Caballero.

Los otros seis misioneros de Ubrique

Sobre los otros misioneros ubriqueños en Venezuela, Fray Sebastián da someras pinceladas biográficas (con sus abundantes y habituales errores toponímicos) que eluden entrar en temas espinosos que luego comentaré basándome en otras fuentes más imparciales:

Fr. Antonio de Ubrique, de la expedición de 1706. En 1714 estaba al frente de la misión de san Antonio de Arure [Araure], en 1720 en la villa del Pilar de Araurs [Araure]. Murió en la misión de san Javier de Agua de Culebra, en 1726.

Fr. Vicente de Ubrique, de la expedición de 1728. 40 años. Fue destinado desde 1731 a la misión de la Santísima Trinidad. Falleció en la villa de Calabozo, en 1742.

Fr. Diego Agustín de Ubrique, de la expedición de 1742, de 47 años de edad, destinado a la misión de Terén [Turén], después a la de Sarare y Burín [Buría]. Hasta 1748, y de alli a Bobare, cuya iglesia y casa misión levantó (que aún subsiste). Murió en Barquisimeto en 1754.

Fr. Eugenio de Ubrique, de la expedición de 1748. Presidió la misión de Aguablanca, donde falleció en 1758.

Fr. Juan Evangelista de Ubrique, de la expedición de 1769, de 32 años, secretario de Fr. Antonio de Jerez, en el alto Orinoco, estuvo en Caracas y falleció en Guaranito [Guanarito], en 1787.

Fr. Miguel de Ubrique, de la expedición de 1769, de 40 años. Fue destinado al Orinoco. Murió en 1774.


Fuentes

Para entender mejor la historia, lo mejor es acudir a fuentes directas, a documentos de la época. Hay dos libros fundamentales que recogen escritos originales relacionados con las misiones capuchinas en los Llanos de Caracas en el siglo XVIII y principios del XIX. Uno es el que publicó en 1929 Fray Froylán de Rionegro bajo el título Misiones de los padres capuchinos: documentos del Gobierno Central de la unidad de la raza en la exploración, población, pacificación, evangelización y civilización de las antiguas provincias españolas, hoy república de Venezuela, 1646-1817, siglos XVII, XVIII y XIX. Este libro, de 427 páginas, contiene 75 piezas.

El otro libro se debe al P. Buenaventura de Carrocera y se titula Misión de los capuchinos en los Llanos de Caracas. III. Documentos (1750-1820). Lo publicó en 1972 la Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia (colección Fuentes para la historia colonial de Venezuela, número 113). Lo forman 83 documentos que ocupan 504 páginas. (Esta obra tiene otras dos partes que contienen documentos de 1657-1699 y de 1700-1750, respectivamente).

Buena parte de los datos que daré sobre las vidas de los misioneros capuchinos ubriqueños en los Llanos de Caracas los he tomado de esos documentos, aunque también he recurrido a otras fuentes que citaré donde corresponda.


Fray Antonio, primer misionero ubriqueño, «no hace nada»

Según varios escritos, Fr. Antonio de Ubrique llegó a las misiones de los Llanos de Caracas en la temprana fecha de 1706, y además fue de los pioneros en esa región. El autor Alberto González Caballero, en la obra que he mencionado más arriba, dice que fue en 1705, pero advierte que dar las fechas biográficas precisas de los misioneros es tarea complicada y en muchas ocasiones sujeta a gran incertidumbre. Por cierto, González Caballero propone también el año de nacimiento de Fray Antonio: 1676.

En cualquier caso, parece claro que fue el primer capuchino ubriqueño que decidió ir a las misiones venezolanas. Mario R. Tovar G. explica las circunstancias de su llegada en su artículo «Fray Marcelino de San Vicente y su acción misionera en el Valle de Yaracuy«:

Una vez concedido el permiso real, se inicia la colonización de los Valles del Yaracuy, específicamente en la región que iba desde San Felipe hasta el mar, lo cual comienza con el viaje que en el año de 1700 hace Fray Marcelino de San Vicente a España, cuando contaba con aproximadamente 45 años de edad, donde logra la aprobación de una Real Cédula fechada el 7 de agosto de 1702, que en opinión de León Trujillo “abre a la colonización misionera las tierras de Yaracuy y sus resultados serán San Felipe El Fuerte, como ciudad que servirá de base para las entradas a Los Llanos y misiones y pueblos que hasta Puerto Cabello fueron regando los Capuchinos”.

Por su parte, Fray Marcelino de San Vicente regresa de España en 1706, trayendo consigo a ocho religiosos, a saber: Fray José Francisco de Cádiz, Fray José de Isnaxan [¿Iznájar?], Fray José de Sevilla, Fray Crisóstomo de Granada, Fray Gerónimo de Madrid, Fray Antonio de Benaocaz, Fray Antonio de Ubrique y Fray Arsenio de Sevilla, quienes pretenden iniciar de inmediato su obra, pero un levantamiento de los indios Gayones, que se extendía por montes, sabanas y caminos, les impidió tal labor. 

No he podido saber casi nada de la labor misionera de Fray Antonio de Ubrique. Solo he encontrado esta poco halagüeña referencia en una carta fechada el 21 de marzo de 1715 que está recogida en un artículo titulado «Datos históricos sobre la fundación y primeros años de la ciudad de San Carlos de Cojedes, Venezuela«, de H. Nectario María P., publicado en el Boletín de la Academia Nacional de la Historia. En la carta se lee:

Vecinos de San Carlos han escrito al Consejo contra los capuchinos; dicen que desde 1696 no se hacen entradas a los montes para recoger indios; que en Caracas se está el Padre Fray Antonio de Ubrique desde hace dos años sin hacer nada (…).

(Las «entradas» eran expediciones armadas que se hacían para tratar de convencer –o capturar– a indios para que fueran a poblar las reducciones).

Capilla de la Comunidad de San Javier / Geliersanta, Wikimedia Commons.

Fray Antonio de Ubrique murió en San Francisco Javier de Agua de Culebras, hoy simplemente San Javier (20 000 habitantes), que es una de las tres parroquias civiles en las que se divide el municipio de San Felipe (171 000 habitantes en total), en el estado venezolano de Yaracuy. (Otra de las parroquias es Albarico, de la que hablaré más abajo). El estado de Yaracuy está al norte de Venezuela, al oeste de Caracas.

Estados actuales de Venezuela. El de Yaracuy queda al norte, al oeste de Caracas. Otros estados importantes en las misiones capuchinas fueron Portuguesa, Lara, Cojedes, Guárico, Barinas y Apure, además de la región del Alto Orinoco, en el estado de Amazonas.

Su muerte parece que acaeció en 1726, fecha en la que coinciden Fray Sebastián y Alberto González Caballero.


Fray Vicente de Ubrique, ¿un pirado en las misiones?

Fray Vicente de Ubrique llegó a las misiones de Los Llanos a finales de noviembre de 1728 y estuvo destinado como cura doctrinero en la misión de Todos los Santos de Calabozo (actualmente Calabozo, con 161 000 habitantes, en el estado de Guárico). Esta villa había sido fundada el 1 de febrero de 1724 por el capuchino Fray Salvador de Cádiz.

Catedral de Todos los Santos de Calabozo, proyectada desde el mismo día en que el capuchino Fray Salvador de Cádiz fundó la ciudad del mismo nombre, el 1 de febrero de 1724 / Rondoncamacho, CC BY-SA 4.0, Wikimedia Commons.

En 1740 y 1741 Fray Vicente protagonizó sendas sonadas algaradas armadas cuyos ecos saltaron el charco y llegaron a la corte de Madrid, provocando una confrontación al más alto nivel entre capuchinos y jesuitas que duró años. De aquellos hechos quizá quepa inferir que el ubriqueño tenía un carácter poco templado, por no decir, irascible o camorrista.

Aquellos incidentes fueron la culminación de los frecuentes desencuentros que capuchinos y jesuitas sostenían desde hacía dos décadas por el control de territorios y el pupilaje de los nativos que eran los legítimos dueños de esos territorios.

Según Felipe Hernández G. («Confrontación entre los frailes Rotella y Ubrique en Cabruta, año 1740«, Fuego Cotidiano, s. f.), en 1720 se organizó una expedición en busca de El Dorado de la que formaban parte como brazo religioso algunos capuchinos. Llegaron a la zona donde posteriormente se fundaría la reducción jesuítica de Cabruta, en la orilla norte del Orinoco (Cabruta es actualmente un pequeño pueblo situado en el límite sur del estado venezolano de Guárico). Los capuchinos invitaron a algunos indios a salir de allí para poblar la meseta de Calabozo.

Vista aérea de Cabruta (arriba, en el centro), en la orilla norte del río Orinoco / Google Maps.

Años más tarde, en la década de 1730, los jesuitas estaban intentando establecerse en territorios de la orilla norte del Orinoco que habían sido asignados por el Rey a los capuchinos en 1722. En 1738 los capuchinos acusaron a los jesuitas de «intromisión en su jurisdicción» y dos años más tarde denunciaron ante el rey que el jesuita Bernardo Rotella había hecho una fundación en Cabruta. Al parecer, la intención de los jesuitas era atraer población hacia el Orinoco. Los primeros habitantes de Cabruta fueron «indios guamos huidos de las misiones capuchinas, cabres del Orinoco y algunos españoles, mulatos y mestizos».

Pues bien, en este estado de cosas, e infladas como estarían a aquellas alturas las narices de Fray Vicente de Ubrique al ver cómo le afanaban indios, salió de Calabozo, recurrió los 200-300 km que separan Calabozo de Cabruta y se plantó el domingo 6 de marzo del 1740 en la recién fundada reducción jesuítica acompañado de una mesnada provista de armas de fuego y flechas, justamente en el momento en que el P. Rotella oficiaba la misa dominical.

Actual trayecto por carretera desde la ciudad de Calabozo al pequeño pueblo de Cabruta (unos 300 km de distancia) / Google Maps.

Dice Felipe Hernández G. que en un documento del Archivo General de Indias (56-6-20) se lee esto:

al acabar de decir misa, me vi en gran consternación, fue el caso que al salir la gente […] reparó que este pueblo se hallaba cercado de un crecido número de hombres, todos armados, unos de fusil, otros de flecha.

Este autor explica de este modo lo que pasó:


El grupo que invadía así Cabruta venía comandado por un religioso capuchino procedente de Calabozo, fray Vicente de Ubrique. Seguidamente, los misioneros acordaron una reunión. Rotella refirió así su encuentro con el capuchino: “Saludele con cuantas demostraciones de cariño supo sugerirme la sinceridad de mi afecto, […] respondiome que venía en seguimiento de indios cimarrones y que su ánimo era cogerlos donde quiera que los hallase”. Ante esta pretensión, el jesuita contestó defendiendo su fundación porque con antelación al hecho se había logrado un “compromiso” entre el obispo de Caracas, José Félix Valverde; el gobernador de Venezuela, Martín de Lardizábal, y los superiores de ambas órdenes religiosas, José Gumilla por los jesuitas y fray Salvador de Cádiz por los capuchinos andaluces. Según este acuerdo, se respetaría el trabajo misional de cada orden y no se solicitarían indios fugados. “A esta réplica no hubo más respuesta que diciendo no sabía de tal compromiso, pero, sin embargo, me entregó mis indios [guamos]”.

Firma del Hermano Vega / PARES.

