viernes, 19 diciembre 2025

Emigración ubriqueña a Hawái (1907-1913)

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A principios del siglo XX la industria azucarera de Hawái necesitaba mucha mano de obra. Desde 1850 habían pasado por las plantaciones del archipiélago cientos de miles de jornaleros asiáticos, pero no acaban de cuajar allí, por lo que siempre era necesario renovar la fuerza obrera. También se empleaban en Hawái cañeros portugueses de Azores y Madeira, los cuales, por alguna razón, eran preferidos por los dueños de los cultivos, que mayoritariamente eran de origen norteamericano (Estados Unidos se había anexionado Hawái en 1898).

Trabajadores de la caña de azúcar en Madeira (Foto: Dawlishchronicles.com).

Así que a partir de 1907 la Asociación de Azucareros de Hawái decidió animar también a españoles de provincias con tradición en el sector, como Málaga y Granada, a que viajaran al archipiélago para trabajar en la caña. Unos 9000 españoles acudieron a la llamada entre 1907 y 1913, periodo en el que se organizaron 6 expediciones en otros tantos buques. En ellos se embarcaron algunas familias ubriqueñas o relacionadas con Ubrique. La mayoría de los emigrantes a Hawái acabaron años más tarde en California.

Ejemplar deteriorado del cartel que se distribuyó como reclamo para ir a trabajar a Hawái (Foto: El Periódico de Extremadura).

El reclamo

La oferta de empleo se anunció mediante carteles como el de la figura. En ellos, tras hacerse una bucólica descripción literaria de las islas Hawái “según el célebre viajero M. C. de Variony”, se exponía de este modo el asunto:

Los emigrantes españoles que quieran acogerse a las concesiones y beneficios que ofrecen las leyes de Inmigración y Colonización del Estado de Hawái obtienen pasaje gratuito desde Málaga para dicho Estado en magníficos vapores de marcha rápida de más de 12000 toneladas, con comida durante el viaje a la española, condimentada por cocineros embarcados expresamente para ello.

Se informaba de los salarios. Los varones cabeza de familia ganarían “20 duros americanos oro” al mes durante el primer año de trabajo, 21 el segundo y 22 el tercero. Sus esposas percibirían 12 duros. Los demás miembros de la familia mayores de 15 años recibirían “13 duros mensuales sin son varones y 10 si son hembras”.

Además, se les prometía que desde que desembarcaran se les facilitaría “una magnífica casa-vivienda (que vale más de 500 pesos oro), agua y lumbre y escuele gratuita donde reciben educación los hijos menores, para los que es obligatorio asistir a ella”. A los tres años de trabajo, si habían observado buena conducta y demostrado ser buenos labradores en el cultivo de la caña de azúcar, “se les cede gratuitamente y en propiedad absoluta y sin gravamen alguno la casa donde estén viviendo y además una fanega de tierra”.

Para ser admitidos, los emigrantes tenían que ser agricultores, no padecer defectos físicos (especialmente debían tener buena vista) y disfrutar de buena salud en general. Además, era imprescindible que llevaran a sus familias, las cuales habían de tener una composición específica.


Nuevo Mundo, 14-3-1907

Heliopolis, 1907

La primera expedición la formaron unas 2250 personas de los cuales la mitad eran menores. Se embarcaron en el vapor británico Heliopolis, que zarpó de Málaga el 10 de marzo de 1907 y fondeó en Honolulú el 26 de abril.

No tengo claro si en esta primera tanda había algún emigrante que tuviera una relación significativa con Ubrique. Los nombres de los colonos y sus circunstancias figuran en unos libros manuscritos llamados List or Manifest of Alien Passengers for the United States Immigration Officer at Port of Arrival. Pero estas nóminas están llenas de borrones, tachaduras, enmiendas… En algunas entradas faltan datos; en otras hay una farragosa acumulación de siglas o abreviaturas de difícil comprensión; en ocasiones la tinta del reverso se transparenta… Además, parece que se incorporaron datos posteriormente, quizá años más tarde. Agravaba a este galimatías el hecho de que tanto los fletadores como los oficiales de inmigración en el puerto de destino eran de habla inglesa, por lo que escribían muchos nombres según su oído les dictaba. Por ejemplo, he visto escrito Abrique por Ubrique, quizá porque la u de muchas palabras inglesas se pronuncia a. Para colmo, algunos emigrantes proporcionaban información falsa, bien para cumplir las condiciones de contratación o para eludir obligaciones como la de la incorporación al servicio militar.

Haciendo un trabajo ingente e impagable, estos “manifiestos” han sido analizados y transcritos, cotejando los datos dudosos con los que aparecen en otras fuentes, por un grupo de especialistas interesados en este tema entre los que se encuentra Steven Alonzo, estadounidense residente en Sacramento (California) que desciende de una de las familias de colonos. El Spain To Hawaii Project de Alonzo ha vertido parte del resultado de sus investigaciones en la página web Spain to Hawaii. Hace unos meses escribí al señor Alonzo para pedirle información sobre personas ubriqueñas o relacionadas con Ubrique que habían emigrado a Hawái. Amablemente se tomó la molestia de confeccionar una tabla con los nombres de estas personas extraídos de los Manifests de los seis barcos que condujeron a los 9000 españoles a Hawái. Pues bien, en la tabla de Steven Alonzo solo hay una entrada en la sección del buque Heliopolis (es decir, la primera expedición) que tiene relación con Ubrique. Se trata de la hija menor de una familia de Bornos apellidada Romero Ramírez. El nombre de pila de la niña era Cristobalina y figura en la última línea del extracto de la tabla que muestro en la siguiente imagen:

No obstante, creo que es probable que se trate de un error y que esta persona no fuera natural de Ubrique, como argumentaré a continuación. (De ser un error, este no desmerecería el trabajo de los investigadores, que han tenido que manejar de forma detectivesca una cantidad de datos ingente).

