viernes, 19 diciembre 2025

Comentarios sobre el ‘manuscrito de Vegazo’, el descubridor de Ocur

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En noviembre de 2023 Esperanza Cabello anunció en su blog que había encontrado una copia de 1808 de lo que verosímilmente es el manuscrito completo que Juan Vicente Vegazo Montesdeoca, descubridor de las ruinas romanas de Ocur, escrito por él aproximadamente en 1796. Esperanza tuvo la amabilidad de darme a conocer en privado el documento antes de publicarlo. Le agradecí su deferencia y la felicité por su logro, que es un merecidísimo premio al tesón que lleva poniendo desde hace años en recuperar la historia de Ubrique. Quiero aprovechar, ahora públicamente, para darle de nuevo las gracias por la consideración personal que mostró hacia mí y para volver a felicitarla por su precioso hallazgo. El manuscrito de Vegazo es una pieza icónica de la historia de nuestro pueblo y es una conquista disponer ahora de él.

Dicho esto, mi objetivo ahora es analizar razonadamente si este documento puede aportar a los especialistas (especialmente a los arqueólogos) nuevas informaciones que los ayuden a diseñar sus futuras investigaciones. Adelanto que creo que más bien no. En junio de 2015 escribí un artículo sobre la visita al yacimiento que hizo el erudito Simón de Rojas Clemente en 1809. En ese trabajo formulé esta hipótesis: “Fray Sebastián reproduce la parte más sustancial o incluso la mayor parte del manuscrito de Vegazo”, y di los argumentos en que sustentaba mi opinión. Ahora, tras estudiar la copia de lo que muy verosímilmente es el manuscrito de Vegazo completo, puedo afirmar que mi suposición fue certera, que no me fallaron ni la intuición ni la lógica. Por supuesto, ya se sabía que Fray Sebastián poseyó una copia del manuscrito y que al menos una parte de ella la vertió en su libro Historia de la Villa de Ubrique. Pero mi propuesta iba más allá; yo aposté a que la parte que vertió era la mayor y más sustancial, la que puede aportar información más significativa a los arqueólogos. Y en lo que sigue trataré de demostrarlo.

Inicio de la copia de gran parte (63,5 %) de la crónica de Juan Vegazo en el libro Historia de la Villa de Ubrique de Fray Sebastián de Ubrique

Cuatro secciones bien diferenciadas

En primer lugar quiero señalar que distingo cuatro secciones bien diferenciadas en el manuscrito de Juan Marín Reyna. Probablemente, la primera y la tercera fueron escritas por el propio Juan Vegazo. La segunda y la cuarta se deben claramente a otro autor (José de Rojas).

Sección 1ª. Se trata de la crónica de Juan Vicente Vegazo en primera persona de los descubrimientos que hizo en el Salto de la Mora desde 1792. Es la más interesante y la más extensa:

Sección 2ª. Transcripciones de las dos inscripciones lapidarias que se encontraron en el yacimiento que parecen (con algún error) las que publicó el abate Masdeu en 1800, quien se basó en las informaciones que le proporcionaron Cid y Santaella, junto con unas Observaciones sobre las transcripciones y comentarios sobre errores cronológicos contenidos en uno de los epígrafes debidos a José de Rojas, «catedrático que fue de Escriptura en la Universidad de Sevilla«.

Sección 3ª. Somera crónica, probablemente escrita por el mismo Juan Vicente Vegazo, de la visita que Domingo Traggia, académico de la Real de la Historia, hizo al yacimiento el 8 de marzo de 1801 y lectura de las inscripciones hecha por el propio Traggia.

Sección 4ª. En ella aparece prácticamente la misma copia de las inscripciones que en la sección 2ª, pero con mejor caligrafía e indicándose sobre las mismas transcripciones sugerencias de corrección (como cuando los maestros corrigen los errores de los alumnos), así como las mismas observaciones de la sección 2ª, pero sin mencionar al autor de las mismas. Es decir, las secciones 2ª y 4ª son lo mismo, pero la 2ª parece una copia de la 4ª, habiéndose especificado en la 2ª el nombre de su autor y en la 4ª no.


