Brasil ha comenzado la construcción de lo que será el primer laboratorio de máxima seguridad en América Latina, conocido como Orion, que permitirá estudiar patógenos extremadamente peligrosos en condiciones seguras. Este laboratorio, situado en el Centro Brasileño de Investigaciones en Energía y Materiales (CNPEM) en Campinas, a unos 100 kilómetros al noroeste de São Paulo, se convertirá en una instalación de bioseguridad nivel 4 (BSL-4), la categoría más alta en medidas de contención biológica. Este tipo de laboratorio investigará virus que se transmiten por el aire, son mortales y no tienen tratamientos ni vacunas disponibles.
El proyecto, que se espera que esté completo en 2026 y operativo en 2028, ha generado un gran entusiasmo entre la comunidad científica brasileña. La posibilidad de contar con una instalación que permita estudiar de manera segura algunos de los patógenos más peligrosos del mundo, especialmente en una región como América Latina, donde hay una gran biodiversidad y la constante amenaza de nuevas enfermedades, es vista como un avance significativo para la ciencia y la salud pública. La necesidad de un laboratorio BSL-4 en Brasil viene justificada por el aumento en el número de brotes epidémicos y pandémicos en los últimos 100 años. La capacidad de trabajar con virus vivos durante un brote es esencial para desarrollar vacunas y tratamientos de manera rápida y efectiva. La región puede considerarse “un polvorín” en cuanto a la aparición de patógenos, lo que hace imprescindible un laboratorio que permita respuestas rápidas a estas amenazas.
Sincrotrón
El laboratorio Orion no solo será un BSL-4, sino que también albergará instalaciones de bioseguridad nivel 2 y 3 (BSL-2 y BSL-3), lo que permitirá una amplia gama de investigaciones. Además, será el primer laboratorio BSL-4 del mundo en contar con un sincrotrón, un acelerador de partículas que produce radiación de alta potencia para la obtención de imágenes detalladas. Este sincrotrón, llamado Sirius, permitirá a los científicos observar estructuras patógenas y estudiar cómo estos virus infectan células, tejidos y organismos pequeños. La integración del sincrotrón con el laboratorio BSL-4 presenta desafíos técnicos, particularmente en la creación de una barrera óptica que permita el paso de los haces de rayos X sin comprometer la seguridad del laboratorio. A pesar de estos retos, se ha encontrado una solución que garantiza tanto la seguridad como la calidad óptica necesaria.
Medio centenar de laboratorios BSL-4
A nivel global, existen 51 laboratorios BSL-4 en operación, la mayoría en Canadá, Europa y Estados Unidos, y otros 18 en planificación o construcción. Orion será el único en América Latina, lo que permitirá a Brasil una mayor autonomía científica. Contar con un BSL-4 en el país facilitará el estudio de patógenos locales y el desarrollo de tratamientos a nivel nacional, evitando la necesidad de enviar muestras al extranjero y depender de la disponibilidad de laboratorios foráneos para pruebas diagnósticas y vacunas. Esto es particularmente relevante en el caso de los arenavirus que causan fiebre hemorrágica, como el virus Sabiá, detectado por primera vez en São Paulo, y que solo pueden ser estudiados en laboratorios de nivel BSL-4.
Problemas
No obstante, la construcción de Orion no está exenta de preocupaciones. Una de las principales es el costo de mantenimiento. El mantenimiento de Orion será costoso, pero se están buscando fondos adicionales y fuentes para asegurar la viabilidad a largo plazo del laboratorio. Otro desafío es la formación del personal, ya que este tipo de instalaciones es nuevo para la región. Además, se necesita desarrollar un marco regulatorio para supervisar los experimentos de alto riesgo y garantizar que las medidas de seguridad sean lo suficientemente robustas para prevenir accesos no autorizados que puedan resultar en la liberación intencional de patógenos.
La preocupación por la bioseguridad ha crecido a nivel mundial desde la pandemia de COVID-19, dado que el virus SARS-CoV-2 fue identificado por primera vez en Wuhan, China, donde se estudian coronavirus recogidos de murciélagos. Aunque la evidencia científica apunta a un origen natural, no se ha descartado por completo la posibilidad de una fuga accidental de laboratorio, lo que subraya la importancia de tener estrictos controles de seguridad en estos laboratorios.
Fuente: Nature (doi: https://doi.org/10.1038/d41586-024-02609-w).

