En los últimos años, la terapia de reemplazo de testosterona (TRT) ha ganado popularidad como solución para una variedad de síntomas, desde la fatiga y la baja libido hasta los problemas de ánimo y la pérdida de masa muscular. Las redes sociales y las clínicas privadas han contribuido al auge de este tratamiento, pero ¿qué hay de cierto en sus promesas?
La testosterona sintética se desarrolló por primera vez en 1935, pero durante décadas se temió que su uso pudiera provocar cáncer de próstata o enfermedades cardiovasculares. Sin embargo, investigaciones más recientes han demostrado que esos riesgos, aunque alguna vez se consideraron significativos, no son tan alarmantes como se pensaba. Aun así, los efectos a largo plazo de esta terapia siguen siendo poco conocidos.
Cuando puede ser beneficiosa
Para los hombres con testosterona realmente baja, el tratamiento puede aportar beneficios reales. Estudios indican una posible mejora en el estado de ánimo, especialmente en casos de depresión mayor, un aumento de la energía y un efecto más claro: un incremento en el deseo sexual, ya que la testosterona actúa directamente en el cerebro. Sin embargo, no existe un consenso claro sobre cuál es el nivel exacto que define una deficiencia, ya que los niveles hormonales varían mucho entre individuos.
Cuando puede ser perjudicial
El problema radica en el creciente número de hombres que recurren a la TRT sin tener niveles bajos de testosterona. En estos casos, la evidencia científica de beneficio es mucho más débil y, en muchos casos, se limita al aumento de masa muscular. Pero los riesgos no son menores. Uno de los efectos más preocupantes es la pérdida de fertilidad. Al introducir testosterona externa, el cuerpo deja de producirla naturalmente, lo que también puede interrumpir la producción de esperma. Aunque teóricamente reversible, la recuperación puede ser lenta, costosa y, en algunos casos, incompleta.
Además, al abandonar el tratamiento, muchos pacientes experimentan una “resaca hormonal”, con síntomas como irritabilidad, fatiga extrema y bajo estado de ánimo. Para restaurar la fertilidad y la producción hormonal, a menudo se requieren medicamentos específicos, y el proceso puede durar hasta dos años.
A esto se suma la proliferación de clínicas privadas que ofrecen TRT sin un control médico riguroso. Aunque no todas operan de forma irresponsable, muchas evitan realizar los análisis adecuados antes de recetar testosterona. Las sociedades médicas recomiendan realizar al menos dos pruebas hormonales en días distintos, debido a la variabilidad de los niveles. Sin embargo, en muchos casos, solo se realiza una evaluación superficial y se prescribe el tratamiento de inmediato.
Los expertos en salud piden mayor educación médica y un enfoque integral. Problemas como la apnea del sueño, el estrés crónico o la mala calidad del sueño pueden ser la causa real de los síntomas que se atribuyen a la testosterona baja. En muchos casos, tratar estas condiciones elimina la necesidad de terapia hormonal.
En resumen, la TRT puede ser útil, pero no es una solución universal. Consultar a un especialista en endocrinología o urología, realizar análisis completos y no dejarse llevar por el marketing o las redes sociales es clave para tomar decisiones informadas sobre la salud hormonal masculina.

