Débora María Pérez Almeida »
Antes de la revolución industrial y de que se expandieran las industrias por todo el mundo nuestra atmósfera contenía una concentración razonable de CO2 (razonable porque era a la estábamos acostumbrados). La temperatura existente en aquella época determinó los lugares en los que vivimos.
Tras la llegada de la revolución industrial, las industrias, la quema de carbón y otros componentes, supusieron que la concentración de CO2 en la atmósfera aumentara significativamente.
Como hemos oído en multitud de noticias, foros, revistas de investigación, etc., dicha subida del CO2 ha hecho que en la actualidad se hable del cambio climático y lo que él supondría, como la subida de la temperatura, la fusión del hielo de la Tierra, la subida del nivel del mar…
Deberíamos reducir todo lo que cause este aumento, pero, aunque así fuese, el cambio climático seguiría manifestándose durante un poco más de tiempo, ya que lo hace con retraso, es decir, seguramente las mayores emisiones de CO2 se dieron cuando la revolución industrial estaba en su apogeo, pero no ha sido hasta hace unos años cuando hemos empezado a notar los efectos.

Muchos científicos advierten que no debemos pasar del umbral de las 450 partes por millón de CO2 en la atmósfera. Si sigue aumentando al ritmo que lo hace nos quedan pocos años para llegar a ese nivel de CO2.
Muchos países se han unido al protocolo de Kioto para reducir sus emisiones; sin embargo, EE.UU. es uno de los países que más CO2 produce. China, debido a sus grandes avances en tecnología e industrias, está emitiendo también grandes cantidades de CO2.
Posibles soluciones
Los científicos S. Pacala y R. Socolow han escrito sobre la necesidad de reducir los daños y sobre las soluciones posibles en un libro titulado 15 cuñas estabilizadoras. En él habla de las medidas que deberíamos tomar para ayudar a reducir las emisiones y los daños del cambio climático, como usar coches híbridos, biocombustibles, electricidad mediante fuerzas eólicas, solares, maremotriz o algo más innovador como que el carbón expulsado de las centrales se sepulte bajo el suelo.

No obstante, ni a las empresas ni a los gobiernos les interesa hacer ese esfuerzo; les es más fácil seguir quemando combustibles fósiles. Una posibilidad sería que su precio subiera, de tal modo que fuese más rentable comprar biocombustible.
Algunos países subvencionan medidas para que a la gente no les salgan tan caras (por ejemplo, para poner paneles solares en las casas).
La ONU calculó el precio del cambio global y sería del 0,1 % de la economía mundial, algo insignificante si todos los países pusieran algo de ayuda, pero no todos están dispuestos a ceder parte de su economía.
De los biocombustibles se habla y se innova en nuestra actualidad. En todo el mundo ya podemos ver coches híbridos o totalmente eléctricos; el problema es que aunque una persona adquiera un coche así, hay muy pocas estaciones de repostaje que dispongan de esa tecnología.
Los biocombustibles como el etanol del maíz, la soja o la caña de azúcar son beneficiosos en cuanto a que emiten menos gases de efecto invernadero que la gasolina, pero ese beneficio lo contrarresta el hecho de que producción de algunos biocombustibles necesita de productos que son perjudiciales para la atmósfera o el suelo. (Aunque el alcohol se considere un combustible limpio, su proceso de fabricación es muy sucio, opinan algunos expertos.)

Algas
La clave, según el científico Nathanael Greene, es obtener combustible a partir de materia vegetal no comestible: tallos de maíz, gramíneas, árboles de crecimiento rápido o algas. A esta materia vegetal se le denomina biomasa, y en este campo se investiga diariamente.
Algunos investigadores han descubierto una forma de biocombustible totalmente limpio, tanto en sus emisiones como es su producción: las algas. Crecen tanto en aguas residuales como marinas o dulces y solo necesitan de CO2 y luz solar para crecer, una forma limpia y barata de producir biocombustible… Hasta la fecha es la mejor solución.
Por mucho que nos cuenten que debemos usar biocombustibles, ninguno es perfecto, ya que cierto es que reducen las emisiones de CO2, pero también hay que tener en cuenta lo que se gasta y las emisiones que se emiten en producir ese cultivo.
La única esperanza para poder utilizar un biocombustible que sea limpio desde el principio de su fabricación hasta el encendido del motor del coche son las algas, organismos que han estado a nuestro alcance desde que el hombre existe y que gracias a ellas una vez limpiaron la atmósfera y dieron paso a la evolución humana, y que de nuevo podrían ayudar a recuperar y limpiar la atmósfera.
