lunes, 2 octubre 2023

La Isla Centinela del Norte y sus habitantes, reliquias de la Edad de Piedra

Aunque los nativos no saben hacer fuego, obtienen hierro de un barco naufragado en sus costas

Al azar

La isla Centinela del Norte es una de las 204 del archipiélago de Andamán y Nicobar, en el golfo de Bengala. Aunque técnicamente no pertenecen a la India, este país considera que la isla está “bajo su protección”. Pero la realidad es que Centinela del Norte solo es de los centineleses desde que llegaron allí procedentes de África hará entre 60000 y 75000 años, según conjeturan los expertos por análisis de ADN de tribus de islas cercanas.

Se supone que los nativos de Centinela del Norte viven ahora prácticamente como cuando sus antepasados llegaron a la isla, es decir, siguen en la más profunda prehistoria. Se les reputa como la comunidad humana cuyos modos de vida son los más parecidos a los del paleolítico y como una de las más reacias al contacto con la “civilización”, aunque razones no les faltan, como diremos más abajo. 

Unos 500 centinelenses

La isla tiene unos 72 km2 (es decir, unos 8 x 9 km, aproximadamente en rectángulo), o al menos los tenía antes del terremoto y tsunami desatados en el Océano Índico en 2004, fenómenos que la modificaron ligeramente, alzándola uno o dos metros y ampliando su superficie, ya que emergió parte del arrecife coralino que la rodea por todas partes. Este arrecife, sumamente peligroso, ha causado un buen número de naufragios de los que han sacado partido los centineleses para recoger todo lo que les gustaba o consideraban que les podía ser útil, especialmente los objetos de hierro, ya que ellos no saben obtener metales (ni quizá en la isla tengan los minerales adecuados). El arrecife explica el casi nulo contacto de los centineleses con el exterior y al mismo tiempo les proporciona alimento de sobra, ya que entre el cinturón de coral y la isla se han formado lagos en los que abunda la pesca.  

Los centinelenses son muy pocos. Se calcula que entre 60 y 400. Se ignora si la endogamia ha tenido algún efecto, aunque las pocas imágenes que se han tomado de ellos los muestran bastante saludables y despiertos. 

Hay quien dice que son extremadamente violentos, pero esa afirmación requiere matizaciones. Muchos foráneos que han intentado acercarse a ellos con intenciones de todo tipo han salido a todo trapo de allí al recibir lluvias de flechas y lanzas. En los años 70 una expedición de estudiosos quiso hacer un reportaje sobre ellos, pero no fue posible porque un guerrero llegó a clavar una flecha en el muslo del director. En la playa, el centinelés hizo gestos de contento para celebrar su “proeza”.

Contactos

Pero, como decimos, esta actitud puede tener su explicación en las agresiones que este pueblo puede haber sufrido a lo largo de la historia. Por ejemplo, en el siglo XIX un inglés se llevó a dos viejos y cuatro niños y devolvió a estos con regalos cuando los viejos murieron (que fue enseguida, nada más tocar la “civilización”). (Era la estrategia típica de los ingleses para contactar “pacíficamente” con los habitantes de estas islas).

Después ha habido más intentos de contacto. Cuando más acercamiento se consiguió fue en los años 80 del siglo XX. Fueron a la isla unos enviados del gobierno indio que desde un barco lanzaron objetos de regalo a los aborígenes. Esos recibieron muy contentos los cocos y las bananas, frutas que no existen en la isla. Algunos, no obstante, se mostraron más desconfiados y esgrimieron sus lanzas y flechas. Entonces ocurrió algo muy extraño que denota el poder de las mujeres en aquella tribu. Así lo narra el funcionario indio que mandaba la expedición:

