viernes, 19 diciembre 2025

El inhumano secuestro de Juan Aurioles en Zahara de la Sierra (Cádiz) en 1877

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En 1877 ocurrió un suceso en Zahara de la Sierra que acabó conmocionando a aquel tranquilo pueblo de la Sierra de Cádiz. Voy a contar los sucesos valiéndome de las crónicas de la prensa de la época que he encontrado. Dividiré la historia en dos capítulos: El rapto y Las consecuencias


I. El rapto

El 1 de abril de 1877, primer domingo del mes, el propietario zahareño de 29 años de edad  Juan Aurioles y Aurioles –otras fuentes dicen que nació en 1851 y murió en 1912–  se encontraba muy tranquilo durmiendo junto con otros cuatro hombres en el interior de «una choza» en la finca o cortijo Cama del Puerco, propiedad de su suegro.

La familia de este señor debió de ser muy principal en Zahara. Fueron antepasados suyos un Alonso Aurioles y Galván, bautizado en la localidad en 1775 y licenciado en Artes en la Universidad de Sevilla en 1803 (para cuya licenciatura aportó el correspondiente informe de limpieza de sangre); Juan Aurioles y Galván, medio racionaero (es decir, un prebendado de la Iglesia); y Diego Aurioles, probablemente hermano de los anteriores, que era hidalgo.

Tres sujetos que llegaron a caballo y armados irrumpieron en la choza, maniataron a los compañeros de Aurioles y a este se lo llevaron a la fuerza. El diario madrileño El Imparcial (28 de abril) decía que los secuestradores iban sin disfraz y tenían “apariencia decente”, pero otros medios como el Diario de Córdoba (26 de agosto) aseguraron que “llevaban los rostros ocultos bajo pañuelos encarnados”.

La familia del raptado consiguió, por su influencia, que el gobernador de Cádiz adoptara «enérgicas medidas»  “para su rescate y la persecución y captura de los malhechores”, según informó el periódico La Correspondencia de España del 6 de abril. Pocos días después se supo que los secuestradores habían pedido un rescate de diez mil duros (El Siglo futuro, 14/4/1877).

Aproximadamente al mes las autoridades dieron con un hilo del que tirar. Según La Lucha del 13 de mayo, “la Guardia civil de Zahara ha capturado a uno de los que secuestraron al vecino de aquella villa señor Aurioles, habiendo confesado el criminal su participación en el delito y los nombres de sus cómplices”. Por lo que luego diré, creo que este primer detenido era Salvador Carrasco Paniagua, molinero de Zahara. Varias personas del pueblo parecían estar en el ajo.

Sin embargo, a pesar de esa detención no se supo dar con el paradero de Juan Aurioles en los siguientes días, ni en las siguientes semanas, ni en los siguientes meses…

* * *

Llegó agosto y un periódico de Málaga titulado El Mediodía publicó novedades. Probablemente los raptores se habían puesto de nuevo en contacto con la familia y habían dado seguridades de que tenían al raptado aún vivo, lo que había llegado a manos del rotativo. Otros como El siglo futuro (3/8/1877) se hicieron eco:

El desdichado Sr. Aurioles, el secuestrado da Zahara, vive todavía; es decir, que a la hora en que nuestros lectores repasan estas líneas, un semejante nuestro, un hombre honrado y laborioso, se ve atormentado como solo lo fueran en otro tiempo los defensores y propagadores de la fe. El Sr. Aurioles, en. poder de bandoleros desalmados y crueles, es llevado de barranco en barranco y de caverna en caverna, amarrado, enfermo, acaso moribundo, haciendo jornadas de diez leguas, no parando dos noches en un mismo lugar, y sin alimentación, ni vestidos, ni esperanzas. Se nos asegura que los tres principales autores de este horrible delito, todos ellos muy conocidos en nuestra provincia, están ya condenados a muerte en rebeldía por consejo de guerra. Si esto es así, ¿cómo no se hace público a los efectos de la ley de 8 de Enero? La continuación de ese secuestro es un hecho horrible y vergonzoso que nos deshonra á los ojos de los demás pueblos.

Efectivamente, Aurioles seguía vivo y sus sufrimientos eran semejantes a lo que los periódicos intuían.

