En 2021, el ecólogo ecuatoriano Luis Coloma escribió un artículo en PLoS ONE en el que indicaba que el 57% de las especies de anfibios de Ecuador están en peligro debido al cambio climático, la pérdida de hábitat y enfermedades como el hongo quítrido Batrachochytrium dendrobatidis.
Pero esta disminución de la biodiversidad se extiende más allá de Ecuador y de los anfibios, argumentando algunos científicos que la Tierra está entrando en un evento de extinción masiva causado por la actividad humana. Según el Informe Planeta Vivo 2022 de WWF, desde 1970 ha habido una disminución del 69% en la abundancia promedio de casi 32 000 poblaciones de especies, con las mayores reducciones en América Latina y el Caribe.
A pesar de estas tendencias desalentadoras, Coloma y otros biólogos se esfuerzan por proteger la biodiversidad del planeta, enfrentándose a desafíos significativos en el manejo de organismos en peligro de extinción y las probabilidades abrumadoras de éxito.
Uno de los mayores desafíos en la protección de especies amenazadas es lograr que sean reconocidas como en peligro. Juan Manuel Guayasamín, un biólogo de la Universidad San Francisco de Quito, ha descrito 64 especies de anfibios y 15 de reptiles. En 2004, propuso que una nueva especie de rana de cristal, Cochranella mache, fuera listada como en peligro en la Lista Roja de Especies Amenazadas de la UICN.
Para ello, los investigadores deben proporcionar datos suficientes sobre el tamaño de las poblaciones, el rango geográfico y la probabilidad de extinción, lo cual es difícil cuando los individuos son difíciles de encontrar y los recursos son limitados. A pesar de las limitaciones, clasificar una especie como en peligro puede abrir oportunidades de financiamiento y generar apoyo público para la conservación.
Los biólogos también recurren a la legislación nacional para proteger las especies en riesgo. En 2008, Ecuador se convirtió en el primer país en otorgar derechos constitucionales a la naturaleza, lo que permite tomar medidas como la eliminación de organismos invasores y la protección del hábitat. Los animales descritos por Guayasamín han sido clave para proteger ecosistemas en peligro en las ecorregiones de los Andes y el Chocó bajo esta ley.
La colaboración con poblaciones indígenas es fundamental para el éxito de la conservación. En el Centro Jambatu de Investigación y Conservación de Anfibios, Coloma y su equipo mantienen colonias de 2600 individuos de 76 especies de anfibios, incluidos 30 al borde de la extinción. Coloma atribuye el éxito de estos programas a dos miembros del personal nacidos en las selvas de Ecuador, quienes poseen un conocimiento especializado de las necesidades de los animales.
En 2016, Coloma recibió una foto de un sapo jambato (Atelopus ignescens), una especie declarada extinta en 2004. Este hallazgo renovó sus esperanzas y ahora su organización busca más sapos jambato en la naturaleza y los cría en cautiverio con la esperanza de reintroducirlos en el futuro.
A pesar de los desafíos, los biólogos de especies en peligro continúan luchando por la protección de la biodiversidad, manteniendo la esperanza y buscando formas innovadoras de colaboración y conservación.
Fuente: Nature 631, 467-469 (2024), doi: https://doi.org/10.1038/d41586-024-02205-y