Empezaré diciendo que los datos de la tabla anterior son muy diferentes a los que aparecen en el Manifest del barco Heliopolis. La siguiente imagen muestra un fragmento de las entradas de la familia Romero Ramírez en dicho Manifest (he omitido muchas columnas que aparecen a la derecha porque no hacen al caso y su interpretación entraña cierta dificultad):

Hawaii, Honolulu Passenger Lists, 1900-1953, FamilySearch / NARA A3422 (Washington: National Archives and Records Administration) (fragmento).

Como se puede ver en la imagen, aparentemente el padre de esta familia se llamaba Juan Román Mateos, de 52 años de edad, y la madre Juana Domínguez, de 51 años. Pero Alonzo y sus colaboradores, en la tabla que me han mandado y de la que he reproducido más arriba el extracto que interesa, tras consultar otras fuentes han corregido estos nombres por Juan Romero Mateos y Juana Ramírez Domínguez. En Ancestry.com se puede encontrar un árbol genealógico de esta familia que está en consonancia con las correcciones hechas por el grupo de Alonzo:

Las diversas fuentes coinciden en señalar que la madre de la familia era de Bornos. El padre, según la tabla de Steven Alonzo, era de Benaocaz. En dicha tabla se señala que la familia vivía en Sevilla antes de pasar a Hawái (así aparece en el Manifest), pero que los hijos eran de Benaocaz, Bornos y, la más pequeña, Cristobalina, de Ubrique, como he mencionado. Sin embargo, en el árbol genealógico de Ancestry.com se lee que los hijos más talludos habían nacido en Bornos; los intermedios (Adelaida, Otilia) en Benaocaz; y los cuatro hijos menores (Consolación, Juan, Laureana y Cristobalina) en Sevilla, lo que confirmaría que en cierto momento la familia se trasladó a Sevilla. Por otra parte, en el Manifest no se indica que Cristobalina fuera natural de Ubrique

Al hilo de todo esto haré algunos comentarios sobre uno de los miembros de esta familia. En el Manifest del Heliopolis aparece intercalado entre dos entradas el nombre “Alfonso Romero”. El nombre completo de este pasajero era Alfonso Romero Ramírez, según ha interpretado (a mi juicio muy convincentemente) Steven Alonzo. Era el primogénito de la familia, habría nacido en Bornos (al igual que su hermana Josefa y probablemente también Francisca) y estaba ordenado sacerdote, como lo confirma una descendiente de los Ramírez en la página Bornichos por el mundo. Con motivo del éxodo campesino del que estoy hablando su fotografía apareció en la revista Nuevo Mundo del 14 de marzo de 1907 con un pie en el que se lee: “El padre Ildefonso Romero, capellán católico que irá a Hawái con los emigrantes” (como es sabido, Ildefonso es una variante en español de Alfonso).

Nuevo Mundo, 14-3-1907
Alfonso Romero Ramírez (Hawaiian Spaniards)

Esta es otra fotografía del cura que se muestra en la página de Facebook Hawaiian Spaniards (creada por Michael Muñoz para poner en comunicación a descendientes de aquella emigración) y que sería tomada en Estados Unidos por algún sobrino o sobrina porque al pie se lee en inglés “uncle Alphonso Romero”.

Por cierto, en el Manifest creo ver escritas en la casilla de “último lugar de residencia” de Alfonso Romero las palabras “San Francisco Calif”, anotación que supongo que es muy posterior al viaje.

Como se ve en el árbol genealógico presentado más arriba, una de las hijas de esta familia se llamaba Otilia. Ella también viajó a Hawái, pero estaba casada y por eso aparece en otro lugar del Manifest. Concretamente, su nombre está junto al de su marido, Alberto Castro Ruiz. Otilia tenía 22 años y, según los datos del grupo de Alonzo, había nacido en Benaocaz pero vivía en Sevilla, de donde era natural su marido, que tenía 24 años. Viajaban con su hijo Alfonso, de 1 año de edad, y con una hermana soltera de Alberto llamada Emilia, que era sevillana, tenía 38 años y estaba soltera.

Nuevo Mundo, 14-3-1907

Mal comienzo

Aquella primera expedición a Hawái no arrancó bien. Acontecieron hechos lamentables que los especialistas James D. Fernández, de la New York University en Madrid, y Luis Argeo, periodista gijonés, han rastreado en la prensa histórica. (Fernández es descendiente de una familia que pasó de España a Nueva York y es un gran especialista en temas relacionados con la emigración de españoles a Estados Unidos).

Nuevo Mundo, 14-3-1907

Desde una semana antes se fue agolpando un gran número de emigrantes en el puerto de Málaga para esperar la llegada del vapor, presentando los muelles “tristísimo aspecto”, según decía el diario ABC del 28 de febrero de 1907.

Emigrantes esperando en el muelle Heredia del puerto de Málaga para ser embarcados (Torres / ABC, 8 de marzo de 1907).

En la edición del 8 de marzo, que era el día previsto para la salida, este mismo diario narraba que “se suceden escenas conmovedoras entre los que van a embarcar y los individuos de las familias y convecinos que se quedan”.

(Cruz Lozano / Nuevo Mundo, 14-3-1907)

Parece ser que el vapor llegó a zarpar ese día, pero tuvo que volver al puerto porque algunas familias se amotinaron en protesta por la mala calidad de la comida y la habitación. Según el Utica Herald Dispatch del 9 de marzo, “varias personas fueron heridas de gravedad durante el enfrentamiento y también algunos miembros de la tripulación”.

El ABC del 9 de marzo calificaba la expedición de “cargamento de carne humana” y afirmaba que los emigrantes “van hacinados como bestias (…), se les repartió un rancho miserable, que muchos arrojaron por las bordas. Hay grande indignación y enérgicas protestas. Muchas familias desembarcaron y han desistido de emigrar”.