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Casi cinco meses después, el secuestrado aparece

El 24 de agosto de 1877 un hombre que parecía muy enfermo compró en Loja (Granada) un billete de tren en dirección a Sevilla. Pero en la conexión de Bobadilla se le declaró una fiebre muy alta y se desorientó. Unas personas caritativas lo dirigieron a Málaga, a cuyo hospital fue conducido por agentes de la autoridad. Cuando pudo hablar dijo que él era “Aurioles, el secuestrado” y nadie lo creía.

Veamos cómo lo contaba el diario El Avisador de Málaga según la transcripción hecha por El siglo futuro el 27 de agosto:

Un acontecimiento inesperado y por demás agradable ha tenido efecto, y es el que vamos á referir. En el tren correo de anteanoche venia un hombre, enfermo, al parecer, y privado del uso de la palabra, cuya presencia y sobre todo cuyo semblante, revelaban un prolongado sufrimiento. Había tomado un billete para Sevilla, y como no pudiese efectuar el cambio de trenes, los empleados de la línea, viendo que no correspondía el billete para esta ciudad [Málaga], lo presentaron al jefe de estación, quien dio conocimiento al inspector del distrito para que averiguase algo acerca del individuo en cuestión. El inspector encontró en sus vestidos dos cartas, y como el estado del viajero reclamaba atenciones inmediatas fue conducido al hospital.

Apenas enterado de lo que ocurría, personóse en el establecimiento mencionado el celoso jefe de orden público D. Victorino Ros, al mismo tiempo que el señor secretario del gobierno de la provincia, y allí supieron por el enfermo que este era D. Juan Aurioles y Aurioles, secuestrado y considerado en más de una ocasión por muerto, ante la ineficacia de las múltiples tentativas hechas para averiguar su paradero.

Las dos cartas a que hemos aludido iban dirigidas, una a su madre y otra a su esposa, doña María Tardío, avisando a entrambas que se hallaba en libertad, y recomendándoles que enviasen a Morón (a donde pensaba llegar) un hombre que lo acompañase en el resto del viaje hasta su casa.

Al día siguiente, Aurioles se había repuesto bastante y pudo relatar a los periodistas el calvario que había pasado:

este no sabe darse cuenta, por lo visto, del sitio donde lo llevaron los criminales; solo sabe que su residencia durante cinco meses de horrorosa angustia y de privaciones continuas, ha sido en un subterráneo. Ignora también si su familia ha pagado el rescate exigido por los ladrones; pero es de presumir que así haya sucedido, dadas las circunstancias que han precedido á su libertad.

El Sr. Aurioles fue sacado de la cueva últimamente, y acompañado por individuos de los que lo habían secuestrado, hizo cuatro jornadas á caballo. Al terminar la cuarta jornada, ya de noche, se detuvieron los jinetes, desmontó Aurioles, que iba con los ojos vendados por un pañuelo, y sus acompañantes le entregaron 800 reales y un vestido nuevo, diciéndole que durante medía hora seria vigilado; mas una vez trascurrido ese tiempo podía quitarse el pañuelo que le impedía ver y era libre de marchar a donde quisiera.

La orden fue cumplida exactamente. Pasaron treinta minutos; el ex-cautivo arrancó la venda de sus ojos, y se encontró frente a un río (el de Iznajar), en la provincia de Granada [Iznajar pertenece a Córdoba, aunque su término linda con la provincia de Granada]. Delante había una barca, la utilizó, y llegado a la opuesta orilla, dirigióse a Loja [entre Iznájar y Loja hay menos de 20 km en línea recta]. Tomó el tren, pero el cansancio, las emociones recibidas y la salud quebrantada, contribuyeron a determinar en el viajero un estado tal, que perdió el conocimiento y difícilmente se daba ayer cuenta de cómo había llegado a Málaga.

Como era de esperar, se ha telegrafiado a la familia del Sr. Aurioles para que envíe alguno de sus individuos, a fin de identificar su persona, y lo propio se ha hecho respecto a las autoridades gubernativas de Cádiz y Sevilla, para que tengan noticia del acontecimiento.

