viernes, 19 diciembre 2025

La ‘tabula hospitalis’ de Iptuci y su paso por Ubrique

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Quizá la pieza arqueológica más importante que se encontró en Iptuci (Cabeza de Hortales, Prado del Rey) es la tabula hospitalis, una plancha de bronce de la que se conserva un fragmento de 14,80 × 19,50 cm y 0,50 cm de grosor que actualmente se encuentra en el Museo de Cádiz. Según la base de datos CERES, en la plancha se lee (haciendo las hipotéticas restituciones pertinentes de letras perdidas):

en el consulado de Publio Memio Regulo y Lucio Fulcinio Trion, el Senado y el pueblo de los Iptucitanos ha firmado un tratado de hospitalidad con los colonos de la Colonia Claritas Iulia Ucubi, con sus hijos y sus descendientes, para ellos, sus hijos y descendientes. Lo firmaron Gayo Trebecio Lucano, Gayo Atio Severo, Lucio Catinio Optato

Es decir, la plancha se grabó para sellar un “tratado de hospitalidad” entre Iptuci y la colonia Claritas Iulia Ucubi (en la actual provincia de Córdoba).

En la información de la base de datos, en el lugar de procedencia se indica “Ubrique”:

Iptuci, Ubrique(Sierra de Cádiz), Cádiz

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Aunque lo correcto debería ser decir que la placa procede de Prado del Rey, explicaré por qué se indica Ubrique como origen.


El descubrimiento

Antonio Hernández Parrales, que fue cura de Prado del Rey, escribió una Historia de Prado del Rey y su término (Publicaciones de la Diputación Provincial, 1968), obra que comenzó en 1947 en la que cuenta las primeras noticias que tuvo del hallazgo de una “lámina de cobre de preciosa inscripción” (la confusión del cobre con el bronce es comprensible porque el componente principal del bronce es el cobre, conteniendo también algo de estaño):

La primera noticia me la dio Francisco González de Quevedo, en carta fechada en Prado del Rey el 10 de octubre de 1950, y dice así: «Mi querido amigo: acaban de traerme un trozo de cobre que tendrá unos quince centímetros de largo y otros tantos de altura, encontrado el domingo, día ocho, en Cabeza de Hortales con una inscripción latina que me apresuro a remitirle por considerarla interesante. Dicha placa, como observará en la inscripción, está incompleta, faltándole toda la parte superior o encabezamiento, aunque se le observan en la misma rotura la parte baja de unas letras que no es posible saber cuáles son. También le falta la parte derecha. En la copia que le envío a usted, adjunta, he señalado con una línea en tinta la parte que le falta a la placa. Solo está completo el ángulo inferior izquierdo. También hay, entre la parte superior y la inscripción, otra línea borrada que parece intencionadamente o por la acción de la reja de un arado, aunque me parece más bien lo primero. En esta línea son mayores las letras y se ve algo su parte superior e inferior, pero no pueden copiarse por lo borrosas. Las que le remito están clarísimas y perfectamente conservadas».

Por algún motivo, la lámina de bronce estuvo en manos del que entonces era capitán de la Guardia Civil de Ubrique, Facundo Elvira Parpal. Este le decía lo siguiente al cura Hernández Parrales en una carta fechada en Ubrique el 18 de agosto de 1951 que incluía una fotografía:

«…aprovechando mi ida a Cádiz para percibir haberes me llevé la chapa e hice sacar la adjunta fotografía especialmente para usted con el fin de que a la vista de la misma y de los datos consignados al respaldo de la postal pueda usted incluir este importante hallazgo en su libro (…). A la vista de la reproducción fotográfica creo podrá colegir de qué puede tratarse, y si la palabra “Ucubi” pudiera ser “Ucubri” o “Ocurri”, que aparece en algunos escritos antiguos...».

