Las obras pictóricas antiguas a menudo nos dan sorpresas porque contienen objetos inesperados, que no “cuadran”. En este caso nos referimos a un hacha de mano prehistórica de las que usaban los humanos hace medio millón de años que está pintada en un cuadro del siglo XV sobre un libro religioso.
Es sabido que las hachas de mano fascibana a nuestros antepasados de los siglos XVII y XVIII, especialmente durante la Ilustración. Los especialistas creen que aquella gente pensaba que las hachas eran de origen natural. Hay también referencias de mediados del siglo XVI, pero esta es de mediados del siglo XV.
Efectivamente, aparece en la obra llamada Díptico Melun, que data de 1455 aproximadamente. En este díptico, el cuadro de la izquierda se llama “Étienne Chevalier con San Esteban” y en él el autor, Jean Fouquet, representó al mencionado Chevalier, que sirvió como tesorero al rey Carlos VII de Francia, junto a San Esteban. Este sostiene un Nuevo Testamento y sobré él esta el hacha, mientras Chevalier ora. Como San Esteban murió por lapidación, el hacha simbolizaría las piedras que le arrojaron.

Sospecha y confirmación
Los historiadores del arte siempre se han referido a esta piedra omo una “piedra dentada” o una “piedra grande y afilada”, pero nadie la había identificado nunca como algo creado por el hombre. Sin embargo, un profesor de Historia del Arte de la Universidad de Dartmouth (Alemania) tuvo siempre el presentimiento de que no se trataba de una piedra “normal”, sino de la herramienta prehistórica que conocemos como hacha de mano achelense. Este profesor transmitió su sospecha a un equipo de investigadores que realizaron tres análisis del objeto pictórico.
Primero investigaron la forma general de la piedra mediante análisis elíptico de Fourier, técnica que cuantifica la forma de un objeto. Descubrieron que su forma era en un 95 % similar a otras hachas de mano achelenses encontradas en la región donde Fouquet realizó la pintura.
Examinaron también el color de la piedra pintada y lo compararon con el de 20 hachas de mano francesas del Achelense. Aunque los colores de la pintura posiblemente estén distorsionados por los pigmentos y barnices que se le han aplicado, la variación de color en la superficie del objeto de tonos amarillos, marrones y rojos fue consistente con otros artefactos de hachas de mano.
Finalmente, contaron las escamas de la superficie del objeto y comprobaron que el valor era muy próximo al valor promedio de 30 hachas de mano reales seleccionadas al azar.
Por tanto, todas las características del objeto concuerdan bastante bien con las de hachas de mano achelenses encontradas donde vivió Fouquet
Por otro lado, un análisis infrarrojo de la pintura reveló la existencia previa de otra pintura que fue sustituida por la de la piedra. Se desconoce por qué Fouquet pintó una piedra de ese tipo. Quizá había visto un hacha de piedra achelense real, le llamó la atención y pensó que era ideal para representar el sufrimiento de San Esteban.
Fuente
Alastair Key et al., Acheulean Handaxes in Medieval France: An Earlier ‘Modern’ Social History for Palaeolithic Bifaces, Cambridge Archaeological Journal (2023). DOI: 10.1017/S0959774323000252.