La ciencia china es diferente a la griega, a la medieval europea y a la islámica. En general, aborda más problemas prácticos que teóricos, y lo hace desde un punto de vista más orgánico que mecánico, con una concepción más de interdependencia entre los fenómenos que de dependencia. Por todo ello, no es de extrañar que la alquimia estuviera más potenciada en China que en Grecia, al contrario que la física.
Todo ello está relacionado con las distintas formas de ser de estas civilizaciones, lo que se manifiesta no sólo en una ciencia diferente, sino, parejamente, en una filosofía, una actitud ante la naturaleza, unas formas legales y de gobiernos, unas instituciones de enseñanza, etc., distintas. No hay que buscar causas a esas formas de ser, porque esas causas pueden ser precisamente efectos. Mejor es hablar de un tren de causas-efectos en que cada sociedad va embarcada.
A la revolución científica no sólo conduce el hilo iniciado por los griegos. Este fenómeno sólo se pudo producir precisamente cuando confluyeron, reforzándose, los dos modos de ver la ciencia: teórico y práctico. Ya fuera directa o indirecta, no se puede negar que la ciencia china ha aportado mucho de la segunda concepción.
1. Ciencia mecanicista, ciencia organicista
Distintos tipos de ciencia
Antes de cuestionarnos si los chinos tuvieron o no ciencia propiamente dicha, preguntémonos, como Unamuno con el concepto de Dios, qué es ciencia. El árbol de la ciencia tiene muchas ramas, y diferentes. No es la misma ciencia la Física –ciencia natural fundamental, según Huff (Huff, 289)– que la Química o la Biología. Dijo Whitehead que la Física es el estudio de los organismos simples, y la Biología, de los complejos (Needham, 130). Y no se atacan los problemas físicos y químicos de la misma manera; los resultados que proporciona la Física vienen unos con otros más encadenados, responden mejor en general a un principio de causalidad, y son más fácilmente reducibles a unos pocos primeros principios. La Química, por el contrario, es más casuística. La Física avanza más por demostraciones de lápiz y papel –Einstein presentó la teoría de la relatividad sin haber realizado experimentos de laboratorio; prefería los «experimentos mentales»–; la Química progresa más por experimentación, usando muchas veces la intuición, no la lógica. Muchos físicos siempre han considerado la Química como una pseudociencia; en este sentido, Rutherford se quejó por haber recibido el Nobel de Química y no de Física.
Entre los historiadores de la ciencia, hay en general más interés por la Física que por la Química. Needham critica esta visión de la ciencia que reside en “un exagerado interés por la Astronomía y poco por la Biología o la Química”. Y es que en general es más fácil estudiar los orígenes de ciencias cuyos objetos de estudio son relativamente simples. Así, todos los descubrimientos de la Química sólo se fundamentan a partir del siglo XVIII, mientras la Física varios siglos antes ya ofrece buenas explicaciones a muchos fenómenos de su incumbencia. Considero que para estudiar Química y Física hay que tener espíritus distintos. Pues bien, entiendo que los chinos tenían, en general mejor espíritu para abordar problemas “químicos” –no en vano la alquimia empieza con ellos– o disciplinas semejantes, que “físicos”.
Ciencia china propia
No quiere decir todo esto que los chinos se ocuparan exclusivamente de ramas de la ciencia distintas a las que fueron objeto de interés por los griegos. Así, estudiaron también matemáticas y astronomía. Pero su ciencia se “desarrolló de distinta forma” (Lloyd, 209). En sus matemáticas, por ejemplo, falta un desarrollo de la geometría (Needham, 45; Huff, 289), pero no por eso deja de interesarles el cálculo de áreas. Eso sí, abundan mucho menos que en Grecia las pruebas al estilo axiomático-deductivo, y más bien trataban de comprobar la validez de algoritmos usados “desde siempre” y “determinar los patrones que subyacen bajo los procedimientos matemáticos usados” (Lloyd, 62), es decir, sus procedimientos de prueba están “asociados con un interés en la correspondencia entre los rasgos del razonamiento matemático desplegados en diferentes tipos de problemas” (Lloyd, 75). Los griegos, por su parte, trataban más bien de buscar claridad, exactitud y rigor en la articulación lógica de las secuencias de argumentos” (Lloyd, 62).