El jesuita Agustín de Vega, que fue testigo presencial de los hechos, escribió esto posteriormente (según Fernando Jesús Jiménez Carpio en «Las misiones capuchinas en América: El caso de Trinidad (ss. XVII y XVIII)«. Tesis doctoral, Universidad de Sevilla, 2020):

El día 6 de marzo de 1740, día domingo, al acabar de decir Misa, me vi en gran consternación. La Misión suya de Cabruta estaba cercada por el capuchino Fray Vicente de Ubrique con sus bandas armadas para la captura de indios cimarrones. […] Así lo ejecuté y habiendo andado como una legua, llegamos a la otra Banda de Orinoco, que es ya jurisdicción de Guayana, donde hallamos a dicho religioso con más de 40 hombres armados de fusil y flechas.

Manuel Alberto Donís Ríos, en su artículo «El aporte jesuítico a las ideas geográficas de Venezuela» (Montalbán: Revista de Humanidades y Educación, 46, 2015) da más detalles sobre lo ocurrido basándose en varios autores:


Como era de esperarse, pronto Rotella entró en conflicto con el cabildo de San Sebastián de los Reyes, ciudad en cuyos términos se había fundado el poblado [de Cabruta] (…); con los capuchinos, y por supuesto, con el gobernador de la provincia de Venezuela, Gabriel de Zuloaga. Casi se produjo un enfrentamiento armado cuando “el Padre Fray Vicente de Ubrique fue a Cabruta, a reclamar unos indios fugitivos de sus Misiones Capuchinas. Iba acompañado del Capitán Don Juan Esteban Gutiérrez de Aguilar, Alcalde de San Sebastián, con una escolta de 50 hombres enviados por el Gobernador Zuloaga. Iban con el fin de exhortar al Padre Rotella que ese sitio de Cabruta pertenecía a la ciudad de San Sebastián, como lo declaraba su Cabildo, y por ende territorio de las Misiones Capuchinas [de la provincia de Venezuela]”.

Rotella respondió a Ubrique que primero tenía que probar que ese territorio no correspondía a la gobernación de Cumaná, e hizo valer ante Gutiérrez de Aguilar su derecho a poblar Cabruta en nombre de las Misiones Jesuitas del Orinoco. El asunto se complicó y estuvo a punto de ocurrir un serio incidente cuando la escolta de soldados que cuidaba la misión “salió con Cajas y bandera desplegada hasta llegar a tiro corto de bala de los de San Sebastián”, pero intervinieron Rotella y Ubrique y la sangre no llegó al río.

La actual Cabruta, a orillas del río Orinoco / Davunanga, CC BY 3.0, Wikimedia Commons.

José Gumilla, que era Procurador General de la Provincia del Nuevo Reino de Granada de Compañía de Jesús, en un Memorial sobre intentos de los Capuchinos de internarse en territorios de las Misiones de Jesuitas en Orinoco, de 1742 (el documento aparece en Historia y crónica orinoquense. Libro III: Textos selectos, de José del Rey Fajardo, Rectoría Pontificia Universidad Javeriana, 2017) escribió:

Después, el año de 1740 amaneció el mencionado pueblo de Cabruta cercado de gente armada que acompañaba a Fray Vicente Ubrique, religioso Capuchino resuelto a llevarse por fuerza aquellos indios de que por el convenio supra mencionado cuidaba un misionero Jesuita. Con tal inopinada novedad hubiera sucedido un grave escándalo y muertes de no haberlo atajado el cuidado y celo del Jesuita que lo solicitó y del Padre Capuchino que se avino a lo que era justo.

Porque estando ya para venir a las manos los soldados de la escolta del Orinoco con los que llevaba Fray Vicente, dicho Jesuita reconvino al referido Padre Capuchino con el convenio ajustado entre los Prelados de las dos misiones y en atención el dicho Fray Vicente, aunque respondió que no había llegado a su noticia tal convenio, se allanó a volver sin llevar los indios.

La verdad es que la narración inspira patetismo hacia el fraile de Ubrique.

En el libro de José del Rey Fajardo Misiones Jesuíticas en la Orinoquia, tomo I: Aspectos fundacionales, Universidad Católica Andrés Bello, 1977, este autor (también jesuita y especialista en el tema) recoge parte de un requerimiento que al parecer había hecho Fray Vicente de Ubrique al P. Bernardo Rotella en el que queda clara cuál era la verdadera preocupación del primero, que era «quedarse sin indios»:

(…) de parte de nuestra Santa madre iglesia le exhorto y requiero y de la mía le ruego y suplico entregue [el P. Rotella] dichos indios pertenecientes a dichas nuestras misiones a la persona que determinare dicho caudillo para que este los remita a dicho nuestro pueblo y Misiones, protestando como pretexto [sic. ¿protesto?] cuanto protestar nos convenga en caso de negarse a dicha entrega, pues con tal ejemplar no nos quedarán indios y la pérdida de ellos será de cargo de dicho Reverendo Padre.

En su libro «La aculturación misional en la Orinoquia. Del poblado indígena a la reducción-municipio«, el mismo Rey Fajardo explica que la confrontación «pasó de inmediato a la jurisdicción secular, pues los capuchinos apelaron directamente al Rey y el conflicto asumió dimensiones de litigio territorial entre provincias».

En junio de 1740, Fray Miguel de Olivares, Prefecto de las misiones capuchinas, se dirigió al monarca de turno para defender sus «derechos». Planteó que la fundación del P. Bernardo Rotella en Cabruta violaba lo pactado en el Convenio de Caracas de 1736 y la «posesión pacífica» que desde 1657 venían realizando los capuchinos en los términos y jurisdicción de Caracas y los Llanos. El Prefecto capuchino denunció que la reducción jesuita de Cabruta constituía un «gran perjuicio y atraso» para las misiones capuchinas porque les cerraba la puerta al Orinoco y se constituía en una tentación de fuga para los indígenas recién convertidos.

En un informe de 1745 de este Prefecto (informe que también firmaba su adjunto primero, Fray Diego Agustín, otro de los misioneros ubriqueños en Los Llanos) se lee esta versión de los hechos que denota el desprecio que tenían los capuchinos por la libertad de los nativos de aquellas tierras de establecerse donde les viniera en gana (de paso, podemos comprobar de qué poco sirvió la baladronada de Fray Vicente):

El año (…) de 1740 el padre Fray Vicente de Ubrique hizo una entrada para la reducción de los indios gentiles [no cristianizados] y recaudación de los que habían apostatado y hecho fuga de las misiones; y habiendo reclutado ciento y treinta soldados, que comandó Don José de la Cruz Manzanillo que fue a esta expedición, y aunque fueron muchas y muy costosas las diligencias que se hicieron, solo se trajeron ocho indios por las causas que constan de la información que está arrimada a los autos que pasaron ante este Gobierno de Caracas el año presente sobre el despojo que el padre Bernardo Rotella, de la Compañía de Jesús, ha hecho del territorio e indios de estas misiones.

Los jesuitas no estaban de acuerdo en la pretensión de los capuchinos de que Cabruta pertenecía al gobierno de Caracas (sí que pertenecía), pero, incluso aceptándolo, consideraban que «esto no da derecho a los Reverendos Padres Capuchinos para lo que pretenden», alegando que la Corona, mediante sendas cédulas de 1670 y 1716, había concedido a la Compañía de Jesús la misionalización del Orinoco sin excepción alguna y por lo tanto, «no debían entrometerse los capuchinos». Del Rey Fajardo explica así los argumentos de los jesuitas de aquella época:

Si la corona asignó a los jesuitas Cabruta y las vegas del Orinoco, no deben los capuchinos incursionar ese territorio, pues de lo contrario no solo se originarán discordias sino pérdida de muchas almas que optarán por refugiarse en los montes como es el caso de los otomacos y mapoyes, quienes pertenecían por terreno a los jesuitas, «y por celo de dichos Reverendos Padres que entraron en territorio que no les tocaba se les ocasionó la ruina». Y entre esas y otras naciones existe el temor de que los jesuitas pueden entregarlos a los Capuchinos y por ello, fuera de Cabruta, todos los demás ensayos misionales han fracasado. Y los sucesos protagonizados por Fray Vicente de Ubrique motivaron que los yaruros de Santa Bárbara del Cinaruco huyeran a los montes.

Se supone que todos estos frailes fueron a América a predicar las enseñanzas de Cristo, especialmente el amor al prójimo.

La versión de Fray Pedro de Ubrique

Dos décadas más tarde (1758) el Prefecto Fray Pedro de Ubrique, en aquella memoria sobre el estado de las misiones que elevó al Obispo de Caracas y que andando el tiempo llegaría a ser calificada como «faro luminoso que viene a esparcir su luz sobre el dilatado campo de la misión», narró sucintamente aquel suceso de Cabruta pero eludiendo censurar la injustificable actitud belicosa de aquel hermano de religión (y paisano) que se supone que era seguidor de las enseñanzas de Cristo. En cambio, acusaba al jesuita Rotella de haber incumplido acuerdos previos y haber «quitado de mano poderosa [a Fray Vicente] los indios conquistados y reducidos en jurisdicción y terreno de esta Provincia», y a los jesuitas en general de querer «posesionarse» de las misiones capuchinas y de las de otras órdenes:


Pero que el fin de dichos Muy RR. PP. Jesuitas hubiese sido otro que el expresado en dicha concordia [acuerdo firmado con los jesuitas «a solo el fin de establecer una perpetua paz religiosa; y de no embarazarse, o perjudicarse los unos Misioneros a los otros en el Apostólico trabajo de las reducciones»] se principió a ver el año  de 1738, en el que un individuo de su Religión nombrado el Padre  Bernardo Rotella, habiendo venido a nuestras misiones de Calabozo,  con el pretexto de solicitar en ellas algunas providencias de comestibles, y después de haberle surtido con abundancia de todas el religioso misionero que allí estaba, que lo era el Padre Fr. Vicente de Ubrique, el pago que este sacó fue el que dicho Padre Rotella, con los de  su comitiva, valiéndose de la inconstancia de los indios, movieron a todos  los guamos que estaban poblados en dichas misiones, quietos, pacíficos  y bautizados, pues inmediatamente se huyeron y los poblaron dichos  Muy RR. PP. del otro lado del Orinoco; y así sucesivamente se fue  experimentando lo mismo con otros muchos indios de nuestras misiones de Cojedes, Jujure, San Rafael y dichas de Calabozo, verificándose  en estas ocasiones las perjudiciales consecuencias que casi en todas  tiene acreditada la experiencia con semejantes fugas de indios, por  ser muy común en ellos dejarse las propias mujeres, hurtarse las ajenas  y casarse dos y más veces, como lo tenemos justificado en nuestras  misiones con muchos de los expresados indios fugitivos, sin que  hayan bastado para remedio de este desorden cuantos medios y representaciones se han arbitrado para atajarlo.

