El diseño de robots humanoides como el Tesla Optimus responde a una combinación de factores prácticos y psicológicos, además de una estrategia de mercado cuidadosamente pensada. Vamos a desglosar las razones y teorías que explican por qué Tesla y otras empresas optan por robots con forma antropomorfa.
Los robots humanoides están diseñados para operar en entornos hechos para personas, es decir, casas, oficinas, fábricas y espacios públicos. Estos entornos están optimizados para cuerpos humanos, con escaleras, manillas y pomos, botones y herramientas que están al alcance y tamaño ideal para las dimensiones y capacidades humanas.
Al diseñar un robot en forma humana se tiene en cuenta que una máquina así puede utilizar herramientas, abrir puertas y manejar objetos creados para el uso humano sin requerir modificaciones del entorno. Además, tobots bípedos como Tesla Optimus pueden moverse por lugares construidos para personas, mientras que otros robots con ruedas o de formas diferentes podrían encontrar dificultades al moverse en escaleras o terrenos accidentados.
Preferencia psicológica por lo humano
Se ha observado que las personas tienden a relacionarse mejor con robots que se asemejan a seres humanos, al menos hasta cierto punto. Esto está relacionado con teorías psicológicas y sociales que exploran cómo percibimos a los robots y otras entidades no humanas.
Así, la teoría del valle inquietante, propuesta por el profesor japonés Masahiro Mori en 1970, plantea que cuanto más un robot se asemeja a un ser humano, más cómodos nos sentimos, pero solo hasta cierto punto. Cuando los robots se vuelven casi humanos, pero no del todo, generan una sensación de incomodidad o rechazo (el «valle inquietante»). Optimus se mantiene en un punto donde es claramente un robot, pero con características humanas suficientes para ser percibido como familiar, sin caer en este valle.
Hay estudios que han demostrado que las personas tienden a humanizar robots que tienen formas humanoides o que muestran señales sociales claras, como movimientos faciales o la capacidad de hablar. Esto facilita la interacción y la colaboración entre humanos y robots, lo cual es crucial para que los robots se integren en nuestras vidas.

Interacción social e intuitiva
Un robot que se parece a una persona puede interactuar de una manera más intuitiva con los humanos, tanto a nivel físico como emocional. Tesla, al desarrollar robots como Optimus, busca que las personas no solo vean al robot como una máquina, sino como algo más cercano y comprensible.
Un robot humanoide puede imitar gestos humanos o movimientos que faciliten la comprensión de sus intenciones. Si el robot señala, inclina la cabeza o gesticula, las personas lo interpretan de manera natural. Los humanos estamos acostumbrados a interactuar entre nosotros, por lo que robots con apariencia y comportamiento humanos hacen que el proceso de comunicación sea más fluido, especialmente en entornos sociales o laborales.
Estudios de mercado y demanda de robots humanoides
Tesla y otras empresas sin duda han realizado estudios de mercado que muestran que las personas tienden a preferir robots con rasgos antropomorfos, especialmente para su uso en entornos domésticos y de asistencia. Desde luego, en tareas de asistencia doméstica o de compañía, un robot con forma humana parece más adecuado para tareas cotidianas, como servir la comida o ayudar a mover objetos, tareas que solemos asociar con asistentes humanos.
Muchas personas podrían preferir que un robot doméstico tenga una forma antropomorfa porque les da una sensación de compañía o familiaridad. La noción de «amistad» con una máquina se fortalece cuando tiene características humanas.
¿Amigos o esclavos?
La ciencia ficción ha presentado durante décadas la idea de robots compañeros, amigos, e incluso seres que cuidan de nosotros. Esta idea alimenta el deseo de crear robots humanoides que sean agradables, útiles y nos acompañen emocionalmente. Robots como Optimus podrían estar diseñados para ser «ayudantes» que cooperan con los humanos, más que sirvientes o esclavos. La narrativa que Tesla podría estar impulsando es la de un robot colaborador, capaz de mejorar la calidad de vida sin ser necesariamente una herramienta «subordinada».
Otra perspectiva, más pragmática y crítica, es que los robots se ven como máquinas que están diseñadas para realizar tareas repetitivas o difíciles para los humanos. Desde este punto de vista, la preferencia por robots humanoides podría derivar de un deseo inconsciente de proyectar las tareas más tediosas o peligrosas en una figura que se parece a nosotros, pero sin serlo lo suficiente como para sentirnos incómodos al «exigirle» trabajo.
Más teorías
La relación humano-robot está profundamente ligada a teorías sobre la interacción hombre-máquina y la proyección de nuestros deseos y miedos en los robots. Los humanos tendemos a proyectar características humanas en objetos o máquinas que se asemejan a nosotros (proyección antropomórfica). Esto facilita la identificación emocional y la relación con ellos. Los robots humanoides nos permiten sentir que controlamos una máquina de manera más directa, pues podemos comprender mejor sus capacidades y limitaciones al tener una forma similar a la nuestra.