Sección 1ª. La crónica de Vegazo

S. R. Clemente Rubio.

Fray Sebastián se valió principalmente solo de la primera sección del manuscrito (él poseía una copia, según declara en su libro), quizá porque era la única que consideró que merecía la pena trasladar. Sin embargo, el erudito Simón de Rojas Clemente, coetáneo de Vegazo, vertió en su cuaderno de campo datos contenidos en el manuscrito de Marín Reyna y de nada más, lo que es un fuerte argumento a favor de que ese material es toda la información que había en la época y constituían los «papeles de Vegazo«, que es el nombre que les dio el propio Clemente.

Lo que Fray Sebastián copió literalmente de Vegazo

De la crónica principal de Vegazo (sección 1ª del manuscrito), Fray Sebastián trasladó a su libro una porción bastante extensa y continuada que empieza en “En el año de 1793 pensé poner viña” y termina en “que sería población grande y magnífica”, más un pequeño trozo consistente en dos frases seguidas que empieza en “En el fondo de la haza” y termina en “población que sería populosa”. El cómputo de palabras revela que Fray Sebastián copió literalmente el 63,5 % de la crónica de Vegazo (casi dos tercios). Es decir, su mayor parte, como supuse antes de que se conociera el manuscrito de Juan Marín Reyna.

Lo que Fray Sebastián no copió literalmente… pero sí glosó

Según este dato, podría pensarse que el 36,5 % restante de la crónica de Vegazo va a proporcionar a los arqueólogos nuevas pistas que orienten futuras intervenciones. Pero yo creo que no, y voy a explicar seguidamente por qué pienso así. Para ello, dividiré en cuatro apartados el texto de la crónica de Vegazo que Fray Sebastián no trasladó literalmente a su libro aunque, como trataré de demostrar, sí lo resumió y glosó en su mayor parte y en lo más significativo.

Apartado 1. Principio del documento

El texto de Vegazo empieza así: “Año de 1792, en 12 de noviembre, compré a Nicolás de Gálvez y a su hermano Ignacio de Gálvez y Calvo, en cantidad de 3221 reales, las tierras de Benafis el alto, que habían heredado de doña Isabel de Flores. La compra la hice movido de curiosidad, por verse allí algunos vestigios de obras antiguas que en parte se descubrían”.

Fray Sebastián no trasladó la identidad de los propietarios del terreno ni la de la persona de la que estos lo heredaron. Lo que sí hizo fue volver pomposas las frases de Vegazo: “En 1792, D. Juan Vegazo, en la efervescencia producida por los descubrimientos de Pompeya y Herculano, y cuando los cardenales Borbón y Despuig reunían sus espléndidas colecciones, con el deseo laudable de ofrecer algún descubrimiento sensacional a la nación, compró en 3221 reales el pago del Salto de la Mora”. Es llamativo que la “curiosidad” de Vegazo la transforme Fray Sebastián en “deseo laudable de ofrecer algún descubrimiento sensacional a la nación”. Véase esta declaración del propio Vegazo en su manuscrito para juzgar si su búsqueda tenía mucha intención de “ofrecer algún descubrimiento sensacional a la nación”:

“En fin, donde pensé hacer la casa para mi habitación costó trabajo limpiar el terreno, descubriéndose una casa superior por el terreno que ocupa. En una parte formé sobre los muros que descubrí, y deseoso de ver el plano, admiro la tapicería de piedras que, formando tableros de damas de diversos colores causaba admiración y recreo a quien lo miraba: en seguida estaba formada una maceta saliendo de su centro un tronco con ramos, flores y lirios de varios colores tan delicados, que al tacto y vista casi no se encontraban cuando los quité, por tener que rebajar el terreno”.

Es decir, privó a la nación de tales maravillas “por tener que rebajar el terreno” para construirse una casita, como si no tuviera otro lugar en la extensa meseta del Salto de la Mora. «Auténtico pionero de la arqueología de campo», ha sido denominado. Nos encanta crear mitos.

Incidentalmente, quisiera comentar un detalle que me produce algo de sorpresa: los nombres de los vendedores del terreno, “Nicolás de Gálvez y su hermano Ignacio de Gálvez y Calvo”. Me llaman la atención estos nombres porque el segundo se parece al del presbítero ubriqueño Ignacio Calvo y Gálvez, al que Fray Sebastián dedica buena parte del capítulo XIV de su Historia de la Villa de Ubrique. Es cierto que en aquella época el orden de los apellidos era bastante arbitrario, pero el Ignacio Calvo y Gálvez de Fray Sebastián no puede ser uno de los vendedores del Salto de la Mora por la aplastante razón de que había muerto en 1780. Quizá Fray Sebastián se sintió confuso y por eso evitaría trasladar los nombres de los vendedores del terreno.

