viernes, 19 diciembre 2025

¿Estamos a punto de entender con IA lo que los animales nos quieren decir?

Al azar

¿Podría un brazo robótico saludar a un pulpo y recibir un saludo de vuelta? ¿Y si los delfines estuvieran intercambiando preguntas como “¿Dónde estás?” con sus silbidos? ¿O si los monos se estuvieran llamando por sus propios nombres sin que lo notáramos?

Estas preguntas, que hasta hace poco habrían parecido pura ciencia ficción, son ahora objeto de una investigación científica seria impulsada por la inteligencia artificial. Una nueva generación de proyectos busca descifrar cómo distintas especies animales se comunican entre sí, y, quizás pronto, con nosotros.

Una de las iniciativas más ambiciosas en este campo es el Desafío Coller Dolittle, un concurso que promete hasta 10 millones de dólares al primer equipo que logre establecer una comunicación bidireccional genuina entre humanos y animales. Como parte de esta iniciativa, se entrega anualmente el Premio Dolittle, que reconoce los avances más prometedores. Este año, el galardón ha sido para un equipo que estudia los silbidos compartidos de los delfines, que podrían ser señales de advertencia, expresiones de confusión o incluso “palabras” con significado.

Delfines que se llaman por su nombre

Los delfines mulares (Tursiops truncatus) son conocidos por su inteligencia y complejas vocalizaciones. Utilizan una especie de “habla infantil” con sus crías y emiten silbidos únicos que parecen funcionar como nombres. Gracias a décadas de grabaciones de individuos conocidos, los investigadores han entrenado modelos de inteligencia artificial para clasificar estos silbidos y estudiar su uso en tiempo real. Esto podría permitir vincular los sonidos con el contexto social y espacial en que ocurren, abriendo una ventana a conversaciones entre delfines.

Un hallazgo sorprendente en este proyecto fue el llamado “silbido WTF”. Durante una prueba, se reprodujo un silbido característico de uno de los delfines en presencia de su compañero, con quien normalmente se separaba para comunicarse así. En vez de responder como de costumbre, ambos emitieron un silbido completamente nuevo, que los científicos ahora han detectado también en situaciones confusas. ¿Podría ser una expresión de sorpresa, desconcierto… o de algo más complejo?

Cuttlefish y el lenguaje del cuerpo

Los calamares sepia (Sepia officinalis y S. bandensis), aunque no tienen oídos ni emiten sonidos, parecen comunicarse con un sistema de señales visuales. Cuando ven videos de otros calamares haciendo gestos con los brazos, responden imitando el gesto. Esto sugiere una forma básica de interacción simbólica.

Usando IA, los investigadores han empezado a identificar patrones en los colores y movimientos de la piel de los calamares, incluyendo ondas, rayas y camuflajes. Ahora están construyendo un brazo robótico que puede imitar estos gestos, con la esperanza de que los calamares lo “entiendan” y respondan. Ya han ocurrido momentos sorprendentes, como el de una sepia que, tras escapar del tanque de experimentación, regresó por su cuenta cuando el video comenzó a reproducirse, se posó sobre una roca y saludó. ¿Curiosidad? ¿Reconocimiento? ¿Una forma de participación voluntaria?

Aves que replican nuestras melodías

El ruiseñor (Luscinia megarhynchos), aunque discreto en apariencia, posee un repertorio vocal extraordinario, con hasta 200 canciones distintas. Su canto, compuesto de sílabas únicas, está siendo analizado mediante algoritmos que permiten clasificar los sonidos por estructura y detectar patrones imposibles de identificar a oído.

El objetivo es identificar qué “dicen” exactamente estos cantos: ¿expresan presencia? ¿estado de ánimo? ¿territorialidad? Según los investigadores, aunque estas aves no construyen oraciones como los humanos, sí parecen expresar ideas simples pero claras: “estoy aquí”, “me siento bien”, o “no lo estoy”.

Monos con gramática

Los titíes (Callithrix jacchus), pequeños primates sudamericanos, emiten chillidos agudos que recuerdan a una alarma de humo. Cada individuo parece tener un “nombre” acústico propio, y los investigadores están desarrollando un modelo de lenguaje para analizar la secuencia de sus llamados. ¿Existe una estructura predecible? ¿Una gramática rudimentaria?

La IA, en este caso, funciona como lo haría con el lenguaje humano: prediciendo el próximo sonido basado en los anteriores. Si los patrones son consistentes, eso indicaría que estos monos no sólo se llaman entre sí, sino que quizás están formando estructuras comunicativas más complejas de lo que suponíamos.

¿Estamos cerca de entender a los animales?

Aunque aún estamos lejos de mantener conversaciones completas con otras especies, los investigadores coinciden en que los intercambios estructurados y con significado —dentro del marco comunicativo propio de cada animal— podrían estar a solo unos años de distancia.

Estos avances no solo abren puertas a nuevas formas de ciencia, sino también a un cambio en cómo entendemos y nos relacionamos con otras formas de vida. Como sugiere uno de los científicos detrás del proyecto, quizás ha llegado el momento de revisar nuestras suposiciones sobre qué significa “hablar”, y reconocer que los animales podrían haber estado diciendo cosas todo este tiempo. Simplemente, no teníamos las herramientas para escucharlos. Hasta ahora.

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