José Antonio Goñi Beásoain de Paulorena »
Hace unos años, entre los jóvenes, se generalizó el uso de la expresión «tener química» o «haber química» para manifestar que entre dos personas había una afinidad mutua o sintonía sentimental, eso que los ingleses llaman feeling. Es cierto que la expresión tenía un fundamento científico ya que es la secreción de ciertas hormonas, principalmente por las glándulas presentes en el cerebro, lo que produce en la persona la atracción por otra persona, entre ellas la oxitocina (C43H66N12O12S2) –responsable del amor, la generosidad, la confianza– o las endorfinas (son múltiples por lo que no tiene una única fórmula química) –culpables de la excitación o de la sensación de bienestar–.
Pero no solo la química está presente en el ámbito de las relaciones afectivas. Si miramos más allá, descubriremos cómo también es protagonista de todos nuestros estados de ánimo, las sensaciones de placer o de dolor, de la capacidad de pensar o de recordar lo vivido, de la posibilidad de perder la cordura…

Así, la presencia o ausencia de una sustancia química en nuestro organismo, puede causar alegría o tristeza, euforia o depresión, ganas de cambiar el mundo o desánimo, optimismo o pesimismo… Y en una u en otra dirección actúan, por ejemplo, la dopamina (C8H11NO2) –que nos estimula en el aprendizaje, nos inyecta motivación, potencia nuestra atención–, la adrenalina (C9H13NO3) –presente en los momentos de emoción o de tensión–, etc.

E igualmente el mal funcionamiento de la química cerebral produce enfermedades psiquiátricas como la ansiedad, la esquizofrenia, los delirios, las alucinaciones… De modo que las medicaciones empleadas para paliar estas enfermedades intervienen precisamente en la regulación de estas sustancias: los antidepresivos fundamentalmente regulan la serotoninea (C10H12N2O) y la noradrenalina (C8H11NO3), los antipsicóticos regulan la dopamina (C8H11NO2), etc. etc.
Todo esto nos puede hacer pensar que somos pura química y sólo química. Sin embargo, son más factores los que intervienen en nuestros estados de ánimo. No podemos, por tanto, afirmar que únicamente la química es la responsable, esto es, que como mi cuerpo segrega ciertas sustancias químicas siento miedo, alegría, amor, odio… Ya que de ser así las empresas farmacéuticas habrían inventado la píldora de la felicidad o del amor o del entusiasmo u otras muchas. La pregunta de fondo es ¿qué es antes el sentimiento o la secreción de la sustancia química? O dicho de otra manera: ¿porque siento miedo mi cuerpo produce adrenalina o porque mi cuerpo produce adrenalina mi corazón se acelera?; ¿porque percibo a una persona que me agrada mi cuerpo segrega oxitocina iniciándose una fase de enamoramiento o porque mi cuerpo segrega oxitocina me siento atraído por esa persona?
En definitiva, ¿somos un puro cuerpo físico o tenemos una dimensión espiritual que nos trasciende de la realidad material? Y como en este punto nos salimos del campo empírico y nos adentramos en el filosófico, cada uno dará su propia respuesta personal.
Se puede ampliar la información en:
- Eric R. Kandel, En busca de la memoria. El nacimiento de una nueva ciencia de la mente, Katz editores, Buenos Aires 2008.
- Oswald Steward, Functional neuroscience, Springer Verlag, New York 2000.