Ángela Baños Trabanco »
Nos encontramos ante una amplia variedad de problemas ambientales causados, en su gran mayoría, por nosotros mismos. Entre los más importantes se encuentran los impactos producidos en la atmosfera como consecuencia de la combustión de los carburantes fósiles. La contaminación del aire, la lluvia ácida y el calentamiento global son algunas de las consecuencias de la masiva utilización de los recursos energéticos básicos.
La lluvia ácida recibe su nombre debido al pH que presenta. El pH representa el número de iones de hidrógeno presentes en un líquido y se mide en una escala que abarca los valores de 0 a 14, siendo el valor 7 un pH neutro. Los valores por debajo de este se consideran ácidos y los valores por encima se consideran básicos. La lluvia ya de por sí es ligeramente ácida adquiriendo un pH de 5,6; cuando alcanza valores más bajos es cuando se habla de lluvia ácida.

Podemos considerar dos tipos de lluvia ácida según su causa:
- Las que tienen un origen natural y corresponden a las emisiones de compuestos de azufre que proceden de las erupciones volcánicas, manantiales termales, etc. y óxidos de nitrógeno procedentes del metabolismo de diferentes grupos bacterianos.
- Las que provienen de la combustión de carburantes fósiles como el carbón, el gas y el petróleo que producen óxidos de nitrógeno y dióxidos de azufre como consecuencia de las actividades llevadas a cabo por la humanidad.

La lluvia ácida se forma cuando los óxidos de nitrógeno (NOx) y el dióxido de azufre (SO2) liberados en la combustión de carburantes fósiles por fábricas, centrales eléctricas o vehículos reaccionan con la humedad del aire (vapor de agua) y forman acido sulfúrico (H2SO4) y ácido nítrico (HNO3), ambos solubles en agua. Estas sustancias químicas caen a la tierra inmersas en las precipitaciones, constituyendo lo que se conoce como lluvia ácida.
Estos gases no sólo ejercen su efecto nocivo sobre el entorno que les rodea, sino que atraviesan largos recorridos arrastrados por el viento antes de precipitar en forma de rocío, lluvia, granizo, nieve o niebla.
Los efectos de la lluvia son devastadores para el medio ambiente:
- Acidifican las aguas de los lagos, ríos y mares dificultando el desarrollo de la vida acuática, por lo que los peces mueren.
- En los suelos destruyen los nutrientes esenciales que alimentan a las plantas y árboles.
- Provocan la corrosión de edificios y estructuras construidas con mármol y caliza.
- Producen afecciones respiratorias y cardiovasculares en el ser humano.
Posibles soluciones
Impulsar el uso de fuentes de energía limpias como pueden ser la energía solar o la eólica, instalar catalizadores en los coches de nueva fabricación para reducir las emisiones vertidas a la atmosfera, reducir el nivel de azufre en los distintos combustibles o añadir sustancias alcalinas en lagos o ríos para neutralizar el pH son algunas de las propuestas para reducir los efectos de lluvia ácida.