Estado del mausoleo a mediados del siglo XX, antes de su restauración


Apartado 2. Descripción del mausoleo y de las vistas desde el Salto de la Mora

Escribió Juan Vicente Vegazo:

“Observé que a la subida de la montaña estaba una casa pequeña bovedada: a la entrada se ven paredes, como de haber tenido pórtico, uniéndose estas paredes a la casa anterior: la puerta es arqueada; la altura total de esta bóveda es como de 7 varas, hecha de argamasa, y la fachada de cantería. Hay varios nichos pequeños de media vara de altura y centro, y una tercia de ancho; a la entrada uno a cada lado contra la puerta. Un poco más adentro hay dos a cada lado, de la misma figura y medidas que los anteriores, con la diferencia que estos nichos tienen una losa que los divide. En el comedio hay dos nichos grandes de dos varas y cuarta de alto, dos de largo y una y media de ancho. Un poco más adentro están otros dos nichos iguales, pequeños, con la separación de la losa, y al frente están otros dos, cada uno en su lado, como los primeros; y en medio está otro nicho grande, frente de la puerta y sin la altura, anchura ni fondo que los dos anteriores, solo demuestra como repisa en su altura. Circunda esta obra una moldura de piedra, labrada en su comedio, y desde cerca de esta moldura hasta el techo en el testero de enfrente se ven cuatro gradas como de vara de anchura: su techo es ovalado de argamasa. Esta casa es llamada por los naturales Mesquita. Yo la llamo Baño, porque habiéndola desocupado del destrozo que la gente y el tiempo han hecho vi en su centro cuatro gradas que descienden para abajo, cuadradas, ocupando la mayor parte del centro de esta casa, y rematando como estanque en forma de limón, con 1 ½  varas de hondo, circundando ese hoyo las anteriores gradas.

Subí la montaña y se descubre una fuerte muralla de cantos labrados, cortando todo el frente de la haza. Entré por ella y como a las 8 varas vi cuadros de casas, paredes, argamasas, pedazos de tejas romanas y en fin vestigios de población y fortaleza capaz, en ese sitio alto, alegre y vistoso por descubrirse multitud de tierras y montañas escarpadas, que hay en esas inmediaciones. Se ve el castillo de Cardela, el de Armará [Aznalmara], el peñón de San Cristóbal, villa de Benaocaz, peñón del Berrueco. También en ese peñón se descubren vestigios de romanos: tiene una mina en su centro y casi está hueco, por la puerta apenas puede entrar uno, se ven adentro como salas y varias cuevas.

En fin se descubre de la eminencia del Benafis esta villa de Ubrique y el convento de Padres Capuchinos que está a su entrada y allí en lo más hondo de la sierra hay un nacimiento copiosísimo y de agua sumamente sabrosa y delicada. Se ven otros nacimientos, montes y prados donde la vista divertida descansa de la molestia de la subida.

En este año por san Andrés empecé a poner árboles frutales: en los hoyos se encontraban cantos, ladrillos, pedazos de platos, de cristales, huesos y demás que se encuentran en poblaciones destruidas”.

En el primer párrafo de este apartado, Vegazo describe el mausoleo (llamado mezquita por los naturales y que para él era un baño). El resto del apartado lo dedica a comentar la presencia de vestigios diversos (cuadros de casas, paredes, argamasas, pedazos de tejas romanas, cantos, ladrillos, pedazos de platos, de cristales, huesos) y, en otro orden, describe las vistas paisajísticas desde el Salto de la Mora. La enumeración tan general de este tipo de vestigios y la descripción de las vistas no creo que puedan servir de mucho a los arqueólogos modernos. Fray Sebastián desdeñó esta parte de la crónica de Vegazo, quizá porque la explicación prolija de los elementos geológicos singulares del término de Ubrique ya las hace en otros lugares de su libro. También obvió los rasgos arquitectónicos del mausoleo, probablemente porque eran bin conocidos por el autor y estimaría que igualmente lo serían por los lectores de su Historia de la Villa de Ubrique.

