En los últimos años, la investigación sobre la enfermedad de Alzheimer ha experimentado avances significativos que han transformado el panorama de su diagnóstico y tratamiento. Al respecto, hoy en día existe un motivo real de entusiasmo: la posibilidad de contar con una prueba de sangre sencilla que cualquier médico de familia pueda utilizar para evaluar el riesgo de Alzheimer en sus pacientes. Esta prueba podría estar disponible en solo unos años y cambiaría radicalmente el enfoque hacia la enfermedad, permitiendo una intervención temprana similar a la que se realiza con los niveles de colesterol.
Este cambio extraordinario se debe a dos avances principales, que hace una década parecían casi imposibles. Primero, han comenzado a salir al mercado medicamentos que pueden ralentizar la progresión de la enfermedad, siempre que se detecte a tiempo. Segundo, los científicos han desarrollado biomarcadores en sangre que son relativamente baratos y altamente precisos para detectar el Alzheimer. Estos biomarcadores, aunque no son tratamientos, están revolucionando las posibilidades de desarrollar terapias que podrían retrasar o incluso prevenir la enfermedad al detectarla antes de que aparezcan los síntomas y el daño cerebral.
Dos tercios de los casos de demencia
La enfermedad de Alzheimer es responsable de aproximadamente dos tercios de todos los casos de demencia, afectando a más de 55 millones de personas en todo el mundo. Las características principales en los cerebros de quienes padecen Alzheimer incluyen la degeneración del tejido cerebral, la presencia de placas formadas por proteínas amiloides rodeadas de microglía (células inmunitarias) y la formación de ovillos de proteínas tau. Gracias a los biomarcadores desarrollados para las proteínas amiloides y tau, los científicos han podido identificar la secuencia general de la patología del Alzheimer: primero se forman las placas, luego los ovillos de tau y finalmente aparecen los síntomas. Esta progresión es extremadamente lenta, con síntomas que pueden tardar entre 10 y 20 años en manifestarse después de que comiencen a desarrollarse las placas.
El concepto de que las proteínas amiloides defectuosas podrían ser las causantes del Alzheimer ganó fuerza en la década de 1990, cuando se descubrieron mutaciones genéticas en familias con formas hereditarias de la enfermedad de inicio temprano. Sin embargo, las primeras pruebas clínicas con fármacos dirigidos a estas proteínas no tuvieron éxito, lo que llevó a algunos científicos a cuestionar la hipótesis amiloide. No obstante, los fallos podrían haber sido debidos a que los medicamentos se administraron demasiado tarde o a las personas equivocadas, en parte porque no había formas efectivas de seleccionar a los participantes adecuados o de monitorear los efectos del tratamiento.
Anticuerpos antiamiloides
Con el tiempo, los biomarcadores de Alzheimer han permitido realizar estudios más precisos. Hasta hace unos años, el estándar de oro para visualizar y cuantificar las placas en el cerebro era la tomografía por emisión de positrones (PET), introducida en 2004. Este avance permitió a los investigadores observar el impacto de los anticuerpos antiamiloides, como el aducanumab, que demostraron por primera vez que era posible eliminar las placas. Aunque este anticuerpo no mostró un claro beneficio clínico y causó microhemorragias en algunos pacientes, los avances en anticuerpos antiamiloides han continuado, y algunos de ellos han demostrado que eliminar las placas, si se realiza a tiempo, puede ralentizar significativamente la progresión de la enfermedad.
Las pruebas de biomarcadores en líquido cefalorraquídeo (LCR) también se han desarrollado, permitiendo detectar fragmentos de proteínas amiloides y tau con gran precisión, aunque con la desventaja de que requieren una punción lumbar. Esto ha llevado a los científicos a buscar pruebas de sangre menos invasivas y más baratas que puedan identificar a personas con la patología de Alzheimer antes de que el daño cerebral y los síntomas comiencen.
Análisis de sangre
El desarrollo de estas pruebas de sangre ha sido un desafío considerable, ya que los biomarcadores en sangre están mucho más diluidos que en el LCR y la sangre contiene proteínas de todo el cuerpo, lo que complica la interpretación de los resultados. Sin embargo, la sensibilidad de las técnicas ha mejorado tanto que ahora las pruebas de biomarcadores en plasma son precisas y confiables. Por ejemplo, en la década de 2010 se desarrolló la primera prueba precisa de biomarcadores de amiloide en plasma mediante espectrometría de masas, y en años recientes, se han identificado biomarcadores de tau en sangre que son igualmente eficaces.
Uno de los avances más notables fue el descubrimiento en 2019 de la variante p-tau217 en plasma, que puede predecir con casi un 100 % de certeza la presencia de la patología del Alzheimer en el cerebro. Este hallazgo ha sido confirmado por múltiples estudios y se ha convertido en una herramienta esencial para el diagnóstico de la enfermedad. Aunque p-tau217 es excelente para el diagnóstico, todavía existen incógnitas sobre su relación con la progresión de la enfermedad y la necesidad de desarrollar una gama más amplia de biomarcadores que puedan ofrecer información sobre el curso clínico de la enfermedad y el impacto de diferentes tratamientos.
Biomarcadores
Los biomarcadores han transformado la investigación clínica del Alzheimer, facilitando la selección de participantes para ensayos clínicos y permitiendo un monitoreo más preciso de la efectividad de los tratamientos. Dos de los tres medicamentos aprobados para el tratamiento del Alzheimer, los anticuerpos antiamiloides lecanemab y donanemab, están utilizando biomarcadores en sangre para seleccionar participantes y monitorear la progresión de la enfermedad en ensayos clínicos. Estos biomarcadores también mejoran la precisión en el diagnóstico de la enfermedad, reduciendo significativamente la tasa de diagnósticos erróneos, lo que es crucial para el manejo adecuado de la enfermedad y la planificación del tratamiento.
La industria farmacéutica, que en su momento había reducido su inversión en la investigación del Alzheimer, ha retomado con fuerza sus esfuerzos debido a estos avances. Los investigadores creen que ahora se ha llegado a un punto de inflexión en el tratamiento del Alzheimer, con la posibilidad de realizar diagnósticos tempranos y aplicar tratamientos que podrían prevenir la enfermedad antes de que se manifiesten los síntomas.
Fuente: Nature.