Antes sí se hacen patentes  en dichos autos el aumento de las expresadas perjudiciales consecuencias desde el año de 1740, en el que el dicho P. Rotella, sin licencia,  facultad ni derecho, contraviniendo a las reales disposiciones de S. M., se fundó con muchos de los sobredichos indios en el cerro o sitio de Cabruta, jurisdicción sin género de duda perteneciente a esta provincia y asignado terreno de nuestras reducciones, desde cuyo sitio  e injusta introducción dio dicho P. Rotella más claramente a conocer el futuro ánimo de impedir el buen éxito de nuestras misiones,  que está justificado: despojarnos, quizás con la mira de posesionarse con el tiempo de ellas, como han hecho con muchas de otras Religiones, y el de otros fines que se han visto con la experiencia, y se infieren en dichos autos, singularmente lo sucedido y justificado el referido año de 40, en el que, habiendo salido a una jornada el supradicho P. Fr. Vicente de Ubrique, los indios que sacó en ella, aun con haber sido conquistados y reducidos en jurisdicción y terreno de esta provincia, dicho P. Rotella de mano poderosa los quitó y pobló sin otra razón ni motivo que el decir eran de sus reducciones y pertenencia.

Con cuyos justificados antecedentes y demás que se omiten, habiéndose hecho por parte de estas misiones las contradicciones y alegatos necesarios en vista y consideración de los perjuicios tan grandes que cada día se experimentaban y aún subsisten al presente, así a las reducciones de los indios como a la jurisdicción de esta provincia, oídas que fueron las partes, se remitieron dichos autos a S. M. de orden de este superior gobierno para su última determinación; y, estando el año de 1748 para verse y terminarse su expediente en el Real y Supremo Consejo de estas Indias […].

Como se ve, 8 años más tarde del enfrentamiento, las instancias administrativo-judiciales competentes aún no habían terminado de sustanciar el asunto. ¡La burrocracia española!

Vuelta a las andadas

Parece ser que Fray Vicente de Ubrique quedó arrepentido… de no haber sido más ejecutivo, así que pronto protagonizó otro numerito. De este modo explicó los nuevos incidentes el Procurador General de los jesuitas, José Gumilla, en su Memorial sobre intentos de los Capuchinos… ya citado:

Pero al año siguiente de 741 volvió 2ª vez el mismo religioso con mayor prevención y aparato resuelto a llevarse los indios por la fuerza según parece de la citada carta del gobernador de Cumaná.

Y a no haberse valido el misionero Jesuita de los medios más eficaces para apaciguar los ánimos hubieran sucedido muchas muertes.

Porque la escolta del Orinoco que está en aquel paraje para estorbar el paso de los caribes tomó las armas y al mismo tiempo los indios guamos del pueblo contra la gente que llevaba Fray Vicente.

Procuró contenerlos el Jesuita, y aun no estando del todo sosegados porque esto era casi imposible en aquel conflicto, salió al encuentro dicho misionero Jesuita y con el mejor modo que pudo detuvo al Reverendo Padre Capuchino y a su gente.

Díjoles que en virtud del convenio celebrado entre los superiores estaban los guamos en su misión y que esto le constaba muy bien al mismo Reverendo Padre Capuchino que estaba presente pues el año precedente se había vuelto sin dichos indios en virtud del referido convenio.

A esto respondió el Reverendo Padre Fray Vicente que aquel ajuste se había hecho por el Prefecto que acababa de serlo, que ya tenían otro Prelado y que este no consentía en lo que su predecesor ajustó.

Aquí replicó el capitán de la escolta del Orinoco don Francisco Sanabria con grande resolución que su paternidad tuviese por muy cierto que hasta perder la vida él y sus soldados no llevaría indio alguno de los de aquel pueblo porque él les había dado palabra que los defendería de toda violencia.

Con este reto el Padre Capuchino, temeroso o convencido de la razón, se retiró. Aunque no por esto cesaron los males por quedar en pie la raíz de la discordia que es el derecho que dicen tener los referidos Padres Capuchinos (…).

Esta segunda bravuconada fallida y patética de Fray Vicente de Ubrique la mencionó el Prefecto capuchino Miguel de Olivares en su informe de 1745):

El año siguiente de 1741 hizo otra jornada el padre Fray Vicente de Ubrique, llevando una escolta de soldados comandada por Esteban Gutiérrez de Aguiar, vecino de la villa de Todos Santos de Calabozo, con diferentes comisiones que se le dieron por este Gobierno de Caracas y de ella no se trajeron indios algunos por la competencia que hubo y resistencia del expresado padre Rotella, según consta de los autos en esta materia creados.

Consecuencias

En el Memorial del Padre Gumilla citado antes, este Procurador jesuita expuso las consecuencias que a su juicio habían producido las actuaciones desaforadas de Fray Vicente de Ubrique:

Pues habiendo el Suplicante juntado un pueblo de otomacos en el Barraguán, otro de mapoyes y con ellos algunas familias de Paos y agregado en el sitio llamado Guayra en Orinoco un gran de número de guamos, no se ha podido conseguir la deseada permanencia, temerosos de que los Jesuitas los han de entregar a los Padres Capuchinos de cuyas misiones se habían huido sin que hayan bastado amonestaciones ni agasajos para que no se vuelvan a huir llevados de dicho imprudente temor. Lo que hoy es más de temer de su tosquedad a vista de la fuerza de armas con que el referido Fray Vicente ha bajado dos veces a llevarse los indios de Cabruta y más con el reciente ejemplar que hoy se llora de la pérdida del pueblo de Santa Bárbara fundado a las orillas del río Sinaruco [Cinaruco] cuya gente de nación Yarura ya casi enteramente doctrinada poco después del ruido que dicho fray Vicente Ubrique causó en Cabruta se escondió en aquellos bosques sin saber si se podrá agregar por segunda vez.

El 1742 continuaban los pleitos, pero el Consejo de Indias se manifestaba a favor de los Capuchinos mientras el Virrey del Nuevo Reino de Granada y el Gobernador de Cumaná estaban en pro de la Compañía de Jesús. En su Memorial, el jesuita Gumilla señalaba que el convenio que su congregación había firmado con los capuchinos años antes era a la sazón «casi impracticable», ya que, a su juicio, la causa de las fugas de indios de las reducciones se debía a la abundancia de víveres que tenían en sus tierras en contraste con la carestía de las misiones (está claro que de hostias consagradas los indios no podían vivir).

En resumen, la valoración que hace José del Rey Fajardo (en el mencionado libro Misiones Jesuíticas en la Orinoquia) de lo que supusieron aquellos incidentes es esta:

El desarrollo de los acontecimientos misionales se centra en torno a dos personalidades singulares: Fray Vicente de Ubrique y el P. Bernardo Rotella, quienes protagonizaron sobre el terreno las acciones que llevaron las disensiones capuchino-jesuíticas a la vertiente del conflicto judicial. Si la fundación de Cabruta en enero de 1740 hay que aceptarla como el punto inicial que motivó la pugna, la presencia con gente armada en la recién fundada reducción jesuítica llevada a cabo por Vicente de Ubrique significa la apertura y configuración del litigio. Pero pronto lo conflictivo misional cedió paso a la problemática territorial de jurisdicciones, con lo cual el ámbito de la discusión involucró no solo al Gobierno de Caracas y Cumaná, sino al Virrey de Santafé y, por supuesto, al Consejo de Indias.

Tras el primer exabrupto infructuoso de Fray Vicente de Ubrique, los jesuitas quisieron hacer otras fundaciones en la zona de Cabruta, pero los capuchinos consiguieron que tales proyectos fueran anulados por orden del Rey a principios de 1741. Y el Consejo de Indias dictaminó «que la ribera norte del Orinoco estaba dentro de la jurisdicción de los capuchinos, declarando al mismo tiempo como infractores a los jesuitas». Sin embargo, la congregación jesuítica «no abandonó Cabruta, sino que la convirtió en centro de acción misional, indispensable para controlar las incursiones caribes hacia el alto Orinoco y permitiéndoles a los misioneros la penetración de Guayana».

Fray Vicente de Ubrique no llegó a conocer la mayoría de las consecuencias de sus peligrosas rabietas, ya que murió al año siguiente de la segunda de ellas, en 1742, en la villa de Todos los Santos de Calabozo. No he podido saber a qué edad falleció. Según Fray Sebastián, cuando llegó a las misiones (1728) ya tenía 40 años, en cuyo caso moriría a los aproximadamente 54. Pero Alberto González Caballero apunta que nació en 1703, en cuyo caso moriría con unos 39. Si nació realmente en 1703, fue el capuchino ubriqueño que llegó a las misiones más joven y también el que murió más joven. Por eso, quizá el dato de Fray Sebastián sea más fiable.

El P. Bernardo Rotella

En cuanto al P. Bernardo Rotella, no era un donnadie. Según la Real Academia de la Historia, este jesuita, nacido en Borines (Asturias) el 29 de agosto de 1700, fue, además de misionero y fundador, un buen cartógrafo y lingüista.

Al parecer, cuando fundó Cabruta siguió las ideas de su orden sobre cómo deberían ser las reducciones misionales, ideas que parecen más avanzadas que las de otras congregaciones. Rotella quería que en Cabruta la población fuese mixta, de familias españolas e indígenas.

Murió en la propia Cabruta el 20 de enero de 1748 (6 años después que Fray Vicente) evitándose el disgusto que le habría producido el hecho de que en 1767 los jesuitas fueran expulsados de España y todos sus dominios y Cabruta fuera entregada por el Obispo de Caracas a los capuchinos. (En la jurisdicción de la actual parroquia de Cabruta existe un sitio llamado Capuchinos).

Según la Real Academia de la Historia (RAH), Rotella ingresó en la Compañía de Jesús en 1723 y ese mismo año fue enviado al Nuevo Reino de Granada. Al embarcar en 1723 fue descrito como “hermano, escolar, de edad de 23 años, mediano de cuerpo, blanco y rubio”. Llegó a Cartagena de Indias en febrero de 1724. Fue ordenado sacerdote en 1729 en Santafé de Bogotá (Colombia). En 1931 formó parte de una expedición para explorar el establecimiento de misiones en el bajo y medio Orinoco, realizando una gran actividad hasta 1736 para la consolidación de las reducciones jesuíticas en la zona. En 1735 estaba de misionero en San Ignacio de Guamos.

Pero si Fr. Vicente de Ubrique parecía tener exceso de testosterona, al jesuita Rotella tampoco le faltaba. Según la RAH:

El año 1733 estuvo dedicado por Rotella a contrarrestar las invasiones caribes. En 1734 inició una nueva acción con los guamos y guires [güires] de Curiquima. En 1735 tuvo que retirarse con los guamos, pues, acusado por las autoridades españolas de introducir contrabando de telas, fue desterrado de la Orinoquia (1736-1739), tiempo aprovechado por Rotella para hacer su tercera probación (31 de julio de 1736 en Pararuma, Bolívar) y trabajar luego en los Llanos. Para defenderse redactó su Justificación que presenta el P. Bernardo Rotella, misionero de San Ignacio de Guamos, a la Real Audiencia del Nuevo Reyno contra imputaciones y testimonios que se han levantado por el socorro que ha pedido para los pobres indios maltratados por los caribes (1736).

De regreso en la Guayana denunció a los corsarios portugueses que, aliados de los caribes, apresaban indígenas reducidos y los esclavizaban. En 1739, propició un éxodo de sálivas en busca de un lugar más seguro y fortificado. Con la venia del gobernador de Cumaná y protegido por un grupo de hombres armados, Rotella y sus indígenas navegaron por las riberas del Orinoco, hasta establecerse en el peñón de Marumaruta, donde Rotella fundó Cabruta (20 de enero de 1740) […] y con ello consigue una relativa pacificación de las misiones que vivían en continuo sobresalto por las incursiones caribes. Una lamentable disputa entre jesuitas y capuchinos puso en peligro la recién fundada misión, que estos pretendían desalojar por tratarse de indios fugados de sus misiones capuchinas. […] Falleció, entre otras causas, por los muchos disgustos y sinsabores provocados por la fundación de Cabruta, que llega a dibujarse como un lugar estratégico para la defensa de Caracas y del Nuevo Reino de Granada.

