Elena Mª Granados Rodríguez »

Desde tiempos remotos el arte está ligado a la química, sin la cual no serían posible los pigmentos, ni los materiales necesarios para poder elaborar esos trabajos; tanto pictóricos (utilizando aglutinantes ya sea de origen orgánico o sintético) como escultóricos, empleando para ello arcillas, mármol, etc.
La restauración también necesita de esta ciencia para analizar el material empleado y proceder a reparar las obras, que pueden ser: pinturas, esculturas, monumentos, tejidos, libros y otros.

El restaurador debe poseer conocimientos de historia del arte para poder fechar la obra así como los materiales empleados que sabrá identificar, sean pigmentos, aditivos, barnices, etc. La valoración de una obra de arte no solo depende de la época y del autor, sino de los materiales empleados y del estado de conservación en que se encuentre, por lo que a la hora de restaurar, los datos químicos son indispensables para poder hacer frente a las actividades de limpieza y restauración.
Los factores que hacen que se puedan dañar las obras de arte son: la acción de la luz solar, la humedad, la polución ambiental, el mantenimiento con productos inadecuados, envejecimiento de los pigmentos empleados; por lo que un análisis químico ayuda a explicar estas causas, por ejemplo el efecto de la contaminación ambiental, entre las que se encuentran el dióxido de carbono, el monóxido de carbono o los óxidos de nitrógeno, aunque el más peligroso es el dióxido de azufre porque en contacto con el vapor de agua se transforma en ácido sulfúrico, de alto poder corrosivo que ataca a los materiales.

Las técnicas empleadas para examinar los objetos de arte pueden basarse en la radiación ultravioleta o infrarroja, para detectar el estado de las capas de pintura, por si ha habido restauraciones anteriores, y también a través del microscopio, recogiendo una pequeña muestra del objeto a analizar.
La química ofrece al arte las herramientas para su creación como:

- el grafito, material compuesto por átomos de carbono que forman tres enlaces covalentes en el mismo plano, a un ángulo de 120º, con estructura laminar plana constituida por hexágonos; las láminas quedan unidas entre sí por fuerzas de Van der Waals;
- el carboncillo, que fue el primer material que utilizó el hombre para dibujar, consistente en una rama carbonizada de sauce, de vid o de nogal y desde el barroco, Guercino (1591-1666, pintor italiano) bañaba el carboncillo con aceite de linaza para conseguir negros más intensos;
- la pintura al fresco es una obra pintada sobre un muro, con base de yeso o argamasa;
- el temple, pigmentos en polvo mezclados con yema de huevo;
- óleo, aceite y pigmentos, zinc, titanio, cobre y antiguamente se empleaba también el plomo;
- y las más modernas: los acrílicos y acuarelas con base de agua de secado rápido y no se oscurecen los colores;
Pero la química también ofrece herramientas para la conservación y la restauración. Las técnicas empleadas para examinar los objetos de arte pueden ser la radiación ultravioleta o infrarroja; también rayos X para detectar el estado de las capas de pintura, por si ha habido restauraciones anteriores. Con el estudio radiográfico se han descubierto muchas obras en las que han sido realizadas sobre otra pintura en las que se escondía otro cuadro.

Para analizar y restaurar obras pictóricas debemos diferenciar si se trata de una obra contemporánea o más antigua, llegando incluso a las prehistóricas, cuya conservación radica en aplicar un mortero de cal y puzolana que es una variedad de roca, arena y piedras volcánicas compuestas por aluminosilicatos, óxido férrico, óxido de calcio, óxido de potasio y otros óxidos.
En la restauración textil las piezas se observan previamente tanto por radiografía como por microscopio para analizar la textura de la tela y su estado de conservación, así como la pigmentación y si ha sido atacada por microorganismos.
En las restauraciones paleontológicas se trata de limpiar las piezas, unirlas si estuvieran fragmentadas y componerlas hasta formar el esqueleto.
En cuanto a los libros y manuscritos en los que se empleaba la tinta ferrogálica el deterioro suele ser peor porque la corrosión puede ser tan grave que traspasa generando huecos e incluso la fragmentación de muchos pedazos.

Para entenderlo, consideremos su composición, que consiste en ácido tánico presente en muchas agallas de ciertas plantas, vitriolo (sulfato ferroso) y goma arábiga que se extrae de la exudación del árbol Acacia Senegal. El oscurecimiento y la inconsistencia del papel es debido a la oxidación de la celulosa por la acción catalítica de los iones de hierro, que junto al ácido migran con facilidad por su afinidad con la celulosa, en la que la tinta empieza a pasarse a las hojas adyacentes, descomponiendo el papel y haciendo ilegible el texto. Se emplean dos métodos para la restauración: la desacidificación, que elimina los ácidos solubles y aporta una reserva alcalina, y la laminación, que fija el documento evitando que se pierdan o desplacen fragmentos quedando la obra incomprensible.
Gracias a la química, los restauradores hacen que podamos seguir disfrutando del arte desde el prehistórico hasta el contemporáneo, y cómo los artistas han innovado y siguen buscando técnicas nuevas para sus creaciones.