
El talio es uno de los elementos más taimados de la tabla periódica. Sus valencias múltiples hacen que actúe como un agente doble en una guerra fría contra la bioquímica. Se presenta como Tl+1 o Tl+3, lo que le confiere una versatilidad inigualable para hacerse pasar por otros elementos esenciales para la vida. A la postre, y como muchos otros elementos venenosos, no es volátil por lo que recala en los nichos bioquímicos con todo “su peso”; por todas esas razones nos encontramos ante el elemento más mortífero de toda la tabla periódica.
Pero veamos de qué forma este agente enemigo se adentra en las líneas aliadas. Las células intercambian el ión potasio, K+, gracias a sus canales iónicos especiales, y el Tl+ se infiltra en ellas simulando ser el ión potasio, incluso por ósmosis a través de la piel. Esto no revestiría más importancia si no fuera porque una vez dentro el talio destruye enlaces fundamentales en los aminoácidos de las proteínas haciendo que los pliegues de estas se deshagan y dejándolas inútiles para sus funciones. ¿Y cuáles son sus órganos preferidos? Todos; como un tanque oruga que va apisonando verdes praderas y riscos imposibles, el talio se mueve como pez en el agua por todos los órganos y huesos del cuerpo humano. De ahí que se le conozca como el veneno de los envenenadores.

En 1861 se descubrió este elemento gracias a la espectroscopía de llama y se bautizó con el nombre de talio, thallos en griego, retoño verde, por dar unas hermosas líneas de color verde en el espectro de emisión.
El talio se comercializa como matarratas o insecticida en forma de sulfato de talio. El sulfato de talio es insípido e inodoro y por esta razón es particularmente útil como veneno tanto en disolución como por vía cutánea. En 1972 se prohibió su uso en Estados Unidos debido a su toxicidad. Los primeros síntomas de la ingestión de talio son la alopecia y la lesión de nervios periféricos que causan dolor y malestar.
Arma muy apreciada por asesinos de toda ralea

El historial de envenenamientos por talio es extenso. Se cree que ha sido muy utilizado por los servicios secretos soviéticos, la KGB, y por el gobierno Iraquí de Sadam Hussein. En la década de 1960 un británico llamado Graham Frederick Young después de leer sesudamente una serie de relatos sobre asesinos en serie decidió experimentar con su propia familia envenenándolos a base de gotas de talio en los cafés y tés que las inocentes víctimas disfrutaban. Encerrado en un sanatorio mental fue dado de alta tiempo después inexplicablemente y continuó su particular siembra de talio, llegando a envenenar a setenta personas más, de las cuales sólo murieron tres pues aplicaba dosis adecuadas para prolongar sus sufrimientos cruelmente.

Famoso es el caso del intento de envenenamiento con talio de Fidel Castro a manos de la Agencia Central de Inteligencia norteamericana, la CIA. El plan consistía en espolvorear talco contaminado con talio en los calcetines del Comandante Fidel para conseguir que por contacto con la piel absorbiera el trágico elemento. Parece ser que lo que más deleitaba a los agentes de la CIA era recrearse en la idea de que la alopecia que seguía al envenenamiento dejaría a Fidel Castro sin su famosa barba para menoscabo de su imagen frente a sus camaradas antes de abandonar este mundo. Por alguna razón que se desconoce el plan nunca llegó a buen término.

Aunque tal como ha quedado demostrado el talio es un elemento mortal donde los haya, existe un antídoto para intentar salvar a las víctimas de su envenenamiento: el azul de Prusia. Este compuesto también conocido como ferrocianuro férrico, tiene la capacidad de secuestrar monocationes como el Tl+ e incorporarlos en su molécula arrastrándolos fuera del cuerpo humano. El origen del azul de Prusia se encuentra en las artes pues se empezó a utilizar como pigmento de color azul oscuro.
Así que ya sabe, si alguien sospechoso le sirve un zumo de naranja y a las pocas horas empieza a encontrarse mal y a perder pelo a mechones, recurra a un buen pigmento.
Bibliografía
La cuchara menguante y otros relatos veraces de locura, amor y la historia del mundo a partir de la tabla periódica de los elementos. Sam Kean. 3ª edición. Ed. Planeta. 2012.
Química inorgánica. Enrique Gutiérrez Ríos. 2ª edición. Ed. Reverté. 2000.