En lo más alto del Altiplano andino, rodeada de volcanes, salares y un silencio sobrecogedor, se encuentra la Laguna Colorada, uno de los paisajes naturales más impresionantes de Bolivia. Ubicada dentro de la Reserva Nacional de Fauna Andina Eduardo Avaroa, en el departamento de Potosí, esta laguna salada es un ejemplo perfecto de cómo la naturaleza puede combinar ciencia y belleza en un solo lugar.
Situada a unos 4300 metros sobre el nivel del mar, la Laguna Colorada se extiende a lo largo de 60 kilómetros cuadrados, aunque su profundidad no suele superar los 50 centímetros. A simple vista, lo que más llama la atención son los cambios de color en sus aguas: desde el rojo intenso que le da su nombre, hasta tonos verdes, amarillos o anaranjados, que parecen moverse con la luz del sol y el viento.
¿Por qué cambia de color?
La explicación detrás de este fenómeno visual tiene que ver con la presencia de algas microscópicas y la alta concentración de minerales en el agua. Algunas especies de algas, como las Dunaliella salina, producen pigmentos rojizos cuando están expuestas a niveles extremos de salinidad y radiación solar. Estos pigmentos, combinados con los sedimentos ricos en hierro y azufre, crean una paleta cromática que varía dependiendo de la época del año, la hora del día y las condiciones atmosféricas.
Una imagen captada por el satélite Centinel-2 (del programa Copérnico, UE) el 19 de abril de 2025 muestra la laguna con un matiz verde-amarillento, lo que refleja la variabilidad natural de este ecosistema. Estas imágenes de satélite son una herramienta valiosa para monitorizar los cambios ambientales en zonas remotas y sensibles como esta.
Un hogar para flamencos
Más allá de su apariencia hipnótica, la Laguna Colorada es un hábitat fundamental para la parina chica o flamenco de James (Phoenicoparrus jamesi), una especie considerada en peligro de extinción. Cada año, miles de estos elegantes pájaros rosados se congregan aquí para alimentarse de las algas y pequeños crustáceos que abundan en sus aguas ricas en minerales.
Junto a ellos, también se pueden observar otras dos especies de flamencos: el flamenco andino (Phoenicoparrus andinus) y el flamenco chileno (Phoenicopterus chilensis), lo que convierte a la laguna en uno de los pocos lugares del mundo donde coexisten estas tres especies de manera natural.
Vida difícil en condiciones extremas
La vida en la Laguna Colorada no es fácil. Las temperaturas pueden descender por debajo de los -10 °C durante la noche, mientras que durante el día el sol golpea sin piedad. La altitud hace que el aire sea fino y la radiación solar, intensa. A pesar de estas condiciones extremas, la laguna alberga formas de vida altamente adaptadas, desde bacterias halófilas (que prosperan en medios salinos) hasta microalgas resistentes a los rayos UV.
Este tipo de ecosistemas son de gran interés para la astrobiología, ya que podrían ofrecer pistas sobre cómo la vida podría existir en planetas con ambientes extremos, como Marte o las lunas heladas de Júpiter y Saturno.
Turismo y conservación
Debido a su espectacular belleza, la Laguna Colorada se ha convertido en un destino turístico popular, especialmente para quienes realizan la ruta del Salar de Uyuni. Sin embargo, este creciente interés turístico representa un problema: mantener un equilibrio entre el acceso responsable y la protección del ecosistema.
La Reserva Nacional de Fauna Andina Eduardo Avaroa, gestionada por el Estado boliviano con apoyo de poblaciones locales, busca preservar esta joya natural mediante regulaciones de entrada, educación ambiental y programas de conservación de la biodiversidad.
Un símbolo del altiplano
La Laguna Colorada no solo es un espectáculo visual, sino también un laboratorio natural que nos recuerda cuán diversa y resiliente puede ser la vida en nuestro planeta. Ya sea vista desde el cielo por un satélite o admirada en silencio desde sus orillas, esta laguna sigue despertando asombro y respeto.
Sus colores cambiantes, su papel fundamental en la conservación de especies y su valor como indicador ambiental la convierten en mucho más que una simple atracción turística: es un verdadero símbolo de la riqueza natural del altiplano andino.

