El geocentrismo creacionista es una corriente marginal dentro del creacionismo de Tierra Joven que sostiene que la Tierra, además de haber sido creada hace entre 6000 y 10000 años, permanece inmóvil en el centro del universo. Esta visión, que contradice abiertamente los conocimientos científicos actuales sobre el movimiento terrestre, es considerada pseudocientífica y es rechazada tanto por la comunidad científica como por la mayoría de los creacionistas.
Esta creencia tiene raíces en interpretaciones literales de pasajes bíblicos, como el relato de Josué 10:12-13, donde se menciona que el sol se detuvo en el cielo. A lo largo de la historia, algunos grupos religiosos han promovido esta visión, destacando figuras como Walter Van der Kamp, quien fundó la Sociedad Tychonic en la década de 1970, y Gerardus Bouw, director de la Asociación para la Astronomía Bíblica. Ambos defendieron modelos geocéntricos, como el sistema de Tycho Brahe, que coloca a la Tierra en el centro con el sol y otros cuerpos celestes orbitándola.
A pesar de que algunos defensores del geocentrismo, como Robert Sungenis, han producido obras y documentales para promover esta visión, como «Galileo Was Wrong» y «The Principle», estos esfuerzos han sido ampliamente criticados y desacreditados. Incluso científicos entrevistados en estos proyectos han declarado no haber sido informados del propósito geocéntrico de los mismos.
Las principales organizaciones creacionistas, como Answers in Genesis y el Institute for Creation Research, rechazan el geocentrismo, considerándolo una interpretación errónea de las Escrituras. Argumentan que los pasajes bíblicos que describen un mundo inmóvil deben entenderse en un contexto fenomenológico, es decir, describiendo cómo se perciben los fenómenos desde la perspectiva humana, y no como afirmaciones científicas literales.
En resumen, el geocentrismo creacionista representa una visión extrema y desacreditada que intenta conciliar una interpretación literal de ciertos textos bíblicos con una cosmología obsoleta. Aunque cuenta con algunos seguidores, su falta de respaldo tanto en la comunidad científica como entre los creacionistas más influyentes limita su alcance y aceptación.

