El glaciar Skeiðarárjökull, ubicado en el sur de Islandia, es uno de los múltiples glaciares que descienden desde el enorme casquete glaciar de Vatnajökull, el más grande de Europa. Su importancia no solo radica en su imponente tamaño y belleza, sino también en su papel clave dentro del ciclo hidrológico regional. Actúa como una gigantesca reserva de agua dulce y como regulador del caudal de ríos y lagunas cercanas, pero también como protagonista de fenómenos extremos: las inundaciones glaciares o jökulhlaups.
Estos eventos, propios de Islandia, se producen cuando el calor volcánico funde grandes volúmenes de hielo bajo la superficie, formando lagos subglaciares que, al liberarse repentinamente, desencadenan riadas que pueden arrasar infraestructuras y modificar drásticamente el paisaje. El Skeiðarárjökull ha sido escenario de varias de estas inundaciones, especialmente tras erupciones del sistema volcánico Grímsvötn, oculto bajo el Vatnajökull.
Pero en los últimos años, el protagonismo del Skeiðarárjökull ha cambiado. Las imágenes tomadas por el satélite Centinela-2 del programa Copérnico de la Unión Europea en julio de 2017 y julio de 2025 revelan un retroceso marcado del frente del glaciar. En la imagen más reciente, el límite alcanzado por el hielo en 2017 se traza en rojo, resaltando la extensión de terreno que antes estaba cubierta por hielo y que ahora se muestra desnuda o transformada en nuevas lagunas glaciares.
Este retroceso no es un fenómeno aislado. Forma parte de una tendencia global impulsada por el cambio climático, con temperaturas medias en aumento que aceleran la fusión de los glaciares en todo el planeta. En Islandia, los glaciares han perdido ya cerca del 7 % de su volumen desde el año 2000, y algunos pequeños glaciares han desaparecido por completo.
El Skeiðarárjökull, como muchos otros glaciares islandeses, es a la vez testigo y víctima de esta transformación. Su estudio no solo nos ofrece una ventana para entender mejor los efectos del calentamiento global en regiones polares y subpolares, sino que también recuerda la fragilidad de estos ecosistemas helados frente a un clima en rápida evolución.