En vista de estos hechos es difícil evitar pensar que era un listillo.

Dice la RAH que fue un buen lingüista y llegó a dominar las lenguas achagua, otomaca y caribe. Su Mapa de la Guayana definió con mayor precisión el contorno de la región y, corregidos antiguos errores, estableció criterios definitivos para la cartografía futura de Colombia y Venezuela. No obstante, hay dudas de si realmente fue él el verdadero creador del mapa. La RAH se pregunta: «¿Es el mapa de Rotella una copia del mapa extraviado de su amigo Manuel Román?».

Mapa de Guayana (1747), de B. Rotella. Museo Naval, Madrid (tomado de https://www.ub.edu/geocrit/b3w-1032.htm)

En mi opinión personal, Fray Vicente de Ubrique mostró ser propenso a comportamientos descomedidos, pero Bernardo Rotella no parece que fuera precisamente un angelito. Veo al ubriqueño como un bruto en el más amplio sentido de la palabra, pero el jesuita se me antoja un personaje sibilino y maquinador.


Fray Diego Agustín de Ubrique escapó de ser flechado

Según cálculos hechos a partir de distintos documentos históricos, Fray Diego Agustín de Ubrique (también llamado simplemente Fray Diego de Ubrique) nacería entre 1693 y 1699. Alberto González Caballero cree que nació en 1695.

En un documento que contiene los Nombres de los religiosos capuchinos que estuvieron de misioneros en los Llanos con indicación del año en que llegaron a la misión (1658-1795) se indica que Fr. Diego de Ubrique arribó en 1742.

En 1745 lo encontramos en San Antonio de Turén (actual Turén, en el estado de Portuguesa). En un informe redactado en ese mismo año de 1745 por el que entonces era Prefecto, y que también firmaba su primer adjunto, que era precisamente Diego Agustín de Ubrique, se lee lo siguiente sobre la misión de San Antonio de Turén (tomado del libro de José Félix Blanco Documentos para la historia de la vida pública del libertador de Colombia, Perú y Bolivia, 1875):

(…) tenemos situado el pueblo y misión de San Antonio de Turén sobre el río de Acarigua, no muy distante del de la Portuguesa. Los indios de este pueblo son de nación guamos.

Fundolo el padre Fray Francisco de Campillos el año de 1724. Las tierras de este pueblo son muy fecundas y producen maíz, yuca, plátanos, frijoles, algodón y tabaco, y se practica en este pueblo de misión lo mismo que en el de Cojede , ayudando este para la manutención de los indios que se reducen y para las entradas que se hacen a la reducción de ellos y juntamente para la fábrica de canoas que se llevan a estas expediciones, por estar este dicho pueblo en paraje avanzado para este fin, y quien la administra es el padre Fray Diego Agustín de Ubrique.

En un documento titulado «Apuntes para el estudio de la historia del Municipio Turén – Estado Portuguesa» aparece un escrito redactado por el propio Fray Diego Agustín sobre Turén:

Habiéndome hallado con orden y mandato de nuestro M. R. P. Fray Miguel de Olivares, Prefecto de estas misiones de RR. PP. Capuchinos de esta provincia de Venezuela o Caracas, para que haga la certificación de todos los indios que se han bautizado, casado o muerto, y hay existentes en esta misión de San Antonio de Turén o Jujure, etc., digo yo, Fray Diego Agustín de Ubrique, y certifico, en cumplimiento del mandato del dicho nuestro Muy R. P. Prefecto Fray Miguel de Olivares, cómo en los libros parroquiales de esta misión o pueblo de San Antonio de Turén o Jujure consta de las partidas de dichos libros desde la erección de dicha misión hasta el presente haberse bautizado, entre párvulos y adultos, dos mil ochocientos y setenta y cinco indios; haberse casado cuatrocientos; haberse enterrado dos mil trescientos y treinta y siete, y haber existentes doscientos y treinta y cinco, y ocho familias de gentiles. Y por ser verdad todo lo dicho y constar de los dichos libros parroquiales, a los que me remito, lo firmé en esta dicha misión de San Antonio de Turén, en veinte y ocho días del mes de julio de este presente año de mil setecientos y cuarenta y cinco.

Fray Diego Agustín de Ubrique

Ruinas de Nuestra Señora del Carmen de Buría / Lino37, CC BY-SA 4.0, Wikimedia Commons.

Según Mario R. Tovar G., (citado más arriba), el Prefecto de los capuchinos «comisionó el 11 de febrero de 1750 a fray Diego Agustín de Ubrique para fundar Nuestra Señora del Carmen de Buría (en el actual estado venezolano de Lara), después de obtener el permiso de los cabildos eclesiásticos y de Barquisimeto (también en Lara); sin embargo, a esto se oponen las autoridades del cabildo de Nirgua».

Sí pudo desempeñar su labor doctrinera el fraile ubriqueño en otros dos lugares próximos a Barquisimeto (hoy día la cuarta ciudad más poblada de Venezuela y considerada la «capital musical» del país): San Nicolás de Sarare y Nuestra Señora de Guadalupe de Bobare.

Histórica iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe de Bobare, que dataría de 1733 según El Impulso. Contribuyó a construirla o a mantenerla Fray Diego Agustín de Ubrique.

En Ntra. Sª de Guadalupe de Bobare y en San Nicolás de Sarare

En un documento sobre el estado de la misión de Los Llanos emitido en 1752 se lee que por entonces Fray Diego Agustín estaba destinado en Bobare, que actualmente es un pequeño pueblo del estado de Lara situado a 33 km de Barquimiseto.

El pueblo de misión de Nuestra Señora de Guadalupe de Bobare fue fundado por los Capuchinos el año de 1734 con indios de nación gayones, cuyo número es de 600 almas. El religioso que se halla en dicho pueblo es el Padre Fray Diego Agustín de Ubrique, de edad de 53 años.

También de 1752, en un informe elevado al Rey, el Prefecto Fray José de Villanueva consigna una peligrosa peripecia del fraile ubriqueño:

Al sursudoeste de dicho pueblo, como treinta leguas y noventa de la ciudad de Caracas, está situado el pueblo de Nuestra Señora de Guadalupe de Bobare, el que fundaron vuestros misionarios capuchinos en una sabana del mismo nombre entre las serranías de Barquisimeto, como nueve leguas de dicha ciudad, el año de mil setecientos y treinta y tres con indios de nación gayones, los que, habiendo sido antes fundados, se habían levantado, cometiendo gravísimas hostilidades; han sido siempre muy temidos y al presente lo son; de tal manera que, habiéndolos querido en dos ocasiones sujetar el religioso misionario que está con ellos, que lo es Fray Diego Agustín de Ubrique, de edad de 53 años, y precisarlos a que vivan en el pueblo, asistan ellos y sus hijos a la doctrina cristiana, lo han querido matar a flechazos, y así hubiera sucedido si dicho religioso no se hubiera escapado ocultamente y a pie se hubiera huido hasta la ciudad de Barquisimeto, de la que han salido por orden de las reales justicias de ella a apaciguarlos.

Conservan todavía su lengua materna y lo más del año se mantienen metidos en los montes y selvas, de donde salieron todos cuando yo estuve en la visita de dicho pueblo, que fue al principio del mes de diciembre del año pasado de cincuenta y uno, en donde numeré en tres capitanías seiscientas almas de dicha misión, a quienes dejé ordenado y mandado que levantaran iglesia competente para dicho número por no ser suficiente la que hoy en día tiene dicha misión.

El jesuita Fernando Arellano, en su libro Una introducción a la Venezuela prehispánica: culturas de las naciones indígenas venezolanas (Universidad Católica de los Andes, 1987), también se refiere a aquellos hechos:

(…) los gayones de Bobare (…) todavía conservaban su espíritu montaraz. En 1748 eran 386, en dos capitanías. «Dichos indios han sido muy belicosos y temidos y al presente conservan su lengua materna y aún no están del todo formados en pueblo, viviendo lo más del año por los montes y selvas». La situación apenas había cambiado en 1752. El misionero de Bobare, fray Diego Agustín de Ubrique, los instó a que vivieran en el pueblo y asistieran ellos y sus hijos a la doctrina cristiana, pero ellos lo amenazaron con matarlo a flechazos.

Otro informe al Rey, este de 1755, dice:

En la jurisdicción de Barquisimeto y como cien leguas de Caracas se halla el pueblo de Nuestra Señora de Guadalupe, el cual fue fundado por vuestros misionarios capuchinos el año de 1733 con indios de nación gayona, los que permanecen en tres capitanías seiscientas almas y los administra el Padre Fray Diego de Ubrique; es de edad de sesenta y dos años.

En 1770, el Prefecto a la sazón, Félix de Cortes, envió un informe al Rey en el que describía las poblaciones fundadas por los misioneros capuchinos en Los Llanos refiriéndose a la importante misión de Nuestra Señora de Guadalupe de Bobare y a la labor allí de Fray Diego Agustín de Ubrique. El texto no tiene desperdicio, pues muestra un ejemplo de la baja estofa moral de algunos mandatarios españoles en aquellas colonias:

Fundose esta misión el año de 1733 con indios de nación gayones, que estaban levantados desde el año de 1670 y causando muchas hostilidades en los caminos, adonde asaltaban como bandoleros y, aunque el año de 1710 fueron conquistados por el Venerable Padre Fray Marcelino de San Vicente y poblados en la misión de Algaride, después que esta se entregó al Ordinario, se volvieron a los montes, de donde por segunda vez los sacaron nuestros misioneros y los fundaron, como queda dicho, y donde se mantienen con alguna sujeción, pero muy dados al vicio de la embriaguez. El número de almas, que consta de su matrícula, es el de quinientas, pocas más.

Tiene casa e iglesia, que les fabricó el Padre Fray Diego Agustín de Ubrique, quien la sirvió por espacio de 20 años (…).

Y, aunque después se ha puesto esta misión al cargo de otros misioneros, se han visto estos precisados a abandonarla, a causa de que el corregidor Don Martín de Gainza se ha advocado el total gobierno de los indios, valiéndose de ellos y de sus tierras para fundar haciendas a su particular beneficio, en cuyos trabajos han muerto muchos de dichos indios, sin pagarles en otra especie que en la del aguardiente de caña, lo que a voz de todo el pueblo me lo representaron así en mi personal visita, y por cuya razón dejé a cargo de dicho corregidor cuanto en aquella misión se halla, tanto de alhajas, ornamentos y vasos sagrados, como de los demás muebles del servicio de ella y a causa también de no haber misionero desembarazado que pueda servirla, por la inopia de ellos, que al presente se padece en estas misiones.

Google Maps

De Nuestra Señora de Guadalupe de Bobare el capuchino ubriqueño pasó a San Nicolás de Sarare (actualmente Sarare, de unos 16 000 habitantes, a unos 50 km al sureste de Barquimiseto).

