Hace treinta años, dos astrónomos suizos anunciaron un hallazgo que cambió para siempre la astronomía: el primer planeta detectado orbitando una estrella similar al Sol. El descubrimiento, publicado en Nature y que acabaría recibiendo el Premio Nobel, fue el fruto de siglos de especulación y de décadas de observaciones en busca de otros mundos.
Aquella primera detección, en la estrella 51 Pegasi, inauguró una auténtica revolución. Hoy los científicos han confirmado más de 6000 exoplanetas, y existen miles de candidatos adicionales esperando verificación. Gran parte de ellos fueron localizados gracias a las misiones espaciales de la NASA Kepler y TESS, aunque otros telescopios, tanto terrestres como orbitales, han desempeñado también un papel destacado.
El llamado “zoológico exoplanetario” resulta tan variado como sorprendente. Existen los “Júpiter calientes”, gigantes gaseosos que orbitan a distancias ínfimas de sus estrellas; los “supertierras” y “mini-Neptunos”, clases intermedias entre los planetas rocosos y gaseosos conocidos en nuestro Sistema Solar; e incluso planetas errantes que vagan libremente por la galaxia sin estar ligados a ninguna estrella. Otros sistemas muestran mundos que orbitan en resonancias orbitales, con movimientos casi musicales, o planetas que giran alrededor de dos soles, como el mítico Tatooine de Star Wars.
Cada uno de estos mundos es un universo nuevo, lleno de posibilidades que desafía nuestras ideas sobre lo que consideramos un sistema planetario normal.
Mundos cercanos y fascinantes
Uno de los sistemas más prometedores es el de Proxima Centauri, la estrella más cercana al Sol, situada a apenas 1,3 pársecs de distancia. Allí se han detectado al menos dos planetas: uno de tamaño parecido al de la Tierra, ubicado en la zona habitable (la franja donde podría existir agua líquida), y otro algo más pequeño. Su proximidad convierte a Proxima en el objetivo natural de proyectos como Breakthrough Starshot, una iniciativa para enviar sondas interestelares, aunque de momento el proyecto atraviesa dificultades. Aun así, algunos astrónomos confían en que “antes de que termine el siglo llegaremos allí”.
Otro sistema célebre es TRAPPIST-1, a unos 12 pársecs en la constelación de Acuario. Allí orbitan siete planetas del tamaño de la Tierra, algunos en la zona habitable. Este conjunto constituye un verdadero laboratorio para estudiar cómo evolucionan los mundos rocosos. El Telescopio Espacial James Webb (JWST) ya ha analizado algunos de ellos en busca de atmósferas, con resultados en gran parte negativos, quizá por la actividad intensa de la estrella. Aun así, planetas como TRAPPIST-1e todavía podrían conservar una atmósfera. Si estuviéramos en la superficie de uno de estos mundos, los demás se verían en el cielo como lunas gigantes, un espectáculo digno de ciencia ficción.
Resonancias y sistemas compactos
El sistema K2-138, descubierto por astrónomos aficionados que analizaron datos de Kepler, contiene seis planetas que se mueven en resonancias orbitales 3:2, una especie de armonía cósmica comparable a intervalos musicales. Estas configuraciones tan estables son poco comunes, pues muchos sistemas planetarios (incluido el nuestro) sufrieron reorganizaciones caóticas que destruyeron esas resonancias. Por ello, K2-138 conserva pistas únicas sobre la formación de sistemas planetarios.
Algo similar ocurre en TOI-178, donde seis planetas orbitan muy juntos a su estrella, todos dentro de lo que en el Sistema Solar sería la órbita de Mercurio. Su hallazgo fue posible gracias a la combinación de TESS y el satélite europeo Cheops, mostrando cómo la colaboración entre telescopios resulta esencial para avanzar en este campo.
Planetas con dos soles
Finalmente, algunos mundos orbitan dos estrellas al mismo tiempo. El sistema Kepler-47, con tres planetas girando alrededor de un par estelar en la constelación del Cisne, es un ejemplo paradigmático. Uno de esos planetas se encuentra en la zona habitable, aunque la probabilidad de que albergue vida es mínima. Sin embargo, su mera existencia confirma que la formación planetaria en discos circumbinarios es posible, lo cual amplía aún más las fronteras de lo que entendemos por sistemas planetarios.
Un nuevo mapa del cosmos
En apenas tres décadas, la búsqueda de exoplanetas ha pasado de la teoría a la certeza, revelando un universo plagado de mundos extraños y fascinantes. Desde vecinos cercanos que podríamos explorar algún día hasta sistemas que desafían la imaginación, cada hallazgo redefine nuestra posición en el cosmos. Lo que comenzó con un planeta alrededor de 51 Pegasi se ha convertido en una de las aventuras científicas más emocionantes de nuestro tiempo: la cartografía de otros mundos habitables en la galaxia.