(Nuevo Mundo, 14-3-1907)

La Vanguardia del 10 de marzo de 1907 informaba de que el ministro de la Gobernación había recabado informes al gobernador de Málaga, el cual le había asegurado que

las condiciones higiénicas del Heliópolis son mucho mejores que las de cuantos buques se destinan para la emigración, teniendo literas para todos los emigrantes. Lleva víveres en abundancia, leche condensada y biberones para los niños. Lo ocurrido ayer fue originado por falta de organización en los servicios y por estar la comida mal condimentada, siendo esto motivo para que 300 emigrantes desembarcaran propalando exageradas noticias. Me personé y conferencié con los cónsules inglés y norteamericano, pues si bien el buque navega con bandera inglesa, los dueños son americanos. Los emigrantes quedaron tranquilos después de hacer que se les diese abundante comida de fiambres. Hoy han embarcado panaderos y cocineros españoles.

Emigrantes sobre la cubierta del vapor Heliopolis (Torres / ABC, 8 de marzo de 1907)

La Vanguardia del 13 de marzo decía: “Comunican de Málaga que los 600 emigrantes que desistieron de emprender el viaje a las islas Hawái en el vapor “Heliópolis”, no pudieron recoger a tiempo sus equipajes y el barco zarpó, llevándoselos”. Y en la edición del día 11 de este periódico barcelonés se leía que las personas que habían desistido del viaje habían pedido al gobierno civil socorros para regresar a sus pueblos. Se organizó un espectáculo para recaudar fondos con este fin. Por su parte, «las sociedades obreras han celebrado un mitin para protestar contra el gobierno que consiente la emigración».

Este periódico contaba ese día algunas anécdotas:

  • Los tripulantes del buque Heliópolis, que son chinos y japoneses en su mayoría, querían saltar a tierra, pero el capitán del barco lo ha impedido.
  • Ha sido desembarcada del Heliópolis una niña de once años que pretendía viajar sola a las islas Hawái. Ha sido entregada a su madre, que estaba desolada en el muelle, buscándola.
  • También han sido desembarcadas una mujer coja y otra ciega.
  • Una mujer, con una niña pequeña en brazos, recorría llorando los muelles, pidiendo que prohijaran a su hija para no exponerla a la muerte. Créese que la niña ingresará en la Inclusa.

También dice que antes de zarpar el barco murió una niña, que sería la primera de los 19 menores fallecidos por el sarampión durante el mes y medio que duró la travesía, según el Boston Daily Globe del 28 de abril. En sus páginas también se lee que a lo largo del viaje hubo 14 nacimientos a bordo.

Finalmente, el buque abandonó definitivamente el puerto de Málaga el 10 de marzo. A mediados de abril había llegado a Puntas Arena (Chile). Desde allí se informaba que a bordo “se han producido hechos tristísimos. Los pobres emigrantes han sido martirizados en toda forma y han tenido que alimentarse con manjares averiados y agua corrompida. Conocidos del público estos hechos, han producido la más viva indignación”. (La Vanguardia, 16 de abril).

Niños españoles a su llegada a Hawái (Hawaiian Gazette, 30-04-1907)

El punto de vista estadounidense

La prensa estadounidense aprobaba en general esta estrategia migratoria. El Washington Post del 14 de diciembre opinaba que

la importación de obreros europeos también significa la reducción de la proporción de asiáticos en Hawái, lo cual es deseable, ya que los europeos son más asimilables. En unos cuantos años los portugueses y españoles que trabajan para su salvación en Hawái serán unos buenos ciudadanos americanos. Los japoneses y los chinos nunca se convertirán en americanos.

Por su parte, el corresponsal del Geneva Daily Times and Courier del 8 de marzo decía desde Madrid que existía la creencia general de que la operación migratoria era

un plan de EEUU para poner en jaque la colonización japonesa en las islas de Hawái. Los 2000 andaluces que viajaron hoy con destino a las islas son solo la primera parte de las personas que se espera enviar. Otras embarcaciones están siendo preparadas para esto. Las autoridades de Washington están alentando esta emigración con la esperanza de llenar la isla con colonos blancos.

Trabajadores en una plantación de caña de azúcar hawaiana (Universidad del Sur de California / Sociedad Histórica de California)

El gobierno estadounidense temía que la emigración a Hawái fuese utilizada por los colonos para dar un salto posterior al continente (como así sucedió). Por eso, el San Francisco Chronicler se sorprendía el 20 de septiembre de que

Los inmigrantes españoles, traídos por el vapor Heliopolis unos meses atrás, han causado satisfacción en toda la isla. La mayor parte de estos han permanecido en las plantaciones donde fueron inicialmente contratados. Muy pocos han abandonado los sembradíos, ya sea para trabajar en otro oficio o para huir de la isla. Ha habido algunos que nunca tuvieron intenciones de trabajar en las plantaciones, pero vieron la oportunidad de venir en el Heliopolis y abandonar su país como oportunidad única para arribar a América más barato que de ninguna otra manera. Unos pocos han abandonado el campo para encontrar otro trabajo, alegando que el salario no es suficiente para mantener a la familia.

Dos años más tarde de la llegada las cosas habían cambiado. En el mismo periódico (edición del 2 de julio de 1909) se leían esta informaciones sobre hechos que estaban ocurriendo en San Francisco:

A cuarenta familias indigentes españolas, que están siendo atendidas por la Asociación de Caridad en esta ciudad, se les ha dado la opción de ser deportadas a España o de regresar a trabajar en la plantaciones azucareras de Hawái (…). Los españoles han declarado que se les hacía trabajar catorce horas diarias en los cultivos y que se les obligaba a comprar los productos básicos para sus necesidades en las tiendas de la compañía a unos precios exorbitantes (…).

Durante los pasados seis meses, doscientas de estas familias [de las aproximadamente 700 que llegaron] han abandonado las islas con destino a California. Llegaron sin vestimenta apropiada para el clima fresco de San Francisco e inclusive, muchos de ellos, sin ropa de cama. Pronto se convirtieron en una carga para las organizaciones de caridad; durante el mes de mayo la organización les donó más de 700 dólares. Al principio de la temporada de cosecha, todas las familias, exceptuando cuarenta de ellas, encontraron trabajo en el interior y en la costa del estado. Las cuarenta familias restantes se han mantenido sin hacer nada y es por ello que el agente de Silva está utilizando todos sus poderes de persuasión, ayudado por el gobierno de Estados Unidos, para convencerlos de que han de regresar a las islas (…). A estas cuarenta familias se les está ofreciendo transporte gratuito a Honolulú en el barco Alameda, que saldrá el 17 de julio. Si rechazan la oferta serán deportadas a España.