Pero lo que obvió Fray Sebastián lo suplió Simón de Rojas Clemente. Como he dicho, este conoció y resumió en su Diario el manuscrito de Vegazo sin pasar por alto la descripción del mausoleo. Es más, como Clemente visitó personalmente el yacimiento, incluso comentó que una de las medidas que daba Vegazo (7 varas) le parecía exagerada. Mantuvo también la referencia al Berrueco:

“Don Juan Vicente Vegazo Montes de Oca, en Ubrique, hombre muy curioso, compró en 1792 las tierras de Benafís el Alto por la curiosidad de reconocer los vestigios de obras antiguas que se descubrían en ellas.

Observó a la entrada de la montaña una casa pequeña abovedada con paredes unidas a ella que parece haber pertenecido a su pórtico y la puerta arqueada de 7 varas (no tanto) de altura, hecha de argamasa. A su entrada y en toda ella hay varios nichos de varias dimensiones. La llama el vulgo la Mezquita, pero parece ser un Baño romano, pues habiéndola descombrado se descubrieron en su centro 4 gradas para descender a un espacio u hoyo que remata en especie de limón con 1 ½ vara de hondo.

Subiendo más arriba se descubre una fuerte muralla de cantería labrada cortando todo el frente del haza, esta era fortaleza. Pasada ella se ven en varios sitios cuadros de casas, cimientos, pedazos de argamasa y otros vestigios de población.

En el Berrueco se descubren también vestigios romanos. Tiene una mina en su centro.

Puso Don Juan árboles frutales y en los hoyos encontraban cantos, ladrillos, cimientos, vidrios, platos quebrados, huesos, etc.«.

Por otra parte, la descripción del mausoleo tal como se hallaba en 1801 la conocen bien los arqueólogos, ya que fue hecha por el arquitecto ubriqueño Miguel de Olivares para mandársela a la Real Academia de la Historia, incluyendo un plano. Estos son el plano y su explicación:

Planta y elebacion interior de un baño fabricado por los Romanos segun su costrucion lo manifiesta; el que se alla con otras ruinas antiguas en la Sierra de Venafeliz, vulgo Venafí; aun cuarto de legua de la villa de Ubrique, una de las quatro de la Serrania de Villaluenga, oi del estado de Arcos, cinco leguas de la ciudad de Ronda, y otras cinco de las de Arcos de la frontera.

1 Plan exterior del Baño.
2 Entrada.
3 estension interior.
4 huecos capaces para camas.
5 otro como para enxugarse.
6 Alacenas como para ropa.
7 planta del centro como tres cuartas más bajo q
e. los huecos.
8 Porcion circular, que descubierta manifiesta sigue su profundidad de tierra metida cubriendo su mitad una piedra grande, como lo demuestra el 8.
9 Porción del Circulo que se ha profundizado, sin haber llegado a su suelo: pues este se ignora.
10 Planta del Portico


esplicacion de la elebacion interior
9.  concabo del pozo ó silo citado.
7. Ancho y alto del primer fondo.
4.5. los dos huecos de camas y el de enxugarse.
6. Alacena para ropa y alajas.
11. tres gradas que estan en un hueco sobre la imposta, q
e. corre por todo el interior orizontal sin resaltos y recibe la bobeda. dhas, gradas pudieron ser destinadas para poner ídolos.
12. entre sus líneas manifiesta un abugero, o rotura, que tiene la bobeda en el testero.
El muro es de Canteria asta la imposta por dentro, y fuera, segun va manifestado; la vobeda de argamasa y piedra menuda y tambien el Zocalo. La fachada esta mucha parte destruida, lo que queda es de canteria.


Este es su estado oi 12 de Marzo de 1801.

Apartado 3. Intentos de encontrar el acueducto

Como Juan Vicente Vegazo estaba convencido de que lo que antiguamente era considerada una mezquita (actualmente mausoleo) era realmente un baño, hizo unas interesantes pesquisas para tratar de encontrar el origen del agua y los medios de los que se valieron los romanos para conducirla a dicho baño:

