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Ingeniería y electricidad en la Venezuela del XVIII: los hermanos Del Pozo y Sucre

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Recreación por IA de la visita de Humboldt al laboratorio de Carlos del Pozo y Sucre en Calabozo, Venezuela / Dall·e

José (1740-1819) y Carlos del Pozo y Sucre (1743-1814) fueron dos hermanos venezolanos que destacaron en el siglo XVIII por sus contribuciones científicas en distintos ámbitos. Mientras José se especializó en la ingeniería militar y participó en expediciones y proyectos de fortificación en el Río de la Plata, el Caribe y Venezuela, Carlos se dedicó a la experimentación eléctrica en Calabozo, construyendo instrumentos científicos de manera autodidacta.

José aplicó sus conocimientos en la planificación urbana y en la mejora de infraestructuras estratégicas, alcanzando el rango de teniente general en el ejército español. Carlos, por su parte, asombró a Alexander von Humboldt con sus máquinas eléctricas y aplicó sus descubrimientos en la protección contra tormentas.

A pesar de recorrer caminos distintos, ambos hermanos compartieron un espíritu innovador y contribuyeron al avance del conocimiento científico y técnico en la Venezuela española.


José del Pozo y Sucre

José de Pozo y Sucre (Caracas, 1740 – Cádiz, 1819) fue un destacado ingeniero militar cuya trayectoria abarcó diversos escenarios en América y Europa durante el siglo XVIII. Formado en el Real Colegio de Artillería de Segovia, su carrera se caracterizó por una serie de contribuciones significativas en expediciones militares y proyectos de ingeniería en territorios como el Río de la Plata, Cuba, Trinidad y Venezuela.

Hijo del contador de la Real Hacienda de Caracas José de Pozo Honesto y de Isabel de Sucre, natural de Cartagena de Indias, José de Pozo y Sucre inició su carrera militar en 1760 como cadete en el Real Cuerpo de Artillería. Participó en la campaña de Portugal en 1762 y, posteriormente, continuó sus estudios en el Real Colegio de Artillería de Segovia. En 1765, durante su estancia en Orán, África del Norte, solicitó su incorporación al Cuerpo de Ingenieros, obteniendo el rango de subteniente. Su carrera lo llevó a diversas asignaciones en Cádiz, Sevilla y las nuevas poblaciones de Sierra Morena (Andalucía, España) bajo la dirección de Pablo de Olavide, antes de ser destinado a Barcelona en 1776.

Expedición al Río de la Plata

En 1776, con el grado de teniente, Pozo y Sucre se unió a la expedición liderada por Pedro de Cevallos al Río de la Plata, destinada a consolidar el dominio español en la región frente a las pretensiones portuguesas sobre la Colonia del Sacramento. Durante esta campaña, participó en la toma de la isla de Santa Catarina y en la captura de la Colonia del Sacramento en 1777. Además, contribuyó en la planificación y construcción de fortificaciones en Montevideo, incluyendo el diseño del fuerte del Cerro de Montevideo y otras obras de infraestructura militar.

Contribuciones en el Caribe

Tras su participación en el Río de la Plata, Pozo y Sucre fue destinado a Cuba, donde desempeñó un papel relevante durante la Guerra de Independencia de los Estados Unidos. En la isla, estuvo involucrado en la planificación urbana de San Julián de los Guines, contribuyendo al desarrollo estratégico de la región. Posteriormente, fue asignado a la isla de Trinidad, donde realizó trabajos en las fortificaciones y castillos de Puerto España, además de elaborar los planos de la catedral de la ciudad, demostrando su versatilidad en proyectos tanto militares como civiles.

Informe sobre Puerto Cabello

A finales de 1787, con el rango de teniente coronel de infantería e ingeniero ordinario, Pozo y Sucre llegó a Puerto Cabello, Venezuela. Allí, presentó un detallado informe sobre el estado de las fortificaciones de la plaza, destacando problemas críticos como el abastecimiento de agua para la población. Su evaluación incluyó una descripción precisa de las defensas existentes y recomendaciones para su mejora, subrayando la importancia estratégica del cerro del Mirador en la defensa de la ciudad.