Así lo certifica un informe de 1757 y lo confirma el Prefecto Fray Pedro de Ubrique en la memoria que elevó al Obispo de Caracas en 1758. Fray Pedro elogia especialmente de Fray Diego Agustín que consiguiera dotar una iglesia con «todo lo necesario para el divino culto», como «los ornamentos precisos, vasos sagrados y campana», una manifestación más de la frivolidad de la espiritualidad católica de la época (o de siempre):

El pueblo de Nuestra Señora de Guadalupe de Bobare, en vicaría de la ciudad de Barquisimeto, se fundó el año de 1734 con indios apóstatas de nación gayones que andaban levantados por los montes, ejecutando atrocísimos insultos de muertes y robos, se halla al presente con 411 almas de ambos sexos, y sin dejar dichos indios de dar bastante que hacer en su reducción a la vida cristiana, racional y política y siempre con inminente riesgo de la vida de los Religiosos que por el tiempo los han administrado; tiene iglesia nueva de obra limpia, cobijada de teja, que hizo el Padre Fr. Diego de Ubrique a expensas de su personal trabajo y algunas limosnas; está ornamentada de todo lo necesario para el divino culto y actualmente fabricando en ella una casa también de teja para habitación del religioso que la sirve, que lo es al presente en su cuidado y doctrina el Padre Fr. Hermenegildo de Cádiz, de edad de 48 años, 29 de religión y 11 de misión.

La población de San Nicolás de Sarare es un agregado de varias gentes y naturales, en feligresía de dicha ciudad de Barquisimeto, cuya distancia de más de 12 leguas hacía carecer este vecindario de todo pasto espiritual, y por cuya causa, a súplica de los curas de dicha ciudad y conciencia de este superior gobierno, ha puesto en ella el Prefecto de las misiones uno de los misioneros que la administre; habiéndose hecho a costa de algunos particulares vecinos una iglesia aunque cobijada de palma, medianamente capaz y decente, tiene los ornamentos precisos, vasos sagrados y campana, y el número de su vecindario se regula a cerca de 600 almas de ambos sexos; hállase esta agregación con conocido adelantamiento desde que está al cuidado de nuestros misioneros y en uno de los caminos reales de la provincia, en común beneficio de los que trafican, y puede ser muy importante para el fomento de dicha nueva fundación de Santa Inés y para el alivio de otras misiones: la asiste al presente el Padre Fr. Diego de Ubrique, predicador y ex-Guardián, de edad de 63 años, 43 de religión y 16 de misionero, quien, después de haber trabajado con particular celo en la supradicha misión de Bobare y fabricado en ella la nueva iglesia que queda referido, se retiró por sus achaques y avanzada edad el año próximo pasado, con agregación que pidió a dicho pueblo de Buría.

Plaza de la Cruz en Sarare / Lino37, CC BY-SA 4.0, Wikimedia Commons.

En el informe de Fray Félix de Cortes de 1770 se decía que Fray Diego Agustín de Ubrique «al presente se halla imposibilitado a servirla [la misión] y retirado en la ciudad de Barquisimeto por su avanzada edad de más de 70 años y 28 de misionero, como por estar habitualmente enfermo». Un Resumen del estado actual que tienen las Missiones de Capuchinos en la Provincia de Caracas, del mismo año, declara que el fraile ubriqueño está «enfermo impedido». En 1774 continuaba en las misiones, de acuerdo con un informe de ese año.

Moriría entre 1774 y 1777, según se indica en un informe del estado de las misiones dirigido al obispo de Caracas por el Prefecto P. Gregorio de Benaocaz en julio de ese último año. El historiador Alberto González Caballero cree que fue en 1774. Fray Sebastián indica que fue en 1754, pero eso es imposible, pudiendo tratarse de una errata más de este autor.


Fray Pedro de Ubrique, un Prefecto más

Según Fray Sebastián, Fray Pedro de Ubrique nació en 1701. De los documentos que he consultado deduzco varias fechas; digamos que sería entre 1698 y 1701. Alberto González Caballero calcula que nació en 1702.

El ubriqueño había llegado a aquellas misiones el 14 de agosto de 1748 junto con otros 11 hermanos de religión, entre ellos Fray Eugenio de Ubrique (del que hablaré más adelante), Gregorio de Benaocaz, Andrés de Grazalema y Félix de Cortes.

En un documento de 1752 se dice que Fray Pedro tenía 51 años y que por entonces «se hallaba en la ocupación» de «fundar una misión con título de Nuestra Señora del Valle, para donde fue remitido este año de cincuenta y dos, y en su compañía el Hermano Fray Antonio de Jerez, religioso lego, de edad de cincuenta y cuatro años». Otro documento, también de 1752, dice más o menos lo mismo: «El Padre Fray Pedro de Ubrique, de edad de 51 años, se halla a una legua de la ciudad de San Felipe, entendiendo en fundar una misión de Nuestra Señora del Valle, y en su compañía el hermano Fray Antonio de Jerez, religioso lego, de edad de 54 años». No sé si llegó a crear esa misión, de la que no he encontrado ninguna referencia clara actual.

Tiempo de su prefectura

Según Alberto González Caballero, Fray Pedro fue elegido Prefecto en 1757, y el fraile que lo sustituyó lo hizo desde el 25 de enero de 1760. Es decir, el ubriqueño ocuparía el cargo entre 1757 y 1760 (el informe que elevó al Obispo de Caracas y que he comentado en varias ocasiones está datado en 1758).

Ahora bien, Naudy Trujillo Mascia, en Historia Social y Económica de la Ganadería y la Sanidad Animal en las Sabanas del Río Sarare del Estado Lara 1870-1936 (2014), da una información de la que se desprendería que Fray Pedro ya era Prefecto en 1754 (año en que, según González Caballero, lo era Fray Pedro José de Villanueva):

Con frecuencia se ha referido la creación el 20 de agosto de 1754 de la Misión de Sarare por parte del prefecto de Misiones de Caracas, Fray Pedro de Ubrique, que funcionaría en la capilla de techo de palma construida en el hato de los Campero en las vecindades de Sarare. […] En efecto, los capuchinos, según refiere el Obispo Mariano Martí, se encargaron de la fundación y mantenimiento del poblado entre 1754 y 1759, pero por razones no del todo establecidas, presume que decidieron mudarlo a la zona de El Altar donde fundaron Santa Inés del Altar.

En otro lugar encuentro una información similar pero matizada (Maryuli Giménez, blog Nuestro Estado Lara):

El 20 de agosto de 1754, Fray Pedro de Ubrique, prefecto de las misiones de Caracas, decreta la creación de la Misión de San Nicolás de Sarare, asignando un misionero para que trabajase en la capilla de techo de palma construida por la familia Campero en sus hatos de las vecindades de Sarare.

Se entiende que el misionero asignado era Fray Diego de Ubrique, según el propio Fray Pedro decía en su memoria de 1758. Quizá este dato confundió a quien en la Wikipedia (edición del 24/01/25) cambió al Fray Pedro de los textos anteriores por Fray Diego (que no fue Prefecto nunca):

El 20 de agosto de 1754, Fray Diego de Ubrique, prefecto de las misiones de Caracas, decretó la creación de la Misión de San Nicolás de Sarare, asignando un misionero para que trabajase en la capilla de techo de palma construida por la familia Campero en sus hatos de las vecindades de Sarare.

Esto mismo lo reproducen muchas páginas. En fin, un lío nada sorprendente dado el escaso interés por el rigor histórico que gasta la gente. Todo lo que yo sé es que la actual localidad de Sarare fue fundada en 1716 bajo la advocación de San Antonio por Fray Pedro de Alcalá. ¿Era «San Nicolás de Sarare» el nombre de una misión establecida en 1754 en el ya existente pueblo de Sarare? Supongo que sí. Para mí, «San Nicolás de Sarare» es otro nombre por el que se conocía a la propia Sarare. En cualquier caso, todo este cúmulo de errores hacen pensar que también es erróneo afirmar que Fray Pedro de Ubrique fue prefecto en 1754 y que fundó esta misión. Otra cosa es que la impulsara.

Sea como fuere, lo que sí está claro es que Fray Pedro de Ubrique era Prefecto en septiembre de 1758, pues fue en esa fecha cuando envió la memoria del estado de la misión al Obispo de Caracas que el historiador Fray Sebastián tanto alaba («un faro luminoso que viene a esparcir su luz sobre el dilatado campo de la misión») pero que es un vulgar memoria más, como tantas otras que emitieron los distintos prefectos en cumplimiento de sus obligaciones.

Por otro lado, los documentos dicen que, siendo Prefecto, Fray Pedro contó con la ayuda de dos frailes: Fernando de Ardales como secretario y el corista Antonio de Jerez (según el Diccionario de Autoridades, los coristas eran «Religiosos que aún no son Sacerdotes, deputados para cantar los Psalmos y demás Preces, y oficiar las Missas»).

Iglesia de la Virgen de las Tinajas en Albarico (Pueblos de Venezuela).

Tinajas

La misión a la que estuvo más tiempo vinculado Fray Pedro de Ubrique fue la de Nuestra Señora de la Caridad de las Tinajas, hoy Albarico (estado de Yaracuy –capital: San Felipe–, aunque inicialmente el lugar dependía de Barquisimeto, del estado de Lara).

En un informe al Rey correspondiente a 1755 se hablaba de la refundación de dicha misión en estos términos:

De orden de vuestro gobernador y capitán general se está dando principio a la nueva fundación del sitio de las Tinajas, distante dos leguas de la ciudad de San Felipe, la que al presente se halla con solo una capilla, casa del Padre y algunos pocos vecinos libres, cuya fundación fue pretendida por los dos cabildos eclesiástico y secular de dicha ciudad de San Felipe; hoy la administra el Padre Fray Pedro de Ubrique, de edad de cincuenta y dos años.

Más información se daba en informe al Rey de 1761:

Misión de Nuestra Señora de la Caridad en la quebrada de Tinajas, fundada por vuestros misionarios capuchinos el año de mil setecientos y cincuenta y dos con indios guamos, guajibas y libres, que componen el número de doscientas sesenta y nueve almas; son todavía bozales [recién integrados] los referidos guajibas y no tanto los guamos por haber sido estos últimos fugitivos de estas misiones, y estas dos naciones fueron sacadas el año pasado de cincuenta y siete y cincuenta y ocho, y los otros son ladinos [mestizos]; administra esta misión el Padre Fray Pedro de Ubrique, que es de edad de sesenta y un años.

Y más aún en el informe de 1764:

Misión de Nuestra Señora de la Caridad de las Tinajas. – Almas, 492. – Esta fue fundada por vuestros misionarios capuchinos el año de 1752 con indios guamos, guajivas [guajibas] y libres. Contiene almas 494. La mayor parte es de los indios libres a causa de la poca unión que han tenido y tienen los guamos y guajivas, de lo que ha resultado que unos a otros se han quitado la vida con hierbas, según la expresión de ellos mismos y de los españoles que los comunican. Estos indios, como todos los demás, son dados al ocio y embriaguez, de lo que resulta la venganza entre ellos.

Esta misión se halla sin iglesia y un corredor de la casa del Padre, separado de todo comercio, es el que suple, pero ya el misionero tiene algunos materiales preparados para hacer la teja por haber padecido la antigua, que lo era de paja, el incendio que otras. Administra y sirve esta misión el Padre Fray Pedro de Ubrique, de edad de 69 años.

(Nótese de estos dos últimos informes que la edad de Fray Pedro no cuadra).

