viernes, 19 diciembre 2025

Los órganos sexuales no siempre son consecuencia del sexo cromosómico

Genes, nutrientes, células inmunes y señales epigenéticas forman un sistema complejo donde una simple alteración puede dar lugar a rasgos sexuales inesperados

Al azar

En el imaginario colectivo, el sexo biológico parece una frontera inamovible: los machos desarrollan ciertos órganos, las hembras otros. Pero dos recientes estudios desafían esta visión y muestran cómo factores moleculares y ambientales pueden alterar profundamente el curso del desarrollo sexual en animales. Sorprendentemente, un déficit de hierro en ratones o una inyección de células inmunitarias en ciervas pueden dar lugar a órganos típicos del sexo opuesto. ¿Cómo es posible? La biología, como tantas veces, tiene respuestas más flexibles de lo que pensábamos.

La deficiencia de hierro produce ovarios en ratones macho

En un estudio publicado en Nature, científicos de Japón y Australia observaron que fetos macho de ratón pueden desarrollar órganos sexuales femeninos si sus madres presentan deficiencia de hierro durante el embarazo. En condiciones normales, los genes sexuales (XX o XY) activan rutas moleculares que determinan si se formarán testículos u ovarios. En los machos, un gen clave llamado Sry desencadena la formación de testículos. Pero este gen necesita de la acción de una enzima llamada histona desmetilasa, cuyo funcionamiento depende… del hierro.

Los investigadores dieron a ratonas una dieta baja en hierro antes y durante el embarazo. En embriones con cierta predisposición genética, algunos fetos XY desarrollaron ovarios en lugar de testículos. En un segundo experimento, al administrar moléculas que eliminan hierro del organismo, varios embriones XY también desarrollaron estructuras ováricas.

¿La causa? La falta de hierro impide que la enzima pueda activar el gen Sry. Y sin este, el cuerpo no lee las instrucciones para formar testículos, por lo que la ruta predeterminada se convierte en la femenina. Esto revela una sorprendente dependencia epigenética —es decir, regulada más allá del ADN— que podría extenderse a otros genes críticos del desarrollo.

Células del sistema inmune crean cornamentas en ciervas

Mientras tanto, un estudio en Proceedings of the National Academy of Sciences reveló un fenómeno igualmente sorprendente, pero en el mundo de los cérvidos. Como es sabido, los machos de ciervo desarrollan una imponente cornamenta cada año. Las hembras, en cambio, no lo hacen. Pero los investigadores descubrieron que al inyectar macrófagos —células del sistema inmune— en la frente de ciervas, estas comenzaban a desarrollar cuernos.

¿Cómo es esto posible? Resulta que en la base de cada nueva cornamenta hay una intensa actividad de células madre estimuladas por macrófagos. Estas células inmunitarias, conocidas principalmente por su rol en defensa frente a infecciones, orquestan la regeneración ósea al atraer y activar células madre que construyen el hueso. En los machos, las hormonas sexuales probablemente aumentan la producción de señales que atraen a los macrófagos, pero el experimento muestra que no es necesario ser macho para iniciar el proceso, si se manipula el entorno celular adecuado.


¿Qué nos dicen estos estudios?

Ambos descubrimientos apuntan en la misma dirección: el desarrollo de órganos sexuales no es una consecuencia rígida del sexo cromosómico, sino un proceso que puede modularse por señales externas o internas. En el caso de los ratones, un nutriente esencial como el hierro actúa como interruptor epigenético. En las ciervas, una señal inmunológica puede activar un programa masculino de crecimiento.

Aunque estos hallazgos se limitan a modelos animales, abren preguntas fascinantes sobre cómo el ambiente —desde la alimentación materna hasta la exposición a sustancias inmunomoduladoras— podría afectar el desarrollo sexual y fenotípico en otras especies, incluidos los humanos. Además, en el caso de los ciervos, entender los mecanismos detrás del crecimiento anual de la cornamenta podría tener aplicaciones médicas en la regeneración ósea o el tratamiento de enfermedades como la osteoporosis.

Por tanto, la biología del sexo es más sutil de lo que los libros de texto nos enseñaron. Genes, nutrientes, células inmunes y señales epigenéticas forman un sistema complejo donde una simple alteración puede dar lugar a un cuerpo con rasgos inesperados. Lejos de ser anomalías, estos casos nos recuerdan que la vida es experta en adaptarse, reconfigurarse y, a veces, sorprendernos.


Referencias (DOI)

  • 10.1126/science.zvwjibe
  • 10.1038/d41586-025-01740-6

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