Según la revista New Scientist, el pasado 6 de julio las temperatura global media del aire a 2 metros sobre la superficie del planeta Tierra fue de 17,23 °C, superando los récords que se habían alcanzado los días 4 y 5 de julio (17,18 °C), que a su vez habían batido el récord establecido el día anterior en 17,01 °C. El jueves 7 fue de 17,20 °C. Por ello, la semana del 3 al 9 de julio de 2023 está siendo la más calurosa de la Tierra desde que comenzaron los registros instrumentales en la década de 1850.
Es probable que la última vez que la Tierra estuvo tan cálida fuese en el período interglacial Eemian, hace unos 120.000 años. Es una nueva prueba de que el cambio climático está fuera de control, como ha advertido recientemente una vez más el secretario general de la ONU, António Guterres.
Antes de esta semana, la siguiente temperatura más alta se registró en agosto de 2016 y en julio de 2022, cuando las temperaturas globales promedio alcanzaron los 16,92 °C.

Los científicos interpretan estas altas temperaturas globales como el resultado de una combinación del cambio climático y unos vientos inusuales conocidos como “corriente en chorro” sobre el Atlántico Norte.
Ha contribuido especialmente a aumentar la media mundial la temperatura abrasadora experimentada en las últimas semanas en Canadá, Estados Unidos y México, donde se superaron los 46 °C en algunos lugares. También, el hecho de que las temperaturas de la Antártida estén siendo este año más cálidas de lo habitual, lo que ha provocado niveles bajos récord de hielo marino.
Creen los científicos que este calor no solo es consecuencia del cambio climático que ya conocemos, el cual está aumentando la temperatura de la superficie de la Tierra, sino que además podría estar dándose un efecto de cambio climático secundario a nivel atmosférico, lo que es bastante preocupante porque sugeriría que podríamos entrar con más frecuencia en largos períodos de calor extremo.
No obstante, es probable que tras el final del actual fenómeno de El Niño, que se espera que concluya dentro de unos dos años, las temperaturas medias globales volverán a los niveles normales. Pero eso será un espejismo; no significará que el cambio climático se haya detenido, sino que, por el contrario, persistirá una “línea base” de calentamiento continuo hasta que no reduzcamos las emisiones de gases de efecto invernadero.