Los seres humanos solemos intervenir en el comportamiento de algunos animales para nuestro propio beneficio o para beneficiar a especies amenazadas que consideramos que hay que proteger, protección que a menudo necesitan porque nuestras acciones previas las han perjudicado. Pero como los equilibrios naturales son muy complejos y delicados, a menudo provocamos efectos adversos o incluso verdaderos “destrozos”. Por eso, en las intervenciones científicas cada vez tienen más peso la prudencia, la predicción de efectos secundarios para que no ocurran y las consideraciones éticas. Se trata de conservar especies y ecosistemas sin disparar, envenenar o atrapar animales. Presentamos algunos ejemplos al hilo de un artículo publicado por Daniel T. Blumstein, Catherine Price y Thom van Dooren en The Conversation.
Sapos de caña en Australia
Hace un siglo fue introducido en Australia el sapo gigante o sapo de caña (Rhinella marina) para que redujera la población de escarabajos y otras plagas en los campos de caña de azúcar. Fue una famosa precoz iniciativa de control biológico que salió mal. La especie se ha extendido por la mitad superior del país y ha causado estragos en los ecosistemas. Los sapos de caña son tóxicos, de manera que consumir uno solo es generalmente letal para sus depredadores habituales: lagartos Varanus, cocodrilos de agua dulce y cuoles (pequeños marsupiales en peligro de extinción). Como estos animales no conocen a los sapos que van llegando a sus lares, los confunden con ranas comestibles y mueren envenenados por las poderosas toxinas del sapo.
Actualmente los científicos están trabajando junto a guardabosques indígenas para tratar de enseñar a los depredadores a no comerse a estos sapos. Lo que hacen es exponer sapos de caña pequeños a los depredadores para que estos enfermen pero no mueran. Esta medida se basa en el conocimiento de que los depredadores aprenden rápidamente y, por ello, en la confianza de que acabarán ignorando pronto a los sapos que llegan a sus hábitats.
Se hizo un experimento paralelo ofreciendo a lagartos varánidos recientemente capturados comida elaboradas con carne de sapo de caña y cloruro de litio, que induce náuseas en el lagarto para reforzar la respuesta de aversión. Sin embargo, cuando estos lagartos fueron liberados sobrevivieron menos que los que habían sido entrenados por la técnica del sapo de caña pequeño y vivo, lo que demostró que un estímulo biológicamente realista era más efectivo.
“Noticias falsas” para salvar huevos de aves
En Nueva Zelanda se ha recurrido a utilizar olores para condicionar a hurones, erizos y otros depredadores a que ignoren los huevos de ciertas aves en peligro de extinción. Se trata de distribuir noticias falsas en forma de olores similares a nidos para hacer creer a los depredadores que las aves migratorias habían comenzado a anidar, a pesar de que en realidad aún faltaban semanas para que llegaran.
Concretamente, los investigadores destilaron olores de las plumas y las glándulas de codornices, gaviotas y otras aves, aunque podrían haber usado los olores de cualesquiera otras. Cinco semanas antes de que llegaran las aves objeto de protección para iniciar su temporada de reproducción, la sustancia destilada, mezclada con vaselina, se untó en cientos de rocas en dos sitios de estudio. Los depredadores se sintieron inicialmente atraídos por los olores, pero a los pocos días, después de darse cuenta de que el olor no conducía a la comida, perdieron interés y dejaron de visitar el sitio. La producción de pollitos fue 1,7 veces mayor en los sitios tratados en comparación con los sitios de control.
Biocercas: abejas para elefantes y olor de orina para lobos
Los elefantes a menudo mueren por accidente o son muertos cuando deambulan por entornos humanos como campos de cultivo o vías férreas. En Kenia, agricultores e investigadores han construido “cercas de abejas” para aprovechar el miedo que los elefantes tienen a estos insectos y así mantenerlos alejados de los cultivos.
Por otro lado, en Estados Unidos se ha probado a usar biocercas para ahuyentar a lobos grises (Canis lupus) que atacaban el ganado. Uno de los experimentos consistió en crear 65 kilómetros de biocercas a base de orina y excrementos de lobos de otras manadas. Los movimientos de los cánidos se siguieron mediante collares. Se comprobó que en la temporada en que se colocaron las biocercas los lobos no las traspasaron.
Sonidos desagradables
Hay que tener cuidado con los efectos secundarios que pueden sufrir algunas especies cuando se aplican planes de este tipo. Por ejemplo, algunas piscifactorías han tratado de evitar que las focas se coman su pescado mediante el uso de un dispositivo que produce un sonido desagradable. Pero, en un estudio , los científicos descubrieron que las ballenas dentadas eran aún más sensibles al sonido y tenían menos probabilidades de adaptarse a él. Como resultado, estos animales abandonaban el área en mayor medida que los animales objetivo. Por tanto, el valor de impulsar el éxito reproductivo de una especie en peligro de extinción ha de ser considerado frente al sufrimiento de otros animales afectados por el proceso de intervención.

Enseñar comportamientos no aprendidos
En 1994 dos canadienses crearon la Operación Migración para enseñar a grullas blancas criadas en cautividad a realizar la migración anual típica de su especie y de este modo pudieran seguir ejecutando sus ciclos reproductivos y, en definitiva, reproduciéndose. Hay que tener en cuenta, por ejemplo, que en 1941 solo se contaban 21 grullas blancas debido a la interferencia humana.
El programa consistió en adiestrarlas para que siguieran a un avión ultraligero en el que se les había inducido a confiar. Incluso como embriones dentro del huevo, las aves “escucharon” sonidos grabados de un motor ultraligero, por lo que cuando nacieron ya estaban familiarizadas con el sonido. Ocho semanas después de la eclosión, las aves seguían al ultraligero mientras rodaba por el suelo y a los 80 o 90 días de edad ya volaban con el avión.
A partir de 1995, varios pilotos de la Operación Migración llevaron con éxito gansos canadienses a Carolina del Sur, cisnes trompeta a la bahía de Chesapeake en Maryland y grullas chillonas de Wisconsin a Florida. Los ultraligeros son ideales para entrenar a aves criadas en cautiverio en peligro de extinción para migrar. Los pájaros siguen al aparato porque, en cierto modo, creen que es “madre”. El piloto vuela a la velocidad de crucero característica de cada especie de ave (la grulla blanca, por ejemplo, lo hace a unos 24 km/h).