Últimos años

En 1790, Pozo y Sucre fue nombrado maestro principal (director) de la Academia Militar de Matemáticas de Cádiz, posición desde la cual influyó en la formación de nuevos ingenieros militares. A lo largo de su carrera, ascendió en los rangos militares, alcanzando el grado de mariscal de campo en 1807 y teniente general en 1814. Aunque su hermano, Carlos del Pozo y Sucre, es más conocido en Venezuela debido a su encuentro con Alexander von Humboldt en Calabozo, José de Pozo y Sucre dejó una huella significativa en la ingeniería militar hispanoamericana del siglo XVIII. Su labor en diversas expediciones y proyectos de fortificación refleja el espíritu ilustrado de la época y su compromiso con el desarrollo científico y técnico en los territorios donde sirvió.

A pesar de su notable trayectoria, la figura de José de Pozo y Sucre ha permanecido relativamente desconocida en su tierra natal. Su contribución a la ingeniería militar y su participación en eventos clave de la historia colonial hispanoamericana merecen un reconocimiento más amplio, destacando su papel como pionero en la aplicación de conocimientos científicos y técnicos en el contexto militar de su tiempo.


Carlos del Pozo y Sucre

Carlos del Pozo y Sucre (1743, Calabozo – 1814, Camaguán) fue un científico e inventor autodidacta venezolano, reconocido por sus contribuciones en el campo de la electricidad y la física experimental en Venezuela durante el siglo XVIII.

Primeros años y formación

Nacido en Calabozo, en el actual estado Guárico, Carlos del Pozo y Sucre. Aunque no recibió una formación académica formal en ciencias, desarrolló una profunda pasión por la física y la mecánica, adquiriendo conocimientos a través de la lectura de obras científicas de la época. Así, a pesar de las limitaciones de recursos y aislamiento geográfico, Del Pozo y Sucre se dedicó a la construcción de instrumentos científicos con materiales locales. Entre sus creaciones destacaron máquinas eléctricas de grandes discos, electrómetros, electróforos y baterías, todos fabricados sin haber visto previamente instrumentos similares y basándose únicamente en descripciones literarias. Su ingenio le permitió replicar y experimentar con fenómenos eléctricos descritos en textos europeos.

En 1800, el célebre científico y explorador Alexander von Humboldt visitó Calabozo y quedó impresionado al encontrar en la residencia de Del Pozo y Sucre un conjunto de aparatos eléctricos comparables a los utilizados en Europa. Humboldt destacó la capacidad autodidacta de Del Pozo y Sucre, quien, sin más referencia que libros como el tratado de Sigaud de Lafond y las memorias de Benjamin Franklin, logró construir dispositivos eléctricos funcionales. Esta hazaña es aún más notable considerando que Del Pozo y Sucre no tenía acceso a otros instrumentos ni a la asesoría de expertos en la materia.

Estos elogios dedicó posteriormente Humboldt al ingenio de Carlos del Pozo en su obra Viaje a las Regiones Equinocciales del Nuevo Continente:

Encontramos en Calabozo, en el corazón de Los Llanos, una máquina eléctrica de grandes discos, electróforos, baterías, electrómeros, un material casi tan completo como el que poseen nuestros físicos en Europa. No habían sido comprados en los Estados Unidos todos estos objetos; eran la obra de un hombre que nunca había visto instrumento alguno, que a nadie podía consultar, que no conocía los fenómenos de la electricidad más que por la lectura del Tratado de Sigaud de Lafond y de las Memorias de Franklin.
El Sr. Carlos del Pozo, que así se llamaba aquel estimable e ingenioso sujeto, había comenzado a hacer máquinas eléctricas de cilindro empleando grandes frascos de vidrio a los cuales había cortado el cuello. Desde algunos años tan sólo pudo procurarse, por vía de Filadelfia, platillos para construir una máquina de discos y obtener efectos más considerables de la electricidad. Fácil es suponer cuántas dificultades tuvo que vencer el Sr. Del Pozo desde que cayeron en sus manos las primeras obras sobre la electricidad, cuando resolvió animosamente procurarse, por su propia industria, todo lo que veía descrito en los libros.
No había gozado hasta entonces sino del asombro y admiración que sus experiencias producían en personas carentes por completo de instrucción, que jamás se habían apartado de la soledad de los llanos. Nuestra mansión en Calabozo le hizo experimentar una satisfacción del todo nueva. Por supuesto que había de dar alguna importancia a los votos de dos viajeros que podían comparar sus aparatos con los que se construyen en Europa.
Yo llevaba electrómeros de paja, de bolilla de saúco, y de hojas de oro laminado, y asimismo una botellita de Leyden que podía cargarse por frotamiento, según el método de Ingenhouss, la cual me servía para experiencias fisiológicas. No pudo el Sr. Del Pozo contener su alegría al ver por primera vez instrumentos no hechos por él y que parecían copia de los suyos. Le mostramos también el efecto de metales heterogéneos sobre los nervios de las ranas. Los nombres de Galvani y Volta no habían resonado en aquellas vastas soledades.