Continúa Hernández Parrales en su libro:

La fotografía enviada está hecha a la perfección y se leen perfectamente todos los caracteres de letras, siendo interesantísimos los detalles, que, en el reverso de la postal, ha puesto de su puño y letra el culto capitán de la Guardia civil. Y dice: «Fotografía de la chapa de cobre con inscripción hallada en las proximidades de Cabeza de Hortales (Prado del Rey), a fines de 1950. Tiene 5 milímetros de grueso, unos 750 gramos de peso y sus dimensiones son justamente el doble de las de la fotografía. El borde izquierdo está pulido y redondeado, los demás presentan las características de rotura muy antigua. En la parte superior se aprecia un desgaste horizontal producido, probablemente, por roce de instrumento tal vez para borrar algunas palabras de la inscripción…».

Hernández Parrales daba su opinión sobre la pieza:

Teniendo a la vista la fotografía del cobre y la copia de la inscripción es fácil averiguar que se trata de un pacto de amistad entre los habitantes de Iptuci y los de la Colonia de Ucubi, extensivo a sus hijos y descendientes. Pero había que saber las letras que faltaban de la inscripción para hacer una traducción exacta.

A finales de 1953, Hernández Parrales recibo otra carta de Francisco González de Quevedo, en la que este incluía copias de unas páginas de un libro de Alvaro D’Ors y Pérez-Peix (1915-2004) llamado Epigrafía jurídica de la España romana (CSIC, 1953). D’Ors era jurista y romanista y entre otras áreas de su interés estaba las de los contratos (prueba de ello es su libro La formación histórica de los tipos contractuales romanos, 1950). En las hojas que recibió Hernández Parrales estaba la interpretación de la leyenda de la placa de bronce según la había entendido el especialista. El cura las vertió así en su libro:

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Según el sacerdote, D’Ors creía que la placa (el tratado, se entiende) se podía datar entre el 1 de octubre y el 31 de diciembre del año 31.

Antonio Hernández Parrales, por ser cura de mediados del siglo XX, sabría muy bien latín, y sus conocimientos le permitieron proponer una traducción:

SIENDO CÓNSULES PUBLIO MEMMIO REGULO Y LUCIO FULCINTO TRION – EL SENADO Y EL PUEBLO DE LOS DE IPTUCI HICIERON UN PACTO DE AMISTAD CON LOS COLONOS DE LA ILUSTRE COLONIA UCUBI JULIA, HIJOS Y DESCENDIENTES DE ESTOS, PARA ELLOS SUS HIJOS Y DESCENDIENTES. LO HICIERON: CAYO TREBECIO LUCANO, CAYO ACTIO EVERO Y LUCIO CATINO OPTATO.


La placa pasó a un ubriqueño

No sé cómo llegó a D’Ors el conocimiento del bronce de Iptuci ni si vio la pieza directamente o solo un calco o una reproducción fotográfica. Tampoco sé quién tenía la placa en aquel momento. Lo que sí está claro es que el capitán de la Guardia Civil no solo era culto, sino honrado, ya que él no se quedó con aquel tesoro.

Facundo Elvira Pardal debió de tener verdadero amor por la cultura y la historia porque, según cuenta Hernández Parrales en su libro, era uno de los asistentes habituales de unas reuniones de amigos que convocaba el cura para hablar de estos temas y especialmente de los avances de su manuscrito. Era una tertulia a la que también concurrían el mencionado Francisco González de Quevedo, el maestro nacional Gabriel Mateos Peñalver, el alcalde de Prado del Rey, Joaquín García Beltrán, un amigo del cura que era de Ubrique y otros. Cuenta Hernández Parrales:

En estas reuniones hablábamos de temas locales, y casi siempre tenía que leerles algo de lo que tuviera escrito sobre la historia de Prado del Rey. Para más ambientarnos hicimos una excursión a Iptuci, en la primavera del 1948, y nos acompañó don José Becerra Velázquez, buen conocedor del terrero de Cabeza Hortales, donde existió Iptuci. A la vista de aquellas ruinas pensé que merecía la pena seguir escribiendo.