Según afirma Lloyd, las astronomías griega y china tienen los mismos objetivos: regulación del calendario, descripción de los movimientos celestes e investigación de presagios y acontecimientos inesperados (Lloyd, 167), pero se abordan desde puntos de vista diferentes; en China, el orden estaba sujeto a excepciones que los modelos geométricos griegos no podían admitir, y esto permitió atender a fenómenos como las manchas solares –que los chinos descubrieron 1700 años antes que los europeos (Cohen, 443)– o las supernovas, no recogidos por la ciencia grecorromana. Los cometas también podían ser, en este sentido, fuentes de problemas para la astronomía griega (Lloyd, 188). Para los chinos no son tales, porque consideran que hay una relación de dependencia entre todas las facetas de la naturaleza.
Los griegos manejan más el concepto de exactitud, y los chinos el de precisión. Éstos, por ejemplo, para medir el valor de p inscriben en circunferencias polígonos de 192 lados y contemplan otros de 3072 (Lloyd, 161). Su minuciosidad en las observaciones les lleva a descubrir 1800 años antes que Kepler que los cristales de hielo son hexagonales (Cohen, 443).
La ciencia china se caracteriza también por una buena categorización o clasificación, sobre todo en astronomía (catálogos de estrellas, fenómenos parhélicos) y en ciencias orgánicas (clasificación de enfermedades, farmacopea), buenos instrumentos científicos y experimentación (hicieron pruebas de resonancia en campanas, por ejemplo (Cohen 443)). La pólvora nació por las investigaciones sistemáticas de los alquimistas taoístas, según Needham (Needham, 68). Otro producto de investigación pura es el descubrimiento de la imantación por calentamiento (Needham, 72)
En general, la ciencia china aborda más aspectos prácticos que teóricos, según han argumentado algunos autores: en China “la ciencia fue generalmente una actividad más práctica que lo fue en la tradición occidental. Por esto muchos historiadores niegan que China tuviera alguna vez ciencia propia: todo era tecnología, en su opinión. […] esto es simplemente falso” (Cohen, 428). Eso sí, la supuesta superioridad de la teoría sobre la práctica es un tema repetido de los científicos y filósofos griegos (Lloyd, 44).
Needham defiende que el pensamiento chino es del tipo “materialismo orgánico” (Needham, 21): le da importancia al flujo espontáneo de las cosas. a la totalidad orgánica frente a su divisibilidad mecánica, al pensamiento correlativo, a la causación como interdependencia más que como sucesivos “si/entonces” (Cohen, 474). Esto les permite descubrir el magnetismo, por su inclinación a las teorías de campo y a la idea de acción a distancia (Needham, 22, 75), si bien también hacen descubrimientos “atomistas” (Needham, 23).
Las aportaciones de la ciencia china, de acuerdo con Cohen (Cohen, 432), se dan en cinco campos: magnetismo, alquimia, astronomía observacional, cosmología y medida del tiempo. Los chinos, según Needham (Cohen, 432) conocían la declinación antes que los europeos supieran algo de la polaridad magnética. La alquimia tenía un origen taoísta y estaba relacionada con el afán de prolongar la vida, buscando el elixir vital (Cohen, 433). En la medida del tiempo destaca el reloj de Su Sung (Needham, 22).
En resumen, cabe hablar de una ciencia china, ya que las razones de por qué se estudian los cielos y para qué y los objetivos y preocupaciones de los investigadores griegos y chinos, así como sus métodos y estilos de razonamiento difieren profundamente (Lloyd, 210). Los chinos produjeron sofisticadas matemáticas, astronomía, medicina, cosmología, y eso a pesar de que no tenían una “obsesión por la certeza, por los fundamentos, la axiomatización, los modelos de debate confrontacional proporcionados por los tribunales y asambleas políticas griegas, y sin (el concepto de) revisabilidad radical de las asunciones básicas” (Lloyd, 227). Desde luego, son distintas ciencias la griega y la china. Así, los tipos de modelos astronómicos desarrollados en China y en Grecia reflejan “la influencia de los estilos de intercambio intelectual cultivado en cada sociedad” (Lloyd, 184); los modos de rivalidad diferían: los griegos gustaban de las demostraciones rigurosas; los chinos, de la exactitud de las medidas (Lloyd, 184). “En un análisis final, están compitiendo modelos de qué es la ciencia, modelos que no sólo reflejan el considerable esfuerzo de sus creadores, sino que remiten a las instituciones, valores e ideologías de las sociedades en las que trabajaban”, afirma Lloyd (Lloyd, 189).