Los inmigrantes le comentaron al secretario Harry R. Bogart representante de la Asociación de Caridad, de que eran obligados a trabajar desde las 4 de la madrugada hasta pasadas las 6 de la tarde y de que eran trasladados grandes distancias en coches sin ningún tipo de barandilla de protección (…). El señor de Silva negó ayer que a los trabajadores se les haya obligado a trabajar más de diez horas al día y también comentó que los gastos diarios de los inmigrantes no eran tan altos como denuncian, al menos no tanto si se tiene en consideración que la vivienda es gratuita y que cada hogar tiene media parcela de tierra en donde pueden cultivar la cantidad de comida que desean (…). El señor de Silva señaló el hecho de que doscientas familias se las habían arreglado, en dos años, para ahorrar lo suficiente para pagar su viaje al precio de 30 dólares por persona a esta ciudad.


El vapor de hélice Orteric (Bank Line, Inver Transport & Trading / Wikimedia)

Orteric, 1911

Cuatro años más tarde se organizó un nuevo embarque de emigrantes hacia Hawái porque los empresarios azucareros necesitaban más mano de obra, entre otras razones debido a que buena parte de ella levantaba pronto el vuelo. En esta ocasión fue fletado el transatlántico británico Orteric, que levó anclas en el puerto de Gibraltar el 24 de febrero de 1911 transportando a unos 1450 emigrantes, dos tercios de los cuales eran españoles y el resto portugueses (la mezcla de nacionalidades pronto se reveló una mala idea). El buque atracó en el puerto de Honolulú el 13 de abril.

Entre los futuros colonos se encontraba el jornalero Antonio Montes de Oca Cózar con su familia, residentes todos en Tarifa. Los correspondientes apuntes de los miembros de esta familia en el Manifest del barco son estos (por claridad, he omitido la parte central de la hoja de los datos):

Hawaii, Honolulu Passenger Lists, 1900-1953, FamilySearch / NARA A3422 (Washington: National Archives and Records Administration) (fragmentos).

Como se ve, no se indican los apellidos de Francisca, la madre de esta familia, pero Steven Alonzo ha investigado en otras fuentes y ha averiguado que eran Aguilar Ruiz. Había nacido el 31 de mayo de 1883 en Tarifa (por lo tanto, tenía 27 años cuando embarcó). Murió el 17 de julio de 1960 en el condado californiano de Sonoma. En cuanto a Antonio Montes de Oca Cózar, según Alonzo nació en Ubrique en torno a 1874 (tenía 37 años cuando emigró).

Del Manifest del buque se deduce que el matrimonio designó inicialmente a Jacinto Montes de Oca Cózar, de Ubrique, como “familiar más cercano o amigo” en caso de necesitar las autoridades contactar con alguien residente en España. Pero el nombre de esta persona está tachado y sobre él está escrito el de un Cristóbal Díaz, también de Ubrique, del que parece que se indica que es brother in law (cuñado). En las entradas de los hijos, bajo el nombre de la persona de contacto se escribe uncle (tío). Es destacable mencionar que en Ubrique, en la escuela de Francisco Fatou, estaban matriculados en el curso 1909-10 un niño llamado Jacinto Montes de Oca Clavijo y otro llamado Pedro Clavijo Montes de Oca, según leo en la página Manuel Cabello Janeiro y Esperanza Izquierdo Fernández. «El blog de Ocurris».

Como curiosidad, copio algunas anotaciones sobre los rasgos físicos de estas personas que aparecen en el Manifest del barco. De Antonio Montes de Oca se asentó que medía 1,70, que era moreno de pelo y que sus ojos eran azul-grisáceos, así como que tenía un lunar en la mejilla derecha. Su mujer medía 1,53, era morena y tenía una cicatriz en el centro de la frente. La mitad de los hijos heredó los ojos azules del padre y la otra mitad los marrones de la madre. La hija era pecosa. Por otra parte, ningún miembro de la familia sabía leer ni escribir.

La familia la formaban, además del matrimonio, sus hijos Antonia, de 7 años, Antonio, de 6, Manuel, de 3, y Diego, de 9 meses. Steven Alonzo ha conseguido valiosas informaciones biográficas de los cuatro:

  • La hija, Antonia, nació el 19 de abril de 1903 en Chiclana y falleció el 14 de enero de 1998 en Santa Rosa (Sonoma, California). Estuvo casada con Giulio A. Castelli, que había nacido el 30 de junio de 1891 en Italia y murió el 9 de octubre de 1962. Tuvieron al menos una hija, Helen.
  • El hijo mayor, Antonio, nació el 15 de febrero de 1905 en Chiclana y murió el 31 de agosto de 1997 en el condado de Sonoma. Se casó el 3 de septiembre de 1932 en San Francisco con Carmen Carrasco Montes, que había nacido en El Puerto de Santa María el 29 de marzo de 1913, hija de Enrique Carrasco Silva y Antonia Montes Mancera. Fueron hijos de este matrimonio Anthony y Henry.
  • Manuel nació el 30 de julio de 1907 en Tarifa y falleció el 29 de febrero de 1976 en Santa Rosa. Se casó con María Antonia López Cózar, que había nacido también en Tarifa el 19 de enero de 1911 y murió el 20 de septiembre de 1993 en el condado de Sonoma. María Antonia, que a juzgar por su segundo apellido quizá fuese prima de Manuel, también había emigrado a Hawái con sus padres, pero lo hicieron en la siguiente expedición, la del buque Willesden de octubre de 1911, que comento más abajo. En el Manifest del Willesden aparece como “Antonia Lopez Cojar”, de 11 meses de edad (que era la que tenía cuando llegó a Hawái en diciembre). Sus padres eran Salvador López Medina (de 35 años) e Isabel Cózar Pérez (28 años). También viajaban sus hermanos Antonio (9 años) y Rafael (3). Todos residían en Tarifa y según el Manifest habían nacido en esa localidad.
  • Diego nació el 6 de mayo de 1910 en Tarifa y murió el 8 de septiembre de 1996 en Santa Rosa. Casó con Juanita Torres Cortijo, hija de Juan Antonio Torres Jiménez y Josefa (o Juana, según Ancestry.com) Cortijo Franco, el 12 de octubre de 1935 en San Francisco. Ella había nacida el 16 de agosto de 1914 en Hawái y falleció el 24 de febrero de 1989 en Petaluma (Sonoma). Tuvieron dos hijas: Diane Marie y Carol Ann.

¿Ubriqueños o jubriqueños?

Otra familia que se embarcó en el Orteric que podría ser de Ubrique, aunque no está claro, es la formada por “Antonio Andrade Gil” (35 años), jornalero, su esposa “Francisca Bicha Carrasco” (32), y sus hijos Catalina (9 años), Francisca (7), Rafael (5), María (3) y Antonia (de aproximadamente 1 año, pero falleció en la travesía). Probablemente el primer apellido de él es Andrades y el de ella Vilches. En la lista de embarcados parece leerse que procedían de “Yubrique”, pero en la interpretación que ha hecho el grupo de Steven Alonzo se ha anotado como procedencia “Jubrique (Málaga) o Ubrique (Cádiz)”, comentándose que el apellido “Andrade” existe en ambos pueblos y los apellidos Vilches y Carrasco en Ubrique. La persona de contacto se lee en el Manifest que es de “Yubrique”, si es que la letra inicial es una Y:

Hawaii, Honolulu Passenger Lists, 1900-1953, FamilySearch / NARA A3422 (Washington: National Archives and Records Administration) (fragmento).

Desde luego, la letra no parece una J de Jubrique porque quien hizo estos apuntes en el Manifest escribía la J así:

Eso sí, es probable que Jubrique lo pronunciara Yubrique.

Curiosamente, en otra anotación de la misma hoja del Manifest parece que se intentó escribir el mismo nombre de población, pero se tachó a la mitad:

La llegada a Honolulú

La Hawaiian Gazette del 14 de abril de 1911 informó en portada que había arribado el barco Orteric con 1400 trabajadores, la mayoría españoles. Este diario decía que la muerte se había cebado con la expedición desde que entró en el Pacífico, habiéndose declarado fiebres y sarampión. En el interior se lee que los cadáveres habían sido arrojados al mar, pero que a bordo quedaba el cadáver de un niño que murió en el momento en que el vapor estaba a punto de entrar en el puerto. Los oficiales de sanidad examinaron el cuerpo y dijeron encontrar evidencias de escarlatina, por los que todos los emigrantes fueron enviados a un lazareto insular a cumplir una cuarentena.

El Orteric entrando en el puerto de Honolulú y recorte de la portada de la Hawaiian Gazette del 14 de abril de 1911.

El periódico comenta que un español “de aspecto fornido” gritó “¡Viva la República!” mientras saltaba ágilmente de la pasarela al muelle y agitaba su sombrero con gran júbilo. Un portugués también corrió por la pasarela, pero voceando algo muy diferente: “¡Lejos de esta cárcel, lejos de esta cárcel! Muchas mujeres sonreían y se persignaban, “quizá por estar en una nueva tierra”.

El periodista comenta que “las cubiertas apestaban bastante a suciedad, mucha de la cual se debía a acumulaciones de basura que se habían formado debido a la ignorancia de los pasajeros. Los oficiales también se sintieron aliviados cuando el último inmigrante abandonó la embarcación, porque entonces, y solo entonces, tuvieron la oportunidad de limpiarla”. El exquisito reportero no tuvo en consideración que la naviera consignataria británica había transportado a multitud de seres humanos en condiciones de hacinamiento para obtener el máximo beneficio. En muchas otras facetas sí, pero en lo tocante a limpieza y aseo no creo que muchos países de cultura anglosajona puedan dar lecciones a los latinos, que serán pobres, pero amigos del cepillo y el jabón de Castilla.

Emigrantes portugueses recién llegados a Honolulú en el Orteric (Hawaiian Gazette, 14-04-1911).

Por lo demás, el plumilla notaba que “los españoles se distinguían fácilmente de los portugueses por sus tocados y ropa de pana. Los sombreros eran de ala ancha y la pana de muchos colores, desde el marrón oscuro al amarillo tabaco, revelando que se le había dado mucho uso y que era vieja”. Agregaba que «uno o dos eran apuestos, como si vinieran de alguna ciudad».

Según este periódico, los españoles y los portugueses no se llevaron muy bien en la travesía y tuvieron pendencias. Pero de los españoles en particular dice que también disfrutaron de buenos momentos de solaz y que tocaron la guitarra y bailaron:

(Hawaiian Gazette, 14-04-1911)

El barco fue condenado por graves abusos a los pasajeros

A pesar de la mala conceptuación de los emigrantes que los oficiales del bajel transmitieron a la prensa, probablemente la realidad no fue como la pintaron. Prueba de ello es que el Orteric fue denunciado por abuso a sus pasajeros y sancionado por Estados Unidos, según informaba el The New York Herald en su edición del 8 de diciembre de 1911:

El Departamento de Comercio y Trabajo anunció que la penalización por 7960 dólares fue impuesta (…) por ser el peor acto de descuido a pasajeros jamás denunciado ante el Instituto (…). De entre los 1242 pasajeros a bordo, hubo 58 muertes durante las ocho semanas que duró el trayecto; 57 de estos eran niños. Los sexos no fueron separados apropiadamente; la ventilación del barco era inadecuada, lo que aumentó la tasa de mortalidad; los dispensarios médicos también estaban poco aireados y carecían de equipos aptos; las condiciones sanitarias del buque eran inimaginables (…). El capitán de la embarcación, James Findley, trató de justificar las condiciones del barco diciendo que diez días antes de zarpar de Gibraltar hubo una batalla entre pasajeros portugueses y españoles. Como medidas preventivas los pasajeros portugueses fueron colocados en la popa del barco, mientras que los españoles fueron puestos en la proa. Esto dio como resultado el contacto entre los sexos.