 “Más no olvidándome de la Mesquita o Baño que está a la subida y discurriendo de dónde o cómo podría venir el agua para purificarse y subir al templo a ver a sus dioses, descendí a la tierra de labor llamada puerto de Pedro Rodríguez y encuentro toda la falda de esta sierra llena de fragmentos, mucha cantería desconcertada, y en lo más llano varios pedestales de piedra. A distancia corta, atravesando estas tierras, y siguiendo con rectitud a otra vecina, a distancia de tiro de bala, escarpada y tan áspera que perdí la esperanza de averiguar el rumbo de los arcos de acueducto y su principio. Me retiré con bastante disgusto y reiteré nueva subida al Baño y tendiendo la vista a la sierra del frente, cotejé su igualdad y me encaminé a ella hasta dar con el punto que me propuse, llevando un conocido del terreno que me condujese. Ya cansado, conseguí por fin ver obras de romanos, frente a frente del Baño. Parece increíble y de todos ignorado cómo condujeron el agua por aquellas montañas cortando las sierras y bajando, según me he informado, de un nacimiento o manantial llamado El Castril, cerca de la villa de Benaocás.

Volví tercera vez y llegando al primer descubrimiento de la cañería seguí su giro según podía conservar; ya se pierde, ya la descubro; y en fin cansado y fatigado entre estos riscos logré hallar salida, llevando el giro cierto, hasta dar en un sitio llamado los Paredones, junto a una cabreriza que dicen de los Pérez, pasando y girando nuevamente a otra sierra más encumbrada, junto al camino de Benaocás.

Aquí ya casi llegué a perder las esperanzas; pero preguntando a varios sobre la cañería que buscaba, me informaron, según la tradición de sus mayores, que bajaba del nacimiento o manantial del Castril una cañería de Gentiles a la sierra del Benafis alto. Otros me dijeron iba a dar al edificio que ellos llaman Mesquita, y es Baño Romano. En fin, para informarme mejor, habiendo pasado a Benaocás pregunté a los ancianos y convinieron en lo dicho, y hallándose predicando allí la cuaresma el reverendo padre Guardián de Capuchinos de Málaga, don Diego José de Ubrique, me dijo que había visto un atanor de plomo que habían sacado unos cabreros de entre un tallisco, de la cañería de los romanos.

Aunque en las excavaciones que llevo referidas se han encontrado bastantes monedas, las he ido repartiendo entre varios sujetos curiosos, y aún conservo algunas pocas, pero todavía se hallan en las labores que se dan a la viña. No hago más descubrimientos formales cansado de tanto gasto”.

La descripción de la existencia de vestigios de una conducción desde El Castril, pasando por Los Paredones (el documento es el más antiguo en el que he visto escrito este topónimo), para llevar agua supuestamente al mausoleo es para mí lo más delicioso del manuscrito de Vegazo. Fray Sebastián no despreció esta información, pero se ve que prefirió resumirla y lo hizo así:

«Supone este [Juan Vicente Vegazo] erróneamente que la mal llamada Mezquita, a la subida, eran unos baños y que hasta allí llegaban las aguas de Benaocaz. Sus investigaciones descubrieron que fue conducida hasta Occurris en atanores de plomo el agua del manantial de Castril, y fue siguiendo los restos del acueducto hasta comprobar su existencia. Para informarse mejor, fue hasta Benaocaz, preguntó a los ancianos y le confirmaron lo dicho; y hallándose allí predicando el P. Diego de Ubrique, le dijo que había visto un atanor de plomo que había sacado un cabrero de entre un lentisco de la cañería de los romanos. De ser esto así, asombra el trabajo de ingeniería de los antiguos para surtir de agua a su ciudad».

(Aparentemente, Fray Sebastián confundió «tallisco» con «lentisco»). El historiador ubriqueño no usa el nombre de Los Paredones, pero, de nuevo, la versión de Simón de Rojas Clemente suple esta falta, aunque errando en la escritura del topónimo (salvo que la errata provenga de la trascripción moderna del Diario de Clemente):

«Parece increíble cómo condujeron el agua al baño cortando las Sierras, trayéndola de un nacimiento de Benaocaz llamado el Castril, según tradición. Ya se descubría, ya se perdía la cañería hasta hallarle el giro cierto en el sitio de los Panderones, junto a la Cabreriza de los Pérez, pasa por otra Sierra más encumbrada, junto al Camino de Benaocaz».

Por cierto, la palabra panderón existe; según la RAE es un andalucismo que significa “plano inclinado, de superficie lisa y suave, formado por grandes hojas de pizarra de color acerado y bruñido aspecto, que forma la parte convexa de algunas lomas de Sierra Nevada. Panderones del Veleta, del Mulhacén”. Probablemente se trate de un lapsus de Clemente, que conocería este término, pues era tan buen geólogo como filólogo.