Otros autores, sin embargo, son más críticos con la idea de que exista una ciencia en China. Para Huff es muy significativo que “la geometría, como un sistema deductivo sistemático de pruebas y demostraciones no existía virtualmente en China, como tampoco la trigonometría” (Huff, 240). En cuanto a su astronomía, era “un sistema de estimación de puntos basado en el álgebra que dependía de cálculos numéricos más que de un análisis geométrico” (Huff, 241). Algo parecido cabe decir de la óptica (Huff, 242), y en general no cabe hablar de una ciencia física desarrollada, según Needham (Huff, 243). Sivin afirma que “no había una filosofía natural general, coherente tal como la que encontramos entre los griegos, árabes o los europeos medievales”; “China tenía ciencias, pero no ciencia, no una concepción o palabra simple para la suma abarcadora de todas ellas” (Huff, 244).
Huff afirma que “los defectos principales de la matemática y el pensamiento científico chino fueron tanto sustantivos como lógicos”: “sustantivamente, a la astronomía china le faltaba el sistema planetario de Ptolomeo” (Huff 288), a pesar de que tuvieron oportunidad de conocerla a través de los astrónomos árabes de Maraja, con los que estuvieron en comunicación directa (Huff, 289). En óptica, “que en la ciencia primitiva quizá jugó el papel de la física en la ciencia moderna” (Huff, 289) “nunca se igualó el alto nivel obtenido por los estudiosos árabes de la luz como Alhacén”, “lo que en parte se debió a que los chinos estuvieron muy obstaculizados por la falta de la geometría deductiva griega”, de acuerdo con Needham (Huff, 289).
2. La forma de ser
2.1 Los “hechos”
Aunque, como afirma Lloyd, la generalización entraña siempre graves riesgos, pueden señalarse diferencias muy claras entre las “formas de ser” de los chinos y los griegos (o los occidentales). Comentamos a continuación algunas de estas facetas diferenciales.
Rivalidad, autoridad
Según Lloyd, ha sido un argumento recurrente de todos los autores que “los griegos presentan características agonales muy desarrolladas en todas las instancias de su cultura […], filosofía y ciencia incluidas […]; los chinos fueron conciliadores más que polémicos y rechazaron rivalidades de cualquier tipo” (Lloyd, 20). Los puntos de vista griegos son en general más abiertos, disputados y negociables que en China, si bien allí también se daba la negociación (Lloyd, 37-38).
Estas tendencias se aprecian en las escuelas: en las jia chinas se incide más en lo irénico y de la autoridad, siendo su papel principal transmitir y preservar las enseñanzas de un maestro (Lloyd, 32, 35), mientras las griegas había más de un maestro y estimulaban el debate, y la crítica (Lloyd, 35, 38). Las escuelas griegas de filosofía y medicina usaban como medio clave para expresar sus ideas y teorías tanto lecciones públicas y privadas como debates abiertos, públicos a menudo (Lloyd, 39).
Mucho puede explicarse, pues, de las diferencias China-Grecia, por la intensa competitividad de la vida intelectual griega (Lloyd, 12), donde se busca hacer demostraciones inatacables desde el punto de vista lógico –desde axiomas– (Lloyd, 13). Esto no quiere decir que en China no exista la crítica entre rivales, pero en menor medida que en Grecia (Lloyd, 211)
Huff también entiende que no hubo en China el equivalente al método de la disputa escolástica (como “tampoco lógica al estilo de Aristóteles, ni métodos matemáticos de prueba como los de la geometría de Euclides”) (Huff, 278).
Bodde dice que “el confucianismo desechó el uso del debate como un medio de avance del conocimiento” y que “se da en la filosofía de la antigua china la ausencia virtual de algo que se parezca al diálogo socrático (es decir, un discurso razonado entre dos individuos para llegar más cerca de la claridad y la verdad” (Huff, 278)
En cuanto al respeto por las autoridades científicas, Lloyd considera que está en ambas civilizaciones –en Grecia, más en el periodo helenístico que en el clásico (Lloyd, 24)–, pero no en igual grado, ni uniformemente a lo largo de distintas disciplinas y periodos; abunda más en China (Lloyd, 44, 211).
