Henry Obanya, estudiante de doctorado en ecotoxicología en la Universidad de Portsmouth advierte en The Convsersation de un problema ambiental que pasa desapercibido: los neumáticos de los vehículos.
Cada año, los vehículos en todo el mundo generan aproximadamente 6 millones de toneladas de fragmentos de neumáticos, pequeñas partículas de plástico que se desprenden debido al desgaste normal de las ruedas al conducir. Estas diminutas escamas, invisibles a simple vista, terminan acumulándose en el suelo, los ríos, los lagos, e incluso en nuestra comida. Recientemente, investigadores chinos identificaron productos químicos derivados de los neumáticos en la mayoría de las muestras de orina humana analizadas.
Estas partículas representan una fuente significativa de contaminación por microplásticos, contribuyendo al 28 % del total de microplásticos que pasan al medio ambiente a nivel global. Sin embargo, a menudo se pasan por alto y se agrupan con otros microplásticos, ignorando que tienen características únicas que demandan una atención específica.
Es urgente clasificar las partículas de neumáticos como una categoría única de contaminación. Esto permitiría investigaciones más especializadas y el desarrollo de políticas diseñadas específicamente para mitigar este problema. Además, facilitaría que las personas comprendan mejor la magnitud de esta amenaza ambiental y lo que pueden hacer al respecto.
Delegados de muchos países han negociado en Corea del Sur el primer tratado global contra la contaminación por plásticos. Aunque este acuerdo histórico promete abordar diversos aspectos de la contaminación plástica, las partículas de neumáticos apenas se mencionan en la agenda. Reconocer su importancia podría impulsar soluciones específicas y aumentar la conciencia pública.
Componentes de los neumáticos y su impacto ambiental
Los neumáticos modernos están hechos de una mezcla compleja de caucho sintético y natural, junto con cientos de aditivos químicos. Este diseño mejora su rendimiento, pero también agrava las consecuencias ambientales.
Por ejemplo, los neumáticos contienen óxido de zinc en proporción aproximada del 0,7 %. Este compuesto, esencial para hacerlos más duraderos, es altamente tóxico para la vida acuática, incluso en cantidades mínimas, y altera los ecosistemas.
Otro aditivo tóxico es el 6PPD, un compuesto que protege a los neumáticos del agrietamiento. Cuando se expone al aire y al agua se transforma en 6PPD-quinona, una sustancia vinculada a episodios de muerte masiva de peces.
Los vehículos más pesados, incluidos los coches eléctricos (que usan baterías muy pesadas), desgastan sus neumáticos más rápidamente y generan mayores cantidades de partículas de microplásticos.
Soluciones prácticas y científicas
Los fabricantes podrían ser regulados mediante impuestos basados en el peso del vehículo, siguiendo el principio de “el que contamina, paga”. Esto incentivaría diseños de automóviles más ligeros y animaría a los consumidores a optar por opciones más ecológicas.
Por otro lado, es necesario profundizar en preguntas clave, como ¿a qué distancia se dispersan estas partículas?, ¿dónde se acumulan?¿qué especies animales (y vegetales) son más vulnerables a sus efectos?
El desarrollo de neumáticos ecológicos que utilicen alternativas seguras al óxido de zinc y al 6PPD sería un paso decisivo para reducir los daños ambientales.
Con más de 2 mil millones de neumáticos producidos cada año para satisfacer la creciente demanda de vehículos, la contaminación por partículas de neumáticos está en camino de intensificarse. Actuar ahora mediante impuestos, regulaciones específicas y avances en diseño no solo reduciría esta contaminación, sino que también promovería sistemas de transporte más sostenibles.
No se trata de si podemos permitirnos actuar, sino de si podemos permitirnos no hacerlo.

