viernes, 19 diciembre 2025

La insostenibilidad de la agricultura industrial en la era de la Gran Aceleración

Al azar

Jorge Riechmann Fernández, profesor de Filosofía moral y política en la Universidad Autónoma de Madrid, se pregunta en The Conversation si es posible alimentar a 10.000 millones de personas sin devastar el planeta.

Según Riechmann, en los últimos dos siglos, desde la Revolución Industrial, la población mundial ha experimentado un crecimiento exponencial, pasando de 900 millones en 1800 a casi 8000 millones en la actualidad y se espera que continúe en aumento. Este crecimiento masivo ha sido posible gracias a la agricultura industrializada, que se desarrolló significativamente a partir de 1920-1930. Tal modelo agrícola ha permitido alimentar a una población creciente mediante el uso de fertilizantes sintéticos, semillas híbridas y transgénicas, mecanización, monocultivos a gran escala, irrigación extensiva y un sistema de distribución global. Sin embargo, este sistema es profundamente insostenible.

Fractura metabólica

El autor plantea que la Revolución Industrial debe ser entendida a través de dos dinámicas clave: la fractura metabólica y la dependencia de los combustibles fósiles, que han llevado a la humanidad a sobrepasar los límites biofísicos del planeta. La fractura metabólica se refiere a la ruptura del equilibrio entre las sociedades humanas y la naturaleza, entre las que antes existía una simbiosis basada en la recolección, la caza y la agricultura campesina. Esta simbiosis fue reemplazada por sociedades industriales mineras que dependen de recursos no renovables y escasos del subsuelo, generando un impacto creciente y exponencial sobre la biosfera.

La agricultura moderna, influenciada por la química del siglo XIX y la implementación del proceso Haber-Bosch para la producción de nitratos después de la Primera Guerra Mundial, ha permitido una producción de alimentos a una escala sin precedentes. Este modelo se intensificó con la introducción de productos biocidas, como el DDT, después de la Segunda Guerra Mundial, lo que marcó el comienzo de una fase de guerra química contra las plagas y «malas hierbas». Aunque esta intensificación ha incrementado la producción agropecuaria, también ha aumentado el impacto negativo en los ecosistemas.

Revolución verde

La expansión de la agricultura industrial, especialmente en los países del Sur, ha llevado a lo que se conoce como la «revolución verde». Sin embargo, las bases de este sistema son extremadamente frágiles. El uso intensivo de combustibles fósiles, la dependencia de monocultivos, la disponibilidad limitada de recursos como el gas natural y el fósforo, y la difusión de biocidas están dañando los ecosistemas de manera alarmante. Además, la concentración del poder en grandes empresas agroquímicas y la pérdida de variedades tradicionales de cultivos han debilitado la resiliencia de los agrosistemas y ponen en riesgo la supervivencia de la humanidad.

El texto concluye que el actual sistema agroalimentario, basado en el consumo de recursos minerales y fósiles, es insostenible. Se propone una alternativa que incluye la agroecología, la soberanía alimentaria, la conservación de la biodiversidad, la regeneración de los suelos y dietas mayoritariamente vegetarianas. Esta alternativa requeriría un cambio profundo en el modelo de producción y consumo, abandonando el fetichismo de la mercancía y la acumulación de capital que caracteriza a las sociedades actuales. Sin embargo, la mayoría de la humanidad sigue ignorando estas cuestiones existenciales, poniendo en riesgo la continuidad de la vida civilizada y, posiblemente, de la propia especie humana.

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