Ideas sobre la causalidad
Huff considera que “en vez del atomismo occidental gobernado por leyes de la naturaleza o del ocasionalismo islámico gobernado por los deseos de Dios, encontramos [en China] un mundo orgánico de fuerzas primarias (yin y yang) y las cinco fases (metal, madera, agua, fuego y tierra) desplazándose continuamente en ciclos recurrentes. Dentro de este cosmos no hay primer motor, ni Dios supremo, ni creador de leyes” (Huff, 251). China no se “embarcó en el camino del pensamiento causal, como sí hizo occidente” (Huff, 252).
Needham matiza que sí existía un pensamiento causal en los chinos, pero no mecánico, sino en el sentido de interdependencia (Cohen, 464).
Lloyd entiende que los griegos estaban muy preocupados por la causación y que los chinos no generaron teorías elaboradas sobre ella. Según este autor, mucho esfuerzo teórico chino no va encaminado a establecer relaciones causa-efecto sino a establecer esquemas de correlaciones. (Lloyd, 93) Los filósofos chinos y científicos creían más en relaciones de similaridad, interdependencia, complementariedad, que en secuencias causa-efectos. Esto no quiere decir que entre los griegos no hubiera quien creyera en las correlaciones (que se pueden ejemplificar con la Tabla de Opuestos de Pitágoras) (Lloyd, 114). En general, el ideal chino está relacionado con la interdependencia, y el griego con la independencia (Lloyd, 138).
En relación con esto, los chinos sienten “una total indiferencia por la búsqueda de axiomas, es decir, por el intento de deducir teoremas matemáticos o de otro tipo a partir de un conjunto pequeño de puntos de partida indemostrables y supuestamente autoevidentes” (Lloyd, 183). Los griegos, por el contrario, están obsesionados por la demostración incluso más allá de donde ésta podría considerarse apropiada o incluso plausible, como cuando Galeno quiere aplicar demostraciones al estilo euclideano en fisiología y patología, de acuerdo con Lloyd. Además, la preocupación griega por la demostración no es sólo un deseo laudable por altos estándares de rigor intelectual (parte de eso hay, sin duda), sino que esto tiene un papel fundamental en el contexto de rivalidad intelectual típico de los griegos. (Lloyd, 183)
Razonamiento correlativo
Bodde (Huff 297) afirma que el razonamiento chino es correlativo y analógico, caracterizado por el uso constante de dualidades emparejadas, como la polaridad yin/yang, que opera bajo el principio de que el mundo es un conjunto balanceado a todos los niveles balanceado de fuerzas emparejadas, unidades o elementos; este modo correlativo de pensamiento persistió hasta el siglo XX, no desplazado por razonamiento mecánico o causal alguno (Huff, 298).
Otra tendencia en el pensamiento chino es lo que Bodde ha llamado la técnica del “corta y pega” o “composición por compilación (copiar los trabajos de otro, sin comentarios de otros, en un trabajo nuevo)”, que favorecía las alusiones antiguas y clásicas y está relacionado “con la ausencia en el pensamiento filosófico chino de una dialéctica genuina de disputatio y fe en la razón” (Huff, 299). El mayor de los neoconfucianos, Chu Hsi (1130-1200) sus escritos no tienen nada de la dialéctica y disputas de sus contemporáneos Al-Ghazali, Averroes, Abelardo y Aquino (Huff, 301).
Axiomatización, certeza, fundamentación
Según Lloyd, una recurrente diferencia es que los griegos buscan axiomatización, certeza y fundamentos (bases fundamentales), insistiendo en las demostraciones axiomático-deductivas (incluso en medicina). Los griegos hablan de principios (archai) y de elementos (stoicheia). Buscan bases seguras sobre las que basar la totalidad de las cuestiones. (Lloyd 211-212). El razonamiento deductivo se encuentra en muchos contextos en el pensamiento chino; pero sus pruebas son diferentes: quieren “validar procedimientos empleados e identificar los elementos fundamentales que unifiquen los procedimientos usados en contextos matemáticos divergentes” (Lloyd, 212-213)
Platón habla de la importancia de diferenciar entre prueba y persuasión, entre lo cierto y lo meramente probable (Lloyd, 215). Platón y Aristóteles querían deslindar la verdadera filosofía de otros tipos de razonamiento que asociaban con los sofistas, políticos y oradores” (Lloyd, 215). Defendían, en el discurso política, tres conceptos: revisabilidad, “adversarialidad” y objetividad (Lloyd, 216-217
Por otro lado, según Lloyd, griegos y chinos tienen diferentes audiencias a las que convencer con sus argumentos: la griega es la asamblea, la china el emperador. (Lloyd, 39, 44, 45).