Apartado 4. Final de la crónica principal de Vegazo

La crónica de Vegazo termina así: “Las piedras que se han encontrado en las excavaciones unas parecen de las canteras de Morón, distante 9 leguas, otras de Marchena, distante 13 leguas. El busto o trozo de estatua parece de Carrara, en el Genovesado”.

Fray Sebastián hizo caso omiso de estas opiniones, pero tampoco creo que valgan mucho a los arqueólogos modernos ya que, por lo menos en lo que se refiere a las “piedras” que restan, un estudio geoquímico puede arrojar conclusiones objetivas sobre el acierto o error de las opiniones subjetivas de Vegazo al respecto.


Sección 2ª. Transcripción de los dos epígrafes romanos

La segunda sección del manuscrito de Juan Marín Reyna es una transcripción de las inscripciones labradas en sendas lápidas conmemorativas que se hallaron en el Salto de la Mora acompañada de unas Observaciones que hizo sobre ella “José de Rojas, catedrático que fue de Escriptura en la Universidad de Sevilla”. (Estas mismas observaciones las tenía también el erudito Antonio Delgado Hernández en la colección de documentos antiguos que poseía). La transcripción es esta:

Transcripción de los dos epígrafes encontrados en el yacimiento de Ocur en 1796 según aparece en el manuscrito de Vegazo. Su autor es desconocido.

Las observaciones de José de Rojas son estas:

A la izquierda, «Observaciones sobre las inscripciones antecedentes hechas por el Sr. D. José de Roxas» que aparecen en el manuscrito de Vegazo; a la derecha «Observaciones que se han de hacer en las dos inscripciones descubiertas junto a Ubrique» que aparecen en el legajo de Antonio Delgado. Son exactamente iguales, pero en el segundo documento no se indica el autor.

Muy posiblemente, José de Rojas no vio las inscripciones in situ, sino que le enviaron transcripciones en papel. Así se deduce de este párrafo de Fray Sebastián

Desde las excavaciones de 1794, en que se descubrieron, D. Juan Vegazo las copió, llevado de su afición, y las mandó a D. José de Rojas, Catedrático que fue de la Universidad de Sevilla. Este hizo observaciones muy juiciosas….

Como he explicado en otro lugar, estas transcripciones corresponden casi sin ninguna duda a las que hicieron los eruditos sevillanos Cid y Santaella a finales de 1796, quienes las enviaron a Juan Francisco Masdeuque las publicó en un libro en 1800.

Fray Sebastián no reproduce en su Historia de la Villa de Ubrique estas primitivas transcripciones porque no tendría sentido hacerlo. Sirven de curiosidad histórica, pero carecen de valor científico porque adolecen de muchos errores, y de hecho las secciones 2ª y 4ª del manuscrito de Vegazo están dedicadas a señalarlos, como estoy comentando. Pero Simón de Rojas Clemente sí las copió en su cuaderno de campo (como publiqué hace años), gracias a lo cual estaban a disposición de los arqueólogos actuales antes de descubrirse el manuscrito de Juan Marín Reyna. Así las copió Clemente:

Transcripción de los dos epígrafes de Ocur que aparecen en el cuaderno de campo de Simón de Rojas Clemente. Es la misma que la del manuscrito de Vegazo, pero tiene la particularidad de que están señalados algunos de los errores indicados en la sección 3 del manuscrito.

Sección 3ª. Visita de Traggia en 1801 y su lectura de las inscripciones

Copio literalmente (adaptando ligeramente el lenguaje al nuestro actual) la cuarta sección del manuscrito de Juan Marín Reyna (presumible versión completa y literal del de Vegazo):

En 8 de marzo de 1801, pasando por la villa de Ubrique el regimiento de Húsares, su coronel, don Domingo Traggia, marqués de Palacio, que fue gobernador de Cervera y descubrió allí muchas antigüedades, quiso ver las de estas inmediaciones en la sierra de Benafelis o Benafís, distante como una medio de legua al Nordeste. Dijo después de examinado todo que el edificio que está en la falda como 150 pasos más bajo que la cumbre donde fueron halladas las lápidas y las estatuas le parecía baño y obra de romanos, como igualmente las demás ruinas; que los estanques y murallones eran obras posteriores y de moros y que estas no manifestaban haber sido fortaleza y sí solo cerca para impedir la entrada al terreno y sitio donde estaba el templo, debiendo advertir que el baño y los vestigios de la gran población que están en la falda de la sierra están fuera del muro o cerca, pues este solo rodea la cumbre o mayor altura de la sierra.

Reconoció las monedas, trozos de estatuas, los pedazos de tejas y ladrillos, y muchos de estos enteros y algunas de aquellas que tienen como ¾ de largo y dos de ancho; su hechura llana con borde como de tres dedos y señales de engargoladura para ensamblar unas con otras, por ser de un mismo ancho el lado de arriba que el de abajo. En suma, se confirmó el ser estas obras de romanos.

Leyó y copió por su mano las inscripciones como siguen:    

Simón de Rojas Clemente conoció también esta información, y prueba de ello es que trasladó a su cuaderno de campo (aunque no literalmente) lo relativo a la visita de Domingo Traggia (en la transcripción moderna del Diario de Clemente se lee «Toragia»). Esto que sigue es lo que escribió Clemente; basta cotejarlo con el documento de Juan Marín Reyna para constatar que Clemente conoció también esta sección del manuscrito de Vegazo.

El Coronel de Húsares Don Domingo Toragía, Marqués del Palacio, en otro tiempo Gobernador de Cervera, donde dice haber descubierto muchas antigüedades, noticioso de las ruinas de Benafelis vulgo Benafís, distante como ¼ de legua de Ubrique, a la parte del Norte y viento Nordeste, quiso verlas y dijo que los estanques y murallas eran obra de Moros y que estas no manifestaban haber sido fortaleza y sí solo cerca a impedir la entrada al terreno y sitio donde estaba el Templo, notando que el baño y vestigios de gran población que están en la falda de la Sierra se hallan fuera de la muralla, pues esta solo rodea la cumbre. Vio ladrillos enteros y tejas enteras de tres cuartas de largo y dos de ancho, llanas como para ensamblarse unas con otras con sus engargoladuras.

De él son la lectura y traducción de las inscripciones.

LECTURA DEL NÚMERO 1 Y VERSIÓN
Imperatori Caesari, Divi
Hadriani filio, divi Tra
jani Parentis nepoti, di
vi Nervae Pronepoti: Pio
Hadriano Antonino. Au
gusto Pío Pontifici Maxi
mo Populi romano Potes
tate urbis consuli 3°
Populi Procuratori Pu
blico Ocuritanorum [sic] decre
to Decurionum dedicavit,
aut dono dedit.


Al Emperador César, hijo del Divino Hadriano, Nieto del Divino Trajano, biznieto del Divino Nerva; al Pío Hadriano Antonino Augusto Pío, Pontífice Máximo, Cónsul de Roma por la potestad del Pueblo Romano, 3° procurador público del Pueblo Ocurritano, en fuerza de decreto de Los Decuriones se dedica.

LECTURA DEL NÚMERO 2°.
Imperatori Caesari Mar-
co Aurelio Commodo An-
tonino Augusro Pio felici-
ter Sarmatarum Magis-
tro, Pontifici Maximo tri-
buno Peblis. 4° Imperatori.
X Consuli urbis, Procurarori
Publico Republicae Ocurritanorum
decreto decurionum dedicavit
aut dono dedit.


VERSIÓN DEL NÚMERO 2°.
A! Emperador César Marco Aure!io Cómodo, Antonino Augusto Pío felizmente Maestro de !os Sármatas, Pontífice Máximo, 4° Tribuno de la plebe, Emperador Xº, Cónsul de Roma, Procurador público de la República de los Ocurrítanos, en fuerza de decreto de los decuriones se dedicó.


Sección 4ª. Lo mismo que la sección 2ª

En la sección 4ª aparecen de nuevo las transcripciones hechas en la sección 2ª, pero ahora con mejor caligrafía y, dato interesante, con correciones anotadas como lo hace un profesor cuando corrige el trabajo de un alumno:

Página del manuscrito de Juan Marín Reyna que se conserva en el Archico Histórico Provincial de Granada / cortesía de Esperanza Cabello Izquierdo.
Página del manuscrito de Juan Marín Reyna que se conserva en el Archico Histórico Provincial de Granada / cortesía de Esperanza Cabello Izquierdo.

