lunes, 6 mayo 2024

Bioprospección: búsqueda de nuevos fármacos anticancerígenos en el mundo natural

Al azar

Elena Maganto Burgos »

Según la Organización Mundial de la Salud, el cáncer se encuentra entre las principales causas de muerte a escala mundial. Durante años, las empresas farmacéuticas y los centros de investigación de todo el mundo han aunado esfuerzos por encontrar terapias eficaces que aumenten la tasa de supervivencia y brinden a los pacientes con cáncer una mejor calidad de vida. Pese a ello, cada año se diagnostican 14 millones de nuevos casos y se prevé que en las próximas dos décadas, esta cifra aumente un 70%. Por este motivo, la búsqueda de nuevos compuestos con actividad antitumoral continúa siendo una de las principales prioridades para la investigación biomédica.

Durante las últimas décadas, parte de la industria farmacéutica ha recurrido al screening masivo de grandes bancos de moléculas sintéticas para la búsqueda de nuevas moléculas activas. Es la técnica conocida como High Throughput Screening (HTS). Con esta técnica, los costes de búsqueda, selección y optimización de las moléculas son tremendamente elevados, sin olvidarnos de los costes asociados a los numerosos ensayos, preclínicos y clínicos, que debe superar cualquier compuesto farmacológico para su salida al mercado.

El veneno de R. junceus se ha demostrado que, in vitro, disminuye la viabilidad de células cancerosas epiteliales, sin afectar a las células sanas.

Sin embargo, en los últimos años están aflorando nuevos puntos de vista en la búsqueda de moléculas activas que ponen sus miras en el mundo natural; estamos hablando de la bioprospección. La bioprospección se define como el análisis de los elementos que constituyen la diversidad biológica con el objetivo de descubrir moléculas que aporten beneficios médicos, cosméticos o alimentarios al ser humano. En la naturaleza, miles de años de evolución han permitido el desarrollo de organismos con la capacidad de sintetizar una gran variedad de compuestos. Por tanto, seleccionando correctamente qué organismos analizar, podrían llegar a descubrirse moléculas con la actividad que se precisa y que podrían ser utilizadas con fines terapéuticos. Concretamente, en la terapia de pacientes con cáncer, sería necesario el análisis de organismos con mecanismos químicos de inhibición del crecimiento y/o citotóxicos.

En los últimos tiempos, los organismos marinos han recibido una considerable atención como fuente de nuevas moléculas terapéuticas. Los océanos cubren el 70% del planeta y en ellos reside la mayor parte de la vida terrestre. Por eso, resulta interesante la búsqueda de moléculas activas en su biodiversidad. Analizando el mundo marino, se ha descubierto que muchos invertebrados sésiles (o de escaso movimiento) que habitan en los arrecifes, han desarrollado un gran repertorio químico de defensa contra otros organismos del ecosistema. Con moléculas inhibitorias del crecimiento celular, estos organismos se protegen del resto de organismos del entorno, supliendo de este modo la posibilidad de huida con la que no cuentan.

Gracias a numerosas investigaciones, se ha demostrado que una gran variedad de invertebrados marinos son capaces de sintetizar alcaloides de familias estructurales muy diversas (indoles, pirroles, quinolinas, pirazinas y piridoacridinas) con actividades proapoptóticas e inhibidoras del ciclo celular.

Las meridianinas son una familia de alcaloides indólicos aislados de una ascidia del sur del Atlántico conocida como Aplidium meridianum. La molécula natural (meridianina A-G) actúa como un inhibidor de las quinasas celulares que participan en el ciclo celular.

Además de prevenir la proliferación, también inducen la apoptosis, probablemente gracias a su habilidad para entrar en las células e interferir con quinasas involucradas en la muerte celular. Las diferentes meridianinas aisladas difieren en los sustituyentes de las posiciones R1-R4, pudiendo estar bromados, o hidroxilados. Estos cambios no afectan al modo de acción de la molécula pero sí a la potencia de actuación, siendo la meridianina E la que presenta una IC50 más baja y la G, la que tiene una IC50 más alta.

El mundo marino es solo un ejemplo más en la búsqueda de moléculas terapéuticas, pues posiblemente el mundo vegetal, que cuenta con una enorme plasticidad celular y versatilidad, habrá desarrollado estrategias defensivas que podrán resultar útiles para este mismo fin, o incluso en otras patologías que actualmente amenazan la salud del ser humano. Quizá la clave se encuentra en aprovecharse de lo que la naturaleza, por sabia, nos brinda.


Bibliografía

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