Conceptos de orden y armonía
Los griegos buscan armonías en los cielos producidas por los cuerpos mismos; los chinos tienen otro concepto más global de armonía, entre los cielos y la tierra (Lloyd, 187, 211). Defendían la idea de que “la paz y la armonía en el imperio sólo podría mantenerse si el emperador se alineaba con las fuerzas de la naturaleza y ordenaba correctamente sus relaciones morales, y si todos sus subordinados seguían el camino prescrito de piedad filial y sumisión a los deseos del trono” (Huff, 258).
Al considerar los chinos que el bienestar del imperio dependía de la relación armónica entre cielo tierra de la cual el mismo emperador era responsable, éste tenía en esas circunstancias un interés personal (Lloyd, 40).
Needham habla de que la sociedad china medieval se caracteriza por cierta homeostasis –no inmovilidad (Needham, 215)–, frente a la inestabilidad europea (Cohen, 461-462) de modo que los europeos sufrían una “esquizofrenia del alma entre el cielo y los átomos” (Cohen 462). Considera que en aquella época Europa es una “cultura de vagabundos” y era “infeliz” (Needham, 126)
2.2 Las “causas”
Hemos expuesto ciertos hechos diferenciales entre las culturas de las civilizaciones griega y medieval. ¿pero, por qué se producen esas formas de ser? Se han dado multitud de explicaciones. Creemos que es un error buscar causas que producen efectos. Pasamos que las distintas manifestaciones de una sociedad están interrelacionadas, que es imposible aislar completamente variables independientes. Como dice Lloyd, “Podemos preguntarnos no sólo cómo los intelectuales griegos y chinos pudieron verse afectados por factores en la situación política en la que operaban, sino también por qué las sociedades china y griega desarrollaron y mantuvieron las instituciones políticas particulares que tuvieron, donde, por supuesto, el desarrollo y mantenimiento puede, y en ciertos aspectos lo hace, deberse algo a las filosofías políticas de algunos de estos intelectuales” (Lloyd, 214).
Recogeremos algunas razones que han sido alegadas para explicar las diferencias entre las “formas de ser” china y griega (o medieval europea).
Estructuras políticas
Lloyd considera que la búsqueda de certidumbre en Grecia se debe algo a una reacción adversa a los argumentos meramente persuasivos usados en las tribunales y asambleas. Los chinos, por su parte, evitaban roces con la justicia en la medida que pudieran, tratando de resolver las disputas por arbitración. Por eso no hay abogados como en Grecia. Además, los griegos habían de convencer a los ciudadanos en asamblea; los chinos, al gobernante (Lloyd, 220).
Abunda Lloyd en este aspecto al considerar que algunos rasgos prominentes de la filosofía y ciencia griega parecen deber algo a las experiencias políticas y sociales distintivas de las ciudades estado: radical revisabilidad, argumentatividad entre adversarios e interés por la certeza, los fundamentos, los axiomas (Lloyd, 221). Los chinos buscaban consenso y construir sobre lo que podía tomarse como terreno común, sobre lo que podía considerarse sancionado por la tradición (Lloyd, 221-222).
Falta de autonomía
Huff da ciertas razones para explicar las diferencias entre China y Occidente Constata hechos como que “al mismo tiempo que Europa estaba descentralizando sus poderes administrativos […] China estaba embarcada en un programa centralizador sin precedentes” (Huff, 258). “Mientras los europeos desacralizaban el oficio de reyes y monarcas, haciéndolos en adelante gobernantes seculares, los chinos intensificaron la sacralización del oficio del emperador reafirmando su mandato celestial y estableciendo una jurisdicción: la del trono” (Huff, 258). Además, las ciudades no eran unidades administrativas autónomas (Huff, 259). En realidad, “no había lugar para la autonomía a ningún nivel. […]. Por lo tanto, no había espacio legal para el nacimiento de las ciudades universidades con la autonomía de que tales instituciones disfrutaban en Occidente” (Huff, 261).
Según Huff, no era posible separación entre iglesia y estado. (Huff, 304), con lo cual no podía haber distinción filosófica, y de aquí legal, entre lo público y lo privado. (Huff, 305). En segundo lugar, no pudieron surgir instituciones de enseñanza superior: entre los siglos XII y XIV sólo hay una institución china que pueda llamarse universidad, mientras que en Europa había 89 con la mitad de habitantes (aunque sí había en China academias privadas) (Huff, 304-305).