En un escrito enviado por el Prefecto Félix de Cortes al Rey en 1770 se daban datos sobre la primera etapa de Tinajas:

Nuestra Señora de la Caridad de las Tinajas. – Esta misión fue también de las antiguamente fundadas por nuestros misioneros el año de 1714 con el título de la Purísima Concepción y con indios gentiles de nación guáricos, conquistados en la jornada hecha el mismo año, los que, habiéndose profugado, se perdió enteramente la misión; y la que se fundó de nuevo el año de 1752 con indios los más apóstatas de las naciones guamos y guajivas [guajibas] y algunos otros de los criollos. De aquellos al presente no han quedado casi ningunos por sus repetidas fugas, y de estos, por su matrícula, se numeran pocas más de cien almas.

Tiene casa y capilla muy decente de teja, con suficientes campanas, ornamentos, imágenes y vasos sagrados para el divino culto. El misionero que la sirve es su fundador, el Padre Fray Pedro de Ubrique, de edad de 71 años y 22 de misión, también ya inservible por sus años y enfermedades habituales.

Obsérvese que en la última frase se dice que Fray Pedro fue el fundador de esta misión. Quizá la cita siguiente (también de 1770) sirva para aclarar que lo que se quiso decir es que la reedificó (la palabra fundador se empleaba bastante gratuitamente en aquellas misiones):

En la Jurisdicción de la Ciudad de San Phelipe se halla fundada solamente la Missión de Nuestra Señora de la Caridad de las Tinajas, cuya primera fundación fue el año de 1714, con el Título de la Puríssima Concepción, y con Indios Gentiles de nación Guáricos, todos conquistados en el mismo Año; los que havíendose profugado, se perdió también enteramente: reedificose en mejor situación el año de 1752 los más Apóstatas de naciones Guamos y Guagivas, como assimismo con otros de los dispersos: y por las repetidas fugas de dichos Apóstatas, apenas alcanza su Matrícula a cien Almas, las que administra el Fundador de esta Missión el Padre Fray Pedro de Ubrique, de edad de 71 años y 22 de Missión; quien también debe considerarse inservible por sus años y enfermedades havituales.

El texto parece corresponder más a un informe de una prisión que a la descripción de una empresa evangelizadora y portadora de paz.

Otro documento de 1770 dice que Tinajas tenía ese año 105 almas.

Valoración de Fray Pedro

De Fray Pedro de Ubrique se pueden leer elogios como el que hizo el historiador Fray Sebastián de Ubrique y ya reproduje o este otro que encuentro en el texto de Mario R. Tovar G. que cité más arriba:

[…] con esta obra se propuso “Rendir el tributo que se merecen Fray Marcelino de San Vicente, Fray Pedro de Alcalá y Fray Pedro de Ubrique, los mansos, los bravos, los tesoneros fundadores de Tinajas, Capuchinos Andaluces, extraños y nuestros, que entregaron todo, cabeza, corazón y manos sin esperar nada (…)”. 

De la lactura de la memoria que Fray Pedro de Ubrique envió al Obispo de Caracas en 1758 se podría juzgar benévolamente que en el fondo el hombre no tendría mal corazón, pero obsérvese que, aunque pide que se trate bien a los indios, parece no es por amor puro e incondicional, sino para conseguir domesticarlos poco a poco, para que acaben formando parte de los engranajes del sistema:

Las primeras diligencias que con ellos se practican, luego que se traen a nuestras misiones, es vestirlos, herramentarlos y mantenerlos de un todo, aunque con el trabajo y experiencia de que tanto las ropas como las herramientas de que se les surte, o las dan o las venden con ninguna estimación a cualesquiera que se las piden; enseñarlos antes a ser racionales de costumbres, como previo fundamento para instruirlos después en las doctrinas cristianas; no apurarlos en género alguno de trabajo, ni aun para ayuda de su precisa manutención, ni menos castigarlos, pero sí suavemente reprenderlos en los comunes vicios y malas costumbres de su brutal naturaleza; y, por último, precisa casi a darles un pleno gusto en sus indecentes bailes y en cuanto quieren para comer, beber y engalanarse con cuentas o abalorios, cintas, etc., en cuyo asunto de pedir son porfiados y molestosos; y, no practicándolo todo así los misioneros, o se huyen a su gentilidad, que es lo más común, o se dan a comer tierra y otros desórdenes para enfermar y quitarse la vida, como lo uno y lo otro nos lo tiene enseñado la experiencia: y cuando no se experimentan estos perjudiciales efectos a la salvación de sus almas, se ven otros de no menor consideración, a causa de ser dichos indios hijos de la mayor inconstancia, novedad e insubsistencia.

Y, aunque bastaría para crédito de esta verdad la experimentada en tantos años con muchos o los más indios de las primeras conquistas, tanto de esta provincia como de la contigua de Cumaná y otras, los que, después de tanto tiempo de conquistados, reducidos y pacíficos, no solo andan continuamente vagueando de unos a otros pueblos, sin quererse sujetar a sociabilidad ni doctrina, sí también arrochelándose de una vez en los montes, y en lo más oculto de sus esperanzas viven y se hallarán al presente en ellas, con los mismos vicios y costumbres de su primera gentilidad.

(«Arrochelarse» es un americanismo venezolano que significa «habituarse una persona o un animal a permanecer en un lugar sin querer irse», «detenerse un animal en un lugar resistiéndose a proseguir la marcha» y «juntarse varias personas para crear desorden y bullicio»).

Como dato curioso de la vida de Fray Pedro de Ubrique, ha quedado constancia documental de que en marzo de 1756 le remitieron desde Cádiz 25 libros de diversos autores religiosos que había encargado. Los libros viajaron a Caracas en el navío Nuestra Señora del Coro (Gregorio Salinero: Mezclado y sospechoso: movilidad e identidades, España y America, siglos XVI-XVIII, Casa de Velázquez, 2005).

Indios gentiles / Miguel Cabrera, 1763.

Sin embargo, hay evidencias de que aplicó medidas represivas contra indios fugitivos, a cuyos cabecillas recomendaba «ponerlos a sujeción en un castillo». Así se lee en un informe que dirigió Fray Andrés de Grazalema en julio de 1764 al Prefecto de entonces sobre los métodos que debieran ser empleados en la administración de justicia con los indios gayones para conseguir su pacificación y reducción. Curiosamente, es el mismo discurso extendido en la sociedad moderna sobre la impunidad de los delincuentes y el supuesto exceso de garantías de la justicia que la vuelve inoperante, lo que revela que pasan los años y no hacemos nada por cambiar las cosas de verdad:

El primero [método], [es] que consiga V. P. Rda. del señor gobernador el que los indios que se hallan con delitos de muertes, amancebamientos y hurtos continuos, por los cuales andan fugitivos por los montes sin quererse recluir a los pueblos, sean puestos en Puerto Cabello [importante ciudad colonial venezolana donde había un castillo presidio], a ración y sin sueldo, sin que sea necesario más instrumento que una carta de V. P. Rda. o del presidente que sepa con certidumbre sus delitos, y que con solo ella sean admitidos los reos en dicha fuerza, como consiguió con el señor Ricardos [gobernador y capitán general de Venezuela entre 1751 y 1757] el R. P. ex Prefecto Fray Pedro de Ubrique para los indios que se cogieron en la jornada fugitivos de Cojedes y Tinaco, pues solo de este modo conseguiremos limpiar la tierra y sujetar los que se hallan hoy obedientes y con esperanzas de que se redujeran a vida política y cristiana, pues, quitados estos malévolos que hacen cabeza, y puestos en sujeción en un castillo, lograrán unos y otros, pues estos servirán al rey nuestro señor y aquellos tomarán temor y se sujetarán del todo, porque el mayor instrumento de su libertoso vivir es el ningún temor que a las justicias de la jurisdicción tienen, porque aunque se les den quejas de sus maldades, ni los buscan, siguen, ni solicitan, ni menos hacen la menor diligencia para aprenderlos; y de los que yo con mi arbitrio consigo se prendan, lo que sucede es que mientras tratan de sustanciarles la causa y formarles el proceso, vengan declaraciones y tantos adminículos judiciales como pide el derecho y estas diligencias, que no dan más que trabajo, se practican con mayor dilación, a que se agrega que no hay quien haga los escritos y todos se excusan de proceder hasta que, entre estas dilaciones, se huyen de la cárcel y salen peores, no salen a poblados porque no los prendan y viven por los montes, manteniéndose de robos, estimulando a los reducidos a que los acompañen en sus depravados intentos y que cometan sus mismos delitos, pues por ellos no tienen más castigo que quince o veinte días de cárcel y, en haciendo fuga, ya están libres porque no los buscan ni solicitan, porque estos gastos han de salir de la costilla del juez, por cuya causa aquí no se ve justicia alguna ni aun a reprenderlos verbalmente, por cuyo motivo carecen de todo ejemplo y temor, y como nación perversa proceden con total desempeño y altivez sin conocerse en ellos superior.

Entre ellos cada cual se atiene a su brazo y yo al de Dios, pues los gayones no castigan ni estorban delito alguno, ni se atreven a prender a ninguno de su nación; por muchas instancias mías se han preso algunos, pero en vista del ningún castigo que redunde sobre sus maldades, ni tienen temor ni sujeción alguna; mis consejos y exhortaciones, aunque los oyen, no se aprovechan de ellos y así, andando el tiempo, será necesario andar con escolta por estos parajes.

Como dije antes, en un informe de 1770 se decía que Fray Pedro tenía 71 años de edad y que era considerado «inservible», aunque en 1774 el ubriqueño continuaba en las misiones.

Un informe del Prefecto P. Gregorio de Benaocaz de julio de 1777 lo menciona dentro del grupo de 40 capuchinos que desde 1658 habían regresado a España «por habérseles cumplido el tiempo [«según las leyes», se dice en otro lugar] y hallarse enfermos habituales, y no poder seguir en el ministerio y tareas de misionarios». Esto lo confirmaba en 1781 el Prefecto P. Buenaventura de Benaocaz.

Albarico. A la izquierda, iglesia de la Virgen de las Tinajas / Yaracuy huellas en el tiempo.

Teniendo en cuenta que en 1774 Fray Pedro continuaba en las misiones y que, según Fray Sebastián, «Fr. Pedro de Ubrique murió en 1775, según el necrologio de la provincia, en Cádiz»), volvería a España en 1774 o 1775, siendo, por cierto, el único de los misioneros ubriqueños que consta que lo hiciera (todos los demás parece que murieron en América). Pero, ¿volvería Fray Pedro a ver su Ubrique natal? Dadas las fechas citadas, es probable que no tuviera tiempo de hacerlo, ya que no sería de extrañar que su muerte en Cádiz la precipitaran las penalidades de la travesía transatlántica.


Fray Eugenio de Ubrique contra la acción destructora de los terremotos

En su Memoria de septiembre de 1758 Fray Pedro habla de la obra misionera de Fray Eugenio de Ubrique, que había sido compañero suyo de viaje desde Ubrique en 1748.

Escudo de Agua Blanca (Portuguesa, Venezuela), fundada por los capuchinos en 1725.

Fray Eugenio nacería aproximadamente en 1702, según los documentos que he consultado (González Caballero cree que nació en 1700). Presidió la misión de Santa Barbara de Agua Blanca, en la actual Agua Blanca, uno de los 14 municipios del estado venezolano de Portuguesa.

