El convento de Capuchinos de Ubrique parece que ha sido siempre un nido de reaccionarios paniaguados. Tuvimos allí a aquel Félix José de Ubrique que defendía que la limosna se debía entregar a la iglesia, no a los pobres. O al beato Diego José de Cádiz, intransigente en materia de doctrina y moral y enemigo de cualquier actitud placentera ante la vida como disfrutar del teatro.

A la nómina tenemos que añadir hoy un nuevo personaje: Fray Rafael de Vélez, autor de “joyas” como el Preservativo contra la Irreligión, o los planes de la Filosofía contra la Religión y el Estado, realizados por la Francia para subyugar la Europa, seguidos por Napoleón en la conquista de España, y dados a luz por algunos de nuestros sabios en perjuicio de nuestra patria, que escribió siendo lector de Sagrada Teología en el convento de los Capuchinos de Cádiz en 1812.
Había nacido en Vélez-Málaga como Manuel José Anguita Téllez en 1777, ingresando en los capuchinos de Granada con 15 años. En 1811 lo tenemos en Cádiz, donde fueron agrupados los novicios de la orden dispersos como consecuencia de la Guerra de la Independencia.
Fue en aquella cuna del liberalismo donde, como contrapunto, destacó aún mas el carácter reaccionario de este apologista que en sus escritos se enfrento a las autoridades y al sistema constitucional. Allí unió sus esfuerzos a los de otros libelistas como Francisco de Alvarado (el que mencionó en una de sus cartas lo del “rosario de Ubrique”). En 1816 fue elegido obispo de Ceuta (sede que hasta 1812 había ocupado Fray Domingo de Benaocaz y que años antes le fue ofrecida al ubriqueño Diego José de Cádiz, quien rehusó, pesando probablemente en su decisión su conocido miedo a embarcarse).
En Ceuta siguió manifestándose contra el orden establecido. En uno de sus sermones criticó el trato que se estaba dando a la Iglesia y sus ministros, lo que movió en 1822 al gobernador, los agentes del Gobierno y el Ayuntamiento a pedir que el prelado saliera de la plaza. Vélez salió de ella desterrado y vino a recalar en los conventos de Ubrique, Casares y Estepona, entre los que se movía, itinerante.
El juez de Grazalema fue a tomarle declaración, pero el obispo se negó
El obispo Vélez se hallaba precisamente en Ubrique en abril de 1822 cuando el juez de Grazalema, Pablo Muñoz Alanís, viajó al pueblo para tomarle declaración por la causa abierta contra él en Ceuta. El prelado se negó a declarar amparado por “varios corros y fermentación en el pueblo” a su favor. Así lo contó el propio juez a la superioridad (El Mensagero de Sevilla, 29/5/1822):



(El juez Muñoz Alanís fue abogado «con méritos militares» de la Audiencia de Sevilla. Nacido en Estepa en 1787, había sido teniente capitán del Regimiento de Infantería de Barbastro (1808) y segundo capitán del Regimiento de Infantería de Sigüenza (1812).)
Así lo cuenta Fray Sebastián
En su Historia de la Villa de Ubrique, el capuchino Fray Sebastián cuenta de este modo cómo fue el paso por Ubrique de Fray Vélez y su órdago a la autoridad constitucional:
El Iltmo. Sr. D. Fr. Rafael de Vélez, gloria de la Orden capuchina, obispo de Ceuta, por oponerse, cumpliendo su deber, a las impías campañas de El Liberal Africano, inspirado por el indigno gobernador Butrón, fue expulsado de Ceuta y perseguido para matarlo. La revolución no podía olvidar que aquel hombre, verdaderamente extraordinario y santo, era el autor del Preservativo contra la irreligión y de La Apología del Altar y del Trono, la obra más formidablemente escrita contra la Constitución del 12. Perseguido por los sicarios que le buscaban para matarlo, se refugió en el convento de capuchinos de Ubrique. La crónica del convento lo cuenta así:
“Año de 1822. echaron de la plaza de Ceuta los constitucionales al ilustrísimo Sr. D. Fr. Rafael de Vélez, religioso de nuestra Orden, y se refugió en este convento, donde permaneció desde febrero hasta mayo del mismo año, en que le fue preciso huir de aquí, temiendo una catástrofe, por lo persecución que le seguía el juez de primera instancia de Grazalema, y se fue a Estepona.”
Es verdaderamente una honra para Ubrique que esta gran figura, la más grande de la provincia de capuchinos de Andalucía. después del beato Diego, que este héroe, de la talla de los Ambrosios y los Crisóstomos, recibiera hospitalidad hidalga en el convento de capuchinos y en nuestro pueblo de Ubrique.
La fidelidad de Vélez al Rey tuvo su recompensa
Cuando cayó el régimen liberal en 1823 el servilismo del padre Vélez tuvo su recompensa al recibir la Gran Cruz de la Real Orden de Carlos III, el arzobispado de Burgos y posteriormente el de Santiago de Compostela, donde realizó muchas obras de todo tipo.
Como curiosidad, la cruz pectoral que usaba el obispo de la República Dominicana un siglo más tarde, Leopoldo de Ubrique (Francisco Panal), había sido la que llevara aquel arzobispo de Santiago, que la había dejado en herencia al primer hermano de la Orden Capuchina de la Provincia de Andalucía que fuera consagrado obispo.