Economía
Según Needham, las razones de que China diera lugar al tipo de ciencia que dio son más bien socioeconómicas. De acuerdo con este autor, China no experimentó una revolución científica porque las condiciones socioeconómicas (en particular la estrangulación de la autonomía de los comerciantes por la burocracia) no fueron las adecuadas. (Cohen 456). Needham afirma que los factores que inhiben la ciencia proceden de la tradición burocrática de la burguesía ilustrada (Needham, 32). Afirma, sin embargo, dice no obstante que el orden social feudal burocrático fue favorable a la ciencia, aunque hay que entenderlo en el sentido de la ciencia específica que se hizo allí (Needham, 34).
Needham afirma que para explicar que la ciencia china no diera lugar a una revolución científica hay que explicarse primero el fracaso del capitalismo mercantil (Needham, 40). En otro lugar afirma que las causas hay que buscarlas en la “burocracia asiática” y el “mandarinato confuciano”, que marginaron a la clase mercantil clase mercantil marginada, que no pudo por tanto acceder al poder estatal (Needham, 178, 181, 185, 189). No obstante, también segura que “la superioridad inicial de la ciencia china cabe explicarla por la burocracia asiática” (Needham, 212). Dorn (Cohen, 482) ha argumentado que ciertas burocracias han mostrado a través de la historia un fuerte interés en investigaciones prácticas. Según Cohen, en un cierto esquema analítico puede entenderse por qué surgió el tipo de ciencia que surgió en China si se tiene en cuenta su burocracia, sus obras hidráulicas, etc. (Cohen 482).
Needham considera también que hay diferencias debido a que en las culturas mediterráneas existía más esclavitud, lo que frenó el desarrollo de ciencias aplicadas (Needham, 170, 211).
Ley
La ley china no estaba relacionada con la idea de mandatos de Dios, sino con la de ritos y tradiciones santificadas por su origen antiguo (Huff, 262). La ley y la conducta moral eran sinónimos (Huff, 266). Además, según Escarra, en la organización judicial china “no hay lugar para la figura del abogado” (Huff, 269). Hay, en general, una ausencia de “teoría legal de jurisdicción autónoma (Huff, 273). En Occidente, por el contrario, “en los siglos XII y XIII la ley (jurisprudencia) fue probablemente la ciencia más desarrollada en Europa” (Huff, 274). Según Huff, China “no experimentó la revolución legal y social que vivió Occidente durante los siglos XII y XIII (Huff, 307).
De acuerdo con este autor, en China “sus estructuras legales y su teoría legal eran inadecuadas para la tarea de proporcionar zonas limitadas de autonomía legal de profesionales (filosófica, científica, jurídica o médica)”, lo cual no facilitó el desarrollo de la ciencia (Huff, 274). Otra consecuencia es “la ausencia de asociaciones profesionales” (Huff 307), que redunda en lo mismo. En este sentido, Needham es mucho más benévolo afirmando que en todas las clases sociales había científicos, pero Cohen (Cohen 442) discrepa afirmando que el cultivo de la ciencia “permanecía reservado a miembros del alto mandarinato, con tres excepciones significativas: los astrónomos, que formaban una agencia especial dentro de la burocracia, los alquimistas taoístas y los constructores de instrumentos científicos”
Enseñanza y exámenes
Huff entiende que el sistema de exámenes tampoco era idóneo para facilitar ciencia (Huff, 279). “la rigidez de los contenidos educativos del sistema de exámenes y su uniformidad absoluta que bordearon la indoctrinación política provocó un fracaso colosal en lo que se refiere a la ciencia, la innovación y la creatividad. Como en el caso de la civilización arabo-islámica, los modestos éxitos chinos y avances hechos en ciencia (no en tecnología) se lograron a pesar de, no a causa de, las formas oficiales de educación y exámenes” (Huff, 277). Este sistema de exámenes incidía en la memorización de los clásicos confucianos y en argumentar sobre la apropiada conducta del gobernante sabio y virtuoso (Huff, 279, 282). Por todo ello cabe decir que el sistema no encarecía el interés científico en general. La educación ideal del estado imperial estaba fundada en perseguir una educación moral y humanística y el estudio de las figuras históricas ejemplares, de acuerdo con Huff.
