viernes, 19 diciembre 2025

Cuatro lecciones que nos enseñó la COVID sobre nuestro sistema inmunológico

Al azar

Hace cinco años, con el inicio de la pandemia de COVID-19, el mundo enfrentó un virus completamente nuevo: el SARS-CoV-2. Esta situación ofreció una oportunidad única para estudiar el sistema inmunológico frente a un patógeno desconocido. Investigadores de todo el mundo aprovecharon esta coyuntura para recopilar datos y comprender mejor los mecanismos de defensa del cuerpo humano. A lo largo de este tiempo, han surgido importantes lecciones sobre la inmunidad.

1. Los anticuerpos no lo son todo

En los primeros meses de la pandemia, los estudios se centraron mayoritariamente en los anticuerpos generados tras la infección por SARS-CoV-2. Sin embargo, los linfocitos T, otra parte clave del sistema inmunológico, recibieron menos atención debido a la complejidad de su estudio.

Investigaciones posteriores demostraron que los linfocitos T desempeñan un papel crucial en la respuesta inmune, complementando la función de los anticuerpos. Aunque los niveles de anticuerpos disminuyeron meses después de la vacunación, los linfocitos T continuaron reconociendo el virus, incluso en variantes capaces de evadir los anticuerpos de las primeras vacunas. Este descubrimiento subrayó la importancia de las respuestas inmunológicas mediadas por linfocitos T, mostrando que estos pueden ofrecer una protección duradera contra infecciones graves.

2. La alarma inmunológica alcanza todo el cuerpo

El sistema inmune innato, la primera línea de defensa frente a virus, también ofreció nuevos conocimientos. Esta respuesta no específica se activa cuando las células detectan moléculas extrañas, como el ARN del SARS-CoV-2, y emiten señales de alarma mediante proteínas llamadas interferones. Estas proteínas activan genes relacionados con la defensa viral y alertan a otras células cercanas.

Antes de la pandemia, se pensaba que esta respuesta se limitaba al sitio de la infección. Sin embargo, estudios realizados en hamsters y autopsias humanas revelaron que las señales de interferón pueden propagarse por todo el cuerpo, incluso hacia órganos alejados de las células infectadas. Este mecanismo global puede preparar al organismo para enfrentar una infección que se propaga rápidamente, lo que podría explicar por qué las variantes posteriores del virus, que permanecieron más tiempo en las vías respiratorias superiores, causaron enfermedades menos graves: el sistema inmunológico tuvo más tiempo para prepararse.

3. La importancia del entorno inmunológico de la nariz

La pandemia también destacó la relevancia del sistema inmunológico en tejidos específicos, particularmente en la nariz, que suele ser el punto de entrada del virus. Antes, la nariz era vista principalmente como un conducto hacia los pulmones, pero ahora se reconoce como un entorno inmunológico único con anticuerpos y células inmunes diferentes de los encontrados en la sangre.

Este descubrimiento ha ayudado a entender por qué las vacunas inyectadas, aunque efectivas para prevenir enfermedades graves, ofrecen una protección limitada contra infecciones iniciales en las vías respiratorias superiores. La combinación de la inmunidad generada por vacunas y la inmunidad local inducida por infecciones previas, conocida como inmunidad híbrida, ha demostrado ser más efectiva. Estas observaciones resaltan la importancia de desarrollar vacunas específicas para los tejidos donde comienza la infección.

4. Indicios sobre enfermedades postvirales

Desde el inicio de la pandemia, muchas personas han reportado síntomas prolongados tras superar la infección, un fenómeno conocido como COVID prolongado. Este síndrome, difícil de estudiar debido a la variedad de síntomas y causas, ha ofrecido una oportunidad única para investigar enfermedades postvirales similares asociadas a otros patógenos.

Los investigadores han identificado varios factores que podrían contribuir a estas condiciones, como la producción de autoanticuerpos (anticuerpos que atacan proteínas del cuerpo), la persistencia del virus en el organismo durante meses o años y la reactivación de otros virus latentes, como el Epstein-Barr. A pesar de estos avances, las opciones de tratamiento para el COVID prolongado siguen siendo limitadas.


Fuente: Nature

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