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El mismo número de El siglo futuro (27 de agosto) se hacía eco también de esta opinión expresada por el diario malagueño El Mediodía:

Durante el día do ayer han circulado las más peregrinas invenciones sobro el secuestro del Sr. Aurioles. Queriendo hacer de sus verdugos una especie de Diego Corrientes, el bandido generoso, se ha dicho que el infeliz secuestrado ha sido objeto do las mayores atenciones y cuidado, y que ha recibido un trato esmeradísimo, llegando algunas imaginaciones demasiado tolerantes, hasta creer que ha estado más bien albergado que si hubiera vivido en la mejor fonda de París. Contra estas ridículas patrañas, protestan el estado de abatimiento físico y moral en que el Sr. Aurioles se encuentra, y la dolorosa relación que hace de los crueles padecimientos sufridos durante su cautiverio de
medio año. Despertar un»sentimiento do simpatía hacia esos miserables, que merecen, después del más profundo odio de la sociedad, todo el rigoroso castigo de la ley, es, sobre inmoral,
altamente vituperable.

Y, efectivamente, parece que el raptado lo pasó mal. Ya más repuesto, concedió una entrevista a un periódico malagueño y varios diarios madrileños la comentaron, como La Época del 30 de agosto:

(…) el secuestrado de Zahara señor Aurioles, que ha vuelto a su habitual estado de ánimo de vaguedad y adormecimiento, observándose en él destellos de expansión y alegría que no convienen con el tono general de su carácter.

En cuanto al período de su cautiverio, refirió en la entrevista que  cuando le detuvieron le vendaron los ojos inmediatamente y le hicieron después de marchar hasta ocho jornadas; luego se sintió atar por la cintura, suspender en el aire y ser descolgado a un fondo. Una vez en tierra firme, por cierto de pavimento desigual y como removido, fue empujado a unas esteras, de cuyo sitio no cree le han movido en los cuatro meses y veintidós días de su martirio. El 21 por la mañana le volvieron a subir colgado, le hicieron marchar cuatro jornadas, y le dejaron libre, en la forma que conocen nuestros lectores.

A los que le rodeaban les conocía por don Lunes, don Martes, etc., esto es, los días de la semana, distinguiéndose el primero por su carácter relativamente humanitario. “Este es el único –dice–  a quien debo alguna consideración, pues los otros me pegaban y maltrataban, riendo cuando en mi ceguedad me daba un golpe o cometía otra cualquier torpeza”.

En una ocasión se llevó la mano a la cara para rascarse, y por si intentaba tocarse a la venda, le dieron un golpe violento. Esto le obligaba a permanecer un poco menos que inmóvil.

El sábado, día 26, llegó a Málaga un pariente de Juan Aurioles para cuidarlo y conducirlo a Zahara cuando se recuperase. Creo que se fueron el día 28. El diario La Época de dos fechas más tarde afirmaba, citando vagamente a otros medios, que habían sido capturados cinco de los presuntos secuestradores. No lo he podido confirmar, pero, en cualquier caso, sí puedo asegurar que, aunque la Guardia Civil había detenido a varias personas, los autores materiales del rapto, los que habían encerrado durante cuatro meses y medio en un zulo a Juan Aurioles, se habían esfumado, probablemente con un sustancioso rescate en sus faltriqueras.

Sin embargo, las autoridades tenían a uno…


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II. Las consecuencias

Las autoridades no habían detenido a los ejecutores materiales del secuestro de Juan Aurioles, pero sí tenían a uno de sus presuntos cooperadores necesarios, el ya mencionado molinero de Zahara Salvador Carrasco Saborido, que había sido encarcelado en Cádiz junto a otras personas acusadas igualmente de complicidad.

A las cuatro semanas de haber sido liberado, Juan Aurioles, acompañado de la Guardia Civil, acudió a declarar a Cádiz ante el comandante militar de la plaza, ya que la causa se instruyó por la vía militar (La Iberia, 27/9/1877).

Después se celebró el juicio. Y a finales de diciembre de 1878 el Consejo Supremo de Guerra y Marina dictó definitiva sentencia, la cual fue comunicada a cada uno de los acusados días más tarde. La Iberia del día 16 informaba así al respecto:

Por la mañana [del día 13 de enero de 1879], a las ocho, se había constituido en la cárcel la comisión militar que ha entendido en el proceso sobre el secuestro del señor Aurioles. […]

Separadamente fueron compareciendo los procesados en la sala de audiencia, menos el infeliz Saborido, y a todos el secretario de la causa leyó las sentencias condenándoles a diferentes años de presidio, a excepción de dos que sufrirán cadena perpetua, y varios absueltos libremente. Tres mujeres complicadas en las actuaciones resultan libres, y, como los demás absueltos, abandonaron inmediatamente la prisión, menos uno, que está sujeto a responsabilidad criminal por otro delito en el Juzgado de Morón. Solamente dos de los sentenciados se inmutaron al escuchar las sentencias, y hasta prorrumpieron en llanto; los demás permanecieron serenos durante la lectura.