El Orteric tuvo una vida muy corta. Este vapor de hélice de carga y pasajeros de 6535 toneladas y 460 pies salió de unos astilleros de Escocia y entró en servicio precisamente en 1911. Pero en diciembre de 1915 fue torpedeado por un submarino alemán U-39 al sur de Creta cuando conducía un cargamento de nitrato de sodio de Chile a Egipto. Los marineros (excepto dos) pudieron salvarse en botes. 

Los descendientes del Orteric tiene una página en Facebook.


El vapor de hélice Willesden según spanishimmigrantsintheus7

Willesden, 1911

Como he adelantado más arriba, ese mismo año de 1911 se organizó una nueva expedición de colonos a Hawái. Esta vez el transporte se hizo en el vapor Willesden, que zarpó de Gibraltar el 12 de octubre del mismo año llevando a bordo a 1800 emigrantes (1600 según otras fuentes). El navío fondeó en aguas de Honolulú el 3 de diciembre. Entre estas personas se encontraba la familia de Antonio Ramírez Jaén (55 años) y María Remedios Vega Lozano (50 años), ambos naturales de Ubrique y residentes en la localidad, y sus hijos Juan Esteban (19 años), también ubriqueño, Jose María (15 años) y Francisca (13 años), estos dos últimos nacidos en Jimena. Como curiosidad, en los apuntes correspondientes a esta familia del manifiesto de embarque se mezclan las palabras Ubrique y Abrique.

Hawaii, Honolulu Passenger Lists, 1900-1953, FamilySearch / NARA A3422 (Washington: National Archives and Records Administration) (fragmentos).

Designaron como “familiar más próximo o amigo” en caso de necesidad de contacto a Miguel Vega Lozano, de Alcalá del Valle, sin duda hermano de la madre de esta familia. Esta misma persona, por cierto, fue la presentada como contacto por el matrimonio residente en Ubrique formada por Alberto Romero Mateos (44 años), natural de Benaocaz, y María Romero Franco (40 años), de Bornos, que querían emigrar a Hawái junto a sus hijos Ildefonso y Alberto, ambos nacidos en Benaocaz. Pero, según los datos que me ha facilitado Steven Alonzo, esta familia desistió de embarcar.

Sin embargo, sí lo hizo un hermano de María, José Romero Franco, de 34 años, que era de Prado del Rey, junto su mujer, la ubriqueña Juana Álvarez Vega, de 26 años, y sus hijos, aún muy pequeños: Alfonso (4 años), Remedios (3 años) y Josefa (8 meses). Esta última había nacido en Algeciras; los dos mayores, probablemente en Punta Paloma (Tarifa). El matrimonio dio como contacto el nombre de Gabriel Romero Franco (hermano de José), que vivía en Prado del Rey.

Los Rojas

Dos familias emigrantes también relacionadas eran la de la viuda de 48 años Isabel Rojas Torres y la de su hermano Andrés, que estaba casado con Antonia Delgado Medinilla. Ambos hermanos dejaron como persona de contacto a Miguel Rojas. Todos los mencionados eran naturales de Ubrique, aunque la viuda, de 48 años, estaba residiendo en San Martín del Tesorillo en el momento en que decidió emprender la aventura de la emigración. Lo hizo acompañada de tres hijos.

Uno de ellos se llamaba Manuel Pérez Rojas, tenía 23 años y estaba soltero. Otra hija era Ramona, de 24 años, casada muy probablemente con Antonio Narváez Díaz, de 27 años, que aparece junto a ella en el Manifest como casado y residente también en San Martín del Tesorillo (aunque era natural de Casares). Y otra hija era Elena, casada con Emilio Sanchez Barrera. En el Manifest parece leerse que la edad de Elena era 29 años, en cuyo caso lo más probable es que hubiera nacido en 1882. La edad de Emilio se inscribió como 26, pero el 6 está corregido por un 7, probablemente porque se consideró la que tendría a la arribada.  Elena y Emilio habían designado como contacto a Ana Sánchez Barrera, que vivía en Ubrique (este dato se ve en el Manifest con claridad) y que a juzgar por los apellidos sería la hermana de Emilio. Según un árbol genealógico que aparece en Ancestry.com, estos dos hermanos, Emilio y Ana, eran hijos de Ana Barrera, de Ubrique, y Pedro Sánchez, de La Línea. Por cierto, en ese mismo árbol se indica que Elena nació en 1883.

Los emigrantes Elena y Emilio llevaban consigo a su hija Victoria, de solo un año de edad, que era ubriqueña como sus padres, pero tristemente murió en la travesía, y por eso su nombre fue tachado en el Manifest:

Hawaii, Honolulu Passenger Lists, 1900-1953, FamilySearch / NARA A3422 (Washington: National Archives and Records Administration) (fragmento).

Esta familia vivía en La Línea. Ya en Hawái, el matrimonio tuvo otro hijo, que nació en 1912 en Aiea, localidad del condado de Honolulú, en la isla de Oahu, que es la más poblada del archipiélago. A este niño se le impuso el nombre de Emilio, como el de su padre. El hijo, según el citado árbol genealógico de Ancestry.com, falleció en 1983. Del padre se dice en el árbol que murió en Honolulú, pero no se da la fecha.

Curiosamente, otra página de Ancestry.com presenta la fotografía de una tumba que se halla en el cementerio de Waialae, en la misma isla, sepultura que se atribuye decididamente a “Elena Pérez Rojas, nacida en 1885” a pesar de que en la lápida figura el nombre Elena P. Fernández. Si la atribución es correcta, ¿pudo Elena casarse de nuevo con alguien apellidado Fernández y adoptar el apellido de su marido, según la costumbre estadounidense?

