En 1749 se produjo la Gran Redada o «Prisión general de gitanos», un hecho histórico poco conocido que pretendió exterminar a esta raza en España. La Gran Redada fue organizada por el Consejo de Castilla y dirigida por el Marqués de la Ensenada. Fueron capturados alrededor de 9000 gitanos, lo que representaba más del 75 % de la población estimada de esta etnia. Los detenidos fueron separados por sexo y edad y confinados en fortalezas, arsenales y depósitos improvisados, donde padecieron condiciones deplorables. La operación fue un auténtico intento de genocidio de la población gitana.
En los años siguientes continuaron las políticas represivas, aunque con cambios graduales. Las autoridades intentaron una asimilación forzada, imponiendo restricciones a la movilidad y obligando a los gitanos a abandonar sus costumbres. En 1783, Carlos III promulgó una Pragmática Sanción que pretendía «ablandar» la represión. La nueva ley permitió la elección de oficio y la integración en gremios, pero seguía prohibiendo ciertas prácticas culturales gitanas.
Padrones
Los censos fueron una herramienta central para controlar a los gitanos. En 1745 se habían elaborado unos padrones que se actualizaron tras la redada. Tras la Pragmática Sanción de Carlos III, una Real Orden de 20 de diciembre de 1784 mandó crear de un fichero general de todos los gitanos de España, el cual se habría de actualizar periódicamente para no cejar en la política de control. Estos registros buscaban supervisar la movilidad, asentamiento y actividades de los individuos de esta etnia con la intención de integrarlos forzosamente en la sociedad mayoritaria.
En su obra El gran fichero de los gitanos de España (siglos XV a XVIII) · Historia de un genocidio programado, Bernard Leblon explica que desde 1783 se hicieron dos censos de gitanos, uno entre septiembre de 1783 y diciembre de 1784 que registró a 2844 personas, y otro a partir de enero de 1785 que incluyó a 10653. En el primer censo aparece una familia de Ubrique; en el segundo, seis. En total, 36 personas, lo que suponía 32 más que en 1769 (según el Censo de Aranda). Las menciono a continuación (las fechas de nacimiento que aparecen pueden ser solo aproximadas, ya que muchas se calculaban a partir de las edades presuntas).
Los Flórez
Agustín de Flórez, nacido en 1752, vivía en Ubrique con su hermana Catalina de Flórez, nacida en 1765. Agustín había estado casado, pero su mujer había fallecido. Declaró que trabajaba de arriero, herrero y esquilador. Aparecen en el padrón de 1785, en el que figura que ya vivía en Ubrique cuando se promulgó la Pragmática Sanción en 1783.
Los Heredia
Había dos familias de apellido Heredia en Ubrique. Vivían en la villa antes de 1783 y aparecen en el padrón de 1785.
Bartolomé Heredia, nacido en 1744, era un herrero que estaba casado con Francisca Heredia, nacia en 1737. Junto a ellos vivían en el mismo domicilio en el momento del empadronamiento sus hijos Francisco (también herrero, n. 1770, Sebastián (n. 1774), Bernardo (n. 1776), Manuel (n. 1778) y Salvador (n. 1781)
Otro Salvador Heredia, nacido en 1742, sería, quizá, hermano de Bartolomé. Era maestro herrero. Su esposa se llamaba Inés de Estrada y con ella tenía dos hijos: Bernardo (n. 1778) y María (n. 1782).
Los Muñoz
Francisca Muñoz residía en Ubrique antes de 1783, según el padrón de gitanos de 1785. Su marido había sido declarado prófugo, así que ella mantenía sola a sus hijos Bernardo, que con solo 9 años (n. 1776) estaba declarado como aprendiz de herrero, Diego (n. 1779) y Francisco (n. 1783).
Los Reyes
Vivían dos familias de apellido Reyes en Ubrique y ambas residían en el pueblo antes de promulgarse la Pragmática Sanción de 1783, según el censo de 1785.
Una era la de Antonio de los Reyes (n. 1751), maestro herrero, y Rosalía Estrada (quizá hermana de Inés de Estrada, nombrada antes). Con ellos vivían sus hijos Mateo (n. 1777), María (n. 1779), Agustina (n. 1780), Rafaela (n. 1782) y José (n. 1784).
