Dicen sus biógrafos que sí, pero conviene matizarlo.
En 1925 el norteamericano Robert Oppenheimer (licenciado en Química y doctor en Física), uno de los «padres» de la bomba atómica que mató a un cuarto de millón de personas en Japón 20 años más tarde, estaba estudiando en Cambridge, Reino Unido y, según le escribió a un amigo:
Lo estoy pasando bastante mal. El trabajo de laboratorio es terriblemente aburrido, y soy tan malo en él que es imposible sentir que estoy aprendiendo algo. Las clases son viles.
(Citado por Katey Rich en Vanity Fair)
En la película Oppenheimer, de Cristopher Nolan, el profesor del laboratorio Patrick Blackett (futuro premio Nobel) reprende a su joven alumno Robert por una torpeza cometida y le obliga a limpiar los destrozos. Poco después el alumno envenena con cianuro una manzana que se hallaba sobre la mesa de Blackett. Finalmente llega a tiempo para quitar la manzana de las manos del mismísimo Niels Bohr, que estaba a punto de zampársela (eso no sucedió nunca; es una licencia que se tomó el guionista Nolan).
Es de suponer que si el muchacho envenenó con cianuro una manzana que supuestamente se iba a comer su profesor tendría algunas razones para hacerlo de más peso que un simple malestar por haber sido reconvenido. O bien simplemente sufría de algún serio trastorno psicológico. Pero el caso es que, según afirmaron los biógrafos de Oppenheimer Kai Bird y Martin Sherwin en el libro American Prometheus, algo de eso sí que hizo:
Consumido por sentimientos de ineptitud e intensa envidia, «envenenó» una manzana con productos químicos del laboratorio y la dejó sobre el escritorio de Blackett.

Katey Rich cuenta en Vanity Fair:
Como tantas otras cosas increíbles en Oppenheimer, esto realmente sucedió, aunque tal vez no de una manera tan cinematográfica. […] Su amigo Jeffries Wyman sugiere (…) que Oppenheimer podría haber exagerado la historia de alguna manera, y los biógrafos sugieren que el veneno podría no haber sido cianuro sino algo que solo lo enfermaría; pero en palabras de Wyman, “sea lo que sea, fue un acto de celos”, mucho menos dañino, pero de alguna manera los funcionarios de Cambridge se enteraron y los influyentes padres de Oppenheimer tuvieron que intervenir para evitar que fuera expulsado.
Y Nate Jones agrega en Vulture que Oppenheimer “fue puesto en libertad condicional y sentenciado a terapia psiquiátrica obligatoria”. Sin embargo, en los archivos históricos no consta ninguna referencia a esos hechos.
¿Intento de asesinato?
Parece que el propio Oppenheimer contó en varias ocasiones el suceso a sus conocidos y que uno de ellos, Francis Fergusson, llegó a calificar el acto como «intento de asesinato»:

Sensacionalismo

En cualquier caso, salvo que Oppenheimer tuviera muy alteradas sus facultades mentales cuando ocurrieron los supuestos hechos, no parece muy plausible que inyectara cianuro en la manzana, sino alguna otra sustancia no letal. (Esta hipótesis nos llevaría a deducir que, aunque a Oppenheimer no le gustara el trabajo del laboratorio como se manifiesta explícitamente en la película, sí que conocería las propiedades tóxicas de algunas productos que se hallaban en él).
Sea como fuere, en mi opinión, Cristopher Nolan, guionista y director de la película, comete la imprudencia de mostrar expresamente que lo que inyecta Oppenheimer es cianuro. Dado que este hecho es controvertido, habría sido mucho más inteligente y respetuoso con el derecho a ser considerado «inocente» que no se viera la etiqueta del frasco. Pero, claro, la película se vende mejor si se introducen en ella píldoras de sensacionalismo.

