viernes, 19 diciembre 2025

Los termiteros vivos más antiguos conocidos tienen 34 000 años

Al azar

Las termitas Microhodotermes viator viven en montículos a lo largo del río Buffels en Sudáfrica desde que los mamuts lanudos vagaban por la Tierra. Utilizando la datación por radiocarbono, los investigadores han estimado que los montículos tienen 34 000 años de antigüedad, lo que los convierte en los termiteros habitados más antiguos conocidos.

Los ecosistemas que secuestran carbono mediante la lixiviación de bicarbonato a las aguas subterráneas son un capital natural valioso. Una región en la que se produce este fenómeno es la costa oeste de Sudáfrica. La región está cubierta de montículos termiteros de hasta 40 m de diámetro y 2 m de altura y están enriquecidos con carbono orgánico e inorgánico del suelo y minerales solubles.

Un grupo de científicos ha querido generar datos radiogénicos y de isotópicos estables para verificar el vínculo atmósfera-suelo-aguas subterráneas y resolver el patrón de disolución de calcita e infiltración de agua en el paisaje. Los resultados han mostrado que el sulfato del suelo y del agua subterránea tienen la misma fuente de aerosoles marinos. La disolución episódica de calcita en los centros de los montículos, que aumentó durante los períodos de enfriamiento global, se ha comparado con la entrada de fondo de aerosoles marinos desde antes de la última glaciación según las edades de radiocarbono.

Los datos han revelado que las edades de carbono orgánico del suelo de los montículos de termitas habitados son de 13 000 – 19 000 años, las edades del carbonato de los nidos, de 33 000 años, y las edades de carbonato del suelo de los montículos de 34 000 años, lo que los convierte en los termiteros activos más antiguos jamás fechados. Estas edades son consistentes con las edades del carbono orgánico del suelo y del carbonato de los horizontes petrocálcicos costeros regionales formados por la acumulación de carbonato lixiviado de sus campos de dunas eólicas suprayacentes.

Las termitas, en sus actividades de cosecha, inyectan material orgánico más joven alrededor de los nidos a más de 1 m de profundidad, lo que lleva a la renovación continua de importantes reservorios de carbono del suelo en profundidad. La bioturbación de las termitas aumenta la capacidad del sistema para disolver el carbonato. La parte central bioturbada de los montículos tiene mayores profundidades de infiltración y mayor disolución de calcita, mientras que los suelos circundantes experimentan más escorrentía superficial. De este modo, los montículos de estas termitas calcáreas constituyen un mecanismo para secuestrar CO2 a través de la disolución y lixiviación del carbonato-bicarbonato del suelo hacia las aguas subterráneas.

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