La otra familia era la de Juan Baltasar de los Reyes y Juana Jiménez, nacida ella en 1756. Él era esquilador y también hacía otras tareas relacionadas con el campo. Su hijo Juan Teodoro, de 18 años (n. 1767) ya aportaría algo a la economía familiar, pues era oficial de herrero. Vivían con ellos otros cinco hijos: Ignacia (n. 1773), José (n. 1775), Vicente María (n. 1777), Antonio (n. 1780) y María Josefa (n. 1782).
Los Victoriano
Diego Sebastián Victoriano, nacido en 1757, figura como residente en Ubrique en el censo de 1784, pero pasó a Benarrabá, en cuyo padrón de gitanos de 1785 está inscrito. Trabajaba como herrero y como canastero. Su esposa se llamaba Luisa de Vargas, nacida en 1755. Sus pequeñas hijas María (n. 1781) y Gabriela (1783) vivían con ellos.
Apellidos
Bernard Leblon dice en el libro que mencioné antes:
De manera general, los gitanos [antiguamente] no tienen apellidos específicos, ya que solían adoptar los de sus padrinos. Escogían estos entre posibles protectores, preferentemente ricos y poderosos […]. Los Maldonados y los Mendozas figuran todavía en nuestro repertorio de los nombres gitanos […]. Otros grandes nombres del fichero son los de Castro, de Quirós, de Rojas, de Salazar, de Silva, de Soto, de Torres, de Vargas o de Vega. […] A lo largo del tiempo se formó una verdadera aristocracia gitana, con apellidos emblemáticos tales como Amaya, Bustamante, Carmona, Heredia, Malla o Maya, Monge, Soto, Vargas y muchos más. Los más típicos son quizá Batista, que se refiere a San Juan, inventor del bautismo, cuando no hay padrino influyente, Reyes, en alusión a los magos venidos de Oriente, y Caracol o Cargol, que al principio fue seguramente un mote. […] Lo que no ha de extrañar, en cambio, es que los apellidos más frecuentes entre los gitanos sean también los más difundidos en España, como Fernández y Jiménez.
Distribución geográfica
Según Leblon, los gitanos no estaban homogéneamente repartidos en España. Solo los había (según los censos) en 18 de 50 provincias. Encabezaban la lista de número de gitanos residentes las provincias de Cádiz (17 %), Sevilla (15 %), Granada (11 %) y Málaga (10 %). Es decir, más de la mitad de los gitanos estaban empadronados en solo 4 provincias, y las 4 andaluzas. En cambio, Ávila, Cáceres, Madrid, Zaragoza, Soria, Teruel, Segovia y Zamora, apenas tenían. En las islas, ninguno. La gran mayoría vivían en Andalucía y la costa mediterránea, como se aprecia en el siguiente mapa:
Copio de nuevo de Bernard Leblon, en este caso para que sepamos algo de algunas de las profesiones declaradas pr los gitanos empadronados:
Hay que recordar que, desde el principio de la sedentarización forzada, en siglo XVII, se prohíbe a los gitanos el ejercicio de sus oficios tradicionales, y el cultivo de la tierra llega a ser el único autorizado. […] El capítulo 8 de la ley de 1783 indica que el oficio de esquilador y el tráfico de ferias y mercados no serán considerados como suficientes, de donde la adición frecuente del esquileo con los trabajos del campo. […] El oficio de herrero, terminantemente prohibido a los gitanos por las leyes vigentes hasta 1783, es el que practican 1366 de ellos según los censos de 1784 y 1785 y representa un 31 % de las actividades registradas. Esta anomalía, y el hecho de que los herreros gitanos se hallen concentrados en Andalucía y, particularmente en la provincia de Cádiz (…). Prohibido o no, el oficio de herrero era indispensable para fabricar o arreglar las herramientas de los agricultores y, después de la redada de 1749, muchos herreros gitanos reclamados por su domicilio deben esta oportunidad a su actividad profesional. […] Es difícil entender cómo 245 gitanos han podido declararse como arrieros, cuando les estaba prohibido salir de sus residencias hasta hace poco [se refiere al siglo XVIII]. Es verdad que la ley de 1783 ha suavizado sus condiciones de existencia y notamos que muchos de ellos se conforman con transportar agua, leña, materiales de construcción o escombros en un espacio reducido.
Interesantísimo el libro de Bernard Leblon, que el autor inicia con esta dedicatoria: A la memoria de las víctimas de la ‘civilización’ paya. Lo suscribo.