viernes, 19 diciembre 2025

Los fuegos fatuos pueden ser microrrelámpagos entre burbujas gaseosas

Una explicación científica a las extrañas luces que se ven en ciénagas y cementerios durante la noche

Al azar

Durante siglos, viajeros y aldeanos han contado historias sobre unas extrañas luces que parpadean en ciénagas y cementerios durante la noche. Se las ha descrito como huesos danzantes, almas errantes de niños o incluso como fuegos engañosos que confunden a los caminantes. Ese fenómeno, conocido como fuego fatuo, ha estado rodeado de leyendas. La ciencia llevaba tiempo apuntando a una explicación más prosaica: la combustión de gases inflamables como el metano, liberado por la descomposición de materia orgánica. Sin embargo, persistía una pregunta clave: ¿cómo podía ese gas prenderse por sí solo?

Un nuevo estudio, publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, propone una respuesta sorprendente: minúsculos destellos de electricidad que saltan entre burbujas microscópicas. Estos “microrrelámpagos” no solo podrían iluminar el misterio de los fuegos fatuos, sino también aportar pistas sobre los orígenes de la vida en la Tierra.

La chispa en las burbujas

El equipo del químico Richard Zare, de la Universidad de Stanford, lleva años investigando cómo las nanoburbujas y microburbujas que se forman en la interfaz entre el agua y el aire pueden generar intensos campos eléctricos. El mecanismo es el siguiente: las burbujas pequeñas tienden a acumular carga negativa, mientras que las más grandes quedan cargadas positivamente. Cuando interactúan, se crea un fuerte campo eléctrico en distancias diminutas. El resultado es un minirrelámpago que busca equilibrar las cargas.

Para comprobar si este fenómeno podía encender el metano de los pantanos, el equipo construyó un dispositivo que inyectaba burbujas de aire y metano en agua a través de una boquilla. Usando cámaras de alta velocidad, captaron destellos de luz cada vez que las burbujas chocaban. Incluso sin metano, los microrrelámpagos aparecían; pero cuando el gas inflamable estaba presente, los destellos eran más intensos, aumentaba la temperatura y se detectaban señales químicas compatibles con la combustión. Entre ellas, la fluorescencia característica del formaldehído, producto típico de la oxidación del metano.

Más allá del mito

Otros investigadores coinciden en que este hallazgo podría tener implicaciones mucho más amplias. Por ejemplo, las reacciones químicas iniciadas por microburbujas podrían convertirse en una herramienta versátil para sintetizar compuestos. De hecho, un grupo ya trabaja en adaptar la técnica para poner en marcha miles de reacciones de forma simultánea, con el objetivo de descubrir rutas inéditas hacia nuevas moléculas.

Pero el asunto va aún más lejos. Los investigadores han demostrado que estas reacciones impulsadas por burbujas pueden unir aminoácidos para formar péptidos y ensamblar nucleótidos para originar polinucleótidos. Estos dos tipos de moléculas constituyen los ladrillos esenciales de la vida: las proteínas y los ácidos nucleicos.

Una chispa para el origen de la vida

En este sentido, el fenómeno de las microburbujas podría reescribir parte de la historia sobre los orígenes de la biología. Durante décadas, los famosos experimentos de Miller y Urey defendieron que los rayos de las tormentas primordiales pudieron ser la chispa inicial para la química prebiótica. Zare sugiere ahora que quizá no hacía falta depender del cielo: en un planeta cubierto de agua en agitación, las burbujas habrían proporcionado infinidad de chispas invisibles capaces de encender la química de la vida.

Aunque aún queda por confirmar esta hipótesis, la idea resulta fascinante. Y así, aquello que en la antigüedad se interpretaba como luces fantasmales en la oscuridad podría ser, en realidad, el eco de un fenómeno microscópico que nos conecta con el origen mismo de la vida en la Tierra.

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