Grigori Perelmán es un matemático superdotado ruso que se hizo famoso por rechazar la Medalla Fields (“Nobel” de la disciplina) en 2006, aunque previa y posteriormente tampoco aceptó otros galardones. Le otorgaban el premio porque había explicado y convertido en teorema una enigmática conjetura enunciada por el francés Henri Poincaré en 1904. El reconocimiento incluía un millón de dólares que igualmente despreció. Dicen que dijo al respecto: “La monetización del logro es el máximo insulto a las matemáticas”. Y eso a pesar de que, por lo que se sabe de él, vive con su madre (profesora de matemáticas) en un modesto apartamento de San Petersburgo y no precisamente en la abundancia.
Manifestó también que no era necesario ningún premio para certificar lo verdad de lo que había demostrado matemáticamente. Renunció igualmente a publicar su descubrimiento en la más prestigiosa revista científica del mundo (Nature). ¿Para qué? ¿Para figurar e hinchar su currículum? Lo hizo públicamente ante todo el mundo que quiso oírlo a través de internet.
No podemos juzgar qué hay tras estas actitudes tan poco comunes porque no tenemos el gusto de conocer a este gran hombre. El mismo Perelmán ha dicho que quiere mantenerse al margen de un mundo profesional, el de los matemáticos, donde considera que falta la ética. Hay quien lo han interpretado como un enfado contra otros porque no han reconocido su trabajo o se han apropiado de parte de él. Esto es lo poco que él ha aclarado al respecto:
Mientras no era conocido tenía la posibilidad de decir lo que quería sobre la profesión o ser tratado como una mascota. Al pasar a ser conocido, no puedo ser una mascota y no decir nada. Por eso me he tenido que ir. […] La mayoría de los matemáticos son más o menos honrados, pero toleran a los que no son honrados. […] Ya sé que la autopromoción es algo corriente y si la gente quiere hacerla pues muy bien, pero no creo que sea positiva. Me di cuenta de ello hace mucho tiempo y nadie va a cambiar mi parecer. […] No es a la gente que rompe los estándares éticos a quienes se considera extraña. Es a gente como yo a quienes se aísla.
El peor pensado podría opinar que, en el fondo, Perelmán busca notoriedad. Incluso que puede buscar más notoriedad que nadie porque recurre a medios muy potentes para ello (como es renunciar a un millón de euros). En cualquier caso, ojalá hubiera más hombres como este en el mundo. Al menos, y de eso no me cabe la menor duda, aprovecha el tiempo de vida que tiene para preguntarse qué es ser hombre y tratar de serlo.
Por lo demás, sus excentricidades le han ahorrado desagradables encuentros. Por ejemplo, ¿saben quién era el encargado de entregarle la Medalla Fields en un congreso de matemáticos en Madrid? ¡El mismísimo rey Juan Carlos Primero de España? Teniendo en cuenta el camino que siguió el “cazador de elefantes”, ¿no se habría convertido la medalla Fields en un baldón en vez de un blasón?
Las genialidades de Perelman
En una de las pocas entrevistas que ha concedido, el genio ruso contó que uno de los problemas matemáticos que más le costó resolver en su juventud fue calcular a qué velocidad tuvo que correr Jesucristo por el lago para no hundirse. Como se ve, este señor desde pequeño tenía las ideas claras.
Perelmán dijo que no tiene ningún miedo a las crisis económicas. Aparte de que, según se dice, vive como un asceta, declaró que él ha aprendido a “calcular los vacíos” y que conoce los mecanismos de “llenar los vacíos sociales y económicos”. En referencia al dinero de la Medalla Fields al que renunció declaró:
Los vacíos existen por todas partes. El poder de calcularlos nos da grandes posibilidades. Yo sé cómo manejar el Universo. Por eso, ¿qué necesidad tengo de correr a buscar un millón?
Perelmán rechazó también el Premio del Milenio que se otorga a toda persona que haya aclarado alguno de los que se han considerado “siete mayores enigmas” (matemáticos) del último milenio.
Ahora está retirado de las matemáticas. Hay quien dice que está decepcionado de esa disciplina o de su mundo.
Personalmente, pienso que gente como Perelmán podrían hacer mucho por conseguir un mundo mejor… si un cierto número de personas estuviera dispuesta a seguir su ejemplo.