Un reciente estudio de la Yale School of Environment, realizado en la Reserva de la Biosfera El Triunfo en Chiapas, México, ha revelado que la actividad humana dentro de áreas protegidas está alterando los patrones de comportamiento de diversos carnívoros, incluyendo ocelotes, pumas y jaguares. La investigación, publicada en la revista Scientific Reports, fue llevada a cabo por Germar González, Siria Gámez y Nyeema Harris, quienes encontraron que las zonas de amortiguamiento —diseñadas como espacios de transición entre las áreas núcleo protegidas y los paisajes dominados por humanos— no cumplen su propósito original y, en cambio, se han convertido en puntos críticos de interacción entre humanos y vida silvestre.
Cambios de horarios
Los investigadores utilizaron cámaras trampa para monitorear la actividad de siete especies de carnívoros: jaguares, pumas, ocelotes, margays, tayras, zorros grises y coatíes. Se descubrió que, aunque la mayoría de estos animales mantuvieron su ciclo natural de actividad diurna o nocturna, hubo cambios en sus horarios dependiendo del nivel de presencia humana. Por ejemplo, los zorros grises, que suelen ser más activos durante la noche, mostraron un aumento en su actividad diurna en áreas con mayor presencia de personas. Por otro lado, los ocelotes, conocidos por su naturaleza esquiva, adoptaron hábitos más nocturnos en las zonas de amortiguamiento para evitar encuentros con humanos.
Uno de los hallazgos más sorprendentes del estudio fue que la mayor presencia humana no se detectó fuera de la reserva, sino en las propias zonas de amortiguamiento, lo que indica que estas áreas pueden estar funcionando como focos de conflicto entre humanos y carnívoros, en lugar de servir como barreras de protección. Esto puede generar impactos significativos en la dinámica del ecosistema, afectando la disponibilidad de presas, alterando las relaciones depredador-presa y aumentando la competencia entre especies que comparten fuentes de alimento.
Según Nyeema Harris, la conservación de los carnívoros no puede limitarse a los límites de las áreas protegidas, ya que muchas de estas especies tienen grandes rangos de distribución. En este sentido, es crucial fomentar la colaboración con propietarios privados y comunidades locales para garantizar la conservación efectiva de la fauna. Además, Siria Gámez señaló que los resultados desafían la idea convencional de que las designaciones de uso de suelo reflejan el impacto humano de manera precisa. A menudo se asume que la presión humana disminuye a medida que nos alejamos de las áreas externas de una reserva hacia sus zonas núcleo, pero este estudio demuestra que la realidad en el terreno puede ser diferente.
Para Germar González, estos hallazgos subrayan la necesidad de desarrollar estrategias de conservación más dinámicas, que no solo se centren en delimitar áreas protegidas, sino que también incorporen enfoques integrales que involucren a las comunidades locales en la planificación y vigilancia de la conservación. González espera que este estudio sirva de base para investigaciones futuras que analicen con mayor detalle los factores ambientales y humanos que impulsan estos cambios en el comportamiento de los carnívoros en la región.
Este trabajo, además de proporcionar información valiosa para la conservación de la fauna en México, representa una oportunidad significativa para la ciencia en el país, dado que González, de ascendencia mexicano-estadounidense, pudo construir sobre la base de investigaciones previas realizadas por Siria Gámez y el equipo del Applied Wildlife Ecology Lab de Yale. La colaboración con investigadores locales y la implementación de enfoques socioecológicos inclusivos son clave para promover la coexistencia entre humanos y vida silvestre en las reservas naturales y más allá de sus fronteras.
Fuente: Phys.org.