Tras las transcripciones hay cuatro páginas de «Observaciones que se han de hacer en las dos antecedentes inscripciones» en el que se explican estas correcciones y se hacen otras muchas. Es lo mismo que se lee en la sección 2ª, pero con una caligrafía más cuidada. Aunque el nombre del autor no figura, no puede ser otro que José de Rojas, pues en la sección 2ª sí está indicado expresamente. Las Observaciones son estas:

Página del manuscrito de Juan Marín Reyna que se conserva en el Archico Histórico Provincial de Granada / cortesía de Esperanza Cabello Izquierdo.
Página del manuscrito de Juan Marín Reyna que se conserva en el Archico Histórico Provincial de Granada / cortesía de Esperanza Cabello Izquierdo.
Página del manuscrito de Juan Marín Reyna que se conserva en el Archico Histórico Provincial de Granada / cortesía de Esperanza Cabello Izquierdo.
Página del manuscrito de Juan Marín Reyna que se conserva en el Archico Histórico Provincial de Granada / cortesía de Esperanza Cabello Izquierdo.

Conclusión

El hallazgo del manuscrito de Vegazo (o, más propiamente, el de Juan Marín Reyna, aunque presumiblemente es idéntico al de Vegazo) es un regalo que le ha tocado al pueblo de Ubique, y se lo debemos a la pasión de Esperanza Cabello por la historia de nuestro pueblo y a su afán infatigable por desentrañarla. Es un documento icónico y, desde luego, confieso que ya quisiera haber sido yo el descubridor, 😊.

Pero científicamente aporta poco, y no porque no contenga informaciones valiosas, sino porque ya se conocían.

En 63,5 % de la crónica de los trabajos “arqueológicos” de Vegazo está vertido en la Historia de la Villa de Ubrique de Fray Sebastián literalmente. El 36,5 % restante no lo copió este autor al pie de la letra, pero resumió o glosó lo esencial. No obstante, el manuscrito aporta detalles desconocidos, como la identidad de los propietarios del terreno (aunque desde el punto de vista arqueológico esa información sea estéril), la confirmación de que las observaciones sobre las inscripciones lapidarias las hizo José de Rojas (dato apuntado por Fray Sebastián que tampoco parece arqueológicamente útil) o la descripción de las andanzas de Vegazo para descubrir la fuente del agua de los “baños”. Fray Sebastián resume este episodio de la crónica en pocas palabras, pero el manuscrito da algunos detalles que arqueológicamente pueden resultar interesantes.

Las secciones 2ª, 3ª y 4ª del manuscrito también eran conocidas. Las inscripciones lapidarias las copió Simón de Rojas Clemente, así como buena parte de observaciones hechas por José de Rojas, las cuales también aparecen en el legajo del erudito Antonio Delgado conservado en la Universidad de Sevilla. Finalmente, la pequeña crónica de la visita de Domingo Traggia igualmente la reproduce (de forma resumida) Clemente, así como la lectura completa que hizo de las inscripciones dicho Traggia (muy deficientes, por cierto). Además (y no lo he dicho antes), el cura ubriqueño Simón de Zamora también copió en una carta a la Real Academia de la Historia las lecturas de Traggia.

Ahora bien, que yo asegure que el manuscrito de Vegazo no aporta ningún (diré «casi ningún») dato científico nuevo, no quiere decir ni mucho menos que no le conceda valor alguno. Muy al contrario, la lectura del relato de Vegazo en ese documento amarillento que tiene más de dos siglos de historia me parece sumamente motivadora para que arqueólogas y arqueólogos jóvenes se atrevan a intentar resolver, por ejemplo, el enigma de la traída de aguas a Ocur. No es lo mismo leer el parrafito neutro de Fray Sebastián al respecto que la narración en primera persona («ya se pierde, ya la descubro…»), hecha por Vegazo. Solo por aspectos como este, el descubrimiento del manuscrito me parece un gran acontecimiento para la historia y la cultura de Ubrique que sin duda dará frutos.

Más

3 COMENTARIOS

  1. Magnífico trabajo José María, requiere varias relecturas para procesar lo leído. Completo y poniendo negro sobre blanco, lo que en otro tiempo escribió Fray Sebastián de Ubrique y otros. Gracias

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