viernes, 19 diciembre 2025

Soledad e «inflamación social»: la advertencia de Hannah Arendt que hoy vuelve a sonar

En dos décadas, la socialización en hombres estadounidenses ha caído un 30 %, y en adolescentes un 45 %

Vinos orgánicos

Belleza química

En un mundo donde la polarización, la desinformación y el miedo parecen ganar terreno, Hannah Arendt, una filósofa política alemana-judía del siglo XX, ofrece una advertencia que sigue siendo profundamente actual: la soledad puede ser el caldo de cultivo del autoritarismo.

En su obra Los orígenes del totalitarismo, Arendt identificó un factor clave que facilita el avance de los regímenes autoritarios, y que va más allá de la política: la soledad. Pero no se refería simplemente a no tener amigos o sentirse aislado. Para ella, la soledad era la pérdida de vínculos compartidos con la realidad y la incapacidad de actuar colectivamente frente a los desafíos comunes. Es una condición donde ya no se puede confiar en los demás, lo que debilita el tejido social y prepara el terreno para los demagogos.

Kim Samuel, investigadora de la Iniciativa de Pobreza y Desarrollo Humano de Oxford en la Universidad de dicha ciudad, retoma esta idea en Scientific American y la actualiza con una potente metáfora: la inflamación. Así como el cuerpo responde al peligro con inflamación —una reacción defensiva que, si se prolonga, impide la curación— una sociedad que vive en estado de amenaza constante, sin vínculos significativos, se torna más frágil, más polarizada y más enfermiza.

La socialización cae espectacularmente

Y las cifras preocupan. Entre 2003 y 2022, la socialización cara a cara en hombres estadounidenses cayó un 30 %, y en adolescentes un 45 %. Un 12 % de los estadounidenses dice no tener amigos cercanos, cuatro veces más que en 1990. Lejos de acercarnos, las redes sociales han amplificado la comparación constante, el aislamiento y el desgaste emocional.

La soledad inflama a la sociedad. Y, como confirman numerosos estudios, también inflama al cuerpo. Investigadores como John Cacioppo y Louise Hawkley demostraron que el aislamiento social activa de forma crónica el sistema de respuesta al estrés, elevando los niveles de cortisol e incrementando la inflamación corporal. Esto afecta negativamente al sistema inmune, al corazón y al bienestar mental. La falta de vínculos humanos reconfigura nuestra biología hacia el sufrimiento.

A pesar de las advertencias, las políticas públicas han sido escasas. Cuando Vivek Murthy, ex cirujano general de EE. UU., alertó sobre los riesgos de la soledad, apenas hubo respuesta institucional. Y cuando el Reino Unido nombró un “ministro de la soledad” en 2018, muchos lo tomaron como una broma.

Pero hay soluciones posibles. Algunas son directas: la prescripción social, que conecta a personas con servicios comunitarios, actividades culturales o grupos de apoyo en lugar de medicamentos, ha mostrado resultados prometedores. Un estudio reciente en el Reino Unido reveló que estas intervenciones reducen la ansiedad y aumentan la felicidad.

Otras respuestas requieren cambios más profundos: infraestructura de pertenencia (espacios verdes, transporte, centros culturales), servicio civil nacional y políticas que combatan los daños de las redes sociales, como la transparencia algorítmica y límites al diseño adictivo.

Como decía Arendt, esta condición puede revertirse. Recuperar el sentido de pertenencia compartida es clave para fortalecer nuestra resiliencia ante los desafíos globales. Es hora de tomarnos en serio nuestra sanación colectiva.

Relacionados

Dejar un comentario

Descubre más desde TRIPLENLACE

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo