En 1955 Isaac Asimov publicó su novela Viaje alucinante, basada en el guion cinematográfico de una película (y no al revés, como se cree). Novela y película tratan de que un científico soviético, especialista en la miniaturización de objetos, sufre un atentado y queda en coma. Una mujer y cuatro hombres son embarcados en un submarino y todo el conjunto es reducido al tamaño de una bacteria e inoculado en el torrente circulatorio del científico para destruir unos trombos que le pueden provocar la muerte.
Pues bien, estamos en los inicios de poder realizar este tipo de intervenciones médicas, pero con microrrobots. Asi, en equipo de ingenieros eléctricos ha creado unos microrobots nadadores más pequeños que granos de arena con suficiente potencia informática para realizar tareas sencillas por sí solos. Cada robot tiene aproximadamente el tamaño de un paramecio y posee un microprocesador de solo 128 bits de memoria programable y un sensor de temperatura.
Los artilugios nadan en una disolución de peróxido de hidrógeno cuya temperatura pueden medir. El dato lo dan ejecutando una especie de danza que codifica el valor de la temperatura como un número binario. Es decir, el movimiento del robot es el que proporciona el dato.
La computadora microscópica se basa en un chip de microprocesador que mide aproximadamente 100 micrómetros de ancho. Después, los ingenieros eléctricos construyeron un pequeño ejército de microrrobots mediante técnicas de litografía. Cada robot es un rectángulo de unos 300 micrómetros de largo y 200 micrómetros de ancho.
Los pequeños artilugios nadan en una solución de peróxido de hidrógeno diluido en un plato poco profundo sobre la platina de un microscopio. Cada robot tiene un electrodo en cada esquina. Estos electrodos producen campos eléctricos que empuja al fluido en en determinados sentidos, moviéndose el robot en sentido opuesto.
La energía necesaria para ejecutar estos movimientos la toman los microrrobots de la luz del microscopio mediante una pequeña célula solr. Cada microrrobot funciona con apenas 75 nanovatios.

Los robots tienen un sensor de temperatura simple. Transmiten su valor «bailando» en el líquido, de tal manera que sus paradas y arranques codifican con un número binario la temperatura en grados Celsius.
Los electrodos también pueden detectar campos eléctricos, lo que podría permitir a los robots comunicarse entre sí y funcionar de forma cooperativa, y eso es lo que quieren hacer los investigadores ahora.