Secretismo
También habla Huff (Huff, 309) del gran secretismo y la excesiva regulación en el estudio de la astronomía y las matemáticas, lo que va contra la deseada norma científica del comunalismo. La astronomía era un secreto de estado (Huff, 310); incluso se restringía el acceso a instrumentos astronómicos (Huff, 310). La razón puede ser “el miedo a que las observaciones astronómicas revelaran los desórdenes en el universo y esto pudiera ofrecer un informe natural sobre la idoneidad de la conducta del emperador” (Huff 310). “No se puede imaginar un sistema más autocrático diseñado para controlar el aprendizaje de una nación completa”, dice Huff (Huff, 312).
Instituciones y tecnología simbólica
Huff sigue a Bodde en la conclusión de este último de que “en el análisis del lenguaje chino y sus singulares efectos sobre el pensamiento y la comunicación vemos otro nivel del efecto inhibitorio de la tecnología simbólica china en la investigación científica” (Huff, 290). Es decir, Bodde cree que el lenguaje chino no es un buen instrumento de comunicación inambiguo, porque se pueden hacer traducciones alternativas y está plagado de metáforas arcaicas, alusiones, clichés, etc. (Huff, 291). Hace ver que el latín del siglo XII tenía elementos de alfabetización, puntuación, capitalización, que le faltan al chino, si bien eso también le ocurría al árabe (Huff, 292). Wright (Huff, 294) considera que “el chino era estructuralmente un medio menos apropiado para la expresión de ideas” para los jesuitas del renacimiento europeo que fueron a China. Bodde (en Huff 297) cree que “las formas lingüísticas de expresión inducidas por el chino literario sirvieron para incrementar y preservar el modo de razonamiento correlativo (…) chino”.
Lo que, según Needham en ningún caso explica nada es las características físico antropológicas y raciales y espirituales del pueblo chino, el clima, el lenguaje y la escritura ((Needham, 39)) y la concepción del tiempo (en Cohen 457). (Needham, 194, y aboga más bien por diferencias culturales explicables por la sociología)
Lynn White habla de que todo es una red compleja que puede hacer que de pronto surja esto o aquello (ciencia) (en Cohen 478).
Filosofías y religiones
Cohen entiende que en China se da un desdoblamiento que no tiene parangón en otras partes del mundo, de modo que en la tradición taoísta hay mucha observación empírica de los fenómenos naturales, mientras que el pensamiento lógico y racional de confucianos y legalistas se refería a cómo mantener el orden y la cohesión social, pero no se interesaba por la naturaleza. La única escuela que combinaba pensamiento racional con naturaleza era la mohísta (seguidores de Mo Ti, siglo V antes de C). (Cohen, 439).
Joseph Needham “ve en los escritos de los taoístas [..] un compromiso con la investigación naturalista y con los rudimentos del método dialéctico”, aunque a Huff no le parece la dialéctica europea o griega y sí más bien una “iluminación” (Huff, 302). Tampoco los métodos de la lógica a los que Needham se refiere son del mismo grado que los escolásticos europeos (aunque Graham admite que la lógica mohísta es un logro sin parangón en la filosofía china, un sistema ético altamente racionalizado, pero no tiene continuidad (Huff, 303). Needham destaca prejuicios confucianos para mirar por el telescopio (Needham, 163). Este autor indica que podría haber surgido un Galileo taoísta (Cohen 448-449).
Cohen llama la atención sobre l hecho de que “mientras la religión budista penetró profundamente en la mente china, las especulaciones atomistas que emergen de esta doctrina como subproducto dejaron escasamente una traza en el pensamiento chino científico, el cual, de acuerdo con Needham tendía mucho más a patrones de onda yin/yang” (Cohen, 431).
2. 3 Actitudes ante la naturaleza
Cohen ve “amplio espacio para seguir estudios comparativos en profundidad con el objetivo en mente de determinar qué actitudes hace el mundo se ajustan mejor para el peculiar tratamiento de la naturaleza que se manifestó en la revolución científica” (Cohen 487). Lauxtermann piensa que “la ciencia moderna natural no pudo emerger en civilizaciones tan ‘dirigidas al otro mundo’ como la india , en la cual el hombre aspira a renunciar a la naturaleza y volverse hacia sí mismo . Ni pudo emerger en la mundana civilización china, donde la vida estaba orientada hacia la armonía con la naturaleza. La ciencia moderna pudo nacer sólo donde encontramos la típica seguridad judeocristiano en la trágica dualidad del hombre: tomar parte en la naturaleza y trascendería al mismo tiempo” (Cohen, 487). Según Needham, los chinos son “no intervencionistas” (Needham, 213)
No sé si esta es la explicación de las diferencias entre las ciencias entre las distintas civilizaciones, pero sí entiendo que es un buen camino ese de explorar “actitudes”.
