Es bastante frecuente que cuando un teléfono móvil se cae al suelo su pantalla se rompa. Para evitar este tipo de daños se desarrollaron los vidrios reforzados químicamente.
Se puede conseguir aumentar la resistencia de un vidrio por procedimientos químicos. Cuando se calienta por debajo de su punto de fusión un vidrio común (a base de silicato de sodio, calcio y otros iones) y se expone la superficie calentada a iones de potasio, que son más grandes que los de sodio, los de potasio pueden entrar en la estructura interna (aunque no profundamente; solo en la superficie) porque esta se habrá expandido. Tras el intercambio iónico, cuando el vidrio se enfría los iones de potasio resultan demasiado grandes para la estructura y como resultado se genera un esfuerzo de compresión, análogamente a lo que ocurre en el hormigón pretensando. Si ahora se aplica un esfuerzo de tracción o de flexión que rompería un vidrio de silicato normal, primero se tendría que superar la tensión de compresión, por lo que el vidrio tratado es bastante más resistente. La mayoría de pantallas de dispositivos portátiles actuales incorpora esta tecnología.

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