Muchos de ellos apartaron sus armas y nos hicieron gestos para que les arrojáramos pescado. Salieron mujeres de las sombras… Algunos hombres vinieron y recogieron los peces. Parecían estar complacidos, pero no veíamos que rebajasen su actitud hostil … Todos comenzaron a gritar palabras que no comprendíamos. Gritamos nosotros también y les hicimos gestos para indicarles que queríamos ser amigos. La tensión no se alivió. En este momento ocurrió algo extraño. Una mujer se emparejó con un guerrero y se sentaron en la arena en un apasionado abrazo. Este acto lo repitieron otras mujeres, cada una reclamando un guerrero para sí; era una especie de apareamiento comunitario, por así decirlo. Así disminuyó el grupo de los aguerridos. Esto continuó durante bastante tiempo y cuando el ritmo de esta danza frenética de deseo amainó, las parejas se retiraron a la sombra de la selva. Sin embargo, algunos guerreros estaban todavía en guardia. Llegamos cerca de la orilla y lanzamos algunos peces más que fueron recogidos rápidamente por algunos jóvenes…

En un vídeo (Sentinelese – YouTube) se pueden ver escenas que tal vez corresponden a aquel encuentro. Observen en el minuto 1:30 cómo una mujer coge del brazo a un guerrero con autoridad y se lo lleva para impedir su actitud hostil:

Otra expedición desembarcó y les dejó un cerdo vivo y una muñeca. Ambos fueron alanceados y enterrados por los nativos. No se fiaban. En cambio, se llevaron muy contentos el papel de aluminio con que los antropólogos quisieron agradarlos. En aquella ocasión el encuentro fue más pacífico.

Entraron de pronto en la Edad del Hierro

Pero este tipo de contactos parecen más bien la excepción. Desgraciadamente, la mayoría de ellos deben de haber sido malintencionados por parte de los visitantes y ha habido enfrentamientos, lo que puede haber hecho a los centineleses desconfiados y agresivos. En 1981 quedó encallado en el arrecife de coral un barco. Sus ocupantes tuvieron que pedir ayuda urgente por radio porque observaron supuestos preparativos de los nativos para atacarlos. Los rescataron en helicóptero. Aún puede verse el pecio desde satélite:

En 2006 incluso mataron a dos pescadores que habían encallado en los arrecifes. Pero según reveló el periódico The Telegraph, “en la década de 1980 y principios de 1990 muchos centinenleses murieron en escaramuzas con los operadores de salvamento armados que visitaron la isla después de suceder naufragios”.

Estos episodios parece que los han escarmentado e incluso apedrearon al helicóptero que fue a inspeccionar la isla y a sus habitantes tras el tsunami. Sorprende su actitud (véase la foto) de tranquilidad ante el enorme pájaro de metal y vidrio que se cierne sobre ellos metiendo ese ruido infernal que conocemos. Por lo demás, nadie se explica como sobrevivieron; probablemente los salvó el hecho de que en la isla hay alturas de casi 100 metros.

La isla es una pura jungla, como refleja esta imagen de satélite de Google Maps de la zona central. De aquí han deducido los expertos que este pueblo no practica la agricultura, manteniéndose en el estadio de cazadores-recolectores.

No saben hacer fuego

Al parecer, tampoco saben hacer fuego. Una expedición del siglo XIX aseguró que en la noche vieron gran cantidad de luces en la isla. Pero probablemente aprovechan fuegos fortuitos que mantienen vivos el tiempo que pueden. La imagen siguiente permite ver un penacho de humo salido de la isla (circunstancia que, por cierto, hizo pensar que allí podía haber caído el famoso avión MH 370, aún no encontrado; la hipótesis fue descartada enseguida). Las imágenes de satélite mostraron más arde que se debía a incendios forestales, no se sabe si provocados por los nativos o accidentales.

Las organizaciones de defensa de los derechos de los pueblos indígenas y tribales piden que no se moleste a los centineleses. Para aquellos, las pocas imágenes que se tienen de los nativos parecen indicar que gozan de salud y que no viven mal. Ponen el ejemplo de los ongue, otra tribu de aquel archipiélago que fue “civilizada” por los británicos y que pronto va a desaparecer de la faz del planeta, pues quedan menos de 100 de ellos. Los ongue, que son una de las razas más bajitas del planeta (1,50 de altura media), un siglo más tarde, siguen sin adaptarse a la vida “civilizada”. O el de los yaraguas, que fueron contactados en 1997 y ya han muerto muchos porque no están preparados para enfrentarse a nuestros virus. 

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