Abril se despide con lluvias. Parece que estas han hecho acto de presencia para permanecer durante unos días.
Sobre la una empezó a chispear. La jornada comenzaba desapacible y menos cálida que días atrás. Tomé precauciones y me puse un jersey para salir a la calle. Era raro ver venir nubarrones más oscuros por el noreste y por el sur.
Cubrían el cielo nubes altas y, bajo estas, el viento frío arrastraba otras grises, casi negras, y densas, como preludio incierto de una lluvia que todavía tardaría unas horas. Sobre la una comenzó a chispear, el asfalto se fue tachonando de goterones y se difundió por la atmósfera un fuerte aroma a tierra húmeda y los olores vegetales de la estación se hicieron más intensos y distintos. El gris se fue uniformando en el cielo y los contornos de las elevaciones más altas de la sierra se difuminaron primero, hasta quedar, a la par que la lluvia arreciaba, ocultos por una neblina que parecía rodar pendiente abajo hasta quedar suspendida e inmóvil sobre la mitad del valle. El caserío superpuesto y blanco de la parte antigua del pueblo, bajo los tajos ennegrecidos por la humedad, parecía un viejo villorrio sumergido. Sobre las dos estaba ya lloviendo con intensidad y abrí el paraguas mientras me dirigía por tercera vez en la mañana al instituto para dar la clase en la última hora. Me agradó la lluvia y la perspectiva de unos días grises. Era como retroceder en el tiempo a los meses de febrero y marzo, excepcionalmente lluviosos, cuando mi hermana aún vivía.

Deseé que este tiempo se prolongara, que demorase la llegada de la primavera, que forzara al mundo en torno a recogerse sobre sí mismo. Agradecí, vuelto sobre mí mismo como estoy, que el mundo también volviera a estarlo por unos días, como si esas circunstancias blindasen mi necesidad inevitable de aislamiento y me ayudaran a sentirme paradójicamente menos solo y me brindaran un refugio frente a la intemperie. Agradecí la lluvia y deseé que se prolongue y dure para que el cambio de estación se esfume y no sea tan crudo en su brusquedad. Como si así pudiera evitar que el tiempo corra y borre todo tan deprisa.