¿Por qué a Salvador Carrasco no le comunicaron nada en aquel acto? Porque su pena era la capital, como informó el Diario de Córdoba del 1 de enero:

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Efectivamente, al molinero de Zahara lo mandaban ajusticiar y asimismo a los tres secuestradores que retuvieron a Aurioles en un zulo durante cuatro meses y medio, si bien a estos se les condenaba en rebeldía porque estaban huidos. No he podido encontrar ningún documento que permita saber si alguna vez cayeron en manos de la justicia y se ejecutó en ellos la condena, por lo que presumo que no.

* * *

El citado número de La Iberia del día 16 de enero de 1879 daba estos detalles adicionales sobre los preparativos de la ejecución:

A las ocho de la mañana del 13 fue puesto en capilla en Cádiz el reo Salvador Carrasco Saborido, coautor del secuestro de don Juan Aurioles. La Junta de la Caridad había celebrado el día anterior una reunión para cumplir sus penosos deberes. El alcalde de Cádiz gestionó por telégrafo el mismo día que la ejecución de la sentencia se llevara a cabo en Zahara, y el gobierno contestó accediendo a la pretensión.

En el tren correo de las tres y cuarenta y cinco minutos salió el reo con dirección a Zahara. Se le había dicho que su viaje tenia por objeto prestar una declaración; pero al salir de la cárcel hubo de experimentar una impresión altamente desagradable al observar que para su custodia lo esperaban alguna Guardia Civil y sobre cuarenta hombres de infantería mandados por un oficial.

Era ya algo tarde, razón por la cual emprendieron una marcha precipitada; a las tres y veinticinco pasaron por la puerta del Mar, y en razón de los diez minutos de adelanto de los relojes del tren equivalía a las tres y treinta y cinco: solo faltaban diez minutos para llegar a la estación y tomar el carruaje.

[…] El reo era alto, delgado, barba clara y de poco más de cuarenta años de edad. Iba esposado tan fuertemente que arrojaba sangre por una de las manos. Llevaba sombrero blanco, hongo.


Petición de indulto

Alguien (supongo que su abogado) pidió al Gobierno que a Carrasco le fuese conmutada la pena máxima. Presidía entonces el Consejo de Ministros el malagueño Antonio Cánovas del Castillo, conservador, que reunió el mismo día 13 a su gabinete expresamente para tratar este caso. Del resultado de las deliberaciones nos informa La Iberia del día 14 (con un error en el primer apellido de Salvador Carrasco):

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Según el Diario oficial de avisos de Madrid (17/1/1879) la resolución fue transmitida a Cádiz el día 14

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Triste desenlace

El tremendo final de tan triste historia lo podemos leer en La Correspondencia de España del 22 de enero de 1879:

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Unas reflexiones

Creo que al desdichado molinero de Zahara le tocó pagar por los que quedaron impunes, y pagó de una manera absolutamente desproporcionada. Salvador recibió un castigo que pretendía ser ejemplarizante; el gobierno, en vez de parar aquella barbaridad, creyó que autorizando un crimen de Estado iba a solucionar los problemas de inseguridad que acuciaban al país. El malagueño Cánovas del Castillo y sus ministros confirmaron la sentencia y se fueron a sus casas a comer tan tranquilos sin siquiera pasárseles por la mente (o no queriendo que se les pasara) que las raíces de aquel problema estaban en la injusticia social, la miseria, la incultura… Probablemente, esa misma tarde, en alguna reunión de alto copete, muchos prohombres de barriga y puro en ristre dieron efusivas felicitaciones al primer ministro por su firmeza para combatir a aquellos indeseables de real y medio en el bolsillo más cuatro sellos de franqueo y los cigarros que la justicia le regalaría como último consuelo…

Salvador Carrasco no tuvo suerte. De lo que he investigado y contado se infiere que él no previó ni deseó los tormentos a que fue sometido Juan Aurioles. El molinero fue detenido muy tempranamente y dio a la Guardia Civil el nombre de sus cómplices (un diario de Málaga aseguraba que los tres malhechores que retenían al secuestrado eran “muy conocidos en nuestra provincia”). A pesar de ello, no pudieron dar con el raptado. Está claro, pues, que el molinero desconocía dónde tenían sus cómplices a Juan Aurioles. Mientras tanto, estos no ponían en libertad a su preso hasta que no cobraran el rescate. Y llegaron a cobrarlo, ya que, si no, no se entiende que fueran tan generosos al “regalarle” 800 reales y un traje nuevo a Aurioles cuando lo dejaron libre. Ellos pusieron pies en polvorosa y creo que no se les volvió a ver el pelo por estos lares.