El principal mérito que Fray Pedro destacó de Fray Eugenio, aparte de haber «reducido» a indios, fue haber construir una iglesia «decente» provista de ornamentos y «vasos sagrados necesarios» (según se comprueba en los informes y memorias, esto de disponer de «vasos sagrados» en los templos era una fijación de los capuchinos de aquella época y supongo que también de otras órdenes, lo que creo que no decía mucho de la altura de su espiritualidad):

La misión de Santa Bárbara de Aguablanca, en vicaría de dicha villa de Araure, tuvo su principio y fundación el año de 1716 con indios gentiles de las naciones atatures y colorados, y por fuga que hicieron los más de estos a su gentilidad, se poblaron en ella el año de 1725 varios indios dispersos, los más de los ya reducidos y algunos mulatos y zambos libres, que al presente existen en número de 328 almas de ambos sexos; tiene casa e iglesia nueva cobijada de palma, capaz y decente, los ornamentos y vasos sagrados necesarios, y para su cuidado y doctrina el predicador Fr. Eugenio de Ubrique, predicador, de edad de 56 años, 38 de religión y 10 de misionero.

En un informe de 1752 dirigido al Rey se mencionan los trabajitos que tuvo que hacer Fray Eugenio para reconstruir las iglesias que los terremotos le tiraban, sin quizá plantearse si destrucción de esas iglesias no sería precisamente la voluntad de Dios. (Al fin y al cabo, ¿no sería posible predicar la palabra de Jesucristo a la sombra de uno de los majestuosos árboles que por allí abundarían? Porque lo cierto es que dicho profeta demostró no ser muy amigo de los templos, y además predicaba al aire libre).

Distante de dicho pueblo como ocho leguas, a la misma parte del sudoeste de Caracas y jurisdicción de la villa de Araure, está situado a orillas del río de Araure el pueblo de Santa Bárbara de Agua blanca, que fue fundado por vuestros misionarios el año de mil setecientos y veinte y cinco, con copioso número de indios de nación atapaima, que por entonces y después en varias jornadas fueron sacados de los llanos de esta provincia, los que, habiéndose todos después huido, por ser de la misma inclinación que los guamos, por que no se perdiese dicho pueblo, se pusieron en él y poblaron algunas familias de indios libres zambos y mestizos que componen hoy en día hasta el número de doscientas almas.

Hállase dicha misión con su iglesia y casa del Padre apuntalada, amenazando ruina a causa de los temblores que acaecieron los meses de octubre y noviembre del año pasado; por lo que el religioso misionario que asiste en ella, llamado Fray Eugenio de Ubrique, se halla ocupado en su nueva reparación y es el dicho de edad de 50 años.

En otro informe del mismo año se describía así esta misión:

Aguablanca. – El pueblo de Santa Bárbara de Aguablanca, el que fue fundado por los Capuchinos el año de 1729 con bastante número de indios, los que por haberse huido, se fundaron en él los indios libres, mestizos y algunos que quedaron de reducción en número de 200 almas, que son las que al presente existen. Hállase esta misión con iglesia y casa del Padre apuntalada por haberse rendido con los temblores, aunque ya el religioso que asiste en ella, que lo es el Padre Fray Eugenio de Ubrique, de edad de 50 años, la está reconstruyendo.

De 1755 es esta otra descripción:

Aguablanca. – En la jurisdicción de Araure, a las orillas del río de Sarare, se halla el pueblo de Aguablanca, que fue fundado el año de 1725 con copioso número de indios sacados en varias jornadas, los que, habiéndose huido todos, solo se compone el pueblo de algunas familias de indios libres, zambos y mestizos, cuyo número llegará al de 220 almas, y lo administra el Padre Fray Eugenio de Ubrique, de edad de cincuenta y dos años.

En 1770, en un informe al Rey, el Prefecto Félix de Cortes hacía constar la presencia en Aguablanca del Padre Fray Eugenio de Ubrique:

Los misioneros que han venido a ellas, en cuatro distintas remisiones y con los despachos necesarios, desde 27 de julio de 1742 hasta 19 de marzo de 64, son en todos, incluso el religioso lego enfermero, cuarenta, de los que, además de los tres expresados que constan en esta relación haber fallecido, han muerto en el intermedio de dichos años el Padre Fray Miguel de Cádiz en Iguana; en Aguablanca, el Padre Fray Eugenio de Ubrique.

Fray Sebastián dice que Fray Eugenio murió en 1758, fecha con la que coincide Alberto González Caballero.


Juan Evangelista de Ubrique enfermó pero se repuso

En una Lista de los religiosos capuchinos misioneros de esta provincia de Andalucía que se embarcaron para la de Caracas en el mes de julio del año pasado de 1769 figura «el Padre Fray Juan Evangelista de Ubrique, en Santa Bárbara del Alto Orinoco». Según Fray Sebastián tenía entonces 32 años, por lo que nacería en 1737 o 1736 (este es el año que da Alberto González Caballero). De otro documento se deduce que nacería en torno a 1740. Y en otro más se lee que se incorporó a las misiones en 1764, pero parece claramente un error.

En aquella época, los misioneros capuchinos, y en general los europeos que viajaban a las regiones del Orinoco y los Llanos de Caracas se exponían a sufrir una serie de enfermedades que eran comunes en climas tropicales y subtropicales. Estos males eran desconocidos para ellos, por lo que no sabían tratarlos, y, en muchos casos, resultaban agravados por la falta de inmunidad y las condiciones ambientales adversas. Las principales afecciones que padecían serían la malaria (o paludismo), la fiebre amarilla, el dengue o la leishmaniasis, las cuatro causadas por picaduras de mosquitos; la disentería, las fiebres tifoidales o las úlceras tropicales, causadas por bacterias; y enfermedades víricas. Pero también enfermaban, lógicamente, por picaduras de serpientes venenosas y por tabardillo, que es como se llamaba en la época a las insolaciones, que a su vez favorecían las deshidrataciones. Pues bien, Fray Juan Evangelista contrajo alguna o varias de estas enfermedades y tardó en curar de ellas.

En una carta que envió desde la zona del Alto Orinoco y Río Negro (estado de Amazonas, al sur de la actual Venezuela) el 14 de agosto de 1771 (solo dos años después de llegar a las misiones) al que era entonces Comisario general para las misiones capuchinas en América, Fray Antonio de Irlanda, el ubriqueño refiere las padecimientos de él y otros dos compañeros, pide licencia para a «nuestra provincia» [¿Andalucía?] y aprovecha para criticar el comportamiento de «los malos ministros de Dios y del rey, a quien están engañando en todo»:

Muy R. P. nuestro: Con mucha complacencia he recibido la agradable noticia de la acertada elección hecha con V . P . M . R., de que le doy la debida enhorabuena, pidiendo a Dios le conceda perfectísima salud para alivio de todos los que logramos el honor de ser sus más tendidos súbditos, ofreciéndome a V . P . M, R. para cuanto valga en su obsequio.

Padre nuestro, el día 7 del corriente llegamos a esta ciudad de Caracas el Padre Fray Nicolás de Antequera y yo, más muertos que vivos, saliendo de San José de Maypures el 27 de junio, que logramos ocasión de ello.

El Padre Fray Fidel de Granada y nosotros dos, a los 12 días de navegación, llegamos a Camaguán, cuyo presidente es el Padre Fray Tomás de Castro, quien nos recibió con el mayor agrado y compasión al ver nuestra infelicidad; en ella estuvimos 5 días por si podíamos recobrar algún aliento para seguir a esta ciudad, pero aunque los dos con mucho trabajo pudimos seguir, el Padre Fray Fidel no fue posible, porque las calenturas que desde mediados de enero no le ha faltado una cada día lo postraban más, añadiéndose a esto el estar de pies a cabeza hecho una viva llaga, que dudo pueda el pobre convalecer de tan graves accidentes.

Llegamos, finalmente, a esta ciudad, donde nos hemos presentado al señor gobernador y obispo, haciéndolo al mismo tiempo por el Padre Fidel, para libertarlo en aquellas inmediaciones de Orinoco de alguna tropelía o tiranía de las muchas que allí se acostumbran.

Padre nuestro, referir a V. P. M. R. los trabajos, las crueldades e infelicidades que en el tiempo de 20 meses que allí hemos estado, hemos padecido, no cabe en ponderación; esto es sacrificar religiosos no en servicio de Dios ni del rey sino es de la malicia e interés de los malos ministros de Dios y del rey, a quien están engañando en todo. Cuatro religiosos han muerto en tan corto tiempo en la mayor infelicidad, aun sin el consuelo de recibir los Santos Sacramentos.

Los médicos de esta ciudad nos aseguran ser muy dificultoso nuestro restablecimiento, con cuyo motivo suplico a V. P. M. R. que se digne remitirnos la obediencia para retirarnos a nuestra provincia [se entiende que se refiere a la Provincia capuchina de Andalucía] y, caso que podamos lograr el restablecimiento de nuestra perdida salud, respecto a que en esta provincia de Venezuela hay necesidad de operarios, no nos excusamos en tal caso seguir nuestro ministerio en ella el tiempo que nos falta, por no defraudar las reales intenciones de S. M., que Dios guarde, pues que ignora el modo de tratar en Orinoco y de todas estas maldades no tiene la culpa, por lo que todo lo dejo a la alta prudencia y piadoso corazón de V. P. M. R., esperando de su benignidad nos consuele concediéndonos lo que humildemente por Dios le suplicamos.

En el día no me hallo con fuerzas para decir a V. P. M . R. todo lo acaecido desde nuestra llegada en nosotros, y el estado tan deplorable en que está todo, pero espero que en navío que sale a principios del mes que viene, podré hacerlo.

Padre nuestro, hemos logrado encontrar en esta ciudad a V. M. R . P. Prefecto de esta provincia Fray Félix de Cortes, quien compadecido de nuestras infelicidades, igualmente con nuestro hermano síndico se han apersonado con el señor gobernador y obispo, mereciéndoles buen acogimiento en todo por sus buenos oficios y nuestras manifiestas necesidades.

Nuestro Señor guarde la vida de V. P. M. R. por muchos años, como desea para sí su más rendido fiel súbdito, hijo y servidor.

Caracas y agosto, 14, de 1771. B. L. M. de V. P. M. R.,
Fray Juan Evangelista de Ubrique.

No volvió a la Península. Fray Juan Evangelista estaba incluido en 1771 en una lista de 6 religiosos misioneros capuchinos que de las misiones del alto Orinoco y Rionegro, donde estaban residiendo y por enfermos, se regresaron a curarse a la provincia de Caracas. Pero

ya enteramente restablecidos en su salud, se solicita que el Real Consejo los incorpore y agregue a la misión de Caracas, los que, incorporados con los ocho religiosos que se han colectado últimamente en esta provincia, corresponde a los catorce que dicho Real Consejo pidió al Comisario general para la consabida conquista de la gentilidad de Apure y Meta.

Actual iglesia de Nuestra Señora de la Paz en Guanarito / Monina Wirkes en Pinterest.

