jueves, 1 junio 2023

De 0 a 100 km/h en 15 años: los primeros automóviles

Los automóviles ya superaban la velocidad de 100 km/h antes de iniciarse el siglo XX

Al azar

Se puede decir que el automóvil moderno lo inventó Karl Benz. Desde 1885 circulaba por las carreteras de Mannheim su Motorwagen, un vehículo de tres ruedas con motor de combustión interna de gas de cuatro tiempos y un solo cilindro (imagen sobre estas líneas). El invento se hizo oficial en 1886, después de que se registraran las correspondientes patentes.

También en 1885 el ingeniero Gottlieb Daimler había diseñado un motor de combustión interna de “alta velocidad” que funcionaba con gasolina y decidió instalarlo en una motocicleta primitiva. Muchos años después, en 1926, las empresas Daimler y Benz se fusionaron para formar Mercedes-Benz, aunque, curiosamente, no hay constancia de que Karl Benz y Gottlieb Daimler se hubieran conocido (este último murió en 1900).

Además, sus enfoques sobre los vehículos autopropulsados eran muy diferentes, tanto en el combustible utilizado como en el sistema de encendido. El primer prototipo similar a un automóvil que produjo Daimler, en 1886, contaba ya con la rueda adicional que la mayoría de los conductores de automóviles echaban en falta. Por otro lado, Benz puso a la venta una versión mejorada de su triciclo con timón en 1888. Y en 1893 llegó el Velo de Benz, primer automóvil producido a escala industrial en el mundo. Era así:

Un “Velo” de Benz de 1894 (Benz Velo 1894.jpg, Wikimedia Commons).

Llegan los ingleses

Los ingleses, por su parte, se incorporaron 10 años más tarde a la “carrera automovilística”. El primer automóvil de gasolina totalmente británico salió a la carretera en Birmingham en diciembre de 1895, construido por Frederick Lanchester. Este había diseñado todo desde cero, incluido un motor monocilíndrico ubicado en el centro. Tenía una caja de cambios de tres velocidades y estaba dirigido por una caña de timón vertical. La suspensión y el chasis rígido eran innovadores. Podía alcanzar los 24 km/h (al parecer, lo permitido reglamentariamente era 6 km/h), pero no tenía mucha potencia para subir pendientes (el conductor y el pasajero se veían obligados a menudo a empujarlo en estos trances). Dos años más tarde, Lanchester instaló en su vehículo un motor bicilíndrico de 3500 cc que permitía que el coche corriera a 29 km/h.

The Henry Ford / Flickr

Los americanos

Por su parte, los americanos no se quedaron a la zaga. En Detroit, el 4 de junio de 1896 inició su andadura el primer automóvil de Henry Ford (sobre estas líneas). Era un diminuto artilugio monoplaza de cuatro ruedas, el Quadricycle, que fue el resultado de un esfuerzo considerable para el que entonces era ingeniero jefe de la Edison Illuminating Company.

Ford construyó su primer motor en 1893 y desde entonces había pasado todas las horas libres fabricándose un coche para él. A diferencia de otros intentos iniciales de fabricación de automóviles, el vehículo de Ford era extremadamente ligero. Solo el motor, las ruedas, los ejes y la varilla de dirección eran de metal; el resto de la estructura era de madera, lo que reducía el peso a solo 227 kg. La transmisión impulsada por cadena fue una novedad. Tenía dos velocidades, con máximas de 16 o 32 km/h, seleccionadas por correas de transmisión gemelas que podían acoplarse mediante un embrague. No tenía marcha atrás. Ford perfeccionó pronto el primer Quadricycle sustituyendo muchas de sus piezas de madera por componentes metálicos más resistentes.

Franceses y belgas

Y los franceses y los belgas tampoco se quedaron de brazos cruzados, queriendo, en su caso, centrarse en un aspecto especial: la velocidad. En 1898 el conde Gaston de Chasseloup-Laubat conducía su coche eléctrico Jeantaud en un tramo de carretera cerca de París a la prodigiosa velocidad de 63,15 km/h, con lo que estableció así el primer récord mundial de velocidad en tierra.

Jaimie Wilson / Flickr

Pero al año siguiente Camille Jenatzy, un ingeniero que tenía experiencia en la fabricación de taxis eléctricos, construyó un verdadero “bólido”, La Jamais Contente (La Nunca Contenta, sobre estas líneas), con carrocería especial de aluminio en forma aerodinámica de puro habano. Los neumáticos eran Michelin. La potencia la suministraban dos motores eléctricos de 25 kW. Jenatzy (apodado El Diablo Rojo por el color de su barba) alcanzó con su auto los 105,88 km/h el 1 de mayo de 1899 en Achères, a las afueras de París. Este récord se mantuvo hasta 1902, cuando fue batido por un automóvil Serpollet a vapor. 

El automóvil cambió los hábitos de vida

Estos y otros prototipos significaron las primeras materializaciones de un concepto nuevo, el del transporte personal con su propia fuente de energía. Como se ha dicho, los pioneros fueron los alemanes, que encontraron formas de crear “locomotoras ligeras”, un acto de imaginación que mezcló la movilidad de la bicicleta con versiones en miniatura de los motores estacionarios que entonces revolucionaron las industrias manufactureras. Había nacido la combustión interna.

En 20 años, la propia industria del automóvil ya estaba prosperando a medida que se abordaban y superaban sistemáticamente los problemas de diseño y confiabilidad. Los empresarios podían olfatear las riquezas y, en 1910, los automóviles ya estaban pasando de ser juguetes de personas ricas a productos de consumo que competían por el favor del público. La red de carreteras, la infraestructura de reabastecimiento de combustible y el diseño mismo de nuestros hogares evolucionaron para adaptarse a esta nueva forma de llegar a donde se quería estar cuando se quisiera.

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Fuente: Giles Chapman: The illustrated encyclopedia of extraordinary automobiles. Dorling Kindersley Limited, 2009.

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