Así que las autoridades, rabiosas e impotentes, decidieron cargar todo el peso de la ley sobre la cabeza de un solo hombre. Un hombre que no tuvo suerte, no. Vivió en un momento en que ajusticiaban un día sí y otro no. Dos o tres días antes que al molinero de Zahara se ejecutaba la misma pena capital sobre tres malhechores de Béjar, Salamanca (en este caso por un delito más grave: “robo con violencia del que resultó homicidio” de una mujer). Si Salvador Carrasco, molinero de Zahara, hubiese cometido el delito de secuestro cuatro años antes, probablemente su pena de muerte habría sido una de aquellas que el efímero presidente de la primera República Nicolás Salmerón (también andaluz, como Cánovas) no quiso firmar por motivos de conciencia, razón por la que dijo “adiós, muy buenas” y se fue.

Por otro lado, la postura del gobierno que no quiso conmutar la pena de Carrasco revela su ignorancia en el sentido más puro del término («falta de ciencias, de letras y noticias, general o particular«). los mayores males de un país derivan de la falta de formación de los políticos. Si la tuvieran, dirían como Einstein cuando renunció a ser presidente de Israel: «Yo conozco un poco acerca de la naturaleza, pero nada sobre los hombres«. Si Canovas del Castillo y sus adláteres hubieran sabido lo más elemental de psicología humana, se habrían dado cuenta de que cuando un ser humano está absolutamente desesperado de vivir juega con mucho gusto a la ruleta rusa. Probablemente aquellos secuestradores eran un ejemplo. No tenían nada que perder: o ganaban mucho dinero o les daban un billete gratuito para el otro barrio ahorrándoles la mala conciencia o el temor divino de haber apretado ellos el gatillo . Si en vez de ejecutar a los bandoleros los condenaran a largos periodos de prisión probablemente habrían conseguido más efecto psicológico en ellos, sus familias y la sociedad en general. O, por lo menos, el mismo.


Bibliografía

Prensa consultada (en la Biblioteca Nacional de España)

  • El Imparcial, 8/4/1877, página 2.
  • El Siglo futuro, n.º 569, página 3.
  • El bien público: Año V Número 1346 – 1877 septiembre 1
  • La Correspondencia de España. 6/4/1877, n.º 7.065, página 2.
  • El Siglo futuro. 14/4/1877, n.º 395, página 2.
  • El Siglo futuro. 3/8/1877, n.º 550, página 3.
  • La Correspondencia de España. 26/8/1877, n.º 7.204, página 1.
  • La Iberia. 26/8/1877, página 3.
  • La Época. 27/8/1877, n.º 9.051, página 2.
  • La Iberia. 29/8/1877, página 3.
  • El Siglo futuro. 29/8/1877, n.º 571, página 3.
  • La Época. 30/8/1877, n.º 9.054, página 4.
  • La Época. 20/9/1877, n.º 9.075, página 3.
  • La Iberia. 27/9/1877, página 3.
  • La Iberia. 14/1/1879, página 2.
  • La Iberia. 15/1/1879, página 3.
  • La Iberia. 16/1/1879, página 3.
  • Diario oficial de avisos de Madrid. 23/1/1879, página 2.
  • La Unión. 25/1/1879, página 3.
  • La Unión. 15/1/1879, página 1.
  • Diario oficial de avisos de Madrid. 15/1/1879, página 3.
  • El Imparcial. 25/5/1878, página 3.
  • La Correspondencia de España. 20/1/1879, n.º 7.698, página 2.
  • Diario oficial de avisos de Madrid. 17/1/1879, página 3.
  • Diario oficial de avisos de Madrid. 20/1/1879, página 2.
  • La Lucha 13 de mayo de 1877
  • La Correspondencia de España: diario universal de noticias: Año XXX Número 7700 – 1879 enero 22
  • Diario de Córdoba de comercio, industria, administración, noticias y avisos Año XXX Número 8497 – 1879 enero 1
  • Diario de Córdoba, 19 de enero de 1879

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