Según un documento de 1773, aquel año se hallaba en Nuestra Señora de la Paz de Guanarito, misión que había sido fundada el 24 de enero de 1768 por Fray Andrés de Grazalema. El lugar se llama hoy Guanarito, de la jurisdicción de Guanare. (Ambas ciudades venezolanas, Guanarito y Guanare, se encuentran actualmente en el estado de Portuguesa, tienen 49 000 y 241 000 habitantes, respectivamente, y distan unos 77 km). Según el blog Arquitectos del Conocimiento:   

Ya para 1772, han transcurrido también dos años sin el asesoramiento espiritual a las familias guanariteñas, motivo por el cual algunos líderes de la comunidad compuesta por heterogéneas castas destacándose entre estos algunos blancos criollos, se dirigieron al Capitán General de Venezuela Joseph Carlos Agüero, solicitándole el envío de un sacerdote para que prestase servicios religiosos a la población. Es entonces cuando envían para Guanarito a Fray Juan Evangelista de Ubrique, el cual se desempeñó por varios años al frente de los destinos espirituales de ese pueblo.

En junio de 1774, en un Estado de la misión dado al rey por el Prefecto P. Andrés de Grazalema desde Divina Pastora de Guanare se dice que entre «los que se han vuelto de Orinoco y están destinados a las fundaciones entre Apure y Meta» se hallaban Fray Juan Evangelista de Ubrique y Fray Fidel de Cortes (y también Fray Miguel de Ubrique, del que hablaré después). En ese momento había 36 misioneros capuchinos en los Llanos de Caracas.

En Guanarito seguía Fray Juan Evangelista en 1777, según se menciona en un informe redactado ese año por el que a la sazón era Prefecto de los Llanos de Caracas, el P. Gregorio de Benaocaz. Una memoria sobre el estado de la misión escrita en julio de ese mismo año por el Prefecto benaocaceño describía así la misión donde se hallaba el fraile ubriqueño:

Nuestra Señora de la Paz de Guanarito. Se dio principio a esta fundación el año de 1772; se compone de indios achaguas y algunos criollos: número de almas, 480. Tiene casa e iglesia capaz y muy decente y con mucho costo adornada, campana, vasos sagrados, ornamentos, todo con mucha decencia, con lo necesario para el servicio de la iglesia. La administra el P. Fr. Juan Evangelista de Ubrique, de edad natural 37 años y en su servicio de misiones entrado en los ocho; se halla de compañero, por estar enfermo habitual, el P. Fr. Gabriel de La Higuera, de edad natural 59 años y en el servicio de misiones entrado en los treinta.

Cuatro años más tarde, en julio de 1781, de un informe de un nuevo Prefecto que también era de Benaocaz (Fray Buenaventura), se deduce que el lugar había ganado mucha población:

Nuestra Señora de la Paz de Guanarito, junto al río de este nombre, distrito de la ciudad de Guanare. Almas, 1393. Se principió el año 1772 su fundación con indios achaguas y criollos, a que se agregaron bastantes españoles blancos y de color, que en todos componen actualmente ciento noventa y tres familias con ciento setenta casas y mil trescientas noventa y tres almas. Tiene casa e iglesia de bajareque [palos entretejidos con cañas y barro], cobijadas de palma, muy capaces, campana, vasos sagrados, ornamentos y alhajas para el culto, todo muy decente. La administra su fundador el P. Fr. Juan Evangelista de Ubrique, entrado en los doce años de servicio en las misiones.

Finalmente, en otro informe de Fray Buenaventura de Benaocaz, de abril de 1788, se incluye a Fray Juan Evangelista de Ubrique entre los fallecidos desde 1767. Teniendo en cuenta todas las fechas, moriría (en Guanarito) entre 1781 y 1788. Fray Sebastián y Alberto González Caballero datan el fallecimiento en 1787.


Fray Miguel de Ubrique enfermó y no se recuperó bien

Alberto González Caballero no tiene clara la fecha del nacimiento de Fray Miguel de Ubrique, pero apunta a que pudo ser en 1718. Fray Sebastián lo hace mucho más joven: 1729.

En 1771 se escribió una Lista de los RR. PP. enfermos que en distintas ocasiones se han curado en la casa y pueblo llamado Cabruta, desde el año de 1767 y hasta el de 1771, residente en el Orinoco, y en ella figura esta información: «El Padre Fray Miguel de Ubrique, luego que llegó, enfermó y se volvió a Caracas para venirse a España, aunque no ha llegado».

Parece ser que fue como muy tarde en 1770 cuando pidió volver a España, ya que en el Archivo General de la Nación de Venezuela existe un documento (al que no he podido acceder) titulado así: Testimonio de las diligencias evacuadas por Fray Miguel de Ubrique, Religioso Capuchino al servicio de las Misiones del Orinoco, sobre su solicitud de licencia para retirarse a los Reinos de España por su mal estado de salud. -Año de 1770.- [Índice de Diversos, Tomo XL] Folio 29.

Como dije antes, Fray Miguel figura junto con Fray Juan Evangelista de Ubrique en una nómina de 1771 de los 6 religiosos misioneros capuchinos que de las misiones del alto Orinoco y Rionegro, donde estaban residiendo y por enfermos se regresaron a curarse, indicándose que ya estaban enteramente restablecidos y quedaban oficialmente en disposición de ser enviados a alguna reducción. Como también dije más arriba, un informe de 1774 confirma esto: «Los que se han vuelto de Orinoco y están destinados a las fundaciones entre Apure y Meta, son (…) el P. Fr. Juan Evangelista de Ubrique (…) el P. Fr. Miguel de Ubrique (…) y se hallan empleados en el ministerio apostólico».

Margarita Escudero de Achabal (Alimentación, salud y enfermedad en el Hospital San Pablo de Caracas (Siglo XVIII), Trabajo de Fin de Grado, Universidad Central de Venezuela, 2007) nos da una curiosa noticia sobre el enfermo Fray Miguel, noticia que viene a decir que los médicos no sabían qué enfermedad tenía o que no sabían tratarla:

Todavía en 1770 se puede notar en los médicos que ejercían en la Provincia de Venezuela una total adhesión con los postulados hipocráticos, tal como lo prueban las consideraciones que se hacen en torno a la petición que hace fray Miguel de Ubrique para que se le permita regresar a España en razón de sus enfermedades, y que fue sometida a la consideración de los cuatro principales médicos que ejercían su profesión en Caracas: Francisco Guasch, médico titular del Hospital San Pablo de Caracas; Xavier de Socarrás, facultativo muy conocido y de amplio prestigio en la capital; Lorenzo Campins y Ballester, futuro Protomédico y Catedrático de la Facultad de Medicina; y Juan Antonio Perdomo, pionero de la variolización en la Provincia de Venezuela. En los razonamientos que estos cuatro facultativos hacen para sustentar su opinión en torno a las dolencias de fray Ubrique y la pertinencia de su solicitud, los fundamentos hipocráticos son la única referencia utilizada (AGN, Sección Diversos, Tomo XL, 1770). En la lectura de este informe se puede percibir que la influencia de las nuevas ideas médicas aún no se había instalado en el menage de conocimientos de los médicos más respetados e influyentes de la segunda mitad del siglo XVIII de la Colonia venezolana.

En el habitual estado de las misiones enviado al Rey por el correspondiente Prefecto en 1774 desde Guanare se dedicaba un somero apartado a la de San Rafael de Onoto (capital del actual municipio de Onoto, de unos 18 000 habitantes, en el estado de Portuguesa), la cual era asistida por Fray Miguel de Ubrique, del que se dice que no estaba recuperado de su enfermedad:

San Rafael de Onoto.— Fundaron esta misión vuestros misionarios capuchinos en el año de 1726 con indios gentiles de nación otomacos, guaranaos y chiripas, a que se han agregado otros de las mismas naciones y por su veleidad y poca subsistencia se han huido y solo se hallan en el estado de 24 familias de la misma nación y 30 de vecinos de todas calidades que circunvalan sus serranías, que compone el número de 54 familias, 258 almas. Asistió esta misión el espacio de 18 años e1 R.P. exPrefecto Fr. José de Alhama, que falleció en ella en el año de 1772 con grande edificación. La asiste ahora el P. Fr. José de Soto con el P. Fr. Miguel de Ubrique; este se halla enfermo de resultas de Orinoco, y aquel es de edad de 64 años. Tiene iglesia cobijada de palma, capaz y decente, ornamentos y vasos sagrados, campana y lo demás necesario para la administración de sacramentos.

Actual iglesia de San Rafael de Onoto / notitarde.com.ve.

Fray Miguel moriría entre 1767 y 1777, pues en un informe del estado de las misiones dirigido al obispo de Caracas por el Prefecto Fray Gregorio de Benaocaz en julio de ese último año se indica que ya falleció (en Caracas). Otro informe señala que fue uno de los misioneros capuchinos fallecidos en el periodo de 1767 a 1781. Según Fray Sebastián, el año de la muerte fue 1774. Si el dato es correcto, solo pudo resistir cinco años en las misiones.


Otros dos frailes ubriqueños relacionados con las misiones

Aparte de los siete misioneros de los que he informado, hubo otros dos ubriqueños que no misionaron propiamente pero que coordinaron desde la Península estas operaciones religiosas como comisarios generales para las misiones capuchinas en América.

De los dos, el primero que desempeñó este cargo fue Fray Félix José de Ubrique, elegido en Jerez el 22 de octubre de 1717, según Alberto González Caballero. De acuerdo con este mismo autor, este fraile nació en 1667; Fray Sebastián dice que fue en 1657; ambos coinciden en que murió en 1731.

A Fray Félix José de Ubrique lo pone Fray Sebastián por las nubes. A mi modo de ver, y como dije en otro lugar, era un servilón, el capuchino ubriqueño más servilón del que he tenido noticias. Difícilmente superable en esta faceta. Entre sus numerosas perlas, defendía que la limosna dada a Dios (es decir, a los curas y frailes) «ha de ser magnífica», pero que a los pobres hay que dársela corta porque ser pobres “es mal de la naturaleza”. Y este fue Comisario general de las misiones. Probablemente por pelota.  

El otro ubriqueño que ocupó el cargo fue Fray Gabriel de Ubrique (1774-1835, según Alberto González Caballero). Fue nombrado en Granada el 23 de mayo de 1834 al mismo tiempo que Provincial (principal autoridad capuchina) de Andalucía. Parece ser que fue el último Comisario, pues el cargo se extinguió. La razón la da Fray Sebastián:

La inmensa pena de ver desplomarse en un día a la provincia de capuchinos de Andalucía, después de tres siglos de inmarcesibles glorias, tocó a un hijo de esta villa, [al] que en aquella hora aciaga le correspondió regir sus destinos. Este fue el M. R. P. Fr. Gabriel de Ubrique, último provincial, en cuyo tiempo sobrevino la exclaustración.

Se refiere al abandono del convento de Ubrique en aplicación de la Real Orden de Exclaustración Eclesiástica del 25 de julio de 1835 por la que se suprimían todos los conventos en los que no vivieran al menos doce religiosos profesos.


Apéndice

Datos biográficos de los siete misioneros capuchinos ubriqueños en los Llanos de Caracas y fecha de llegada según Alberto González Caballero en «Misión de los Capuchinos Andaluces en Venezuela (1658-1820)«, Estudios Franciscanos 103 (2002) 437-472.

Fray * de UbriqueNac. – Def.Llegada a América
Antonio1676 – 17261705
Vicente1703 – 17421728
Diego Agustín1695 – 17741742
Eugenio1700 – 17581748
Pedro1702 – 17751748
Juan Evangelista1736 – 17871769
Miguel(1718 – ? )1769

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