3. Ciencia china y revolución científica
La mayoría de los autores insisten en que lo que diferencia a los occidentales de los chinos es que los primeros experimentaron una “revolución científica”. Huff recuerda que respecto al nacimiento de la ciencia moderna lo importante no es “si los chinos hicieron o no avances intelectuales sobre los griegos o árabes en uno u otro campo como la óptica, la física o las matemáticas, sino si se produjo o no una ruptura en las estructuras de discurso e investigación que abrieran la puerta a estructuras institucionales de libertad de exploración” (Huff, 250).
“Europa experimentó una revolución que colocó la vida social en una base completamente nueva. Desde un cierto punto de vista, esto representó la gran fusión por vez primera entre la filosofía y la ciencia griega, la ley romana y la teología cristiana”. (Huff, 314).
Sivin ha dicho que China sí experimentó una revolución científica (Cohen 466) cuando estuvieron expuestos a los jesuitas. (No obstante, Needham dice que la introducción de la idea de leyes de la naturaleza después de la misión de los jesuitas apenas tuvo respuesta. (Cohen 467)).
Needham (Cohen 463) habla de que China sufrió también una revolución científica pero orgánica, no mecánica, pero esta no dio lugar a la Revolución Científica porque era necesaria la etapa newtoniana y porque las condiciones socioeconómicas no eran las adecuadas (Cohen 465).
Needham no cree que la “ruptura galileana” sea la totalidad de la revolución científica. Considera que la ciencia es un mar al que llegan muchos ríos (Needham, 52). Asegura que hubo transmisión de los conocimientos chinos a Europa (Needham, 216).
Supone como cosa natural que se produjo esa transmisión (Cohen, 436). Sin embargo, Cohen afirma que “Occidente no parece deberle mucho a la ciencia china, pues no se tradujo nada chino, y debido también a la “inconmensurabilidad de las filosofías naturales de China y Occidente”. Una traducción de los Elementos de Euclides en el siglo XII quedó sobre las estanterías de la biblioteca imperial, según Needham (Cohen 439).
Pero como el propio Needham defiende, la existencia o no de un hilo conductor directo entre la ciencia china y la Occidental no es tan importante. ¿No existe una historia ecuménica del pensamiento? (Needham, 61) ¿Por qué no lo iba a haber de la ciencia?
Creo que las ciencias con buenos basamentos teóricos progresan más rápidamente que aquellas construidas a partir de resultados prácticos. Una axiomatización adecuada es un excelente punto de partida para construir un sólido edificio que incluso proporciona aplicaciones prácticas. Por el contrario, de una serie de experiencias prácticas a las que no se les busca un fundamento teórico sólo se obtienen una serie de reglas, de algoritmos, aplicables en casos concretos, no generalizables. La teoría sin la práctica lleva más lejos que la práctica sin teoría, aparentemente. La teoría pone un marco general a la práctica. Aunque la práctica es la que hace que se ideen las teorías, y sin práctica no cabe esperar que la ciencia llgue muy lejos (como no llegó en Grecia, donde acabó estancándose).
La ciencia actual, que le tocó hacerla a Europa, se debe a contribuciones de todas las formas de pensar, ya sean mecanicistas u organicistas, y no cabe decir que en 2.000 años de historia unas no hayan influido en las otras. Pienso personalmente que la manera de concebir el mundo de los chinos tiene mucho que aportar a la ciencia del futuro (por ejemplo, a la cuántica), y me pregunto si dentro de 500 años en alguna civilización no indagarán “por qué Europa no dio lugar a la ‘Nueva Revolución Científica’”.
Bibliografía:
Cohen, H. F., The Scientific Revolution, caps. 6.3-6.6, The University of Chicago Press, 1994
Huff, T. E., The Rise of the Modern Science, caps. 7 y 8, Cambridge University Press, 1993
Lloyd, G. E. R., Adversaries and Authorities. Investigations into ancient Greek and Chinese Sciences. Cambridge University Press, 1996
Needham, J., La gran titulación. Madrid: Alianza Editorial, 1980
23 de abril de 1999