Esta es la fotografía de la lápida, cuyo epitafio dice: “Madre Querida – Elena P. Fernandez -17 de marzo de 1885 – 15 de septiembre de 1948”:

En la misma página de Ancestry.com hay otros documentos interesantes supuestamente sobre Elena Pérez Rojas, como un documento de inmigración de Estados Unidos y una tarjeta de embarque. En estos papeles seguramente aparece la edad real, pero lamentablemente no he podido acceder a ellos:

Lo anterior es lo que se refiere a la viuda Isabel Rojas Torres y sus hijos. En cuanto a su hermano Andrés, tenía 55 años cuando emigró a Hawái. Vivía en Ubrique junto a su esposa, Antonia Delgado Medinilla, de 40 años, y sus hijos Cristóbal (de edad desconocida) y María, de 4 años. El niño había nacido en El Bosque; la niña en La Línea.

Curiosamente, otro emigrante embarcado en esta expedición que era natural de Ubrique según el Manifest tenía los mismos apellidos que Isabel y Andrés Rojas Torres, pero en orden inverso. Se trata de Antonio Torres Rojas, que tenía 27 años y vivía en La Línea junto a su esposa, Dolores Palomares Sanchez, de 20 años, natural de Motril. También vivían en La Línea y emigraron a Hawái en el Willesden los que seguramente eran padre, madre y hermanos de Dolores: Francisco Palomares (50 años), María Dolores Sánchez García (48), y José (19), Francisco (16) y Antonio (11) Palomares Sánchez.

Los Expósito

Hay dos familias con apellido Expósito relacionadas con Ubrique que podrían tener un parentesco muy próximo. Una de ellas la formaban Juan María Expósito (32 años), Ana Gil Barea (32), el hijo de ambos, Juan María (6), y muy probablemente Pedro Gil Zapata, de 74 años, viudo, que quizá era el padre de Ana Gil. Al parecer, los cuatro eran naturales de Ubrique, pero residían en Grazalema. Pedro Gil y su hija Ana murieron en el viaje, desgraciadamente. En la página Raíces de Grazalema, Diego Martínez Salas y Luis Ruiz Navarro escribieron el magnífico artículo Los grazalemeños que emigraron a Hawai en 1911 y 1913, en el que mencionan a esta familia.

Según la página Myheritage.com, Juan María Expósito Gil, el niño de esta familia, se casó con una mujer de nombre Encarnación en California y tuvieron tres hijos. Se indica que él murió en 1980.

La otra familia de apellido Expósito la formaban Josefa Rosa Expósito (40 años), natural de Ubrique pero residente en Grazalema (posiblemente hermana de Juan María Expósito), su marido, Rafael Serrano Pérez (40 años), de Grazalema, y sus hijos Gertrudis (12), nacida en Algodonales, Rafael (9) y Josefa (4), estos dos últimos naturales de Grazalema. Dieron como contacto el nombre de Lorenzo Ramírez, también de Grazalema.

Una última familia relacionada con Ubrique que viajó a Hawái en el Willesden en 1911 vivía en Manilva, pero el padre era de Ubrique. Se llamaba Francisco Espinosa Pérez. Tenía 34 años, uno menos que su mujer, Ana Vázquez (el segundo apellido de ella no se ve claro en el Manifest pero parece Ceruelo). Viajaron con sus dos hijas, Ana María, de 14 años, y Francisca, de 12. Según el documento de embarque, Francisco medía 1,74 m y su mujer 1,52. Él no tenía marcas de identificación destacables; de ella se menciona un lunar en la cara y cicatrices en la sien derecha. Cada hija heredó el color de ojos de uno de sus progenitores (azules los del padre, marrones los de la madre). Según ha averiguado Steven Alonzo y sus colaboradores, la hija mayor, Ana María, había nacido en Manilva el 12 de julio de 1898 y se casó en primeras nupcias con Melchor Rondón Canas, que emigró a Hawái en la última expedición, la del buque Ascot, y en segundas nupcias con Juan Navas. El primer marido podría llamarse en realidad de Melchor Cana Rondón, que habría nacido en abril de 1885 y fallecido en San Leandro, del condado de Alameda, California, en abril de 1965. Al parecer, su cuerpo fue donado a la ciencia.

Opiniones de un oficial del Willesden

Según la página Spanish Immigrants in the United States existe un diario que manuscribió un oficial del Willesden durante el periplo completo de este buque entre 1911 y 1912. En el escrito no vierte opiniones precisamente halagüeñas sobre el pasaje. El carguero partió de Inglaterra e hizo escala en Oporto para recoger a 300 emigrantes portugueses de los que el oficial dice que eran “los canallas más sucios, ruidosos y malhablados que jamás se hayan juntado”. Después se dirigió a Madeira, donde subieron a bordo un centenar de emigrantes “limpios y bien vestidos”. Y finalmente en Gibraltar se embarcaron unos 1200 dagos (epíteto despectivo que dan algunos anglosajones a personas de origen latino, especialmente italianos, españoles y portugueses). Describe el viaje como una sucesión de males y horrores. Dice que en cierto momento aproximadamente la mitad de los pasajeros padecían enfermedades, incluidas la fiebre tifoidea y la viruela. Registra 13 muertes, la mayoría de infantes portugueses, aunque el total fue probablemente mayor. Asegura que periódicamente estallaban “peleas armadas”, particularmente entre los cocineros chinos y los emigrantes. Las cubiertas tenían que lavarse con manguera con regularidad para eliminar la suciedad acumulada.

Por su parte, el periódico Pacific Commercial Advertiser informó de que el Willesden llegó a Hawái con muchos pasajeros enfermos (incluidas enfermedades contagiosas como la viruela, la varicela y el sarampión). No obstante, la tasa de mortalidad fue bastante menor que la del Orteric. Hubo 5 nacimientos en el viaje.


El vapor de hélice Harpalion según U-boats.

Harpalion, 1912

El 14 de abril de 1912 arribó a Hawái el Harpalion, un transatlántico de pabellón británico que abordaron 1600 emigrantes en el puerto de Gibraltar el 22 de febrero anterior. Algo más de un tercio de los pasajeros eran menores.

En este navío se embarcó una persona que según los apuntes de Steven Alonzo había nacido en Ubrique: Tomás González Montero, de 34 años, soltero y residente en Jerez. No obstante, en el libro de embarque no encuentro que se mencione a Ubrique.