Aplicaciones prácticas y reconocimiento

Además de sus experimentos científicos, Del Pozo y Sucre aplicó sus conocimientos en beneficio de su comunidad. Construyó pararrayos que instaló en lugares estratégicos de Calabozo para proteger la localidad de las tormentas eléctricas, implementando así una de las primeras aplicaciones prácticas de la electricidad en Venezuela. También propuso la construcción de zanjas o canales para desviar las aguas durante la temporada de lluvias, demostrando su interés por soluciones prácticas a problemas locales.

En 1803, el Real Consulado de Caracas lo propuso como Director de Obras Públicas debido a sus «notorios conocimientos». Aunque su nombramiento fue rechazado por el gobernador Manuel de Guevara Vasconcelos, quien argumentó que el cargo debía ser desempeñado por un ingeniero según las ordenanzas de la ciudad, Del Pozo y Sucre continuó contribuyendo en proyectos locales. En 1804, llevó a cabo el deslinde de las tierras de Calabozo y, en 1805, el Ayuntamiento de Caracas le encomendó la colocación del techo del Coliseo de la ciudad.

Su labor también se extendió al ámbito de la salud pública. Participó activamente en la campaña de vacunación contra la viruela tras la visita a Venezuela de Francisco Javier Balmis en 1804. En un informe del médico José Domingo Díaz a la Junta Central de la Vacuna en 1805, se hace referencia a la utilidad de los descubrimientos de Del Pozo y Sucre en este contexto.

Legado

Carlos del Pozo y Sucre falleció en Camaguán alrededor de 1814. Su legado perduró más allá de su tiempo; sus pararrayos aún eran visibles en 1832, cuando el diplomático inglés Sir Robert Ker Porter visitó la región. En 1870, el licenciado Francisco Cobos Fuerte donó a la Biblioteca Nacional de Venezuela cinco cartas autógrafas de Del Pozo y Sucre, dirigidas al doctor Alejandro Echezuría y fechadas en 1805 y 1806, en las cuales se abordan temas de física experimental.

La vida y obra de Carlos del Pozo y Sucre ejemplifican el espíritu autodidacta y la pasión por el conocimiento científico en un contexto de recursos limitados. Su capacidad para superar obstáculos y contribuir significativamente al desarrollo científico y tecnológico de su comunidad lo posiciona como una figura destacada en la historia de la ciencia en Venezuela.


Fuentes

  • Manuel Hernández González. El Ingeniero venezolano José Pozo Sucre y su labor en la expedición de Ceballos al Río de la Plata, la guerra de independencia de los Estados Unidos, Trinidad y Puerto Cabello. Anuario GRHIAL. Universidad de Los Andes. Mérida. Enero-Diciembre, Nº 2, 2008, pp. 17-34.
  • Carlos del Pozo y Sucre – Wikipedia, la enciclopedia libre.
  • Jaime Requena. «La visibilidad de nuestra ciencia y técnica». Bitácora-e Revista Electrónica Latinoamericana de Estudios Sociales, Históricos y Culturales de la Ciencia y la Tecnología, 2008, n.º 1.

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