El caso es que, no sé por qué conducto ni en virtud de qué decisión ni quién la tomaría, la placa pasó a tenerla el ubriqueño que asistía a las tertulias de Hernández Parrales. Solo sé con toda seguridad que el 12 septiembre de 1961 la placa estaba en Ubrique, adonde escribió el intendente mercantil Joaquín González de Quevedo desde Sevilla dando instrucciones al ubriqueño de cómo podía entregar la placa –deseo que al parecer había manifestado–, al famoso arqueólogo y catedrático de Prehistoria e Historia de España Antigua y Medieval de la Universidad de Sevilla Juan de Mata Carriazo y Arroquia. Parece ser que era algo que habían acordado previamente, como se deduce de la lectura de la carta, que copio completa:

Estimado amigo:

Con referencia a la conversación que tuvimos en Villamartín ayer, día 11 [de septiembre de 1961], quería comunicarle que hoy he hablado con el Profesor Dr. Carriazo del resultado de la misma, agradeciéndole el referido Profesor su rasgo de poner a disposición del Museo el bronce “Iptusis-Ucubi”.

También le diré que, en vista de que Vd. no desea indemnización alguna, me he permitido sugerir al Dr. Carriazo le envíe alguno de los trabajos por él publicados –ya que sé por experiencia que este es el mejor obsequio que podemos recibir los aficionados a la lectura–, lo que hará con mucho gusto para testimoniarle su agradecimiento, y sin perjuicio que por la Dirección General de Bellas Artes se reconocerá oficialmente su rasgo.

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El Prof. Carriazo me indica que no debe Vd. enviar el Bronce, ya que ello puede dar lugar a deteriorarse o perderse, sino que cuando Vd. tenga que venir a Sevilla se lo traiga. En este caso avíseme con tiempo para concertar una entrevista con este Señor, y así, aparte de entregarle Vd. personalmente el Bronce, tendríamos ocasión de conocer el Museo de la Facultad, que él mismo nos enseñaría.

Para el mes próximo quisiera organizar una excursión a las Cabezas de Hortales, a fin de que el mencionado Profesor pueda visitar aquello. Se lo digo por si usted tiene interés de asociarse a este paseo.

La carta terminaba con las habituales fórmulas corteses de despedida.


Al Museo de Cádiz

La placa está actualmente en el Museo de Cádiz. Aunque ignoro si previamente llegaría a pasar por Sevilla, lo que sí sé es que la directora del Museo de Cádiz por aquel entonces supo de la existencia de la placa y visitó Ubrique para estudiarla. Esta señora era la famosa arqueóloga Concepción Blanco Mínguez, cariñosamente conocida como Doña Concha (Alcalá de Henares, 1907- 1994), que estuvo al frente del Museo Arqueológico Provincial nada menos que desde 1932 a 1977. Ella escribió al particular de Ubrique esta carta el 7 de abril de 1962:

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(Firma como Concepción B. de Torrecillas, que era el apellido de su marido).

Sin embargo, la placa tampoco fue entregada entonces. No sé qué estaba pasando. El poseedor ya había manifestado claramente su intención de entregarla a un Museo, como lo revelan claramente ambas cartas. Sin embargo, la entrega no se hizo efectiva hasta 1968. Así se lee en el artículo de Juan Alonso de la Sierra “Apuntes sobre la sección de Arqueología del Museo de Cádiz y sus colecciones” (en Menga, monográfico 03, José Ramón López Rodríguez y José Beltrán Fortes, eds. Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, 2015):

La entrega la realizó finalmente Manuel Cabello Janeiro, maestro de Ubrique que se dedicó muchos años a la divulgación de la historia del pueblo, especialmente de su yacimiento fenicio-romano de Ocur. La directora del museo escribió el 26 de junio de 1968 al ubriqueño para decirle que podía entregar a Cabello “la ‘Placa de bronce’ de su propiedad para su custodia y conservación en este Museo”.

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Allí se encuentra actualmente para disfrute de toda la ciudadanía, que es la verdadera propietaria de esta joya.

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