lunes, 11 diciembre 2023

La química, una pasión

Al azar

Ana Belén Baute Rodríguez »

Mi relación con las ciencias químicas como alumna empezó en Tercero de Enseñanza Secundaria Obligatoria, época crítica de la adolescencia, que o te gusta mucho una cosa o la odias. Pero en este caso, para mí fue un descubrimiento increíble y apasionante, nunca pensé que una asignatura me enganchará (en el buen sentido de la palabra) de tal forma.

¿Qué representaba esa tabla que nos mostraba con tantos símbolos, números, términos y colores que nunca habíamos visto ni escuchado? Sí, la tabla periódica de los elementos, metales, no metales, gases nobles, líquidos, etc.

Recuerdo a la profesora decir: cada elemento tiene un nombre, un número atómico, una valencia, un calor específico, una densidad, un símbolo y una masa molar atómica. ¡Dios, pero qué me estás contando!, pensaba en mi interior. Pero cuando me di cuenta, poco a poco, me fui aprendiendo esa tabla que al principio me parecía un laberinto y que finalmente me conquistó.

¡Las valencias como el padrenuestro!, nos decía, y así fue –sorpresa chicos–. Nos ponía una hoja en blanco y teníamos que poner las valencias de los metales y no metales. Recuerdo una tabla que nos hizo y que hoy en día todavía conservo (imagen de la derecha), después de tantos años. A rellenar símbolo y nombre, valencia negativa, nombre del compuesto que forman con valencia negativa y valencia positiva en los no metales; símbolo y nombre con valencia positiva en los metales.

Pero sin duda alguna, lo que más me marcó de esta asignatura fue la formulación inorgánica. Hay tres nomenclaturas posibles, decía; sistémica, Stock y tradicional. Las dos más utilizadas en mi época o en mi clase en particular eran la nomenclatura sistémica y Stock. Un examen de formulación para mí era un reto, lo podía llegar a hacer tan rápido que me pegaba el resto de la hora repasando y repasando, por si se me hubiera colado alguna errata.

Me sorprendía la combinación de elementos que se podían producir, como intercambian sus valencias y formaban un compuesto final.

A partir de ese curso en adelante, mis preferencias en materias a elegir siempre intentaba que estuvieran relacionadas con la química, si era posible. A medida que iban pasando los cursos, la química se volvía más densa y complicada, para quién no le gustara, pero a mí me seguía apasionando, y por ello, quince años después he decidido emprender está aventura de estudiar Ciencias Químicas.

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