Hawaii, Honolulu Passenger Lists, 1900-1953, FamilySearch / NARA A3422 (Washington: National Archives and Records Administration) (fragmento).

Los descendientes de los emigrantes del Harpalion se comunican actualmente mediante un grupo de Facebook

Advertencias contra la emigración

Viendo el gobierno español que la experiencia migratoria había adquirido un cariz posiblemente pernicioso, decidió tratar de disuadir a posibles futuros emigrantes de que emprendieran la aventura. En el ABC del 27 de diciembre de 1912 se lee que el Consejo Superior de Emigración, “habiendo tenido conocimiento de que en algunos puntos de España se viene haciendo propaganda para reclutar trabajadores con destino a las islas Hawái”, quería advertir de lo siguiente:

  • El viaje se hace en buques no autorizados por el Gobierno español y, por consiguiente, toda reclamación contra ellos sería inútil.
  • Una vez allí, son llevados a trabajar en los sitios que más conviene a los hacendados.
  • La jornada de trabajo es de doce horas, sin más descanso que media hora para comer.
  • Si cayesen enfermos se les obliga a ir a los hospitales, que distan muchos kilómetros del lugar de las haciendas donde ellos viven, y tropiezan, además, con el inconveniente del desconocimiento del idioma inglés, que los hará pasar trances apuradísimos.
  • El jornal para el obrero fuerte que soporta las doce horas diarias de trabajo durante veintiséis días en cada mes es de 23 pesos por mes, jornal insuficiente para su sostenimiento por lo caro de los artículos de primera necesidad, que forzosamente han de comprar en tiendas que en las haciendas tienen sus patronos.
  • En las haciendas muchos trabajadores son chinos, japoneses y malayos; en alguna ocasión el obrero europeo sufre el mismo trato que ellos.

El vapor Willesden en 1913 según Hoy.es.

Willesden, 1913

El Willesden prestó un nuevo servicio en 1913. Aunque hubo varios barcos llamados Willesden, entiendo que el que trasladó dos veces a emigrantes españoles a Hawái es uno que construyeron Armstrong, Whitworth & Co Ltd en 1905 y que fue hundido en 1932 en Visakhapatnam, India, para formar una escollera.

Esta expedición partió de Gibraltar el 10 de febrero de 1913 y llegó a Hawái el 30 de marzo con unos 1350 emigrantes entre los que se encontraba la familia ubriqueña formada por Antonio Soto Romero y María Clavijo Tardío, de 32 y 28 años de edad, junto a su hijo Francisco, de 6 años. Los acompañaban dos hermanos solteros de Antonio: Catalina (29 años) y José (20), y también la madre de ellos, Catalina Romero Medinilla, que era una viuda de 60 años. En el momento de la emigración vivían en Jerez.


El vapor de hélice Ascot según Clydeship.co.uk.

Ascot, 1913

El último barco que llevó a emigrantes españoles a Hawái fue el vapor Ascot, construido en 1902. Zarpó el 12 de abril de 1913 y arribó el 4 de junio. Viajaban casi 1300 emigrantes. Se encontraba entre ellos una familia que vivía en San Martín del Tesorillo, aunque el padre era de Ubrique (Rafael López Romero, de 29 años) y la madre de Manilva (Concepción Guillén, de 26 años). Iban con ellos sus hijos Diego, Remedios y Juan, de 11, 5 y 3 años, los tres naturales de San Martín. 

Reflexiones del cónsul de España

Recorte de La emigración española del 15 de agosto de 1916.

El cónsul español en Honolulú, Luis Guillén Gil, hacía esta reflexión en el quincenal La emigración española del 15 de agosto de 1916 sobre lo que había sido esta experiencia migratoria:

Problema que no es de novedad para Hawái, se le presenta ya con la falta de braceros que se nota en las plantaciones. No creo dirija el Board of Immigration por tercera vez sus miradas a España, porque la experiencia le ha demostrado que el traer inmigrantes españoles ha sido una equivocación; pero por si acaso su red de gancheros y agentes visitaran España, no está de más llamar la atención.

En Hawái solo da rendimiento el cultivo de la caña de azúcar y de la piña, y acaparados los terrenos adecuados para estos cultivos por las plantaciones, si el jornalero por su trabajo y ahorro ha podido conseguir unos cientos de dólares (de estos afortunados habrá en nuestra colonia hasta una docena), no sabe en qué emplear el capital y se va a California, cuyo nombre por sí solo es ya un atractivo para todo emigrante español. Demuestra este aserto el que anualmente parten de este puerto, con destino a California, 450 españoles próximamente y de los 8080 que fueron traídos, según dicen las estadísticas, hoy apenas quedan unos 3000.

Otro motivo para recomendar a nuestros compatriotas no se fíen de los reclamos atrayentes para venir al Paraíso del Pacífico, como se titula este Archipiélago, es el de que el jornal de 18 reales diarios, asistencia médica, casa y leña por diez horas de diario y rudo trabajo, no guarda proporción con lo elevado de los precios de los comestibles. En Honolulú el salario mínimo es de un dólar setenta y cinco centavos, equivalente a 85 reales nuestros, por ocho horas de trabajo; pero estos puestos, por regla general, son reservados para los naturales del país o súbditos americanos, por ser siempre mayor la oferta que la demanda de trabajadores.

Por último, en Hawái hay 91409 japoneses, 21770 chinos y 15220 filipinos, o sea más del total de la población, y si a estas cifras añadimos los naturales del país, resulta que los blancos estamos en minoría. La raza blanca no puede luchar ni con la negra ni con la amarilla, sobre todo con esta última, por la sobriedad que la caracteriza; un plato de arroz es su alimento ordinario; soportan la rudeza del trabajo con resignación admirable; están habituados a las contrariedades de la vida, y las condiciones de miseria en que viven estos infelices son inadecuadas para el bracero europeo, quien nunca las podría resistir.

Trabajadores de caña en Hawái (Hawaiian Journal of History, 23, 1989).

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